Voz de académicos

30 enero, 2015

Frente a la visita de la presidenta de la Nación a China, Dang Dai reproduce esta nota de su edición gráfica Nº 10 en la cual académicos de diversas universidades argentinas proponen acciones al Estado para sacar mayor provecho de la relación bilateral. El diseño de una estrategia de largo plazo, la articulación entre Estado, sector privado y academia y la coordinación de las acciones públicas asoman como imperiosos ejes de acción. Lamentablemente, los medios le dan más cabida a los “opinólogos” todo terreno -en general vacuos críticos de todo- que a quienes siguen el tema con profundidad.

Foto de Leandro Teysseire/Dang Dai


China en la lupa de la academia

Néstor Restivo

La visita, en julio, del presidente Xi Jinping a la Argentina, anticipada en exclusiva por Dang Dai en su versión online del 13 de enero de este año, consolidó un proceso de integración que desde ese viaje asumió la categoría de “relación estratégica integral”, la segunda más importante que ofrece la República Popular China en su complejo sistema de jerarquías de su política exterior. Sólo la supera, según explicó recientemente el académico Jorge Malena en un seminario de los institutos del Servicio Exterior de la Nación y de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata, junto con la Universidad del Salvador, el estatus de “socio cooperativo integral”, que China sólo ha firmado  con Rusia y los países que dan al Mar de China.

Detrás de los acuerdos firmados por Xi y la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner hay miles de acciones cotidianas que concretan el intercambio comercial, la cooperación financiera y tecnológica y un creciente conocimiento cultural y social entre ambos países. No necesariamente de la mano de los Estados, al menos en el caso argentino. Sin embargo, y más allá de la acción privada, marca la línea directriz del proceso un conjunto de decisiones que emana de viajes presidenciales, ministeriales, de organismos públicos, de gobernadores y de intendentes que sin cesar cruzan de un país a otro. Frente a la creciente importancia del rol de la República Popular China en la política exterior argentina, ¿qué debería hacer el Estado nacional para coordinar mejor ese vínculo de enormes consecuencias y para potenciar en su propio interés la relación? Dang Dai consultó a varios académicos al respecto. Desde las relaciones internacionales, la ciencia política o la economía, según sus objetos de estudio,  expresaron un abanico de ideas que van desde la formación de una unidad especial en lo más alto del poder de la administración pública hasta estrategias multidireccionales que den forma a un vínculo crucial para la actualidad y para los años por venir.

En todo caso, hubo una coincidencia generalizada en brindar una fuerte prioridad a lo que está ocurriendo con la vinculación con China y al Asia Pacífico, aun sin descuidar otros espacios entre los que obviamente se destaca prioritariamente la propia región sudamericana.

Otro hilo conductor, dotar de mayor dinamismo la acción pública, en particular la diplomática, y empresaria para encarar la relación con Beijing, asumiendo que hay aún un gran desconocimiento y una dotación de recursos escasa.

En una reunión a mitad de año en Cancillería, organizada por el Conicet y su similar chino, el Cicir, Sergio Cesarín afirmó: “China nos interroga. Nos fuerza a debatir nuestra integración en Sudamérica, que al menos deberíamos lograr en una convergencia. ¿Nuestra agenda traduce los intereses de China o nuestros propios intereses?”, planteó. Y Eduardo Oviedo, uno de los anfitriones, puso bajo la lupa la necesidad de revisar una estrategia que, en su opinión, lleva a reprimarizar la economía argentina y a repetir esquemas de “centro-periferia”, tesis que contrastan otras voces.

La visita de Xi, como luego la que una vez más e inmediatamente hicieron a Beijing varios funcionarios (los ministros Axel Kicillof y Julio de Vido, los presidentes del Banco Central y de YPF, Juan Carlos Fábrega y Miguel Galuccio respectivamente, así como pocos meses atrás otros numerosos funcionarios y el de la propia jefa de Estado en febrero de 2015) desató una nueva ola de debates sobre el lazo bilateral, un tema que no es exclusivo de Argentina: China es hoy el primer socio comercial de más de un centenar de naciones y en todos los casos se generan discusiones sobre los riesgos y oportunidades, los costos y beneficios de ese cuadro de situación.

¿Un China Desk?

