Los argentinos que no pueden volver a China

11 diciembre, 2020

Por Gustavo Ng

Entre cien y doscientos argentinos que viven en China quedaron varados en Argentina por la cuarentena global que impuso la pandemia de Covid-19.

“Mi marido se perdió las primeras palabras de su hijo. Me vine en enero con los dos chiquitos para que mis papás conocieran al menor y aún no podemos volver”. Este es el testimonio de Carolina, uno de los tantos de esta situación que configura uno de los aspectos de la pandemia que afectan a la relación entre China y Argentina.

La globalidad de la emergencia sanitaria induce a concebírsela como un fenómeno homogéneo. Sin embargo, está compuesta por millones de situaciones familiares y personales, cada una de las cuales es en sí un mundo. Entre la penosa multiplicidad de microhistorias que trastornan vidas, están la de los argentinos residentes en China que quedaron varados en nuestro país por la cuarentena.

Una de las circunstancias que impulsaron el estallido de la pandemia fue la Semana de Oro por el Año Nuevo Chino, uno de los dos momentos anuales en que se produce el mayor traslado de humanos en el planeta. Es una semana de vacaciones para todos, en la que millones de chinos regresan a sus lugares de origen o viajan por turismo, y los extranjeros viajan a sus países. Esa semana fue el momento en que más de cien argentinos que residen en diferentes lugares de China, volaran hacia Argentina. Desde aquí asistieron horrorizados al cierre de la ciudad de Wuhan y de otras, de la provincia de Hebei y luego la cuarentena en toda China, con un rigor que sería mucho mayor a la del resto del mundo.

Supieron de los argentinos que estaban haciendo intensas gestiones para poder salir de China y escapar de la epidemia, y empezaron a preguntarse cuándo podrían regresar a sus hogares, a sus trabajos, sus chicos a la escuela. Cuando la pandemia se expandió por todo el planeta, terminaron de perder referencias que les dieran pistas de cuándo podrían retomar sus vidas en su país de adopción, China.

Claudia Romeo llegó a China con su marido, César Patrone, y sus hijos Emma (14) y Bauti (12), en agosto del 2018 para trabajar en una escuela internacional dando clases de Lengua y Literatura en español del programa del Bachillerato Internacional, institución en la cual se desempeñaba como docente a tiempo completo a principios de 2020.

Vinieron a Argentina a visitar a sus familias en febrero y su vuelo de regreso fue cancelado en marzo debido al cierre de fronteras.

“Estuvimos varados en Argentina durante ocho meses”, relata Claudia. “Vivimos los primeros meses en casa de mi suegra, pero luego hubo una pérdida de gas en su casa y debimos alquilar otro lugar”.

Mientras, el alquiler del departamento en que vivían en el Distrito de Qingpu, en Shanghai, les fue cancelado y “tuvimos que mudar las cosas con la ayuda de unos amigos que estaban allá”. Tuvieron que conseguir un nuevo lugar, a través de un agente inmobiliario “que nos mostraba videos de los departamentos”.

Claudia Romeo y su familia se quedaron sin casa en Shanghai mientras pasaban la cuarentena en Argentina.

A otra profesora, Carolina González Lupo, la cuarentena la encontró en Mar del Plata con su hijita de tres años y su nene de dos. Llegaron a Argentina en febrero para que sus padres conocieran al menor, desde Xi’An, donde ella enseña inglés en un jardín de infantes bilingüe.

“He sido feliz en China desde que llegué en 2015. Ahora estoy en Argentina en una situación muy difícil, porque sólo traje ahorros para un mes y mi marido quedó allá sin trabajo —tiene permiso de residencia con propósito de familia, lo que no le permite trabajar”.

La escuela de Xi’an le guarda el puesto, pero durante la pandemia hubo meses en que no pudo pagarle. “Tenemos amigos ayudándonos con el alquiler en China, yo estoy en la casa de mis padres. Me prestaron ropa para mí y los chicos porque no había traído ropa de invierno. Estamos aguantando gracias a amigos incondicionales y familia, que nos vienen dando una mano”.

El marido de Carolina no puede entrar a Argentina porque es ghanés. “Para permanecer en China, él depende de una visa mía —que se venció, por lo que consiguió una extensión, que cuando se venza no sabemos qué va a pasar. Mientras, se perdió las primeras palabras, los primeros pasos de su gordo…”

Analizan la posibilidad de que Carolina y los niños vayan a Ghana, pero resulta “complicadísima, porque Argentina no tiene embajada, y no estamos en condiciones de que mi marido tramite el ingreso desde China”.

Los argentinos residentes en China que fueron atrapados por la pandemia en nuestro país son estudiantes y residentes permanentes —muchos trabajan en docencia (idiomas, fútbol, tango) y en empresas internacionales.

Otra de las “varadas” es Rosana Calello, miembro de la Asociación de Argentinos Residentes en China (AdeACh), quien creó un espacio virtual para contención mutua e intercambio de información. Explica que “lo general es que los cronogramas laborales y los planes de vida se hayan desbaratado. Algunas personas perdieron su trabajo, otras no cobraron o cobraron una parte”.

En su caso personal, “dejé la heladera enchufada. En mi computadora están todos mis archivos, las fotos de mis hijos. Me vine de vacaciones por dos semanas en enero y aún no pude volver”.

