“Vamos a un Yalta 2, con liderazgos de nuevo tipo”

24 febrero, 2021

El titular de Electroingeniería, el empresario Gerardo Ferreyra, mantuvo un largo diálogo con la revista Crisis en el cual habla de la pujanza china en su reemergencia histórica como poder global, su modelo socialista, las inversiones en Argentina y su experiencia como empresario vinculado al país asiático.

Gerardo Ferreyra y el peronismo con características chinas

El titular de Electroingeniería SA es un empresario sui generis: militancia política apasionada, diez años en prisión y una firma que llegó a los primeros planos de la escena nacional, hasta que el macrismo le cortó las piernas, desguazó sus activos y lo envió a la cárcel. Ya de regreso en sus oficinas corporativas, se entusiasma con el cambio de la hegemonía geopolítica después de la pandemia y promueve un debate clave al interior de la coalición oficialista: ¿seguiremos siendo un satélite de Estados Unidos y Europa o llegó la hora de una alianza estratégica con China y Rusia? Habla Gerardo Ferreyra, el cordobés que sueña en mandarín.

Por Mario Santucho. Crisis

Cuando en junio de 2019 el empresario cordobés Gerardo Ferreyra abandonó el penal de Ezeiza, había cumplido una década en las cárceles argentinas: nueve años durante la dictadura militar, por integrar el Partido Revolucionario de los Trabajadores con la ilusión de destruir al capitalismo; y uno en las postimerías del gobierno cambiemita, por participar en el renacimiento del peronismo del Siglo XXI.

Casi dos años y una pandemia después, el dueño del veinte por ciento del paquete accionario de Eletroingeniería SA asiste todos los días a su despacho en el microcentro porteño e intenta relanzar las obras de infraestructura paralizadas durante el gobierno de su colega Mauricio Macri: “Con la nueva administración de los Fernández, y a pesar de la pandemia, volvimos a poner en marcha el principal contrato que son las represas y tres interconexiones de 500 kilovoltios. Ahora nos falta la central termoeléctrica Manuel Belgrano II, una usina de 830 megavatios y 1300 millones de dólares, donde estamos en etapa de adecuación del financiamiento. Y luego nos quedaría pendiente relanzar el Río Subterráneo Sur para AySA. Estas dos últimas obras también financiadas por China, específicamente por el Exim Bank”.

Pero esta entrevista no versa sobre justicia ni ingeniería, sino sobre geopolítica. Ferreyra es un promotor apasionado del modelo de desarrollo chino y propone un alineamiento decidido con el gigante asiático, aunque eso signifique romper amarras con el hegemón norteamericano. Se trata de un debate pendiente, que bulle de manera solapada al interior de la coalición oficialista.

“Vamos hacia un Yalta 2: va a quedar de un lado Occidente y su cultura consumista y neoliberal, con un líder que será Biden; y habrá dos líderes en Euroasia que son Xi Jinping y Vladimir Putin, quienes salen exitosos y fortalecidos de la pandemia”, pronostica el empresario y cuenta que lee cada mañana tres diarios publicados en Pekín.

“China aumentó las exportaciones un 3% a lo largo de la pandemia mientras disminuyeron las importaciones, lo que da como resultado un fortalecimiento de su balanza comercial. Y toda su economía creció 2%, en plena recesión por el virus. Según el FMI va a crecer un 8,2% en 2021. Esto fue posible porque lograron anular completamente la pandemia en su territorio: hace unos días tuvieron el primer muerto en ocho meses. Los chinos desarrollaron tres vacunas y dos los rusos. Y lo hizo el Estado, no la empresa Pfizer, que tiene como accionista al fondo Blackrock. Luego de esta tragedia para la humanidad, queda demostrada la superioridad de los estados en la gestión de la crisis”.

Ferreyra es un promotor apasionado del modelo de desarrollo chino y propone un alineamiento decidido con el gigante asiático, aunque eso signifique romper amarras con el hegemón norteamericano. se trata de un debate pendiente, que bulle de manera solapada al interior de la coalición oficialista.

