El despliegue estratégico chino hacia el Atlántico Sur
Por Martín Rafael López (*), para DangDai. Si nos preguntamos acerca de los primeros contactos de China con la región atlántica, encontramos antecedentes de una incipiente actividad de individuos de origen chino durante el período colonial, principalmente como resultado de las migraciones hacia el continente americano durante el siglo XIX.
Luego de estos prematuros contactos que “conectaron” a sus ciudadanos con la región, se produjo el progresivo establecimiento de relaciones diplomáticas que dieron paso a una gradual profundización de las vinculaciones de China con la región. Sobre todo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, luego de resueltos los distintos altercados domésticos que atravesaba China y la implementación de su exitoso y emblemático proceso de “reforma y apertura”.
Para aproximarnos al entendimiento de su estrategia de influencia expansiva, es importante considerar que la sempiterna cultura estratégica china mantiene siempre un enfoque en el presente y otro arraigado a su pasado.
Así, por caso, para entender la proyección del Ejército Popular de Liberación (EPL) como una “fuerza de clase mundial”, es necesario remontarnos en el tiempo hasta llegar al análisis de los principios del pensamiento estratégico de Sun Tzu y su legado, pilar fundamental de su doctrina militar. Pero también, considerar su ingenio presente para incorporar y asimilar los conocimientos y principios de elementos operacionales propios las doctrinas militares occidentales y que identificaron como necesarios para mejorar sus fuerzas armadas.
Desde el inicio de su primer mandato presidencial en el año 2013, la dirigencia asertiva del actual mandatario Xi Jinping incorporó nuevos elementos a su política exterior que pueden sintetizarse en dos conceptos: por un lado, la “diplomacia de gran potencia con características chinas” y, por el otro, el “nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias”.
La diplomacia de gran potencia implica el reconocimiento ante la comunidad internacional de que China no es solo un país en desarrollo, sino que también es una gran potencia con sus propias características y que está dispuesta a asumir las responsabilidades que le corresponden como tal.
En el nuevo modelo de relaciones entre grandes potencias, China sostiene que nunca buscará la hegemonía, ni beneficios a expensas de los intereses de otros Estados. Propone una nueva forma “win-win” de relacionarse basado en el respeto, el beneficio mutuo y la igualdad.
Los dirigentes chinos comprendieron pronto que vivimos en un mundo globalizado e interdependiente donde la cooperación genera resultados a mayor escala a largo plazo. En contraste, las relaciones y negociaciones de suma cero resultan costosas u obsoletas.
Bajo estos nuevos principios y estilo, la política de “perfil bajo” de los años setenta se reemplaza por una política de “aspirar al éxito”, dentro de una estrategia para alcanzar el “Gran Sueño Chino”: la materialización del gran rejuvenecimiento de la nación china.
El nuevo modelo de gobernanza mundial en curso, puede sintetizarse en tres grandes ejes: 1) la iniciativa de desarrollo global, por medio del megaproyecto “Una Franja, Una Ruta” y los BRICS; 2) la iniciativa civilizatoria global fundamentada en la llamada “comunidad de destino compartido”; 3) la iniciativa seguridad global, con un marcado estilo de liderazgo con enfoque colectivo y equilibrado.
La conjunción de estas iniciativas constituye la base de la proyección del Poder Nacional chino a escala mundial. Para su concreción, requiere ineludiblemente de la modernización y ampliación de sus capacidades como Estado-Civilización más allá de sus límites tradicionales y por medio de las nuevas fronteras estratégicas (fondos de mares y océanos, zonas polares, espacio exterior y entornos digitales).
Como resultado de ello, la visión integral por alcanzar el sueño nacional de recuperar la grandeza de la China de antaño está directamente ligado con su estrategia marítima integral y, por lo tanto, con la construcción de una fuerza militar disciplinada.
En este contexto, el liderazgo chino identificó la necesidad de equilibrar los componentes de sus Fuerzas Armadas a fin de otorgar a su diseño mayor flexibilidad, movilidad y autonomía para desplegar y dominar el campo de batalla bajo el principio de operaciones conjuntas.
En el año 2014, el presidente Xi también declaró que uno de los objetivos de la política exterior era sumar a China a las filas de las “grandes potencias polares” para luego concretar una ambición estratégica más amplia de convertirse en una “gran potencia marítima”.
