Adiós Quino, por siempre Mafalda

1 octubre, 2020

DangDai ha publicado varias notas sobre el fenómeno de Mafalda en China. Como homenaje a su papá, Quino, fallecido ayer, reproducimos una de ellas, en este caso escrita por Rubén Pose, especialista en Filología Hispánica.

En el número 21 de la Revista DangDai, publicado en el verano de 2018, Pose escribió:

En Taiwán, hace cuatro décadas, comenzaba a publicarse Mafalda en chino. Fue un bestseller inmediato. Desató una fiebre. En universidades de Taipéi y Hong Kong llegó a ser material obligatorio, pero los niños fueron el público predominante: “No importa en qué grado estén, todos tienen una Mafalda para leer”, festejaba la editorial. La traducción de Sanmao tuvo tres reediciones, con siete reimpresiones cada una. En China continental, desde los 90 se publicaron otras versiones; sin embargo, para la edición del 50 aniversario, se eligió lade Sanmao.

Hoy Mafalda no es el éxito de antes, “el público chino prefiere las tiras japonesas o estadounidenses”, afirma la investigadora Alicia Yin. El mundo ha cambiado, pero también las débiles políticas de promoción cultural de Argentina han dejado el campo libre a otras propuestas más firmes. La persistencia de Mafalda en China es por ello asombrosa. 

Sanmao leyó Mafalda con José, su esposo. La tira, un boom en España, se publicaba con la advertencia “Para adultos”. Para el lector occidental, el corazón de la obra de Quino es eso mismo que molestaba al franquismo. Mafalda, afirma Umberto Eco, no estima ni respeta el mundo adulto, se opone, lo ridiculiza y repudia. Mafalda exige del lector que quiera madurar, tenga 45 o 10 años. Pero Sanmao eligió otro público.

Según la investigadora Li Li (李黎), la traducción de Mafalda está dirigida especialmente al lector infantil. Sanmao interpretó que Quino hace expresar a sus personajes los diversos aspectos de la vida en ideas simples, al alcance de los niños, y que podían interesar indirectamente a los adultos. Las notas que agregó a su versión, por ejemplo, están en general dirigidas a aclarar las líneas infantiles del humor de la tira. Para el lector argentino, la protagonista de la versión de Sanmao resulta menos crítica, menos política, menos Mafalda.

La brecha respecto del original es un tema de traductología, y es asimismo una muestra del talento de Sanmao, que supo unir dos extremos en apariencia tan distantes en aquel tiempo. Sin embargo, es claro que bajo estas diferencias se extienden coincidencias múltiples. En la primera edición italiana, Eco señala que el universo de Mafalda es en muchos sentidos un universo latino, “más comprensible que muchos personajes de las historietas norteamericanas”. El gran interés que despertó la Mafalda de Sanmao en las primeras décadas de su publicación sugiere que hay algo latino con lo que el público chino conecta. Si nos limitamos a lo rioplatense, en literatura, música, danza, encontramos conexiones de esta clase, ya sólidas, y podemos advertir que quedan más puentes por tender. 

Dibujo de Zhong Chuanmin (Pablo), otro colaborador de DangDai que ha publicado sus dibujos de Mafalda en nuestra publicación. La amistad entre Argentina y China, entre Mafalda y el oso panda de la tierra de Pablo, Sichuan.

Sobre Sanmao, Pose escribió en el mismo número de DangDai:

Frente al mar, en la isla canaria de La Palma, hay un mirador con una escultura. Está hecha de tres tubos, rodeados de ocho piedras como las que pule el mar, recuerdan las que coleccionaba, pintaba y regalaba la escritora Chen Maoping (陳懋平), más conocida como Sanmao (三毛). Al lado de este conjunto hay un banco sobre el que se ven -en bronce- unas aletas, representan las de su marido, José María Quero, buzo profesional.

Los tres tubos son como tres pelos, que en chino se dice sanmao (三, ‘tres’, 毛, ‘pelo’), el seudónimo de Chen. Lo tomó del protagonista de la historieta más famosa en China: Creado por Zhang Leping en 1935, Sanmao era un niño sin familia, sin comida, sin techo ,vagabundo en Shanghai. Zhang lo concibió como símbolo de los cientos de miles de huérfanos de carne y hueso que morían de frío en las calles aquellos años. Esta historieta fue la primera lectura de Chen; cuando comenzó a escribir, se propuso contar esas vidas comunes y trágicas que no eran oídas en la literatura. Por eso eligió ese nombre.

Sanmao nació en 1943 en Chongqing. Cuando tenía seis, se mudó con su familia a Taipei. De niña decía que quería ser la esposa de un gran artista, de Picasso. Lectora voraz desde la primaria, fue humillada en público por un profesor a causa de sus bajas notas en Matemática. Entonces dejó la escuela y completó su educación en casa. En la universidad, estudió filosofía y literatura. A los 19 publicó su primera obra.

Viajó por Asia, América, Europa, África; manejaba el chino, el inglés, el alemán y el español. En el barrio de la Concepción de Madrid, cuando tenía 24, conoció a José María, de 16; se enamoraron. Sin embargo, Sanmao siguió sus viajes. Volvió a Taipei, se puso de novia con un profesor de alemán casi veinte años mayor. Cuando se preparaban para el casamiento, su prometido murió de un ataque al corazón. Ella se cortó las venas, pero sobrevivió.

