Los planes de Syngenta: biotecnología y seguridad alimentaria

13 enero, 2021

La multinacional de biotecnología y agro apuesta fuerte a la integración de Argentina con China, a cuyos capitales pertenece desde 2016. Ahora busca quiere promover la vinculación directa (comercial, financiera y tecnológica) entre productores locales e importadores chinos. En su edición 30 de este verano, la revista impresa DangDai entrevistó a su CEO, Antonio Aracre. Aquí reproducimos el diálogo completo.

A principios de 2020, la gigante estatal China National Chemical (ChemChina) y Sinochem anunciaron la fusión de sus negocios y el nacimiento del Grupo Syngenta. Cuatro años antes, ChemChina había comprado, en una multimillonaria operación, la empresa de origen suizo, de gran presencia en Argentina. Y ahora da otro paso en la consolidación de su grupo accionario de control chino.

Antonio Aracre, que hace tres décadas trabaja en Syngenta y desde hace unos años es su CEO, vivió ese proceso y es un entusiasta de las posibilidades comerciales y de intercambio tecnológico entre Argentina y China, relación que lo encuentra en un lugar privilegiado.

En agosto del año recién terminado, Aracre visitó en la residencia de Olivos al Presidente Alberto Fernández y, acompañado por Román Bartomeo, director de Asuntos Corporativos regional, habló con el jefe de Estado sobre “la actualidad de la compañía, las oportunidades que ofrece el sector agropecuario para potenciar el desarrollo de Argentina a partir del agregado de valor en la producción agrícola, y coincidimos en valorar la oportunidad que representa para nuestro país la vinculación estratégica con China, especialmente en el sector de la producción de alimentos”, según dijo en su momento el CEO de Syngenta a nuestro portal de DangDai. Las discordias entre argentinos y el hambre, un tema que ha inquietado siempre a Aracre, muy activo en esos debates, también se hizo presente en el despacho presidencial.

En un nuevo diálogo con este medio, Aracre avanza sobre lo que ve como una gran oportunidad en 2021, y que también habló con Fernández. “Necesitamos integrar más la cadena de valor, acercando al productor argentino con el importador chino, y quitando un poco del juego a los intermediarios. En Argentina, está muy presente la figura del ‘canje’, que significa que cuando el productor recibe un paquete tecnológico o insumos suele pagarlo no con dinero, sino con una cantidad de su producción (trigo, maíz, soja). Nuestra idea —dijo Aracre— es meternos más ahí, propiciar ventas directas a China y que le mejore tanto el precio al productor como la garantía de una entrega sostenida al importador, así como una agilización del ingreso de divisas al Estado. Todos ganarían. Nuestro negocio no son las finanzas ni la exportación, es la cuestión tecnológica, pero de esa intermediación pueden sacar provecho todos los actores involucrados”.

— En octubre de 2020, se anunció que Syngenta también compró Valagro, una empresa italiana de productos biológicos. ¿Es un sector donde se expandirán más?

— Es un sector que nos interesa, pero no lo veo tan inmediato. La presencia de Valagro en toda Latinoamérica es todavía incipiente. Con todo, claro que hablamos de un área de negocios que seguramente crecerá y sobre él estaremos atentos en los próximos años.

Aracre no ha viajado todavía a China, pero espera poder hacerlo en la misión empresarial que acompañaría al Presidente Fernández cuando, se estima, cruce el planeta a fines de abril y principios de mayo si se dan las condiciones que fija la pandemia global.

“Me encantaría. Es una gran noticia para el mundo su ascenso de estas décadas, cuando luego de la caída de la Unión Soviética parecía que había una primacía absoluta. China aporta, con sabiduría, sin ansiedad, sin siquiera usar todos los recursos que tiene, a un mayor equilibrio global”, afirma.

¿Cómo es el trato con los directivos o accionistas chinos en una empresa radicada en Argentina con sede en Suiza?

— En verdad no cambió demasiado. Las oficinas centrales siguen estando en Basilea y la línea gerencial es más o menos la misma. Mucho más en Argentina. Por supuesto, el chairman participa en la reunión de accionistas, opina y demás, pero no en el día a día.

— ¿Qué cambió, en lo fundamental, desde la llegada de ChemChina y, luego, su fusión con Sinochem para relanzar el grupo?