Hijo de un docente que llegó a ser director de colegios públicos y de una modista que también trabajaba como ama de casa, Ferreyra comenzó sus estudios en la Universidad Nacional de Córdoba en pleno 1968, mientras las barricadas ardían en París. Un año más tarde estallaría el Cordobazo. A los pocos meses de graduarse como ingeniero ingresó a su segunda licenciatura, esta vez en la Unidad Penitenciaria 1 de su provincia natal  –con “pasantías” en el penal de Sierra Chica y en la prisión de La Plata. “Los radicales tampoco nos indultaron ni votaron una amnistía, pero resolvieron caso por caso en menos de un año. Tuve que esperar hasta bien entrado 1984 para recuperar la libertad”, recuerda.

A Electroingeniería entró en 1986 y lo enviaron a una obra en La Rioja. Cuenta un empleado de la empresa que Ferreyra estuvo a punto de renunciar, pero le ofrecieron representar a la empresa en Buenos Aires para evitar su salida. En 1993 se convirtió en accionista, luego de un conflicto entre los dueños originales que culminó en una división patrimonial.

Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner la empresa alcanzó el estatus de actor protagónico en la escena nacional. Mientras tanto Ferreyra adscribió al justicialismo, cambiando al Che por Perón y a Lenin por Mao.

¿Cómo sería el Yalta 2 al que te referías antes?

—Así como en Yalta 1, que fue el acuerdo celebrado al finalizar la segunda guerra mundial entre Churchill y Roosevelt por el lado occidental y Stalin por la parte oriental, ahora se da vuelta y vamos hacia un nuevo orden con primacía del Oriente.

El peronismo durante la guerra fría propuso una “tercera posición”, evitando comprometerse con alguno de los polos. Vos planteás un alineamiento directo con China y Rusia.

—Perón en 1965 le envía una carta a Mao, donde le propone una alianza. En ese momento China llevaba 15 años de revolución y era un país emergente y subdesarrollado de los más pobres del planeta. Recién en 1968 consiguieron la soberanía alimentaria. La diferencia con el momento actual es que ahora China es la principal potencia mundial, por lo que una alianza estratégica debería ser una obviedad. Sobre todo si, 55 años después, Argentina sigue siendo una neocolonia.

¿No existe el riesgo de pasar a ser una neocolonia de China ahora, en lugar depender de Estados Unidos?

—El que está surgiendo es un liderazgo de nuevo tipo. Es un pueblo que fue destruido y tupacamarizado por las 5 o 6 potencias occidentales en la guerra del opio; y vuelto a destruir en la segunda guerra mundial; pero que sin embargo resurge gracias a un liderazgo como el del Partido Comunista, fundado en 1921, que en el 49 toma el poder y hoy desarrolla una sociedad que propone reglas de juego de cooperación, no de sumisión. Es más difícil en este sentido que haya una política de sometimiento. Por supuesto, Argentina tiene su movimiento nacional y va a saber defenderse de las políticas de dominación.

Me queda claro tu entusiasmo con China, ¿respecto de Rusia tenés la misma expectativa?

—Bueno, China y Rusia han hecho una alianza. Hubo una política del imperialismo en los años sesenta para dividirlos, que con la caída de la Unión Soviética logra su cometido. Pero China siguió construyendo su modelo de socialismo, hoy es una potencia y al cicatrizar sus heridas históricas con Rusia promueve una asociación que supera el poder de Estados Unidos y están construyendo un nuevo orden mundial.

Hay quienes dicen que un sector importante de la población no toleraría un modelo como el que propone China porque le parece autoritario y atentaría contra la propiedad privada. ¿Cómo se hace para imponerlo?

