Pacto Trump-Milei: ¿y China?
Diversas voces apuntaron a cómo incide o queda parada China en el proyecto “marco” para un convenio comercial y de inversiones que según anunció el gobierno Donald Trump solo en inglés y sin mucho detalle aceptó el de Javier Milei.
Por ejemplo, lo hicieron análisis del Consejo Asesor del Observatorio del Pensamiento Estratégico para la Integración Regional (Opeir) y Mundo Sur, ambos espacios donde participan varios ex cancilleres y ex embajadores argentinos.
El primero dijo: “El anuncio se hizo en simultáneo a los acuerdos que EE.UU. también firmó con El Salvador, Guatemala y Ecuador. No se trata de comparar países, sino de entender una metodología: Washington decidió configurar un cinturón de economías alineadas en la región, con reglas casi calcadas, para fortalecer su posición frente a un conflicto con China que no se cierra, sino que se prepara para recrudecer. Argentina, que podría haber ingresado al BRICS para discutir con potencias emergentes, elige acomodarse en un paquete que representa la traducción jurídico-diplomática de una orden política: apartarse de China, renunciar a las posibilidades del BRICS y alinearse en la guerra por el dólar que libra Trump”.
En el segundo, el ex ministro de Relaciones Exteriores Rafael Bielsa escribió que “lo que busca Washington es encuadrar este acuerdo en un “alineamiento de seguridad económica” o lo que en la jerga gubernamental de EE UU definen (en inglés) bajo la sigla ESA (Economic Security Alignment). Este concepto, acelerado a partir de 2010, considera que la política comercial, tecnológica y financiera es parte integral de la estrategia de defensa”. Ese marco implica que la negociación en marcha con Argentina está íntimamente ligada a la guerra comercial y por suministro futuro de bienes estratégicos que enfrenta a EE UU con la República Popular China. “Cuando el framework (acuerdo marco, como lo llamó EE.UU.) sea ley, entraremos en la lógica de la guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular China, en tanto extensión del mercado de colocación de productos de empresas norteamericanas. No hay respuestas para saber cómo quedarán nuestros compromisos con el Mercosur, ni si estamos o no estamos en condiciones de eliminar las tasas a las que nos comprometimos por solicitud de organismos multilaterales”.
En La Nación, Jorge Liotti escribe: “En su época imperial, China mantenía con los territorios que controlaba en la región un régimen tributario que evidenciaba la fortaleza de su dominación. Imponía duros gravámen es a sus vecinos más chicos y pobres, como Vietnam, Corea o Mongolia, que sólo podían ser flexibilizados con gestos públicos de reconocimiento y glorificación hacia el emperador. Los líderes sometidos tenían que acercarse a su trono, postrarse para hacer nueve reverencias y llevarle valiosos tributos como oro y plata. En respuesta magnánima, el emperador les otorgaba el beneficio de una reducción de impuestos y en muchas circunstancias gracias mayores a las recibidas”.
Y agrega: ““Lo importante de ese régimen no era el comercio, sino el reconocimiento de que el emperador era el centro del sistema”, reseña el académico Federico Merke, quien en un artículo que publica esta semana rescata esta antigua tradición de los soberanos chinos para compararla con la devoción de Donald Trump por el culto a su personalidad y su peculiar estilo para negociar aranceles”.
Por su parte, en Página 12, Leandro Renau informa que “se instaló con fuerza entre los ceos el hecho de transformarse en importadores que hasta empresarios muy cercanos al Presidente tomaron lugares clave en la Cámara Argentino-China. Y revivió una Cámara importadora de vehículos, al calor de un aluvión de coches chinos de alta gama a un precio muy barato. En este marco se inscribe como un problema extra el acuerdo de apertura para que entren productos de Estados Unidos, porque recaliente la crisis de la producción y el empleo y pone al país a jugar geopolíticamente en la misma línea comercial de Donald Trump, mientras China parece sacarle varias cabezas a la expansión de los gigantes a nivel mundial (…) ‘Trump le salvó el Gobierno a Milei y el mayor negocio lo está haciendo China’, se burló un industrial que esta semana tuvo que avisar despidos”.
El empresario aludido en el artículo es Javier Lozada, “del Estudio Brochou & Funes de Rioja, que trabaja en la reforma laboral y asesora al partido libertario desde antes de la llegada al poder” y “tiene un cargo relevante en la Cámara de Comercio Argentino-China”, donde probablemente asuma la presidencia en las próximas elecciones de la entidad.
La nota de Ranau también alude a la postura de Techint, fuerte impugnador de China, a la que ahora se sumó otro “libertario” como Mario Galperín pidiendo regular a sus competidores chinos, y al sector automotor, donde se observa una creciente participación de importaciones de autos chinos y ahora podría ser también de estadounidenses por el preacuerdo Argentina es un gran fabricante de autos y de autopartes y su parte en el Mercosur y sociedad con Brasil en esa industria podrían verse amenazadas, se quejan en esos sectores.
Y a su vez, en Infobae el corresponsal en Washington y fervoroso antichino Román Lejtman dice que “Milei y Trump tienen afinidad personal y comparten idéntica perspectiva sobre el tablero internacional. Ambos consideran que China es una amenaza global, y en el framework del acuerdo se incluyó un párrafo que cuestiona la matriz productiva de Beijing. Bajo el título Trabajo (interpreta el cronista) se puede leer el siguiente compromiso que asumió el Gobierno: ‘Argentina ha reafirmado su compromiso de proteger los derechos laborales reconocidos internacionalmente. Además, Argentina adoptará e implementará una prohibición sobre la importación de bienes producidos mediante trabajo forzoso u obligatorio y reforzará la aplicación de las leyes laborales’”.
Finalmente, entre otras repercusiones, un documento de CEPA (Centro de Economía Política Argentina) que analiza el preacuerdo sostiene: “Es a todas luces evidente que el objetivo es que Argentina se convierta en un mercado abierto para la colocación de productos de Estados Unidos y que incluso se cierre a los productos de “economías no mercantiles” (tal como se detalla en el punto referido a condiciones laborales), expresión comúnmente usada en foros internacionales para desplazar la competencia china. Muy lejos de una propuesta de mejora de las condiciones productivas y de empleo para el país, Argentina ingresa – como contrapartida de la ayuda financiera a través del swap de monedas entre el BCRA y el Tesoro de EE.UU. anunciado el 20 de octubre de 2025– en la lógica de la guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular China, en tanto extensión del mercado de colocación de productos de empresas norteamericanas y con evidentes limitaciones para la concreción de proyectos de alto valor agregado y tecnología”.

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