Desde 1981, José Alberto Bekinschtein residió muchos años en China como diplomático primero , empresario hasta hace poco y es actualmente consultor y profesor universitario.  Da un primer indicador del desafío a encarar: el de las asimetrías y la relevancia (o irrelevancia) mutua de ambos países. No sólo las asimetrías “dadas” de tamaño de mercado o centralidad en la toma de decisiones, por las diferencias de sistema político, sino las de visión e identificación de los intereses propios, de largo plazo. Hace diez años, cuando hubo intercambio de visitas entre los presidentes Néstor Kirchner y Hu Jintao y se dio pie a la relación “estratégica”, ya planteaba esa preocupación. “Políticas públicas nacionales –decía- no pueden ser remplazadas con la aceptación de propuestas formales como los Acuerdos Estratégicos. A la fecha China ya debe haber firmado 50 de ellos y unas decenas de los llamados ‘comprehensivos’.  No remplacemos las políticas de estado que nos debemos con fuegos de artificio (chinos, por supuesto)”. Y planteaba, por ejemplo, el “establecimiento de un China Desk, un nodo que provisto de un mapa general de la relación, pudiera proponer las líneas de acción y negociación en áreas aparentemente disímiles pero siempre conectadas, como infraestructura, compras del estado de bienes de equipo y transporte, participación de la industria local, política comercial,  acuerdos de libre comercio de nuestros competidores que pueden darles ventajas en el mercado, inversiones, barreras fitosanitarias, protección del ambiente, facilidades financieras y cambiarias, para citar algunas”.

Ahora señala que es imperioso, primero, “reconocer” la calidad estratégica y la magnitud inédita del desafío del renovado papel de China en el mundo; tener “claridad” acerca de qué intereses y objetivos son prioritarios para la Argentina “y de ser posible, para otros países de nuestra región”.  Reconoce que habrá intereses contrapuestos, donde aquellos actores económicos beneficiados por una vinculación basada en la provisión de recursos naturales “virtuales”, o sea incorporados a granos, minerales o fibras, destacarán la oportunidad, el Eldorado chino, acompañados por los consumidores beneficiados y las  industrias de ensamblado o con poco grado de integración local. En cambio, las industrias de base o con integración significativa y sindicatos vinculados a esas actividades destacarán los términos de una relación que consideran inequitativa y hasta fatal, señala. Por eso reclama una “una estrategia inteligente que, si no consensuada, sea al menos discutida hacia adentro”. Y completa: “Un David  desorientado, empujado por intereses pequeños, lleva todas las de perder ante un Goliat perspicaz. Como siempre, las cosas serias no pueden dejarse en manos invisibles, ni las del mercado ni de las de corruptelas, influencias o simples impericias. Dicho de otro modo, las decisiones que no se tomen en Buenos Aires, se tomarán en Zhongnanhai, a unos metros de la Ciudad Prohibida”.

El tema de las asimetrías también fue señalado como un primer abordaje por Juan Quintana Uriburu, quien vivió varios años en Taiwán hasta 2013 y formó el Centro de Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Asuntos Internacionales de la Universidad Chengchi, en Taipei. Son muy evidentes, sostuvo, “en términos económicos y geopolíticos, como preocupantes en términos de atención y de preparación. Es decir, a la mayor relevancia político-económica de China debe añadirse el conocimiento mucho mayor que el gobierno y los empresarios chinos tienen de nuestros países y de nuestra cultura que aquel que los latinos –en general, y los argentinos en particular– tenemos sobre ellos”, una “deficiencia de conocimiento (que) es un lujo que no podemos darnos, tanto por la creciente importancia de China a nivel global y regional, como por el volumen de inversiones que nuestro país imperiosamente necesita en infraestructura (ferroviaria y portuaria) y energía (en materia hidrocarburífera, hidroeléctrica y nuclear)”.

Avanzando en instrumentos para encarar el tema,  reclamó la “conveniencia de contar con órganos especializados que, dentro de sus respectivos ámbitos, promuevan y faciliten la comunicación, comprensión e interacción entre tan disímiles interlocutores. Una estrategia empresarial adecuada contemplaría la canalización de la relación con un China Desk –tal como los de un creciente número de instituciones, predominantemente financieras (ICBC y HSBC –cuyo China Desk fue el primero en el país) pero también empresas como la sociedad estatal Trenes Argentinos Cargas y Logística”.