—Y bueno, es un cambio cultural. Con la toma del Capitolio queda al desnudo que quienes adhieren a la cultura del hiperconsumismo, ¿cómo terminan? El principal proveedor de Estados Unidos para sostener el hiperconsumismo barato, que al mismo tiempo es su principal acreedor, es China. Esa cultura tiene que cambiar, porque lleva a lo que pasó ahora en la metrópolis del modelo: que priorizan la rentabilidad empresaria y las disputas partidarias por el poder, en lugar del desarrollo nacional. Dos cosas que precisamente en China suceden de manera opuesta.

Sin embargo, el kirchnerismo no cuestionó sino que por el contrario estimuló esa cultura hiperconsumista que cuestionás.

—En alguna medida, sí. La gente compraba bienes de uso y no tenía acceso al crédito hipotecario que si querés era la principal necesidad popular. Por eso digo que es un tema cultural que hay que cambiar y hace a todo un imaginario colonial.

Al mismo tiempo, esa misma promesa de consumo es uno de los núcleos duros de la legitimidad del kirchnerismo.

—Sí, el consumo fue uno de los principales motores del modelo económico kirchnerista, que a su vez estaba sostenido por las paritarias. Pero, ¿qué hacía en general la clase trabajadora con los excedentes de esa duplicación de su salario en moneda convertible? Compraba dólares también. Esa es la cultura que tiene que cambiar. Porque además el dólar va a sufrir (hoy, mañana o pasado) una decadencia y va a dejar de ser el objeto del deseo. Y en ningún otro lugar del mundo vos podés ir a comprar dólares todos los días.

Uno de los riesgos de un modelo de desarrollo donde la centralidad absoluta es ocupada por el Estado es la corrupción. ¿No te parece?

—No es algo inevitable. Así como el gran capital financiero ha demostrado que no tiene límite en la codicia, también los estados han demostrado que tienen corrupción adentro. Hoy en China hay 1.200.000 funcionarios públicos procesados…

¿Tantos?

—Bueno, no es tanto. El Partido Comunista tiene 90.000.000 de militantes, o sea que es poco más del 1% de los militantes. Y tiene que haber un sistema de control, sin dudas. El modelo que yo promuevo es el de asociaciones mixtas con auditorías eficientes.

El modelo que planteás se parece bastante al que ha desplegado Venezuela, ¿por qué pensás que allí hay una crisis económica y social tan grande?

—Venezuela está enfrentando una crisis debido al bloqueo y a la invasión a que lo tiene sometido Estados Unidos, que procuró por todos los medios impedir la consolidación de un eje regional independiente. Pero hay que esperar, porque según la geopolítica actual esta posibilidad es hoy más viable que hace 20 años, con una China ya claramente afincada como principal potencia mundial. Para mi la pandemia es un escenario que cambia todo, primero porque vamos a tener que convivir 4 o 5 años con ella, y segundo por las secuelas que dejará. Estados Unidos tiene 400 mil muertos, el doble de lo que tuvo en la Segunda Guerra Mundial. Es el país más afectado de la Tierra.

Adiós a la burguesía nacional

“Gerardo, yo tengo muy buenas referencias tuyas. Por eso quiero decirte claramente cuáles son las reglas de juego: si te arrepentís te vas inmediatamente en libertad, y si no vas a la cárcel”. Ese fue el mensaje que le trasmitió el fiscal de la famosa “causa de los cuadernos”, según declaró nuestro entrevistado ante la Cámara Federal de Casación Penal. Como se negó a colaborar, Stornelli cumplió con la amenaza y el 6 de agosto de 2018 comenzó la segunda temporada de Gerardo Ferreyra en las prisiones de la patria. Esta vez le tocó Ezeiza.

El accionista de Electroingeniería fue el único empresario que no cedió a la extorsión de los grupos de poder judiciales, mediáticos y políticos, cuyo objetivo evidente consistía en desmontar lo hecho durante doce años por el kirchnerismo y destruir civilmente a sus principales figuras y representantes, comenzando por la propia ex Presidenta.

