El factor Bolsonaro

18 enero, 2019

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Tras una campaña electoral en la que tuvo una retórica anti China, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, parece ir desandando ese camino y por ejemplo en la jura de su presidencia, a principios de mes, recibió al enviado de Xi Jinping y llamó a profundizar la relación con un socio fundamental para Brasil como el país asiático. Pero las dudas subisten. Escribe en exclusiva para DangDai el especialista Santiago Bustelo, desde Shanghai


Por Santiago Bustelo(*)

El triunfo de Jair Bolsonaro en la elección presidencial abrió un gran interrogante en relación al futuro político y económico de Brasil. Por su retórica incendiaria, agenda ultra-conservadora y tendencias autoritarias, las actitudes y declaraciones del futuro presidente generan polémicas en prácticamente todas las áreas de debate. En relación a la política externa, durante la campaña electoral las declaraciones de Bolsonaro incluyeron la amenaza de salida de Brasil de la ONU, el abandono del Acuerdo de París, y el traslado de la embajada brasilera en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén. El caso de la relación con China no fue una excepción. El histórico de acciones y declaraciones confrontativas del presidente electo acerca del gigante asiático constituyen un elemento de incógnita y preocupación sobre el futuro de la relación bilateral. Tras su asunción, disipó ciertas dudas al recibir a Ji Bingxuan, vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional (Parlamento chino) y enviado especial del presidente Xi Jinping. Allí, según fuentes oficiales, el mandatario brasileño manifestó su “intención de ampliar las relaciones bilaterales con China, independientemente del cambio en el contexto político brasileño y del escenario económico mundial”. Y Bolsonaro destacó la “importancia de diversificar la pauta comercial” bilateral y la necesidad de “ampliar las áreas de cooperación entre ambos países”. Un notorio cambio de actitud con sus febriles dichos de campaña.

Entre las actitudes que habían causado mayor preocupación en el universo sino-brasileño estuvo la gira que Bolsonaro realizó por Asia hace casi un año: visitó Japón, Corea del Sur y Taiwán y excluyó a China. El por aquel entonces candidato dijo: “nuestros viajes por Israel, EEUU, Japón, Corea y ahora Taiwán demuestran bien a quién nos queremos aproximar”. Beijing no demoró en reaccionar, declarando que la visita del candidato a Taiwán viola el principio básico de las relaciones diplomáticas entre ambos países, el reconocimiento de “Una sola China”. La embajada china (que días después recibió como nuevo titular al ex embajador en Argentina, Yang Wanming) expresó profunda preocupación, afirmando que estas actitudes causan turbulencias en la asociación estratégica global entre China y Brasil.

En el área económica, Bolsonaro realizó diversas declaraciones contrarias a la presencia de inversores chinos en el país. Luego de la primera vuelta electoral, Bolsonaro criticó explícitamente la creciente presencia del gigante asiático en el sector energético brasilero, afirmando que “China no está comprando en Brasil, está comprando a Brasil. Vamos a dejar a Brasil en manos de los chinos?”. Se trata de una referencia directa a empresas como State Grid y China Three Gorges, las cuales realizaron importantes inversiones en el país en los últimos años.

Más allá de las hechos y declaraciones, quizás lo más perturbador sea la narrativa general a partir de la cual Bolsonaro analiza la situación de Brasil y el contexto internacional. El futuro presidente parece expresar una mentalidad típica de la guerra fría, en donde visualiza a China como una suerte de amenaza comunista y a Estados Unidos cumpliendo un papel similar al de la década de los ´70s, es decir, evitando la “propagación del socialismo” (sic) y las tendencias izquierdistas en la región. Esta visión de mundo se materializa principalmente en la narrativa doméstica de Bolsonaro, como su reivindicación de la dictadura militar, pero también en su política externa, la cual prevé un acercamiento a los Estados Unidos.

Al día siguiente de las elecciones presidenciales, uno de los principales vehículos de la prensa estatal china, el portal China Daily, publicó un editorial llamando a Bolsonaro de “Trump Tropical” y apuntando que el presidente electo mantiene una postura similar a la del presidente de Estados Unidos. El texto llamó la atención sobre el hecho de que China no cree que las declaraciones de campaña deban ser tratadas con poca seriedad.

“Nosotros no creemos en la suposición popular de que las promesas hechas durante la campaña son sólo para el proceso electoral, o que Bolsonaro presidente naturalmente dejará de lado las palabras más extremas del Bolsonaro candidato”.

La actitud beligerante del futuro presidente no sólo generó preocupación del otro lado del planeta. Gran parte del empresariado brasileño depende del mercado Chino para sobrevivir. China hoy es el primer socio comercial de Brasil, respondiendo por aproximadamente el 20% total de las exportaciones brasileras.

China es una variable fundamental para los sectores de mayor peso de la economía brasilera, desde la agricultura, la minería y el petróleo hasta las áreas de infraestructura y financiera. Los costos económicos y políticos de adoptar una postura confrontativa podrían revelarse fatales para el presidente electo.

Al analizar el fenómeno de la retórica anti-China alrededor del mundo se puede percibir que, si bien criticar a China en la campaña puede ser una fórmula exitosa para ganar votos, la gran mayoría de los elegidos adoptan una postura más pragmática una vez en el cargo, dado lo importante que se ha convertido el comercio y la inversión del país asiático a nivel mundial. Sin ir demasiado lejos, luego de una campaña electoral con numerosas críticas a la presencia China en el país, Mauricio Macri terminó por convertirse al pragmatismo al asumir la presidencia.

Considerando este registro histórico, es de prever una progresiva moderación en las actitudes del gobierno a medida vaya avanzando la gestión. Signos de este cambio de actitud ya se hicieron visibles semanas después de la elección, cuando el presidente electo recibió al embajador de China. Luego del encuentro, Bolsonaro afirmo que China es un “gran socio de cooperación”, calmando los ánimos entre los dos países y enviando una señal tranquilizadora al mercado. Y finalmente estuvo su diálogo con el enviado de Xi Jinping a la jura, ya comentado. Lo mismo sucedió cuando lo visitó el enviado de Xi a la jura en Brasilia.

Sin embargo, las dudas en relación a los próximos pasos del gobierno brasileño aún permanecen. Más allá de la posible moderación y actitud pragmática, la retórica pública contra China ya ha afectado la relación bilateral y probablemente reducirá las posibilidades de involucrar significativamente a Beijing en proyectos de cooperación. La asimetría de poder entre las dos naciones no implica que el nuevo gobierno de Brasil no pueda configurar la relación bilateral de la manera que considere más provechosa, inclusive si esto implica producir un distanciamiento con el primer socio comercial del país. Pero el realismo en política exterior siempre sugiere parsimonia y cálculo estratégico mas allá de las consideraciones ideológicas, especialmente en una nación hace años atraviesa una profunda crisis política y económica.

Entre todos los problemas que aquejan al país en este momento, no sería arriesgado aventurar que a los ciudadanos brasileños les preocupa mucho menos China de lo que la retórica de Bolsonaro sugiere.

(*) Doctorando en la Universidad de Fudan. Máster en Políticas Públicas, Estrategias y Desarrollo por la Universidad Federal de Río de Janeiro

Categorías: Contribuciones

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