El filón de los snacks de carne proteicos

9 junio, 2021

Tomás Fuentes Benítez tiene 31 años, nació en Necochea y siempre le atrajo Asia. Mientras estudiaba abogacía en la UBA también aprendía chino mandarín. Y tras un viaje y un máster en Universidad Tsinghua ahora, en Shanghai, estableció un negocio: vende snacks de carne proteicos.

La Nación cuenta que su producto ya se vende 750 supermercados y factura 3 millones al año.

La nota

-Por Gabriela Origlia

A Tomás Fuentes Benítez –necochense, 31 años- siempre le atrajo Asia, su cultura, su economía, que había marcado récord de crecimiento en algunos países. Mientras estudiaba Derecho en Buenos Aires (es abogado especializado en negocios), comenzó a aprender chino. De sus 15 compañeros de curso quedaron dos y la clase se cerró; buscó otras alternativas y siguió. La “gran oportunidad” se le presentó cuando la Universidad Tsinghua abrió un máster en negocios con docentes de relevancia mundial, aplicó y logró estar en el 0,3% de los 6000 postulantes que aceptan. En China siguió un desarrollo que había empezado en la Argentina, unos snacks de carne proteicos, Stokes. Hoy sus productos están en 750 supermercados y facturará US$3 millones en un año.

Desde Shangai le cuenta a LA NACION que, siempre interesado por los negocios y por la alimentación saludable, en el garaje de su casa había armado un “laboratorio” con un horno importado de Estados Unidos para desarrollar el snack. “Es un segmento que en Estados Unidos mueve unos US$2000 millones al año, también están en el Reino Unido, en Canadá, en Australia y yo pensaba ‘por qué no en la Argentina que es el país de la carne’. Los primeros que hice eran horribles, pero un día dejé una bolsa en la alacena y a los dos días estaba vacía. Entonces me dije ‘puede que haya un producto’”.

En ese punto del desarrollo salió la posibilidad de irse a China y allí descubrió que había una góndola entera de snacks de carne en los supermercados: “Eran de todo tipo, vacuna, cerdo, pato… Pero con conservantes químicos y un packaging antiguo. Ratifiqué la idea de que haciéndolo sano podía ser un boom; en Estados Unidos dos start ups del sector se vendieron a multinacionales por entre US$250 y US$300 millones. En China había que localizar el sabor, pero se podía avanzar”.

Armó otro “laboratorio” en el dormitorio de su residencia universitaria y convenció a la cantina de guardarle la carne en cámara de frío. Terminó el máster y decidió quedarse; su emprendimiento no estaba listo para lanzarlo al mercado y quería pulirlo. Ingresó como asesor de Inversiones en la Embajada Argentina cuando estaba Diego Guelar al frente; alquiló una cocina industrial, expandió las pruebas y los fines de semana iba a ferias para tener la respuesta de consumidores sobre su producto.

Hasta ese punto llegó con sus propios recursos, había invertido alrededor de US$60.000 en todo el proceso y había logrado ingresar a una cadena de supermercados en Beijing y en otra en Shangai; en un mes el snack era “best seller”. Empezó una rueda para levantar inversiones y cuando tenía tres a punto de cerrar, se echaron para atrás.

A comienzo del año pasado, sí avanzó: el futbolista Javier Mascherano –”el jefecito” había jugado en el Hebei China Fortune- se convirtió en aportante, junto con el basquetbolista Yao Ming, quien jugó ocho temporadas en la NBA, y un profesor internacional de Negocios en Suiza. Pese a que la rueda coincidió con la pandemia, siguieron adelante y hace dos meses hizo otra en la que se sumaron los exdueños de la cervecería Quilmes (la familia Bemberg); el chairman de JP Morgan para Asia; Tomás Pierucci, el emprendedor de Bluesmart y Gaston Parisier, fundador de Bigbox. En total reunió cerca de US$1,5 millones.

Las ventas de los tres sabores del snack vienen creciendo al 40% mensual y están lanzando dos líneas más, siempre en el segmento de “saludables, altos en proteínas”. Una de las propuestas son “palitos de carne seca” que son más económicos y les permitirá ingresar a los mercados de la “China más profunda”, la otra es una análoga de las papas fritas en base a pechuga de pollo. “El objetivo es ser disruptivos con respecto a lo que ya existe”, resume Fuentes Benítez. Para esa línea compraron equipos propios de producción, el resto se fabrica en tres establecimientos distintos.

En la empresa se incorporaron ingenieros en alimentos, especialistas en marketing y en innovación con experiencia en empresas en China. A Fuentes Benítez le pesa no poder trabajar solo con carne argentina como insumo.

En un comienzo empleó la de Nueva Zelanda, con “reputación de muy buena calidad” ya en el mercado y después agregó la argentina, aunque temía que volvieran a existir problemas de abastecimiento. “La orden mínima de impresión de packaging acá es muy grande, se pierden miles de dólares si hay que hacer todo de nuevo, así que usamos carne argentina, pero sin promoción”, resume.

Categorías: Economía Negocios

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