Pero si bien Ferreyra ubica al gobierno de Mauricio Macri como el principal culpable de sus desdichas, hay una enseñanza más importante y demoledora: “Durante la última etapa del peronismo en el gobierno, en los doce años y medio que van desde 2003 al 2015, la mayoría de las empresas industriales líderes duplicaron, triplicaron y hasta cuatriplicaron su patrimonio. Sin embargo, al momento de ser convocadas por el juez Bonadío, en lugar de defender a ese modelo lo denuncian, se arrepienten y hasta mienten para sacar de la carrera política a los líderes que generaron esa prosperidad. La causa de los cuadernos es una radiografía que muestra a las claras que la burguesía argentina no tiene conciencia de clase. Porque se convierte toda en delatora, o quizás toda no pero en su gran mayoría, sobre todo las más emblemáticas como Techint, que durante el kirchnerismo se convirtió en uno de los dos o tres grandes jugadores del acero a nivel global”.

¿No existe entonces la tan famosa burguesía nacional?

—La idea, o la utopía quizás, de una burguesía nacional tuvo un período de vigencia con el peronismo a mediados del siglo veinte. Logró avances importantes, pero siempre apoyados en un Estado con capacidad de hacer. Y hubo un desarrollo industrial fenomenal, al calor de las grandes empresas y los grandes objetivos estatales. Yo con el tiempo fui redescubriendo que durante el mismo gobierno de Perón se inició y desarrolló la energía nuclear en la Argentina, primero a modo de prototipo, experimental, pero después se logró una masa de científicos con formación que lleva a que hoy, con todas las disrupciones del caso, haya tres centrales nucleares en funcionamiento –el único país en América Latina. Y tiene un cuerpo de especialistas en la actividad nuclear para uso pacífico –medicinal y energético– y eventualmente para la defensa, que la hace atractiva para inversiones que hoy pueden venir. Yo creo van a ser de carácter estatal, porque internacionalmente el capital privado está atravesando un momento de destrucción de patrimonio. La Federación Rusa está interesada en financiar aquí un Centro Integral de Desarrollo Nuclear, ya lo hizo en Bolivia, que tenga como eje una nueva central del energía nuclear, lo cual genera soberanía al suplir la importación de gas que hoy necesitamos. También el Estado chino tiene interés.

¿No se necesita un nuevo sujeto empresario? ¿Y qué función debería cumplir la burguesía en el modelo que estás proponiendo?

—Tiene que ser un empresariado que se asocie con empresas estatales y acompañe una política de desarrollo. Solo, per se, el empresariado tiende a contaminarse de la cultura neoliberal, se posiciona en dólares, fuga divisas, crea activos en el exterior, esa cultura tiene que cambiar. Se empieza por el estado, luego sigue el empresariado y después la sociedad toda.

Vos no estarías muy de acuerdo entonces con esta idea de promover las translatinas, es decir que empresas argentinas puedan trasnacionalizarse.

—No, yo creo que Argentina hoy es una semicolonia y sería atípico que una empresa nacional pueda crear activos en el exterior. No me refiero a crear activos financieros en el exterior, sino compañías o sistemas de producción en países extranjeros. Algo así solo sería posible a partir de ganancias extraordinarias pero todavía no se ha completado el desarrollo en Argentina como para promover que empresas argentinas inviertan en el exterior. A mí me parece más lógico que completemos una etapa de desarrollo local, para despues aspirar a asociaciones translatinas.

Pero, ¿para qué sirve una burguesía cuyo ciclo de acumulación depende totalmente del financiamiento y la regulación estatal?

