El amor universal de Mozi

27 enero, 2023

Por Lucas Gualda

El filósofo español Manuel Herranz tradujo el Mozi, una obra clásica relegada y que cobra interés en estos momentos por su decidida posición a favor de la paz y la unidad de los hombres.

Manuel Herranz, director de estudios chinos del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, de la Universidad Complutense de Madrid, tradujo por primera vez en nuestro idioma el milenario texto chino que lleva el nombre de su autor, Mozi.

Mozi (479 – 390 a.C.) fue el fundador de la escuela moísta. Algunos autores han fijado su nacimiento en la ciudad de Tengzhou, coincidiendo con Confucio, también nacido en Shandong.

Herranz tradujo el Mozi junto a Xu Jinjing en la obra “La Política del Amor Universal” (Editorial Perspectivas: Estudios sobre China).

En una entrevista exclusiva para DangDai, cuenta además sobre algunos paralelismos entre la filosofía china y un clásico de nuestra literatura como el Quijote, además de evocar valores de la hispanidad, en un momento de dinámico revisionismo histórico en todo el mundo, y no menos importante, sobre cómo alcanzar la paz en el mundo.

Manuel Herranz se define a sí mismo como un hombre que trabaja por la paz, y para quien la paz se consigue a través del entendimiento entre los pueblos.

El estudioso dedicó buena parte de su vida a investigar los orígenes de distintas culturas, pero la fijación, como la de muchos de los que colaboramos con DangDai, fue China, país al cual llegó en 1993 para trabajar en el Instituto Complutense de Asia de la Universidad Complutense de Madrid. Eso lo llevó a trabajar en la primera traducción al español del Mozi, texto filosófico cuya escuela, el moísmo, es aún muy desconocida en estas latitudes.

Usualmente, hablar de filosofía china nos lleva a Confucio, Lao-Tze, o el siempre evocado Sun-Tzu y su arte de la guerra, que difieren con las enseñanzas del Mozi, una filosofía enteramente de paz, y cuyos principios reinaron en la antigua China por varios siglos cuando la nación estaba dividida en varios reinos, en el periodo llamado de los Reinos Combatientes.

¿De qué trata el moísmo? Sorprendentemente, el filósofo español sostiene que es probable que aquellos que estudiamos China ya lo conozcamos, aunque dentro de los principios del “confucianismo”.

Dirá que el “confucianismo es la cara visible de la filosofía china, y cuya aplicación se aprecia a nivel gubernamental, pero el resto de las escuelas también  han pasado al acervo cultural del pueblo chino, aunque sin tener mención, ni una décima del crédito que tiene el más famoso sabio chino”.

El moísmo es una filosofía de paz, y que como tal acompañó a la milenaria nación durante más de 2.000 años, predicando el amor universal y el entendimiento entre los hombres. En definitiva, no se trata de una escuela menor, y claramente no se está llevando el crédito que le corresponde.

Ante la pregunta respecto al por qué se supo, y se sabe, tan poco del moísmo, a pesar de esta raigambre en la historia de la civilización, Herranz afirma con seguridad que el motivo tiene que ver con que “el corpus de la doctrina moísta fue conservado entre textos taoístas, habiendo sido rechazados sus principios por las dinastías Qin y Han, las cuales adoptaron al legismo (la primera), y al confucianismo (la segunda). No quedaba lugar para el moísmo en una China unificada que determinaba oficialmente la doctrina a utilizar. Recién a mediados del siglo XIX es vuelto a estudiar por los intelectuales, hasta entonces había caído en el olvido”.

Otro motivo se puede asociar a la praxis de esta corriente filosófica, puesto que “el destino del moísmo fue su acabamiento porque no tenía posibilidad de aplicarse desde el Estado. La idea inicial de Mozi era proponer esa política a los príncipes. Y aunque algunos le aceptan y admiten a sus discípulos como funcionarios, éstos no pueden aplicar esas políticas”.