Otra herramienta sugiere Jorge Malena, de la Universidad del Salvador y otro de los mayores estudiosos de China en Argentina, quien entiende la necesidad de un ente gubernamental que reúna a los sectores que dan sentido a la interacción (gobierno, empresas, universidades). “Este ente gubernamental entendería no sólo en lo relativo a las relaciones con China, sino también en los lazos con Asia Pacífico en su conjunto. La causa es que todo el Nordeste de Asia, los países de ASEAN y Oceanía constituyen una gran oportunidad para nuestro país”, dijo el académico, y citó el antecedente del Comité Nacional para el Asia Pacífico creado hace unos años pero caído “en desuso a fines de la década de 1990 por cuestiones políticas”. El CONAPAC, recordó Malena, era presidido por el ministro de Relaciones Exteriores, tenía una Asamblea General, un Consejo Ejecutivo y una Secretaría Permanente a cargo de la Dirección de Asia y Oceanía de la Cancillería, siendo que la  Asamblea estaría compuesta por funcionarios de diversas carteras del Estado nacional y provinciales que se manifestaran interesados, empresarios miembros de los Comités mixtos bilaterales que funcionan con los países de Asia y el Pacífico y representantes designados de universidades e institutos de estudios “cuya trayectoria y significativa contribución al conocimiento de Asia y el Pacífico atraiga la atención del Comité Nacional”.

Argentina –en rigor de verdad, prácticamente todos los países- agrupa su política exterior por área geográfica. En el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, China está contemplada en el Departamento de Asia y Oceanía. Y otros ministerios tienen políticas de abordaje del tema, que van desde el grupo de vinculación tecnológica con Asia del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación Productiva junto con el Conicet hasta los cursos de chino mandarín que realiza el Ministerio de Planificación Federal.

En otros países, según averiguó Dang Dai, la envergadura de un país o de un grupo amerita una unidad específica. Si tomamos las dos mayores economías americanas, la de Estados Unidos (además la mayor del mundo, y para algunos analistas uno de los polos del virtual Grupo de los 2 –G-2- del mundo actual) y la de Brasil (principal socio de Argentina en los últimos años) hay organigramas diferentes. En Washington existe en el Departamento de Estado toda un área dedicada a China y está a cargo de la Subsecretaría para el Este Asiático y los Asuntos del Pacífico. Y en Itamaraty, la Subsecretaría General de Política tiene una División de China y Mongolia dentro del Departamento de Asia Oriental (así como la hay de Japón y Corea y otra para ASEAN). La cancillería brasileña tiene asimismo un área específica sobre el BRICS, que incluye a China, como la hay para el Mercosur. Pero no hay unidades específicas para China, como no la hay –por ejemplo- para Argentina salvo en el Mercosur. Finalmente China tiene 14 categorías en sus asociaciones con países, que en el caso argentino pasó de “estratégica” (2004, intercambios de viajes de Néstor Kirchner y de Hu Jintao) a “estratégica integral” (en la reciente visita de Xi Jinping a Argentina, hace dos meses). En la mencionada sesión académica en el ISEN, Malena hizo una minuciosa radiografía de las categorías chinas, para nada simples, entre asociaciones, cooperativas, estratégicas e integrales, pero además subdivisiones en amistosas, importantes, tradicionales, de mutuo beneficio… catorce en total, que acaso provengan de la vieja herencia imperial y de las relaciones del poder central con los reinos que se asociaban.

Trama comercial

Desde luego, la especificidad china para muchos países, para Argentina también, tiene en la relación comercial un dato crítico. Es nuestro segundo socio comercial, sólo superado por Brasil, y tanto su perfil (productos primarios por manufacturas) como su balance (deficitario para Argentina) han sido puestos en cuestión.

Según Félix Peña, del Instituto de Comercio Exterior de la Fundación ICBC, hace falta una articulación muy afinada con aquellos países (el caso de China, pero también Estados Unidos, la Unión Europea o Brasil) que por su dimensión o capacidad económica puedan atraer a un número amplio de competidores. Lo recomendable, señaló, sería “concentrar la capacidad gubernamental para tal articulación en un funcionario de alto nivel, con fluido acceso al poder político y al sector empresario. En la organización gubernamental actual, tal funcionario debería estar, por ejemplo, en la Cancillería. La figura de embajadores especiales –con rango de Subsecretario- para el desarrollo de las relaciones estratégicas con cada uno de los países más relevantes para la inserción de la economía argentina en el mundo, tal el caso de China, parecería ser lo más apropiado”. Para Peña, su eficacia dependerá sin embargo de que pueda “ser percibido por el otro gobierno y sus empresas, como quien tiene dentro de nuestro país la capacidad efectiva de ser interlocutor válido y canal de comunicación con quienes adoptan decisiones, tanto en el plano gubernamental como en el empresario. El acceso directo a su teléfono debe simbolizar tal capacidad”.