—La crisis de las hipotecas subprime en 2008 mostró que la actividad especulativa y financiera del gran capital no tiene límites en su codicia. Y ellos mismos, desde el sistema financiero, dijeron que para salir de esa gran crisis que contaminó al mundo y trajo desocupación, desconfianza y destrucción de patrimonio, se necesitaba una regulación estatal verdadera. Es decir, la regulación del estado tiene que estar presente. Más aún en los países como el nuestro, que tiene que lidiar con la ambición desmedida del empresario monopólico y del gran capital financiero, que a veces es más poderoso que el Estado. Si no hay regulación estatal no hay defensa de los intereses nacionales. Por otra parte, hoy frente a la pandemia vemos que las únicas naciones (o culturas, porque China es más una cultura que una nación) que han respondido a esa terrible amenaza con éxito, son las que tienen a un Estado presente, a un partido organizado y a un líder respetado por la sociedad. De modo tal que cuando dispone políticas como el confinamiento, tienen una disciplina que les permite enfrentar los desafíos sociales con éxito. En el caso nuestro, el socio de la República Popular China es una empresa estatal pero que cotiza en bolsa también. Es un modelo mixto: estatal con control privado, porque los accionistas están atomizados en miles y miles de chinos. Las empresas más exitosas de Europa fueron estatales, o con control estatal, o de los trabajadores en el directorio de las compañías.

Si le otorgás tanta centralidad al Estado, ¿por qué no hacer que las empresas sean directamente estatales? ¿Cuál sería el sentido y la función de la empresa privada en ese esquema?

—Porque también el estado necesita un control del privado que busca la rentabilidad. Ahí se produce el equilibrio: no a la codicia, pero no también a la burocracia estatal. La sociedad mixta permite que la empresa, regulada por el estado, cumpla su objetivo que es ser eficiente y rentable.

Si tuvieras que hacer una caracterización del empresariado argentino, ¿lo ves como un todo bastante homogéneo o harías algunas distinciones?

—Muchos empresarios argentinos no tienen una perspectiva propia sino que se amoldan al gobierno de turno. Es vergonzoso, pero al menos en la actividad en la que participamos nosotros, que es ingeniería en construcciones, lo dicen descaradamente: “nosotros tenemos la obligación de ser oficialistas, porque nuestro comitente es el gobierno”. Vino Macri y se convirtieron todos en neoliberales a pesar de que la construcción perdió el 30 o el 40% del empleo en blanco que tenía. Y de la actividad.

muchos empresarios argentinos no tienen una perspectiva propia sino que se amoldan al gobierno de turno. es vergonzoso, pero lo dicen descaradamente: “nosotros tenemos la obligación de ser oficialistas, porque nuestro comitente es el gobierno”. vino macri y se convirtieron todos en neoliberales a pesar de que la construcción perdió el 30 o el 40% del empleo en blanco que tenía.

En ese rubro, además de ustedes estuvieron Calcaterra, Caputo, Indalo y Pampa Holding, como las empresas que más crecieron durante el kirchnerismo.

—Toda la Argentina creció, comenzando por los trabajadores. A diferencia del modelo neoliberal que anula las paritarias en beneficio de la acumulación financiera, a través de una política de endeudamiento, del 2003 al 2015 la primera herramienta que puso en marcha Néstor Kirchner fueron precisamente las paritarias. A partir de ahí es que se torna posible la creación del mercado interno. Te lo resumo: entre el 2007 y el 2012 nuestros trabajadores de Luz y Fuerza multiplicaron por 2,5 en dólares su salario. Eso es crear un poder adquisitivo que mueve toda la actividad, la de alimentos, vestimenta, turismo, gastronomía. Y con un nivel de desempleo del 6%. Yo creo en ese modelo del compre nacional y el vivir con lo nuestro.

El esquema empresario que vos promovés pasa por la asociación entre empresas argentinas y empresas estatales de países como China y Rusia, que puedan brindar financiamiento en acuerdo con el estado argentino.

—Exacto: controlado y auditado por el Estado argentino, en licitaciones internacionales. Pero que vengan a radicar patrimonio acá, no que sea una deuda que no la ve el pueblo. Entra y sale, se fuga, o genera más deuda por las tasas altas. En el modelo que propongo las inversiones vienen y ya no se van nunca: una hidroeléctrica, por ejemplo, queda aquí para siempre.