Agregará también que “la política de mozi es el Amor Universal, y eso era inviable en un mundo ignoto y de habitantes desconocidos, de modo que en el pasado además de inviable era una doctrina perjudicial para el Estado, por eso los neo-moístas (moístas tardíos) ya no se dirigen al estado y crean un corpus de conocimiento para todo ser humano, pero hoy que estamos todos los humanos interconectados, la doctrina moísta adquiere su sentido pleno”.

Estar hablando en estos momentos de la traducción al español del Mozi, es una reivindicación de una parte muy abundante y floreciente de la historia de China, sepultada bajo las derrotas de las distintas dinastías. Estamos siguiendo los pasos de los ilustrados del siglo XVIII, esos que dejaron de hablar de la historia como una sucesión bélica, y empezaron a llenar los casilleros vacíos de nuestra evolución humana.

Pero nunca es tarde. Este momento conflictivo del globo es para Manuel una invitación a reflejar los conceptos del Mozi, comparándolo con la Pax Perpetua de Kant, otro autor a quien cita.

Describe que “la idea de Mozi, igual que la de los cosmopolitas occidentales, es que si los humanos vivimos unidos, aplicamos el mismo sentido de justicia, por el que dañar es condenado unánimemente, y beneficiar a la comunidad aplaudido igualmente unánimemente. Es la división humana, en unidades armadas o estados, la que nos lleva al daño mutuo, al mal”.

Esto también se asocia el concepto del Datong (gran unidad), que apareció primeramente en los versículos del confuciano Libro de los Ritos (Liji), y describe un mundo en el que priman la virtud y el talento, donde la gente habla con sinceridad, en un ambiente de armonía; donde los ancianos son resguardados hasta su final, donde cada uno hace el trabajo que corresponde, donde la gente se trata con amor y respeto sin importar el lazo familiar, donde no llegan ni los ladrones, ni los rebeldes, ni los traidores y donde las puertas siempre están abiertas.

Pero también la caída del moísmo como doctrina moral se puede asociar a las concepciones más modernas respecto al Estado, y que definen a este como aquel que ostenta el monopolio de la violencia. Herranz es un fuerte crítico de esta concepción, y que sin dudas es diametralmente opuesta al amor universal de Mozi.

Primero y principal, para el autor “o hay guerra, o hay amor universal, es imposible lograr un punto medio, en tanto haya una persona o institución que posea las armas en detrimento de otras, pues el efecto del arma es privar de voluntad al otro”. Y, en efecto, solo si nos unimos el arma resulta redundante. Menciona a Sun Tzu, que en el “Arte de la guerra” afirma con vehemencia en su primera línea que la “guerra es la vida del Estado”, y también a Confucio, que si bien buscaba dar fin a la era de los Reinos Combatientes, su filosofía es para el autor una forma de fatalismo. Esto signado por la enorme desigualdad que plantea, y que dio lugar, en todas las ocasiones, a un despotismo que repite este esquema donde el regente del Estado posee el poder sobre todas las armas, pues el arma no puede ser compartida. La benevolencia confuciana, sostendrá el filósofo español, se contrapone al amor universal de Mozi, puesto que la primera exige la existencia de una jerarquía, y entonces seguimos dando vueltas en círculos. Por otro lado, dirá que “para alcanzar el amor universal, los Estados no deberían dirigir a sus habitantes, más velar por condiciones de transparencia que permitan un intercambio honesto (…) En unidad tomamos las decisiones incluyentemente, lo que implica que no puede ni haber engaño, ya que la toma de decisión es pública, ni propósito de daño -sería como hacerse daño uno a sí mismo”.

Otro aspecto destacable en el trabajo de Herranz, tiene que ver en su inclusión del Quijote como comparativo del Mozi. Se apoya en ello en una de las frases más icónicas de este amable personaje “son lo mismo las armas que la guerra”, muy a tono con este contrapunto entre guerra y amor universal. “Mozi pone en valor la universalidad, ¿por qué? Porque a la postre es la manera de prevenir el propósito de daño, que es el del arma -que es lo mesmo (español antiguo) que la guerra”.

