Queríamos tanto a Mao
Por haber sido elegido candidato a vicepresidente en la fórmula del oficialista Frente para la Victoria, Carlos Zannini apareció en el foco de varias notas, que aludieron a su pasado maoísta. Antes de que ello ocurriera, en la última edición gráfica de Dang Dai, Néstor Restivo publicó esta nota donde repasó –a partir de las rupturas de los partidos Socialista y Comunista argentinos más la influencia francesa- la experiencia “pro-china” en la Argentina de los años ’60 y ’70, cuando en efecto Zannini participó como militante de Vanguardia Comunista, uno de los grupos maoístas, lo cual le costó años de cárcel. No fue el único, ya que en las ideas del Gran Timonel abrevó una cantidad notable de intelectuales, estudiantes y dirigentes obreros, entre muchos otros Beatriz Sarlo, René Salamanca, Elías Seman, Ricardo Piglia, Juan Gelman o hasta Charly García. Aquí se cuenta esa historia.
–Queríamos tanto a Mao
Néstor Restivo
Desde el rockero Charly García hasta el periodista uruguayo Eduardo Galeano, desde la intelectual Beatriz Sarlo hasta el funcionario kirchnerista Juan Carlos “el Chino” Zannini (qué bueno sería un debate entre ambos, imposible), o desde el pintor Juan Carlos Castagnino hasta los escritores Bernardo Kordon y Ricardo Piglia, el influjo que en algún momento tuvo el maoísmo en el Río de la Plata fue notable. Pese a la distancia y diversidad extremas de realidades sociales, económicas y políticas, el movimiento revolucionario chino tuvo en estas playas adeptos y encandilados. Algunos hoy lo evocan como delirio (incluso otro gran intelectual, Horacio González, que no pasó por el maoísmo, recuerda que en los años ’60 en el Frente Estudiantil Nacional la cosa iba más allá y leían hasta textos del norcoreano Kim Il Sung…); otros mentan cómo el clima de época no puede abstraerse a la hora de analizar modas y tendencias políticas.
Como sea, las fuentes principales para abrevar en esa exótica -para Argentina- corriente ideológica, fueron al menos tres. La ruptura del Partido Socialista en varios grupos, uno de los cuales derivó en Vanguardia Comunista. Luego, la ruptura del Partico Comunista tras la invasión a Checoslovaquia por parte de la Unión Soviética (y antes, la difusión de los crímenes del stalinismo), lo cual llevó a que varios militantes migraran de la órbita de Moscú a la de Beijing, y de ese pasaje nació en parte el Partico Comunista Revolucionario. Y en tercer lugar, en un plano más cultural-ideológico, la influencia que siempre tuvo en cierta intelectualidad criolla la luz que irradiaba París: del Mayo del ’68 y de varios intelectuales franceses flotaron también los perfumes maoístas a los bares de la avenida Corrientes.
La primera vertiente nació del quiebre del PS comenzado a fines de los años ‘50. Cuando el grupo de derecha se va con Américo Ghioldi, otro forma el Partido Socialista Argentino, que a su vez se dividirá en Vanguardia Popular (con Alexis Latendorf), el poco recordado Partido del Trabajo (en cuyas filas llegó a militar Celia de la Serna, madre del Che Guevara) y Vanguardia Comunista, en abril de 1965. Este último, que tenía entre sus fundadores y más destacados militantes a Elías Seman, Roberto Cristina, Rubén Kriscautsky, Abraham Hochman o Jorge Montero, fue el que devino maoísta. Llegó a tener influencia en el movimiento estudiantil y en sindicatos como Sitrac y Sitram -de Fiat Concord y Materfer, respectivamente- en Córdoba, o en el Ingenio Ledesma de Jujuy. Toda la dirigencia de VC fue desaparecida por la dictadura en 1978 justo tras un viaje de regreso de China, vía México. Muchos otros, como Zannini, que entonces era muy joven y no tenía una alta jerarquía en el partido, ya habían sido detenidos antes del golpe y estuvieron años en la cárcel. En el caso del secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, era un cuadro al que hoy sus ex compañeros recuerdan como muy formado en la lucha estudiantil en Córdoba. Tras cuatro años de prisión estudió abogacía y se fue luego a la Patagonia. Nunca habló del tema. De aquella VC hoy levantan su legado los partidos de la Liberación (fundado en 1983, afín al kirchnerismo) y el Revolucionario Marxista Leninista (opositor); siempre las izquierdas, se sabe, serán divisibles en tanto haya más de un adherente a alguna corriente.