También explica que los “varados” son un porcentaje menor del total de argentinos que viven en China, y entre ellos no se cuentan las personas de origen chino con nacionalidad argentina.

Rosana estima que “a esta altura un 40% ya ha podido regresar”. Además del cierre de fronteras de China, se multiplicaron las barreras burocráticas, surgieron condicionamientos sanitarios y los vuelos perdieron por completo su regularidad, lo cual resulta determinante para Argentina, el país más lejano de China en el planeta.

“No hay mala voluntad de China, menos con los argentinos”, dice Rosana Calello. “Hay una cantidad enorme de chinos varados en todo el mundo, y todos estamos atrapados por la misma complicación, creada en todas partes para contener la pandemia”

Los argentinos “varados” necesitan, para volver a entrar a China, que sus empleadores o la institución china a la que están ligados les envíe una carta de invitación (conocida como PU Letter) y con ella solicitar nuevas visas, desde que todas las visas han sido revocadas.

Por otra parte, deben presentar un test con resultado negativo de no más de 48 horas (hasta hace unos días eran 72), hecho en alguno de los laboratorios avalados por el Consulado de China en Argentina, y llevar un seguimiento con una aplicación en el celular. También se requieren tests en aeropuertos de conexión.

Claudia Romeo cuenta que atravesar todo este procedimiento en familia “fue una odisea. Finalmente conseguimos un vuelo Buenos Aires-Amsterdam, Amasterdam-Hong Kong y Hong Kong Shanghai. Una vez en el aeropuerto tuvimos que hacer nuevos tests y una larga serie de trámites. Recién entonces, fuimos autorizados a hacer los 14 días de cuarentena en nuestra casa, lo que conseguimos porque mi hijo es menor de 12 años. De otro modo, hubiéramos tenido que hacer la cuarentena en un hotel que nos designaran, a costo nuestro”.

En varios casos de argentinos que viven en ciudades de China a las que no pueden llegar con vuelos internacionales, debieron hacer cuarentena en la ciudad de arribo y luego otra cuarentena en la ciudad de destino.

Gabriel Glagovsky, que tiene en Shanghai la escuela de tango “TangoCool”, se vio forzado a quedarse en Argentina cuando el cierre de fronteras lo encontró en una visita después de dos años de ausencia, para visitar a sus padres, hermana y sobrinos. “Desde marzo hasta noviembre viví de mis ahorros y del alquiler de un departamento que tengo en Buenos Aires”.

El trámite para viajar de regreso le requirió la exactitud de un mecanismo de relojería: “Mi vuelo era un lunes y los domingos no trabajaban los laboratorios, así tuve que hacerme el test el sábado; me llegó el resultado el domingo, con eso apliqué en el consulado de China y pude embarcar”.

Voló de Buenos Aires a Frankfurt, luego a Copenhague y de ahí a Shanghai, con un pasaje que le costó, sin vuelta, 3.800 dólares. “No tenía opción”, dice Gabriel, “tengo mi vida armada en China. Tenía que reamar mi escuela, volver a alquilar un lugar, porque donde estaba se me venció y convocar nuevamente a los alumnos”.

Gabriel Gaglovsky volvió a rearmar su escuela de tango en China.

Carolina y sus hijitos aún no pudieron regresar a la ciudad de Xi’an, donde los espera su marido. “En Xi’an no aceptan renovación de permiso de trabajo online, de modo que sólo puedo hacerlo estando allá. En septiembre se me venció el permiso y la visa. Voy trabajando en los papeles, lo que lleva mucho tiempo y dinero”.

En un momento consiguió un vuelo, “pudimos hacer todos los trámites sanitarios y pagarlo, los dos chicos y yo, viajamos de Mar del Plata a Buenos Aires y cuando estábamos llegando a Ezeiza, el vuelo se canceló. Me tuve que volver a Mar del Plata. Todavía estoy peleando para que me devuelvan los pasajes. No estamos en condiciones económicas de gastar más plata. Hay días que no me puedo levantar de la cama. Los nenes son tan chiquitos, es demasiado para una sola persona. En los meses que llevo acá murió mi papá. Necesito que mi marido esté conmigo”.

Rosana Calello destaca la “ayuda invalorable” que ofrecieron las representaciones diplomáticas de Argentina en China, destacando a personas como la vicecónsul en Shanghai, María Virginia Yapur. “Asistieron con el celular encendido las 24 horas. Encaminaron trámites, hicieron gestiones con las autoridades chinas, los aeropuertos, las líneas aéreas, y contuvieron emocionalmente”.

Daniel Krone, de la Asociación de Becarios y ExBecarios en China, estima que más de 80 estudiantes de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Misiones y otros lugares, quedaron en Argentina por el estado planetario de cuarentena.

En su caso, está en China desde hace cinco años y hoy está cursando un posgrado en Finanzas. “Cerca de la mitad estudia idioma chino, un 15% hace una carrera universitaria de grado y el resto, diferentes postgrados, principalmente relacionados con Economía, Política Internacional y con la Lengua y Literatura china”.

Si bien los casos de los estudiantes son menos dramáticos que los de las familias que residen en China de forma permanente, “la vida se nos dio vuelta. Ya van avisando que el primer semestre del año que viene se cursará online, lo cual va en dirección contraria de la elección que hacemos de ir a estudiar a China por lo que significa el entorno”, explica Daniela.

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