Nuevo libro sobre el “socio imperial”
Acaba de publicarse China. Un socio imperial para Argentina y América Latina, del economista, periodista y profesor universitario Julio Sevares. Con un provocativo título (en el texto no hay referencias a un “imperialismo”, pero sí una visión crítica y de algún modo a la defensiva de la expansión china), el trabajo publicado por Edhasa plantea los desafíos que genera la emergencia del país asiático en el Cono Sur.
Sevares, que participa en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) del grupo de Trabajo sobre China, plantea que hay una “ilusión de la relación Sur-Sur con el gigante asiático”, dadas las expectativas que genera su gran mercado, pero afirma que “los ciudadanos chinos no sólo son consumidores en ascenso, sino también trabajadores esforzados cuyas producciones compiten con las de industrias latinoamericanas”.
Analiza el déficit comercial de América Latina afirmando que “la oferta de productos primarios y algunos derivaos no alcanza para cubrir la demanda de importaciones industriales -que precisamente se acelera- con los incrementos de demanda interna que generan las exportaciones”, y recuerda que desde 2010 la región tiene déficit comercial con China, el cual “se explica principalmente por los déficit de Argentina, México, Venezuela y países centroamericanos, mientras que Brasil, Perú y Chile tienen superávit con China”.
Un aspecto “especialmente crítico de relación con Argentina en la política de importación de productos chinos –opina- es la compra de material ferroviario de ese país, la cual fue decidida en forma apresurada para acallar las críticas provocadas por una tragedia ferroviaria al margen de una política de transporte que debería tener en cuenta las posibilidades productivas locales y de asociación con el proveedor extranjero”. Cabe recordar que en rigor el acuerdo de Argentina con China en materia de cooperación ferroviaria data de 2004, así que hay aspectos interesantes de integración nacional (argentina) en los acuerdos, aunque limitadas dentro del contexto de desinversión que hubo por décadas en ese sector, que pocas veces se exploran.
Sobre el swap de divisas, aunque valora el auxilio que tuvo Argentina frente a un ataque del poder financiero global y la restricción externa, sostiene el autor que “hay un intercambio desigual de divisas (y así el) swap refuerza la posición comercial de la oferta exportadora china”.
Lo mismo ocurriría con las inversiones chinas en Argentina y América Latina, los sectores adonde se dirigen, pues “consolidan el esquema comercial” que tendería a primarizar las economías de una región que, en cuanto a competitividad, presenta debilidades en “educación, tecnología e infraestructura”.
Sevares plantea que debería definirse una “estrategia regional” frente a China, salirse del cortoplacismo, que hay una oportunidad y desafíos en toda Asia Pacífico, y que para Argentina “el desafío es, entonces, utilizar los recursos de la exportación y las palancas disponibles, en estrategias públicas y privadas, para saltar a una mayor competitividad y una mejor inserción internacional”.
El libro recorre en diversos capítulos valiosos datos de la actualidad económica china y su potencial así como de los dilemas recurrentes que enfrentan las estructuras productivas de nuestro país y de América Latina en general.
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