El PCR, por su parte, nació entre 1967 y 1968, cuando el mundo progresista se sacudía al compás de los movimientos de liberación nacional, Cuba y la muerte del Che, Vietnam y el enfrentamiento sino-soviético. Para un país periférico como Argentina, en el Sur una revolución triunfante con un héroe nacionalista como Mao (o Fidel) no podía sino seducir. Según sus historiadores, la perspectiva maoísta, tras un coqueteo con el guevarismo y una “desilusión” por los lazos La Habana-Moscú, se adopta en 1972, tras un viaje a China de algunos dirigentes. “El PCR –se lee en Argentina, 1976: estudios en torno al golpe de Estado, libro compilado para el Colegio de México en 2007 por Lida, Crespo y Yankelevich)- encuentra en el maoísmo una base teórica para fundamentar la discrepancia con el rumbo soviético y con las políticas derivadas de la ‘coexistencia pacífica’ kruscheviana que desarrollaba el PC de Argentina”. A partir de allí primará el análisis sobre la base de la puja entre el imperialismo norteamericano y el “socialimperialismo” soviético. Su líder era y es hasta ahora Otto Vargas.
Numerosos comunistas como, para citar a famosos escritores e intelectuales, Juan Gelman o Andrés Rivera se van del PC y pasan por el maoísmo, más o menos tiempo, algunos en tránsito hacia otras definiciones. Esos dos escritores incluso trabajaron para la agencia de noticias Xinhua en Buenos Aires, entonces Nueva Agencia China.
El PCR llegó a tener un amplio desarrollo sindical y de masas en algunas actividades, notablemente en el SMATA cordobés, del cual su líder René Salamanca sería víctima de la dictadura de 1976, entre otros militantes “prochinos”. Sus periódicos eran Nueva Hora y Políticas y Teoría. Antes del golpe, habían apoyado con gran convicción la gestión de Isabel Perón y de su ministro José López Rega, por lo que aún hoy se pasan factura entre militantes de uno y otro sector en textos tan soporíferamente largos como inversamente proporcionales a su caudal electoral. A fines de la dictadura, el partido, proscripto, formó una estructura legal, el Partido del Trabajo y del Pueblo, PTP, y hoy algunos de sus dirigentes apoyan a movimientos piqueteros como la Corriente Clasista y Combativa y no dejan de producir otras curiosidades, como la de acompañar a la Sociedad Rural (junto a la Federación Agraria, donde hay otros antecedentes maoístas) en sus reclamos en defensa de la renta agraria.
Para inicios de 1970 hubo otras dos formaciones maoístas, pero menores: el Partido Comunista Marxista-Leninista y el Partido Comunista Maoísta, que editaban respectivamente El Comunista y Nueva Democracia.
A partir de 1975 el PCR y VC tuvieron encendidas diferencias ideológicas y críticas mutuas, pero antes sus militantes se consideraban “primos” y se cruzaron en actividades como por ejemplo en la revista Los libros, para una crítica política de la cultura (editaba entre 1969 y el golpe y que dedicó varios números a China, incluso a textos de Mao Zedong) y, ya en pleno régimen militar, en la revista Punto de Vista, cuyo consejo editorial lo formaban Sarlo, su pareja de entonces Carlos Altamirano (ambos eran del PCR desde principios de los ‘70) y Ricardo Piglia (vinculado a VC y quien había viajado a China y dado charlas a militantes de su partido), todos los cuales ya habían pasado por Los Libros. Asimismo integraban la redacción María Teresa Gramuglio y Jorge Sevilla o Hugo Vezzetti, ambos de VC. Sevilla a su vez estaba casado con otra dirigente del partido, Beatriz Perosio, presidenta de la Asociación y de la Federación de Psicólogos de Buenos Aires y luego desaparecida. El corpus editorial aunaba las tesis del Gran Timonel con el legado gramsciano y la tendencia estructuralista francesa.
Un documento partidario de VC da cuenta de que Piglia firmaba como Emilio Renzi, Altamirano como Carlos Molinari y Sarlo, como Silvia Niccolini; María Teresa Gramuglio lo hacía con el pseudónimo de M.T.R., mientras que otros dos famosos escritores, David Viñas y su hermano Ismael, lo hacían respectivamente como Gabriel Conte Reyes y Marta C. Molinari.