En 1973, se reencontró en Madrid con José. Él había crecido esperándola. Sanmao quería ser la primera mujer en cruzar el desierto sahariano. José encontró trabajo como buzo en El Aaiún, en el Sáhara Occidental, todavía colonia española. Allí se casaron.

En 1974, Sanmao publicó en Taipei “Un restaurante en el desierto”, relato en el que José, convertido en personaje literario, conoce la comida china que le prepara su esposa; los dos felices en el Sáhara. Con este texto, se dice, comenzó su fama como escritora. Hoy, en Oriente, es centro del canon del público femenino. En su obra -más de 20 libros publicados- cultivó especialmente la literatura de viajes, autobiográfica. Sus libros se venden y se leen copiosamente desde hace 30 años. Diarios del Sáhara, quizá su obra más conocida, fue publicada en español el año pasado.

Sanmao, como otros intelectuales de su tiempo, cuestiona las categorías tradicionales que separan la alta literatura de otras formas de arte. Interesada desde sus comienzos en la historieta, encontró en Mafalda un alter ego. Y se puso a traducirla. Luego de una edición de prueba de los dos primeros fascículos, completó la obra.

Según la Lic. Alicia Yin, que actualmente investiga esta traducción, Sanmao llegó a Mafalda a través de José. Su esposo, que era lector de la tira, colaboró con su conocimiento de hablante nativo. Si bien hay pasajes que parecen no haber sido comprendidos profundamente, en especial algunas expresiones propias del español de la Argentina, en general Sanmao encontró la vía para transmitir al lector el humor de la tira.

Mafalda plantea innumerables dificultades para la traducción. Sanmao, afirma Yin, escogió el camino de la adaptación: agregó notas para guiar al lector, reemplazó elementos culturales argentinos por otros chinos; en síntesis, tradujo libremente para acercar la tira al nuevo público: El apellido Pérez se transformó en Lin (林); la mayonesa, en salsa de soja; el almacén de Manolito, en la tienda del señor Ma (马先生商店).

Por otra parte, según han observado varios investigadores, en la traducción de Mafalda, Sanmao debió sortear dificultades de orden político. ¿Qué hacer, por ejemplo, con las palabras de Susanita: “antes los chinos no eran malos”? Susanita reproduce el discurso anticomunista de una parte de la sociedad argentina; teniendo en cuenta las características del personaje, se puede calcular la compleja ironía que entraña la viñeta. ¿Cómo traducir “los chinos”? En el marco de la Guerra Fría, en Taipei el control de las posturas respecto del bloque comunista era férreo. Sanmao traduce libremente y debilita el matiz político de Mafalda. En otras viñetas, directamente omite el nombre de Mao Zedong.

A mediados de los 70, España se retiraba del Sáhara, mientras los independentistas y los marroquíes comenzaban una larga guerra por el control del territorio. Sanmao y José tuvieron que mudarse a otra costa, en Canarias. Ella continuó escribiendo; él, trabajando como buzo. El día de la Fiesta de Medio Otoño de 1979, en el mar de Barlovento, al norte de La Palma ,José murió ahogado. Desde el mirador, hoy se puede ver ese lugar.  

Sanmao pensó en dejarse llevar por las olas, pero la presencia de sus padres se lo impidió. Sin embargo, no se recuperaría nunca de la pérdida de su esposo. Después de algunos viajes, volvió a Taiwán. Ya era una escritora consagrada. Comenzó a dar clases de literatura en la Universidad de Cultura China, donde había estudiado. El público no cabía en las aulas, ocupaba pasillos y escaleras para escucharla.

En la década del 80 trabajó intensamente, mientras su salud se deterioraba. Siguió publicando, visitó su Chongqing natal, conoció a Zhang Leping, el creador de Sanmao, comenzó con proyectos en Xinjiang, escribió guiones, grabó cintas con sus textos, recibió premios.

El 2 de enero del 91 fue internada en el hospital, le habían diagnosticado cáncer, tenía 47 años. Al día siguiente, pidió un calmante, y que no la despertaran durante la noche. El 4, a las 7 de la mañana, la encontraron muerta, colgada de unas medias.

El impacto de su muerte en la sociedad china fue intenso. Un amigo suyo, Sui Haoping (眭澔平), famoso conductor de TV de ese entonces, dejó su trabajo y dedicó dos décadas a continuar la vida errante que había iniciado Sanmao. En el vigésimo aniversario de su muerte, Sui publicó 20 pinturas, 20 canciones y 20 cuentos sobre la vida de la escritora. Desde los 90, numerosos admiradores chinos, coreanos, japoneses, se lanzaron a recorrer los más de 50 países en los que vivió.

En la tumba de José, en Canarias, nunca faltan flores. Las llevan los lectores que visitan las islas siguiendo los textos y la vida de Sanmao. En esta peregrinación, el mirador con la estatua es un punto emblemático. Junto a la escultura, se leen fragmentos de su obra en cuatro lenguas. Sanmao, también usó el nombre Echo Chen, inspirado en mito griego de la ninfa que ardía de amor por Narciso, y de la que no quedó nada salvo su voz. En los sitios donde vivió, en sus textos y grabaciones, perdura Sanmao, y toma cuerpo en el amor, en la forma de amor que numerosos chinos comenzaron a cultivar en su encuentro con un nuevo mundo que los esperaba hacia el oeste, en lugares como Madrid, El Aaiún o Buenos Aires.

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