Hispanidad en el siglo XXI

En estos años somos testigos de un revisionismo histórico en todas las direcciones y la hispanidad, término muy representado por El Quijote, también ha sentido el golpe. Esa obra maestra de nuestra lengua es para Manuel resultado especifico de la cultura hispánica por casi 800 años de convivencia entre las tres religiones monoteístas que aún dominan la escena mundial, si bien hoy en día nos quedamos con lo sucedido posterior a la ocupación musulmana.

El filósofo español traza un paralelismo con la realidad de la China antigua, y cuenta que “lo que sucede es que la convivencia de las religiones, dio lugar en España a un realismo, como el chino, en el que las figuraciones se ponen entre paréntesis, por eso el Quijote crea la novela, la reflexión sobre la vida, tal como es para todos los seres humanos. Mientras en el resto de Europa la expresión pública era siempre ‘figurativa’. Esa es la semejanza de ese momento de la cultura española con la china, que también es realista, utiliza la analogía entre la vivencia de las personas”.

Preguntado justamente por el lugar en la historia de la España de los Reyes Católicos, la cual tras la ocupación musulmán logró unificar el territorio y comenzar una expansión pocas veces vista en el mundo, responde que “hoy día percibimos el mundo desde el concepto reinante de la Nación Estado, pero ese concepto se generó en el s. XVII, la corona española buscaba la unidad humana” y reconoce que “ciertamente (esto se dio así) bajo el arbitrio del Papa”.

Un mensaje de paz

Fue Miguel de Cervantes Saavedra uno de los mayores exponentes en describir a la sociedad de su época desde un lugar crítico, en especial de las figuras de poder que ostentaban de este con un vivaz despotismo, en las antípodas del amor universal. Esto le valió, en paralelo con Mozi, que su obra pasara un largo letargo en el olvido, hasta que fue recuperada por… intelectuales extranjeros.

Citará Herranz a Lord Byron, describiendo al Quijote como aquel que “tirara abajo la caballerosidad española”. El desarme, sostenía Mozi, era fruto de la unión. Agregará también que “Cervantes ve que no se trata de imponer una ideología, una religión (los molinos), pues la gente sigue sin problema la creencia o figuración de don Quijote si le teme o le conviene, lo que divide y enfrenta a los humanos desde el punto de vista realista, humano, son las armas que nos privan de voluntad y, en consecuencia, también nos hacen confesar (incluso creer) lo que sea”.

Salvo el arma que es para dañar, el resto de los recursos son para servirnos. El arma los priva, pues el arma no puede ser compartida, pero el desarme es precisamente liberarnos y liberar a los objetos también para su servicio óptimo a la humanidad.

Cierra Manuel diciendo que “por eso hoy en día hay que aprender de ambos, por un lado, unidad humana, que es el amor universal, pero comprendiendo también el significado del arma, para no confundirnos sobre que la unidad lo que significa es el desarme”.

Fragmento del libro de Manuel sobre el pensamiento de Mozi

“La propuesta de Mozi es el cosmopolitismo, se reduce a ‘sustituir la parcialidad (de los estados) por la universalidad (de la humanidad o unión humana)’, que sugerimos como slogan de la escuela moísta, pues la universalidad o toma de decisiones en común, inclusiva, realizada en la convivencia de todos los seres humanos, equivale a la aplicación del sentido común (en contraste con la toma de decisiones estatal o parcial). En efecto, la igualdad, autonomía, que nos confiere a todos y a cada uno la razón natural, logos o sentido común es la única alternativa a la fuerza o la violencia, expresada en dos modos que se retroalimentan o son uno y el mismo, según nos señalaba Rousseau en Occidente: la violencia (guerra) que ejercen unos estados contra otros y la sumisión jerárquica, piramidal (el despotismo), que requiere el estado, precisamente para poder ser capaz de resistir o afrontar a los otros”.

Categorías: Cultura

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