Sarlo recordó a Arte Política. “El compromiso que Altamirano y yo teníamos con el PCR era absolutamente total. Yo militaba en la revista Los Libros varias horas por día y después me tomaba el colectivo 15 y me iba para el norte a repartir periódicos. Si bien ninguno de nosotros venía de un grupo violento -ni Altamirano, ni Piglia, ni yo veníamos de hacer violencia guerrillera- sino de grupos marxistas-leninistas, la violencia era nuestro horizonte, es decir, sabíamos que la guerra popular revolucionaria era inevitable. Aunque no éramos terroristas en sentido técnico, sí estábamos en un partido en el que la violencia revolucionaria era un elemento absolutamente inevitable de su concepción política”. Y sobre Punto de Vista, desde fines de 1976: “El Centro Editor de América Latina nos prestó una oficina y funcionábamos ahí. En ese grupo estaba casi toda la gente de PdV y otra más. A mediados del 77 nosotros nos ponemos en contacto con Vanguardia Comunista. Nos dijeron: ‘con esta iniciativa que ustedes tienen, nosotros ponemos la plata si ustedes quieren sacar una revista’. Tenía que ser una revista -en la fórmula leninista- en lenguaje esópico. Es decir, dado que nosotros no podíamos firmar y que no se podía hablar de los temas principales abiertamente, se iba a hablar de costado. En agosto del 78 cuando PdV estaba sacando su tercer número desaparece toda VC. Los matan a todos, a todo el comité central y a la conducción política, a aquella gente con la cual nosotros tratábamos. Nosotros -Altamirano, Piglia y yo- no le habíamos dicho a la gente que estaba en PdV que esa plata venía de Vanguardia. Porque era complicarlo más de lo que era necesario. Es decir, era una acción secreta en el sentido leninista del término, no una acción clandestina para la policía, sino secreta también para el resto de los militantes”.
Quien había fundado Los libros era Héctor Schmucler, ex “PC” que había estado en Francia estudiando con Roland Barthes. En un debate que publicó Página 12 entre Schmucler, Altamirano y Piglia, Altamirano recordó: “La posición de Ricardo, que estaba próximo a VC, era que no se podía defender al gobierno de Isabel contra el golpe, porque era el gobierno el que producía la situación que activaba el golpismo, se podría decir. Nosotros decíamos que había una actividad conspirativa que abarcaba civiles y militares y que había una actividad de provocación por parte de la izquierda. Y se va Ricardo. En fin, tres maoístas juntos no podían más que dividirse”. Schmucler, por su parte, dijo: “El PCR había armado un esquema del ‘amigo del enemigo’ que era verdaderamente psicótico. Parece una especie de caricatura grotesca. Y yo creo que sin querer pusieron eso en funcionamiento también en la revista porque la revista había adquirido tonos más sectarios”. Y Piglia: “Yo me voy en el 75 porque la alianza que teníamos con Beatriz y Carlos se empieza a complicar: la gente del PCR, con la que ellos estaban, empieza a apoyar a Isabel… Se produce una especie de diferenciación política y entonces ya no hay acuerdo, y me voy. Viene el golpe, me voy a Estados Unidos por primera vez en ese momento, vuelvo y los tres juntos hacemos Punto de vista”. Cabe señalar que el PCR sostuvo siempre su defensa de Isabel en clave antigolpista y cuestionaba a la dictadura de Jorge Rafael Videla por prosoviética. En verdad, Videla firmó varios acuerdos comerciales tanto con la URSS como con China, adonde incluso viajó personalmente en 1980.
Menos atado a tales disquisiciones, en 1974 Charly García había pasado unos meses por el PCR. “Era maoísta. Iba a reuniones en las que estuvieron David Viñas, Federico Luppi y otros intelectuales… Fui a cantar un par de veces a la villa. ¡El Partido Comunista Revolucionario, boludo..! ¡Ja ja ja!”, le confesó a la revista Rolling Stones. Una de sus actividades fue cantar junto con Nito Mestre en el Complejo 17, un edificio de viviendas ocupadas en La Matanza en una acción dirigida por militantes del PCR. Pero nunca se afilió: “Hablaban de cosas como si los rusos le habían dicho a los chinos que… Era todo un complot mundial, tremendo, y yo tenía que hacer canciones que hablaran de la realidad, sobre ratearse del colegio…”.
Producido el golpe, no hubo diferencias entre los verdugos. Decenas de militantes de este último y de VC fueron desaparecidos, igual que miles de otras organizaciones revolucionarias, armadas o no, y ciudadanos en general.