— Antes de la llegada del capital chino, como saben, la empresa había nacido en 2000 tras la fusión de las divisiones agroquímicas de Novartis de Suiza y Zeneca (hoy AstraZeneca) de Suecia. Para nosotros, la parte de agro era un negocio más chico, dentro de un grupo mayormente ligado a lo farmacéutico. En ese momento comenzaron a independizarse ambas actividades y empezamos a ver lo agrícola más estratégicamente. Sobre todo, en un país como Argentina, que es el cuarto jugador más importante, después de Estados Unidos, Brasil y China. Cuando llegó ChemChina en 2016, el cambio clave fue la percepción de los inversores. Una cosa es lidiar con quienes buscan la rentabilidad de cada trimestre, el corto plazo. Por supuesto cada inversor sigue su lógica, qué pasa en la Bolsa, qué sucede ante cada IPO (initial public offering), hay fondos que son más agresivos y buscan más ganancias a corto plazo y otros más conservadores, en fin, diversas cuestiones. Antes de la fusión con el grupo chino, Syngenta había ampliado mucho su base de accionistas y eran bastante agresivos en general, por lo tanto, algo estrictos en sus exigencias sobre ganancias. La clave con los nuevos controlantes es que cambia la lógica de ceder el largo plazo por los beneficios de corto plazo. Ahora es al revés. Obviamente, no descuidan la rentabilidad, pero el largo plazo es más importante. Después de todo, es consistente con cómo China ve al mundo y sus negocios.

— Pagaron casi 45 mil millones de dólares, fue una de las compras más grandes de la historia…

— Por eso mismo, si ese fue el valor, debe verificarse su concreción con el transcurso del tiempo. Eso es lo que piensan los chinos, no en un trimestre. Y en Argentina concretamente, desde la compra venimos creciendo de modo consistente, a ritmo acelerado, con una mirada holística, donde, insisto, interesa la rentabilidad, pero más una proyección a diez años, digamos.

— ¿Y ahí cómo entra China y sus necesidades agropecuarias?

— Entra por el tema central de todo esto, el objetivo principal, que es su seguridad alimentaria. Si bien comprar Syngenta fue para el Estado chino, a través de ChemChina, una decisión económico-comercial, fue antes que eso una decisión estratégica. China necesita tecnología y producción agroalimentaria. Y también presencia en la mesa global donde se discuten estos temas, la producción y distribución de los alimentos. Por otro lado, esa presencia china entre los decisores globales es más que merecida, tiene 1.400 millones de habitantes… 

— ¿Qué oportunidades tiene Argentina en ese escenario?

— Tenemos una relación con China que estratégicamente es más que lógica, e inequívoca. Hay pocos países  —si alguno— que sea gran productor de granos y carnes con tanto excedente. EE.UU. o Brasil producen más, pero primero deben alimentar a 300 y 200 millones de habitantes respectivamente, antes de exportar. Argentina tiene esa ventaja, con un excedente abismalmente superior. Como dicen los ingleses, somos un partner of choice. Y fue elegido por China, ¿qué mejor? Necesitamos más industria, crecer más, exportar más, generar más divisas. Y si nos vinculamos más y mejor y se hace algo sostenible en el tiempo tendremos mayores inversiones, que también necesitamos. No hay tantas industrias en Argentina con capacidad de transformación como el agro; acaso sólo el turismo, las ciencias del conocimiento y no mucho más. Desde luego, podemos desarrollar muchas otras industrias, pero necesitan mucha más inversión y ser subsidiadas hasta que lleguen a ser competitivas. Estas otras no, ahí tenemos una gran competitividad. Por eso vale profundizar y hacer duradero en el tiempo este vínculo alcanzado con China.

— En términos de valor agregado e incremento de las exportaciones, un tema que se debatió mucho estos meses fue el del posible acuerdo para producir y exportar carne de cerdo a China. ¿Qué opinión le merece el debate?

— Me indignó mucho. Veo cómo se distorsiona la discusión, con celebrities que se suman a la crítica muchas veces basadas en fotos tremendas de sacrificios crueles de animales. ¡Podemos hacerlo bien! Lo han hecho Alemania, Dinamarca, Japón, una producción de cuidado, de calidad, ¿por qué no nosotros? ¿Por qué nos hablan del sufrimiento animal y los virus si esos países lo hicieron bien, y son los ejemplos que deberíamos imitar? Pero mucha gente lo boicotea… Con ese proyecto podríamos crear 200 mil puestos de trabajo si logramos exportar, como sería la meta, 5 mil millones de dólares en carnes congeladas. Una tonelada de maíz cuesta 250 dólares, pero una tonelada de pollo o cerdo cuesta  2.500 millones de dólares, multiplicaríamos por diez con inversión, infraestructura y grano. Y ayudaríamos a dar empleo, generar valor y contribuir a la lucha contra el hambre en Argentina. Como escribí hace poco en un artículo periodístico, “se buscan optimistas para pensar la Argentina”.

Para Antonio Aracre, China es una gran ventana de oportunidad. La fusión de la empresa de raíz europea en la que trabajó tantos años ahora lo hace bajo premisas chinas, en una “co-creación positiva”, entiende. Como que “la suma de uno más uno no es necesariamente dos, puede ser tres, es más que la suma de las partes. Con la tecnología y la competitividad que tenemos y podemos crear, sin resignar puntos de vistas de cada cultura sino adaptándonos mutuamente, hay un gran porvenir si sabemos aprovecharlo”.

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