Y Gustavo Girado, de la Universidad Nacional de La Matanza y la UBA, cree en cambio que un China Desk hubiera sido correcto en la década de los 90, con mucho menos intercambio comercial. Hoy, sostuvo, “China es tan importante para Argentina que no debe haber un lugar que concentre la atención del vínculo, sino que todas las instancias estatales debieran estar preparadas para hacerlo, como sucede con todos los países importantes con los que Argentina se relaciona”. En su opinión, debe considerarse a China como “un actor relevante para el país, al punto que en los departamentos específicos que tratan de las relaciones de Argentina con sus socios sí debería haber un conocimiento mayor sobre esta economía. Es necesario contar con funcionarios que sepan hablar chino mandarín, sí, pero en cada instancia que tenga trato con China, y no reservar ese conocimiento a una instancia específica de la cual se dependería para progresar en la relación. Y no sólo la lengua, sino un cabal conocimiento de las cuestiones que nos separan de China, que incluyen el terreno cultural. Si un Ministerio debiese tratar con intereses que involucren a China, creo que debiera contar con recursos adecuados y no tener que solicitar a otras instancias los recursos humanos especializados”.

Mariano Turzi, de la Universidad Torcuato Di Tella, y Cristina Reigadas, del Instituto de Ciencias Sociales Gino Germani de la UBA, han viajado recientemente a China y contactado a diversos interlocutores del área política. Para Turzi, “aún falta para que la relación con Beijing sea un verdadera política de estado” y “la coordinación interministerial puede mejorar mucho, no hay un locus de autoridad (política o intelectual) que pueda aunar intereses diversos y trascender conflictos sectoriales. Hay que pensar en la cómo ganar la próxima década, de aquí al 2024. Una política de estado sería el inicio de una estrategia de país: que involucre a gobierno y oposición, a los niveles de gobierno nacional y subnacional, a sector público y a sector privado, al corto y al largo plazo”. En tal sentido, cuestionó que “todavía el conocimiento de la dirigencia política y empresarial sobre la que se estima será la primera economía del mundo a fines de este año no ha tomado nota. Son pocos los tomadores de decisión que pueden identificar más de tres ciudades de la República Popular China, y menos aún los que conocen los nombres de sus máximos líderes”. También, que haya en su parecer “una peligrosa combinación de ignorancia e impericia, que ha llevado a nuestro país a subutilizar capacidades de negociación y a desaprovechar el potencial de una asociación verdaderamente estratégica. La Cancillería –por ejemplo- cuenta con una organización por áreas geográficas y tiene el equivalente a un China Desk. Sin embargo, el liderazgo que tiene en este momento hace que todos los recursos con los que cuenta –técnicos, humanos y materiales- vean sistemáticamente impedidos o malogrados sus esfuerzos de trabajo. Existen cuadros técnicos preparados en todos los ministerios involucrados en la relación bilateral”, pero se carece aún de acción conjunta, estimó.

Por su parte, Reigadas considera que el rol protagónico de China “en la economía, las finanzas, el comercio y la política mundial  y su alianza estratégica integral con nuestro país constituyen motivos más que suficientes para que  China ocupe un lugar preferencial en  las oficinas gubernamentales y no gubernamentales de nuestro país”. Pero más allá de comercio e inversiones, dice, “las relaciones bilaterales o multilaterales deberían asumir como contexto y  perspectiva  la reestructuración del orden mundial y los desafíos de la gobernanza global, cuestiones prioritarias, por otra parte, para el establishment político-académico chino”. Específicamente para la República Popular, reconociendo que China basa su política exterior en dos principios básicos: cooperación y diferencia (es decir un mundo “armónico y justo” y un “estilo chino” de hacer las cosas) debería potenciarse el lazo bilateral sabiendo que China  tiene la voluntad y la capacidad de impulsar una reestructuración del orden global y  Argentina, una vocación bicentenaria por repensar su propia identidad en el sistema mundial. Para la académica, “no será sólo ni principalmente creando  nuevas oficinas que repliquen los viejos formatos de la política y del comercio internacional  sino  multiplicando los  ámbitos de conocimiento sobre China y las instancias de encuentros, diálogos  y aprendizajes mutuos”, más aún considerando que hay una “relativa vacancia” en nuestro medio sobre los sistemas chinos de representaciones y  pensamiento,  las ideas y paradigmas que subyacen a sus planes de desarrollo y modernización, el modo en que vinculan la ética y la política, los debates sobre democracia, derechos humanos, promoción de la sociedad civil y de espacios públicos, de migración, salud y familia, los sistemas educativos, científicos y tecnológicos e inclusive  las expresiones artísticas contemporáneas.

