Chengdú, Guangzhou, Gobi y Chongqing, crónicas argentinas en primera persona

22 febrero, 2025

Tres conocidos periodistas de Argentina –Nora Veiras, Leticia Martínez y Alejandro Bercovich– visitaron recientemente China a través de programas oficiales del gobierno asiático, y contaron sus historias en DangDai.

Veiras, directora de Página12, estuvo en las capitales de las provincias de Sichuan (y de los osos panda) y de Guangdong; “Berco”, de C5N y Radio Con Vos, recorrió uno de los desiertos más imponentes del mundo, y Leticia Martínez, de la Televisión Pública, visitó el municipio que, como Beijing y Shanghái por sus magnitudes, está bajo jurisdicción central. Todos volvieron con sus cabezas algo dadas vuelta.

Sus notas están publicadas en la reciente edición impresa Nº45 de Revista DangDai, pero también se pueden leer a continuación:

Chengdú y Guangzhou, taxis voladores y un futuro presente

Por Nora Veiras

Llegar a China es llegar al futuro. Por esas cosas de la relatividad del tiempo, uno se comunica desde el mañana con occidente. La literalidad del huso horario sirve como metáfora de la sensación que impregna al visitante novato apenas empieza a recorrer las ciudades del país.

A fines de agosto, El Diario del Pueblo organizó un seminario internacional sobre la Franja y la Ruta de la Seda. Casi doscientos periodistas de setenta y cinco países reunidos en Chengdú, capital de la provincia de Sichuan, ubicada al suroeste de Beijing, empezaron a conocer ciudades que emergieron y mutaron al ritmo de la transformación de una sociedad agraria a una tecnológica, proceso que se aceleró en los últimos cuarenta años.

Nora Veiras y la Torre de Guangzhou

En 2013, el presidente Xi Jinping lanzó el proyecto estratégico de la Franja y la Ruta de la Seda, el cual supone la expansión del comercio y la cooperación internacional y, en simultáneo, la inversión en regiones del interior del país para lograr que pasen de la retaguardia a la vanguardia. Unos ciento cuarenta países adhirieron ya a esa iniciativa que inquieta a los Estados Unidos. La conducción de un Estado socialista con economía de mercado se funda sobre planes quinquenales cuyas metas parecen cumplirse con una rigurosidad sorprendente desde estas latitudes.

Chengdú, con 20 millones de habitantes, es uno de esos polos donde el desarrollo urbano ha sido planificado al detalle. Grandes parques y boulevares conviven con edificios de acero y cristal. Apenas empieza a oscurecer, las fachadas son vestidas con proyecciones de luces de colores que convierten el paisaje en virtuales escenografías.

La reducción de las emisiones de carbono fue establecida como prioridad en la última década. Las nuevas urbanizaciones prevén ciudades-parque donde el setenta por ciento del territorio es reservado a los árboles, los puentes entre la humanidad y los dioses, dicen. El desarrollo de energía fotovoltaica y eólica se expande por el territorio. El transporte público es eléctrico y el parque automotor particular todavía se abastece en un sesenta por ciento de energía fósil, aunque la renovación prioriza a los eléctricos.

En la provincia de Sichuan  –100 millones de habitantes– funcionan 139 universidades y se instalaron 17 mil empresas de nuevas tecnologías. La escala en China apabulla: 1.440 millones de habitantes, de los cuales 400 millones tienen un nivel de consumo medio y alto, y 50 millones se ubican en la franja de millonarios. Una potencia que coloca al país como un poder insoslayable del siglo XXI.

Empresas de biotecnología, de medicamentos y de computación supervisadas por robos hasta centrales eléctricas que emplean drones para detectar posibles fallas en los tendidos de cables conviven con fábricas de licores milenarios y de farolas artesanales. El despliegue de tecnología y tradición es una marca en la recorrida desde Chengdú a Guangzhou, la tercera ciudad más grande del país después de Shanghái y Beijing, ubicada al sur frente a Hong Kong.

En la capital cantonesa , la recorrida nocturna por el río Perla es uno de los atractivos insoslayable para los visitantes. Los catamaranes iluminados contrastan con las fachadas que se van salpicando de colores lideradas por la lluvia de luces que cubre la Torre de Telecomunicaciones, ícono de todas las postales.

