Acerca de la democracia
Mañana se celebra en Argentina el retorno de la democracia en 1983, Estados Unidos convoca a un foro sobre el tema al que invita a Argentina, que acepta, pero no a China ni a Rusia ni a Bolivia, pero sí a Taiwán, Arabia Saudita y otras autocracias monárquicas del mundo árabe. Mucho debate sobre el tema, como el que plantea Gustavo Ng para Radio Gráfica.
Por Gustavo Ng (*)
El gobierno de Xi Jinping acaba de publicar un documento en el que explica que China es un país democrático. En Occidente, tal afirmación produce un sarcasmo generalizado, que los chinos retrucan haciendo ver que los occidentales se han tragado el cuento de que la única democracia posible es aquella que los países dominantes de Europa y América imponen como universal. “No existe un modelo fijo de democracia, sino que se manifiesta de muchas formas”, dice el informe.
China, a través de su Oficina de Información del Consejo de Estado, explica que su Pueblo considera que la democracia es deseable, que está desarrollándola a su manera, con su larguísima historia y que le considera en permanente transformación. El informe sostiene que una democracia “arraigada en la historia, la cultura y la tradición, toma diversas formas y se desarrolla a lo largo de los caminos elegidos por diferentes pueblos a partir de su exploración e innovación.”
La que podríamos llamar “democracia con peculiaridades chinas”, es presentada como un proceso integral que incluye la “democracia electoral” y la “democracia consultiva”.
El intelectual chino Zhang Weiwei, que tiene entre sus funciones la de salir a defender las posiciones chinas del vapuleo que recibe en Occidente, postuló que el sistema con el que sociedad elige a sus representantes es una suma de selección más elección: los votantes eligen entre políticos que sólo llegan a ser candidatos tras rendir una serie de requisitos muy exigentes. Zhang ha ejemplificado con Xi Jinping, quien, para ser elegible como presidente, antes debió ser gobernador de las provincias de Fujian y Zhejiang, tan grandes como países.
En cuanto a la “democracia consultiva”, China asegura que tiene mecanismos milenarios de debates populares, que hoy funcionan en la maquinaria del Partido Comunista. La estructura del partido recoge la deliberación de las bases, con la concurrencia de los intelectuales —cuya praxis está menos basada en la crítica que en el servicio del pensamiento para el bien del pueblo, según manda aún la concepción política del confucianismo.
China presenta como pilares de su democracia la estructura política, la base económica, el marco institucional y el Estado de derecho.
También enfatizan como componente democrático la autonomía relativa de la que gozan comunidades locales y nacionalidades étnicas.
El título del informe es “Una democracia eficaz” (también es traducida como “Una democracia que funciona”). Aquellas palabras de Raúl Alfonsín, más que pregnantes, fundacionales, “con la democracia se come, con la democracia se educa, con la democracia se cura” nombran el núcleo de la democracia China. “Una democracia eficaz” postula como la prueba última de democracia, la capacidad de solucionar los problemas de la gente. Se lee: “La democracia no es un adorno, sino un instrumento para abordar los problemas que preocupan al pueblo”.
¿Cómo tener a Raúl Alfonsín como un padre de la democracia y aceptar al “régimen” chino como ejemplo? Nuestra democracia argentina de 1983 era más que la antítesis de una autocracia. Era el régimen político que nos salvaba del infierno de la dictadura militar. Todo lo que no fuera la democracia, tal como la concebíamos era abominable. El hecho de que China postule que la democracia es producto de un proceso político singular, de que es maleable, mutable (“la democracia es un fenómeno concreto en constante evolución”, dice el informe), resulta una relativización inadmisible. Pone entre paréntesis los 38 años de democracia ininterrumpida que llevamos, uno de los mayores orgullos de nuestra historia institucional.
Admitir una democracia china exige una deconstrucción de nuestro ser político.
Por otra parte, aceptar que China ofrece una experiencia democrática nos desafía a cuestionar nuestra idea de democracia y abre la puerta a un diálogo político intercultural que podríamos utilizar para enriquecernos. “En un mundo tan rico y diverso”, se lee en el texto, “la democracia se presenta de muchas formas. La democracia de China prospera junto con las de otros países en el jardín de las civilizaciones. China está dispuesta a contribuir con su experiencia y fortaleza al progreso político mundial a través de la cooperación y el aprendizaje mutuo.”
Esta invitación en tono de paz y amistad es parte de la distancia que toma China de los mayores poderes de Occidente, a los que acusa de utilizar la democracia para imponerse a otros. Señala que la democracia que Estados Unidos y sus aliados pretenden que sea la de todos, es tan poco efectiva en sus sociedades, como lo es en el orden internacional.
“La democracia es un derecho de las personas en todos los países, y no una prerrogativa de unas pocas naciones”, dice el documento, y añade: “Si un país es democrático debe ser juzgado por su gente, no dictado por un puñado de forasteros.” Insiste: “La comunidad internacional debe reconocer si un país es democrático, no decidirlo arbitrariamente unos pocos jueces autoproclamados.”
Y culmina: “Evaluar la miríada de sistemas políticos en el mundo con un solo criterio y examinar diversas estructuras políticas en monocromo son en sí mismos antidemocráticos.” El documento “Una democracia eficaz” fue publicado una semana antes de la Cumbre de la Democracia que organiza para esta semana el gobierno de Joe Biden, y a la que no invitó ni a Rusia ni a China. Tampoco a El Salvador, Cuba, Nicaragua, Venezuela ni Bolivia.
(*) Nota publicada originalmente en Radio Gráfica.
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