Salario, tarifas y ganancia

Ferreyra no solo padeció la persecusión judicial durante el macrismo, sino también sus decisiones económicas. Según sus cálculos, hacia el final del gobierno de Cristina Fernández la facturación promedio anual de la empresa fue de 500 millones de dólares; entre 2015 y 2019, por el contrario, cayó a un promedio de 58 millones, es decir un descenso porcentual de casi el 90 por ciento. “El rojo anual lo cubríamos con ventas de activos. El activo más importante que vendimos fueron las acciones de Transener, la compañía de Transporte de energía. Y también Transba, compañía de Transporte de Energía en la provincia de Buenos Aires. También vendimos contratos de obras, terrenos e inmuebles. Y la dotación de personal bajó más del 70 por ciento: pasamos de 2.500 trabajadores directos a aproximadamente 350 empleados en sede. En represas tuvimos que vender participación accionaria en la UTE de construcción y perdimos el liderazgo de las obras locales. También perdimos la totalidad de las líneas de crédito con los Bancos Nación, Macro, Galicia y de Córdoba”, enumera de un tirón como si se hubiera aprendido de memoria un informe escrito.

Electroingeniería conoce bien el sector energético, que es clave. Y durante el macrismo las empresas del rubro se vieron beneficiadas con el aumento de las tarifas, ¿verdad?

—Nosotros durante el kirchnerismo no tuvimos tarifas. Electroingeniería tuvo una pérdida de decenas de millones, porque invertimos y nunca pudimos sacar un peso de la compañía. Sin embargo Transener, que es la principal transportista en todo el país y que dirigimos durante varios años, nunca tuvo problemas para abastecer como corresponde, porque dimos la batalla y si bien no tuvo tarifas sí conseguimos la remuneración para reponer los equipos que entraban en período de obsolecencia. Hubo ampliación del sistema de transporte de energía, quedaron interconectadas 9 provincias que no lo estaban, de 14 saltamos a 23. A lo largo de doce años tuvimos una pequeña recomposición tarifaria, prácticamente inexistente, y una remuneración que iba destinada a la inversión monitoreada por el ENRE. Sin embargo, cuando se dolarizaron las tarifas durante el macrismo, que permiten ganancias extraordinarias para las empresas que alimentaron la fuga de divisas, se produjo el apagón más grande del sistema de interconexión el día del padre de 2019. Quiere decir que no es un problema de tarifas sino de gerenciamiento, de dedicación. A partir de esa experiencia yo te digo que hay que hilar fino para determinar cuál es la tarifa conveniente. Se puede hacer un equilibrio.

Eso implicaría segmentar y lo que siempre escuché es que el Estado argentino no tiene la capacidad de establecer tarifas diferenciales con eficacia.

—Hay que historizar un poco: a partir del 2007, cuando el peronismo elige a Cristina Fernández como candidata a la presidencia, los medios más importantes del país deciden romper y comienzan a hostigar al gobierno, porque se dan cuenta de que la sucesión indefinida entre Néstor y Cristina les impide tener influencia en quién será el candidato para los gobiernos que vendrán. Al año siguiente, en 2008, viene una ofensiva contra un aumento tarifario que el gobierno ya había lanzado con la modalidad de la segmentación, pero aparecen organizaciones defensoras de consumidor, infladas por el jefe del cuarto poder, que lo impiden. Entonces, no es fácil porque aquí hay elecciones cada dos años.

Y esa es la discusión que hay ahora, ¿verdad?

—Así es. Están los que piden que se mantenga la dolarización; y hay otros que dicen que no, que se trata de regularlas estableciendo una tarifa razonable. La primera posición la definió muy bien el ex ministro de Energía, Aranguren: hay que pagar a valor de mercado y el que no puede no consumirá. Eso es neoliberalismo puro y duro.