Ese futuro que es presente adquiere ribetes de ciencia ficción en la empresa de tecnologías inteligentes EHang. Drones de fibra de carbono, autónomos y eléctricos, fueron probados, patentados, y empiezan a ser requeridos por el mundo como taxis aéreos, otros como bomberos hidrantes y otros, como transporte de mercadería. El taxi aéreo está diseñado para dos personas, puede alcanzar una velocidad de 130 kilómetros por hora a una altura de hasta 3 mil metros. En sus brazos dispone de ocho pares de hélices que le permiten despegar y aterrizar en forma vertical. La empresa ya tiene más de 1.500 pedidos para comprar estas aeronaves que en 2026 ya estarán surcando el cielo de Guangzhou.

El avance de la locomoción terrestre autónoma ya es una realidad en un sistema de micros desarrollados por la compañía WeRide en las calles de la ciudad. Cada unidad dispone de dieciocho cámaras que le permiten regular distancia, velocidad, detectar obstáculos y así cumplir con el itinerario prefijado.

La automatización es un rasgo en las grandes industrias chinas. En la fábrica inteligente 5G de azulejos de la empresa Guanzhu es imposible no dejarse ganar por el asombro ante la dimensión de la nave central de dos mil metros de extensión donde se despliega la línea de producción. Allí, grúas autónomas, capaces de transportar hasta 3 toneladas de placas de revestimientos cerámicos, se desplazan por los inmensos pasillos y cuando la energía se les agota, van solas a conectarse al puesto eléctrico. 

Todo está pensado para producir a gran escala y ampliar mercados en un mundo interconectado. En Chengdú, en Guangzhou y en China en general.

Las cartas están echadas sobre la mesa de la geopolítica mundial, donde los conflictos obligan a redefinir, paso a paso, los objetivos.

En las puertas del desierto de Gobi

Por Alejandro Bercovich

Con una invitación a la República Popular China para participar de un Foro de Intercambio con América Latina, quizá el lugar más especial y distinto que visité fue la ciudad de Dunhuang en la provincia de Gansu. Es la puerta de entrada al famoso (entre otras cosas, por el trabajo de paleontólogos) pero casi nada conocido en Occidente desierto de Gobi.

La ciudad de Dunhuang es un pueblo muy pequeño para los estándares chinos, con apenas unos 200 mil habitantes, pero es la cabecera para entrar a uno de los destinos más visitados por sectores de clase media y clase media acomodada de China durante sus vacaciones, como la más importante, que es la de cada Año Nuevo Chino, pero también ahora para esa figura de las “escapadas” que va creciendo en China. Me refiero al desierto de Gobi, que recorre buena parte del norte del país y del sur de Mongolia.

Junto con él, otra atracción son las grutas o cuevas de Mogao, una impresionante serie de 400 grutas que fueron excavadas en el acantilado de inicio del desierto, cuevas que las arenas del desierto fueron devorando durante siglos y que se “redescubrieron” hace ya varias décadas para restaurarse y ponerse a disposición de investigadores y sobre todo turistas, millones de turistas.

Se cree que en esas grutas descansaban las personas que sudaban la vieja ruta de la seda, que durante más de diez siglos fue la conexión e intercambio de mercaderías, pero también de culturas, entre oriente y occidente, antes de que los avances de la náutica permitieran los intercambios por vía marítima.

Los que iban hacia el oeste tenían allí su descanso, la previa antes de adentrarse en el desierto, así como los que venían de Europa o del centro de Asia hacia oriente se reponían después de atravesarlo. Ello suponía un tiempo cruento, con muertos y desaparecidos por las inclemencias del desierto, donde las tormentas de arenas podían matar a miles de personas o camellos en su travesía.

Hoy, y con mucho menos riesgo, llegan a esas grutas y a las puertas del desierto de Gobi  millones de chinos y podríamos decir “ningún” (o casi) occidental. De hecho, googlear el lugar para ver imágenes, rutas o servicios, ver su dimensión, el mapa donde está ubicado este sitio, etc., se hace muy difícil para un extranjero, lo que de paso nos habla de la desconexión que en ciertos espacios se da entre las plataformas digitales de China y las del resto del mundo.

Ensayo de Berco en la Escuela de Arte de Donhuang.

Lo muy interesante de Dunhuang es que está pensada como destino turístico a escala industrial, de modo que, por ejemplo, dos veces por día en la entrada al desierto, donde se hace el paseo por el Manantial de la Luna Creciente y por el inicio de desierto de Gobi, desde donde se tiene un marco único, una vista increíble de esas dunas que están moviéndose todo el tiempo alrededor de la ciudad, hay dos tandas de shows de luces y sonido por noche. Observamos figuras de camellos, pagodas, episodios históricos dinásticos, con una destreza en el ojo lumínico espectacular. Cada uno de esos espectáculos reúne a más de 10 mil personas en una duna que tiene unas escaleritas de arena más dura y firme para poder ser escaladas con menos dificultad. La dimensión de esta atracción turística se ve en cómo esos shows musicales y luminosos deben hacerse dos veces por día, porque no se da abasto para recibir tanta gente, y demanda no para.