En consonancia con ello, la estrategia militar del año 2015 estableció que “la mentalidad tradicional de que la tierra es más importante que el mar debía ser abandonada, ya que debe atribuirse gran importancia a la gestión de los mares y océanos y la protección de los derechos e intereses marítimos”.
Luego de un análisis minucioso de la proyección de su país a nivel global, los académicos chinos Liu Dahai, Lian Chenchao, Liu Fangming y Meng Liang llegaron a la conclusión de que para cumplir las nuevas necesidades estratégicas, China debe ampliar su estrategia marítima hacia el Atlántico de forma integral, incluyendo el resguardo de sus intereses en el ámbito económico, comercial, científico, de seguridad y de liderazgo internacional.
Los expertos entienden que el sistema de gobernanza mundial se encuentra en un momento crítico de reforma y ajuste y, es por ello, que la participación en la gobernanza marítima para el avance hacia las profundidades y los mares y océanos lejanos es un requisito inevitable para salvaguardar los intereses legítimos de China en el extranjero y promover la construcción de una comunidad de destino compartido para la humanidad.
Reconociendo la importancia de las premisas del estratega naval estadounidense Alfred Mahan, los analistas chinos se diferencian de sus postulados sosteniendo que su país no tiene ambiciones de hegemonía global por medio del Atlántico. Sin embargo y aunque este lejos de China, consideran que el Atlántico tiene un enorme potencial para expandir los espacios comunes globales de las aguas profundas y es un espacio estratégico y de seguridad de recursos importante en el futuro mediato.
Consideran, entre otras cuestiones, que en el Atlántico se radican el 75% de los puertos del mundo y se extienden 7 de las 16 rutas marítimas globales por las cuales se traslada alrededor del 60% del volumen y rendimiento de las mercancías del mundo.
En su análisis proponen ampliar su presencia en el Atlántico como espacio estratégico desde 5 aspectos: 1) profundizar la cooperación económica y comercial; 2) promover la exploración científica; 3) acelerar la aplicación de un marco normativo para la regulación de la exploración y explotación de minería en los fondos marinos; 4) reforzar moderadamente la presencia de las fuerzas marítimas; 5) participar activamente en la negociación de un convenio sobre la protección de la biodiversidad marina más allá de los límites de la jurisdicción nacional.
En América Latina, además de la profundización continua de sus vínculos comerciales, China ha realizado grandes inversiones para la producción y prospección de petróleo a suministradores clave como Venezuela, Brasil y Argentina. Mientras que al otro lado del Atlántico, empresas chinas ayudan a los países africanos occidentales a mapear sus lechos marinos en busca de recursos en aguas profundas.
Además de la exploración y potencial explotación de hidrocarburos, otra fuente de recursos codiciada por el país asiático son los ictícolas, pero también los recursos hidrotérmicos de sulfuros, los nódulos polimetálicos, los sulfuros polimetálicos y las costras de ferromanganeso con alto contenido de cobalto, entre otros recursos estratégicos de minería submarina.
Respecto a la presencia de su fuerza marítima, la armada china ha operado cada año en el Atlántico Sur desde 2014. El gradual perfeccionamiento de su capacidad de alistamiento y adiestramiento, le ha permitido que estas actividades fueran progresando desde visitas a puertos y ejercicios simbólicos conjuntos a operaciones independientes en el mar.
Otro factor relevante, es que China ha intensificado exponencialmente su presencia y actividades en la Antártida, revalidando la importancia estratégica de este continente para el Atlántico Sur.
En cuanto al último aspecto, en los últimos años la diplomacia china ha desempeñado un papel activo y de liderazgo en diversos foros, regímenes internacionales y organismos de la ONU, proponiendo nuevos modelos institucionales y mecanismos de gestión.
En suma, si bien es cierto que hoy el Atlántico Sur le resulta un “océano lejano” y su interés principal se centra en los océanos Índico y Pacífico (con una creciente expansión en el Ártico y la Antártida), también es cierto que su potencial proyección hacia el oeste ya muestra sus primeros pasos. Esta proyección es inevitable para consolidar su creciente condición geopolítica y confirmar su nuevo rol de gran potencia marítima y actor de clase mundial.
(*) Especialista en Estudios Chinos (Universidad Nacional de La Plata). Diplomado en Estudios Estratégicos Chinos (Universidad de la Defensa). Profesor de Relaciones Internacionales (Universidad Católica de La Plata).
martin.lopez@ucalp.edu.ar
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