Pero vos conocés el sector, ¿te parece sostenible congelar las tarifas por tiempo indeterminado?

—En los noventa, cuando todos los servicios públicos fueron privatizados, del salario medio del trabajador argentino el total de los servicios representaba un desembolso del 25% del ingreso familiar, mientras el 75% era para todos los demás. El kirchnerismo llevó esa cifra al 6%. El 19% restante, que ahora los trabajadores se ahorraban, lo ponían en el mercado. Al mismo tiempo, en los noventa el sector servicios pasó a representar el 75% del producto nacional, mientras la producción significaba el 25%. El kirchnerismo dio vuelta esa relación. Este modelo que yo defiendo, además, nos llevó al desendeudamiento. Por el contrario, el menemismo nos llevó al default. ¿Cuál es más sostenible?

Me interesa preguntarte por el año que estamos comenzando: 2021. Sin financiamiento estatal para subsidios, ni margen político para aumentar las tarifas, ¿cómo hacemos? 

—El empresariado argentino cree que el gobierno son empleados de ellos, que los ministros, secretarios de estado, incluso el presidente, tienen que trabajar para sus intereses. La máxima expresión de ese criterio es la frase “ser presidente es un puesto menor”. Yo recuerdo que discutía con ellos y me decían “pero Gerardo, tenemos un defícit fiscal de 5 por ciento, eso no es sostenible”. ¿Sabés cuanto es el déficit de Estados Unidos hoy? El 15%.

¿Vos decís que hay margen para emitir?

—Sí, promoviendo asociaciones con otros Estados y siendo coherentes con un modelo de desarrollo industrial nacional, no tengo dudas. Hoy el Banco Central volvió a tener casi 40 mil millones de dólares de reservas y la mitad son por un apoyo del estado chino, el swap. Cuando el vínculo es de estado a estado lo que se busca es el desarrollo, es otro modelo que el neoliberal: financiamiento directo, compra de vacunas con precios inclusivos. Xi Jinping le dijo en 2014 a Cristina, yo estaba en la mesa porque íbamos a firmar la asociación por las represas, que a ellos no les interesa una relación donde ganen ellos y nosotros perdamos, porque así se quedan sin socios estratégicos. Le dijo que no les interesaba tener el superávit comercial que había en ese entonces. Y nosotros gestionamos un crédito por 5500 millones de dólares que por primera vez viene a pagar salarios en la Argentina. Por lo general, los europeos financian el producto que ellos te compran, nada más. Brasil también, en la época del BNDes. Bueno, China financia el salario de los 2100 trabajadores que tenemos hoy. Ese modelo que yo promuevo, después de la pandemia, contrasta con el antimodelo de la metrópolis. Es antagónico.

¿Qué pensás de los movimientos comerciales que están teniendo lugar en las eléctricas?

—Bueno, no hay que perder de vista que en el gobierno hay una coalición. Y los empresarios que la han apoyado están pasando la factura. Por otro lado, yo defiendo el ajuste de tarifas pero en moneda local, con una fórmula razonable y con sectores que sean subsidiados. Si hay inflación tiene que haber reajuste. Además, defiendo que los servicios esenciales no deben quedar en manos de los privados. Ni el agua, ni el gas, ni la electricidad. Y hoy se suma internet, en eso estuvo muy bien el gobierno.

¿Las empresas proveedoras de servicios esenciales tienen que ser estatales?

—Pueden ser mixtas, pero la acción de oro tiene que ser estatal. La pandemia convierte en un asunto de soberanía la cuestión de quién es el propietario de las cadenas de supermercados. Y si no mirá la decisión del ministro francés de Finanzas Le Maire, que impidió la venta de Carrefour a una firma canadiense por una cuestión de seguridad alimentaria y soberanía nacional. Y es así. Las empresas que atienden a servicios esenciales para la población siempre debieron ser públicas y más ahora en pandemia.

Categorías: Economía Negocios

PUBLICAR COMENTARIOS