En ese lugar se puede desde andar en camello hasta comprar por pocos yuanes tiras de colores de plástico fluorescente para mostrar luces en la oscuridad de la noche, con los turistas convertidos en porristas. Uno se pregunta si, ya que China propicia una economía más verde con sus avances en electromovilidad o energías renovables, no pudiera mejorarse el uso de tanto plástico descartable que no parece ayudar mucho el medio ambiente del lugar, porque las cantidades son fabulosas. El consumo turístico que se observa, como en otras partes puntuales del mundo, es asombroso.

Impresiona también al visitante occidental cómo la ciudad se prepara para recibir ese flujo permanente de turistas. Y cómo se planifica, incluso con la educación y capacitación de los lugareños.

En Dunhuang visité una escuela especializada en Artes y Turismo donde lo que hacen básicamente es preparar a los chicos y chicas del lugar en la práctica de danzas, músicas, pinturas típicas de la zona (y de toda China, con toda su diversidad étnica y folclórica) para que luego sepan cómo mostrar todo ese arte a los turistas que llegan a visitarlos. China, de hecho, tuvo en ese tipo de trabajo de capacitación laboral turística sobre sus etnias uno de sus secretos en el exitoso programa de combate a la pobreza.

Todo lo que aprenden para los visitantes de Gobi se exhibe luego en teatros alucinantes en su dimensión, donde muestran sus escenarios gigantes y en proyecciones desbordadas el arte del lugar, con gran proeza técnica. Muestran el músculo que ha asumido China.

Está todo planificado de principio a fin. A los pibes y pibas les enseñan todo eso y luego terminarán trabajando para el chino de clase media y media alta que llega digamos de Beijing o de Shanghái. Quizá alguno emigra como artista formado hacia otro lado, pero el grueso se forma para quedarse y servir ahí al sector turístico, pensando ser funcional a proyectos turísticos del lugar.

Las escuelas están muy equipadas, con pantallas gigantes, telones gigantes, infraestructura prodigiosa en términos educativos.

Todo el recorrido por Dunhuang estuvo marcado por la masividad: hoteles, negocios, shoppings, centro de convenciones, instalaciones para muchísima más gente de la que vive ahí, que permanecen casi desiertos fuera de temporada, siempre pensando en el flujo de turistas que, masivamente, llegará en cada vacación.

Chongqing: la ciudad de los 14 mil puentes y el tren que atraviesa un edificio

Por Leticia Martínez

Chongqing es una ciudad fascinante por donde se la mire. Este municipio, a 1.700 kilómetros de Beijing, supo ser la capital de China durante lo que en Occidente llamamos Segunda Guerra Mundial y tiene un sinfín de atractivos. Hoy es famosa por su tren que atraviesa un edificio residencial y por su arquitectura con miles de puentes en un territorio mayormente montañoso, así como destacada por su gastronomía picante y la organización de su transporte en uno de los territorios más poblados del mundo. Por todo eso, es un distrito que reúne como pocos un espacio asombroso en lo histórico, arquitectónico, gastronómico, rodeado de naturaleza y, también, como gran parte del país, se luce en materia comercial y económica.

El municipio de Chongqing se ubica en el suroeste del país y es una de las cuatro ciudades que junto con Beijing, Shanghái y Tianjin no dependen de una provincia, sino que lo hacen directamente del gobierno central. La atraviesa el río Yangtzé, por el cual para todo turista es indispensable hacer un paseo en barco por la noche, rodeado de las luminarias fascinantes que decoran la ciudad. Tres cuartas partes de la ciudad es terreno montañoso. Otra característica relevante es que su población asciende a 32 millones de habitantes, por lo que es considerado uno de los territorios más densamente poblados del mundo. Más de 93% de sus habitantes, como se da mayoritariamente en China, es de la etnia Han, pero también hay otros grupos étnicos como los Tujia y Miao.

“Nací en Chongqing y trabajo aquí. Mi amor por la ciudad proviene no sólo de sus magníficas montañas y hermosos ríos, sino también de la amabilidad de su gente. A Chongqing también la conocen como la ‘ciudad de las Montañas’ porque desde aquí se puede ver la interminable cadena montañosa. También es conocida como la ‘ciudad del río’, porque la atraviesan el Yangtzé y también el río Jialing. Además de esos dos nombres, también es llamada la ‘ciudad Puente’, ya que los puentes cruzan los dos ríos, formando un paisaje único”. Así me describió a su ciudad Sasha, una lugarteniente nacida y criada en Chongqing.