Anillos y centralización

Economista de la Universidad Nacional de Rosario, Silvia Simonit aconsejó la formación de un organismo de formato anular. Por ejemplo, propuso, “una buena alternativa sería que el primer anillo estuviera conformado por un Consejo para la Promoción del comercio internacional y la Cooperación económica, tecnológica, ambiental y cultural, y que los restantes anillos fueran integrados por Comisiones especializadas definidas en función de las diversas dimensiones de relacionamiento en un esquema radial constituido por tantos ejes como temáticas y sectores económicos tejan la red”. Esas anillas, dijo, deberían caracterizarse  “por dos aspectos fundamentales: primero, por una integración representativa y articulada de todos los sectores involucrados en las relaciones entre China y Argentina, y segundo, por una comunicación eficiente y eficaz para la toma de decisiones sobre acuerdos, implementación, monitoreo, evaluación”.  Y a fin de desarrollar una articulación integral de las políticas y estrategias aplicables (relaciones exteriores, economía, obras públicas, ciencia y tecnología, entre otras), “la órbita de la Presidencia de la Nación resultaría la más adecuada considerando el rol del Consejo como representante de Alto Nivel en foros y organizaciones internacionales, y previendo su expansión e instalación de oficinas representativas en el exterior”.

También economista, Julio Sevares, del grupo para China del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), la participación del Estado en las relaciones económicas con el exterior, en articulación con el sector privado, es “indispensable, como lo muestra la experiencia propia e internacional. Pero esa participación es mucho más importante en las relaciones con economías planificadas como la china, donde las decisiones de los gobiernos central o local son decisivas para la mayoría de las operaciones económicas, y donde las empresas públicas o de capital accionario con participación estatal, son grandes actores del comercio exterior, el financiamiento y las inversiones”. Para él, es necesario reforzar la representación comercial en términos de personal y de despliegue geográfico. Internamente es indispensable, coordinar las actividades de organismos públicos nacionales y provinciales involucrados en la promoción de las relaciones económicas con China, cuyas tareas muchas veces se solapan con un desperdicio de trabajo y de recursos.

El docente e investigador de la UBA y el Conicet, Ariel Slipak, estimó que “los funcionarios de las distintas oficinas estatales ostentan diferentes saberes específicos y ninguno debe ser ignorado. Sin embargo, la centralidad para la planificación del desarrollo que tiene el vínculo con China, exige que el mismo no pueda tratarse de manera dispersa desde múltiples oficinas sin coordinación. La Cancillería, junto con los ministerios de Economía, Producción y Agricultura, deberían tener un espacio especial para trabajar la vinculación con China, que centralice las diferentes áreas específicas”. Y juzgó importante que cada país de América Latina debería “abandonarla estrategia de negociación bilateral con China y comenzar a identificar intereses comunes para entablar vínculos como región con China, de manera tal que en negociaciones comerciales no se profundicen las asimetrías entre los países”.

Cuadros privados

Desde la Universidad de Georgetown (Estados Unidos), el argentino Gonzalo Paz indicó que “nos debemos un debate sobre China, un debate a fondo sobre nuestra viabilidad para el desarrollo, en el sector público pero también en el sector privado. Creo que en ambos debemos especializarnos. A nivel estatal, la Dirección de Asia y Oceanía de Cancillería no ha variado en estos años su cantidad de personal, pese a la importancia que adquirió esa región para Argentina. Pocos diplomáticos quieren viajar allá, y muchos que van lo hacen a disgusto. Seguimos con una visión decimonónica y la diplomacia no escapó a eso. No hemos ajustado estructuras del gobierno y de las empresas, pese a que no es lo mismo hacer negociaciones comerciales con un país pequeño o vecino que con otro como China. Hay que capacitarse más. El Libro Blanco de 2008 de China no recibió de nuestro país, ni del resto de América Latina, una respuesta a esa invitación al diálogo que suponía. Necesitamos más capacidades, Asia requiere mucha especialización, es un partido muy serio el que estamos jugando, crucial para nuestro futuro. Todo lo que sea improvisación será penosamente pagado”.