En el I Coloquio Argentino de Estudios sobre el Libro y la Edición (La Plata, 2012), Adrián Calentano cuenta otros devenires de argentinos frente al fenómeno maoísta. Ya en 1953, a poco de la Revolución y cuando Mao todavía tenía apoyo de Moscú, viajaron a Beijing miembros del PC argentino como Héctor Agosti o el poeta Raúl González Tuñón. Inclusive una revista del comunismo criollo, Cuadernos de Cultura, le dedicó un número a China. En 1955 lo harían Norberto Frontini y María Rosa Oliver, viajeros y activistas del “movimiento por la paz”, impulsado a nivel mundial por los comunistas.
“El movimiento de viajeros tuvo como su organizador principal al escritor realista y agitador cultural Bernardo Kordon, director de la revista Capricornio y de la Casa de la Amistad Chino Argentina. Esta institución –sobre la que se conoce muy poco– fue la encargada de preparar la llegada a China no sólo de los intelectuales comunistas, sino también de los artistas y científicos considerados ‘camaradas de ruta’ e incluso de algunos intelectuales del campo católico. Kordon además fue el autor más productivo de crónicas de viajes a China: entre 1958 y 1985 lanzó cinco títulos, de tiradas amplias, bajo los sellos independientes Leviatán, Treinta Días, Jorge Álvarez, Orión y Buschi”, se lee en el trabajo.
Mercedes Giuffre, de la Universidad de Mar del Plata, ha reparado en ese viaje de Kordon a China, así como los citados de Castagnino y Oliver. Para China Files, la investigadora recordó que los tres fueron recibidos por Mao y que Oliver escribió: “Mao es ante todo un político. La milicia y la estrategia militar son en él fenómenos políticos. La guerra civil fue una guerra revolucionaria. Chiang Kai Shek representaba la persistencia del Viejo sistema, el estado semicolonial, la explotación extranjera, el predominio de la camarilla envilecida, el régimen del terror”. De Castagnino no quedó testimonio escrito. De Kordon sí, y se publica aparte en estas páginas. Giuffre recordó que el viaje comenzó en Viena, cuando un grupo de destacados creadores argentinos asistieron al Congreso por la Paz en diciembre de 1952. “Luego, invitados por la joven República Popular de China, viajaron a la misma en un viejo avión soviético biplano, que los llevó a través de Rusia y Mongolia para finalmente arribar a China. Ellos estuvieron entre los primeros argentinos en iniciar este tipo de viaje hacia la Nueva China, que más tarde continuaría Kordon, reflejándolo en sus libros 600 millones y uno, China o la revolución para siempre y Viaje nada secreto al país de los misterios: China extraña y clara”.
Aun José Aricó, que no se inclinó al maoísmo y fue igual que Agosti un gran introductor de las ideas de Gramsci en Argentina, escribió sobre Mao en los fascículos de la colección Los hombres de la historia, que publicaba el Centro Editor de América Latina.
El idilio de los comunistas soviéticos con los chinos duraría poco también en estas playas. La cúpula del PCA publicó en 1963 un folleto sobre “La posición de los marxistas leninistas frente a los cismáticos trostkizantes del PCChino”, redactado por su líder de entonces Victorio Codovilla.
Volviendo al trabajo de Calentano, también recupera un libro del uruguayo Galeano: China 1964. Por entonces Galeano era un joven periodista de la revista uruguaya Marcha y corresponsal de la revista marxista neoyorkina Monthly Review. “Uno de los aspectos más interesantes de ‘China 1964’ es el intento de Galeano de aprovechar el viaje para acceder a las opiniones de los sectores populares chinos sobre la crisis del comunismo, y con ello chequear la veracidad de los textos de la polémica chino-soviética”, dice el historiador.
El libro de Galeano fue publicado por Editorial Álvarez, una de las principales de los años ’60, fogoneada por otra desaparecida posteriormente, luego militante de Montoneros, Susana Piri Lugones. Carlos Pérez Editor (quien corriera la misma desgracia a partir de 1976) era otro sello editorial fuerte, como Álvarez o el CEAL, con ediciones en cantidades impensadas hoy día, y no podía quedar afuera de la moda. Publicó en 1968 Testigos de China, con testimonios de Kordon, Rivera, Semán, Juan José Sebreli –otro ex maoísta- así como Carlos Astrada, Ricardo Rojo y Carlos M. Gutiérrez, junto con un poema de Juan L. Ortiz, igualmente fascinado por lo oriental.