Leticia Martínez en el centro de Chongqing.

Históricamente también es una ciudad relevante. En la década de 1930, durante la “Guerra Antifascista Mundial”, ante la agresión e invasión imperial japonesa, Chongqing se convirtió en la capital de la  entonces República China, previa a la fundación de la República Popular China en 1949 con Mao Zedong a la cabeza. Pese a haber sido una ciudad bombardeada en el marco del conflicto bélico, logró reconstruirse y convertirse en una maravilla arquitectónica que cuenta con más de 14 mil puentes que proveen los lazos entre territorios dominados por montañas. La ciudad tiene una historia registrada de al menos 3 mil años y, de acuerdo con la información brindada desde el Municipio, en 1891 se convirtió en la primera ciudad del interior en abrirse al comercio exterior y se estableció oficialmente como ciudad en 1929.

La construcción arquitectónica por la cual se construyeron los miles de puentes y transportes que no impiden la llegada a ningún lugar pese a las dificultades de la orografía, la convierten en un laberinto fascinante que deja a casi cualquier visitante con la boca abierta. Sin embargo, dentro de estos atractivos hay uno que suele ser el más famoso y visitado: es la estación de tren de Liziba, cuya particularidad es la de atravesar un edificio de viviendas entre los pisos 6 y 8. “El sonido es menor al de un lavarropas encendido en la casa de un vecino”, me decían los lugareños ante mi asombro para explicar cómo es posible semejante acontecimiento. Es válido recordar que el transporte en China es de avanzada, no solo por sus miles de kilómetros de líneas ferroviarias de alta velocidad, sino también por sus autos y motos eléctricas, por los cuales ya no se escuchan los ruidos de los motores de los vehículos tradicionales.

“En términos de construcción urbana, Chongqing también es diferente de Beijing o Shanghái y otras ciudades porque ha conservado gran parte de la vida de la gente mientras se desarrollaba en una metrópolis”, me explicó “Miguel”, un estudiante chino del idioma  español. “Por ejemplo, continuó, en las avenidas de Beijing siempre hay edificios de oficinas a ambos lados, o algunos grandes centros comerciales, y solo se pueden ver algunas tiendas pequeñas en algunos callejones pequeños (hutongs). En cambio aquí en Chongqing es diferente, puedes ver todo tipo de personas en las calles, y también puedes ver élites empresariales, funcionarios públicos, estudiantes y agricultores en el mismo metro. También me gusta el entorno natural de montañas y ríos, por lo que todavía quiero volver a Chongqing después de ir a otras ciudades”.

La gastronomía también es un factor a destacar. Una de las especialidades, como en la vecina de Sichuan, es lo que se conoce como el huo guo o, en inglés, hot pot, que es lo más parecido a la fondue, quizás un poco más extendida en Argentina. Es una olla con una salsa que se pone a fuego y se hunden en ella distintas comidas que se ofrecen, muy variadas, desde verduras a carnes o pescados, para realizar la cocción allí dentro. La particularidad es que es muy picante y es muy distinta a las comidas que pueden encontrarse en la capital y en otras regiones de China. Es algo también característico de todo el gran país asiático: en cada región la alimentación suele variar mucho.

Como gran parte de China, la ciudad de Chongqing cuenta con mil kilómetros de trenes de alta velocidad y se convirtió en un lugar clave del comercio. De acuerdo a la información brindada desde el Municipio, funcionan allí el Expreso Ferroviario China-Europa, el Nuevo Corredor Comercial Internacional Tierra-Mar y el Ferrocarril de Carga Chongqing-Manzhouli-Rusia, por lo cual la ciudad comercia con decenas de países y regiones de todo el mundo.

También es una potencia manufacturera que cubre 39 de las 41 categorías industriales en China y es uno de los primeros del país en capacidad de producción de automóviles, además de ser el mayor productor mundial de computadoras portátiles.

De día, en Chongqing se puede apreciar su naturaleza, como se dijo antes, de una ciudad construida sobre las alturas, y eso ya la hace única. De noche, un paseo en barco sobre el río Yangtzé para ver la ciudad y sus particulares luminarias sobre casas que asoman entre las montañas me resultó un plan fascinante. Su clima se conoce como tropical monzónico, por lo cual tiene veranos calurosos y otoños lluviosos, pero sus inviernos no llegan a ser tan fríos como en otras partes del país. Una ciudad, en fin, con historia milenaria, pero que es muy poco conocida en Argentina, y que tiene tantos atractivos que la convierten en un lugar particular, único e inolvidable.

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