En 2012, la Untref se sumó a las universidades que aportan al tema del entendimiento con Asia Pacífico e India. El director de esa Especialización en Economía y Negocios, Carlos Moneta, sostiene como conclusión que la organización de los sistemas institucionales encargados de la formulación y manejo de la política externa y, en particular, la Cancillería, responden a “concepciones que tenían vigencia muchas décadas atrás, en otro modelo de organización, información y conducción de las áreas prioritarias para el quehacer internacionales de un país”, y que por tanto ya “no responden adecuadamente a los desafíos que imponen la velocidad y complejidad de los procesos de cambio y transformación en marcha en el sistema internacional-transnacional. Se registra una brecha sustantiva entre la complejidad y dimensión de los procesos y la capacidad nacional de aprehensión y generación de  respuestas adecuadas a los mismos”.

El caso de los crecientes y multidimensionales vínculos que se están generando en primer lugar, con la República Popular China y luego, con los restantes países de Asia, constituyen un relevante ejemplo de las dificultades que enfrenta el país en esta materia, señala, y ejemplifica con la forma “burocrática” de organizar embajadas, malgastando recursos humanos y materiales, sin tener en cuenta “la especificidad y diversidad de la contraparte”. Para Moneta, “China, un país-civilización que se encuentra entre los primeros de rango global, tanto en el campo económico-comercial, como en el financiero, industrial y científico-tecnológico, reclama que nuestras unidades de servicio exterior allí destinadas deberían, junto a un adecuado número de diplomáticos, contar con un equipo de calificados especialistas en las distintas disciplinas y sectores que sean considerados de importancia estratégica por nuestra parte. Este criterio debería regir para la configuración de todas las representaciones externas de Argentina en el mundo. Ese personal no necesariamente debería formar parte integral de la Cancillería, pudiendo tratarse de funcionarios de otros Ministerios en préstamo o especialistas contratados temporalmente”.

Juan Pippia, de la Universidad Argentina de la Empresa, considerando que la relación en cuestión, en su carácter de estratégica, fue la que más velozmente evolucionó en la historia de la política exterior argentina, y con la particularidad de su complejidad tratarse de una nación asiática y que “holgadamente se diferencia de otras relaciones estratégicas que ha tenido Argentina, como com Gran Bretaña, EE.UU. o Brasil”). Por consiguiente, plantea, es “bienvenida la idea de crear un China Desk que tenga el foco en la relación bilateral y jerarquice el seguimiento de los intereses argentinos en cuanto a China” Para Pippia, debería tener la jerarquía de  una “Dirección General de Relaciones con China” en el marco de la Cancillería, pero como organismo “autónomo y apartidario”, formado por funcionarios ingresados por “concurso público” y “estar compuesto por analistas, expertos y funcionarios de las distintas áreas y especialidades donde hay políticas, acuerdos o programas con China”. La repartición debería tener entre sus responsabilidades:  Investigar y seguir las tendencias referidas a China en general y a los intereses de Argentina en relación a China; investigar y dar a conocer oportunidades y amenazas que se visualicen; asesorar a las distintas esferas ministeriales, al Poder Legislativo y a los distintos niveles de gobierno en temas de su competencia; prestar un espacio para la coordinación de las distintas políticas, acuerdos y programas que realicen los distintos niveles de gobierno (Nación, Provincias y Municipios) con el fin de no duplicar esfuerzos y no generar contradicciones.

Finalmente, otra coincidencia de los consultados fue la necesidad determinar objetivos claros de largo plazo y un grado de imprescindible consulta y concertación entre los principales agentes públicos y privados, una tríada  Gobierno-Sector Privado-Especialistas como alguna vez sugirió Jorge Sábato, que en este caso podría contribuir a optimizar la tarea de desarrollar los lazos de Argentina con China.  

Categorías: Política

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