Análisis y notas sobre China -rastrea el estudio presentado en La Plata- aparecieron entonces en las páginas de las revistas Fichas (1963-1966), Revista de la Liberación (1963-1964), Pasado y Presente (1963-1965) y Capricornio (1965, 2º ép.).
Cientos o miles de jóvenes argentinos, enfrascados en fogosas discusiones sobre “la contradicción principal y secundaria”, el nacionalismo o las luchas de liberación nacional, sobre si seguir o no a Perón como el líder revolucionario, leían además las citas de Mao o sus libros, por ejemplo Problemas de Estrategia Militar, que publicó en 1965 Editorial Horizonte para su colección Liberación. VC editó ese mismo año, a través de su editorial No Transar (otras de sus publicaciones teóricas eran Cuadernos Rojos y Temas Revolucionarios), tres folletos sobre el maoísmo. Y su líder Seman incluso publicó un artículo en el periódico internacional chino Pekín informa. La edición rioplatense de las Obras escogidas de Mao Tsé Tung aparecerá en 1969. Leerlas en forma completa era para los maoístas criollos un deber, como las de Lenin para los comunistas “rusos”. Dice Calentano que esa edición materializó “el vínculo que desde 1964 el activista cultural y editor de La Rosa Blindada, José Luis Mangieri, había comenzado a tramar con su par Vicente Rovetta, quien estaba a cargo de la librería y editorial Nativa Libros y era un activo animador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el grupo de jóvenes maoístas escindidos del Partido Comunista Uruguayo en 1963”. Porque el maoísmo no pegó sólo en Argentina, que estaba lejos de ser el único país con adherentes, e incluso hubo otros vecinos que llegaron más lejos en su maoísmo, como la izquierda peruana y su ruta posterior hacia el MRTA o Sendero Luminoso, el FAC-MLN de México o el PRML de Chile, entre otros.
En cuanto a la influencia francesa, hay varias pistas. Un destacado militante maoísta argentino, asesinado en 1969 en Buenos Aires durante una marcha contra la visita que Nelson Rockefeller, gobernador del estado de Nueva York, realizaba a Buenos Aires como enviado de Richard Nixon en una gira latinoamericana, fue Emilio Jáuregui, periodista y secretario general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa, Fatpren. Jáuregui estaba ligado a VC y en su juventud había estudiado en la Sorbonne, donde teóricos como Jean Paul Sartre o Albert Camus lo deslumbraron. Se citó ya el caso de Schmucler estudiando con Barthes (con cuyo grupo Tel Quel viajó a China en 1974), o podría mencionarse la influencia de varios franceses en el pensamiento de Sarlo, o el paso por Francia de Emilio de Ipola y su esposa de entonces, Susana Torrado. Ambos mamaron allí las clases donde se debatía a Louis Althusser, cuyos seguidores eran maoístas. Ipola señala en el libro La Izquierda en la Argentina, de Cuadernos Argentinos/Manantial, 1998, que en Francia se sabía poco y nada de la verdadera China de esos años, en plena Revolución Cultural maoísta. “Teníamos una China imaginaria, que no por ser imaginaria era mala, sino porque era rotundamente falsa. Éramos prochinos desde París”.
Numerosos intelectuales franceses abrevaron en algún momento de su trayectoria en el maoísmo, en un escenario donde el mayo de París en 1968 fue central. Por convicción ideológica, política, pero acaso también por la culpa de pertenecer a un ex país colonialista en Indochina; el mismo fenómeno se vio con quienes adhirieron a causas pro liberación de países árabes que habían sido sometidos a Francia, sobre todo Argelia.
Acaso el primero y fundador de la corriente maoísta francesa fue el sociólogo Robert Linhart. Otros han sido los filósofos Alain Badiou y el citado Barthes, quien en 1974 visita China y volvió muy entusiasmado. Al morir Mao en el 76 los seguidores de otro ilustre, Sartre, empapelaron los monumentos de París con su retrato enlutado. El filósofo dirigía el diario La Cause du Peuple y allí elogió a Mao y lo distinguió de Stalin. El escritor Benny Lévy, que era su secretario privado, también fue un líder maoísta galo. Había lacanianos maoístas, aunque no el propio Jacques Lacan. Otro famoso fue el filósofo André Glucksmann, luego reciclado a derecha. En fin, varios que tuvieron un fuerte impacto en pensadores argentinos formados en esos años.
PUBLICAR COMENTARIOS