“La Salada”, una película coral

4 abril, 2014

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Mercedes Halfon escribe sobre La Salada, la película del chinoargentino Juan Martín Hsu, que fue premiada en el Festival de San Sebastián y compite en la Sección Internacional del BAFICI.


En el mismo lugar donde setenta años atrás existió un popular balneario con una laguna natural y tres piletas artificiales al que acudían multitudes de porteños a recrearse está ubicada hoy la Feria de La Salada. Un lugar que se ha convertido desde comienzos de los años 90 en un inmenso polo comercial ilegal al que -también- acuden diariamente miles de personas. En principio es un paraje donde la aparente homogeneidad cultural de Buenos Aires y sus alrededores se ve refutada: coreanos, chinos, bolivianos, taiwaneses, peruanos y argentinos de diversas provincias conviven e intercambian mercaderías y también lenguajes, experiencias, voluntades. La Salada parece traer al presente aquella antigua -bajomedieval- idea de la feria como un espacio en el que a través de los intercambios, de los vínculos comerciales, se abren nuevas posibilidades, relaciones, formas de vida, la fundación de una civilidad nueva.  

La Feria de La Salada, en sus veinte años de existencia, ha inspirado notas, crónicas periodísticas, dos libros, documentales y ahora llegó el momento de un filme de ficción. Fue Juan Martín Hsu, argentino de ascendencia china, el que percibió que más allá del trasfondo “multiculturalista” patente en este lugar, había una serie de historias que valían la pena. Un espacio y un tiempo propicio para ser narrado. En el año 2007 comenzó con el proyecto de un guión que ha ido mutando, creciendo, profundizando en diversas direcciones. Obtuvo, entre otros galardones, la beca de la Fundación Proa para desarrollo de primeras películas, que le permitió iniciar el proceso en 2007 y el año pasado el importantísimo premio de la Industria en el Festival de San Sebastián en la categoría Cine en Construcción, que le permitió hacer la postproducción de la versión definitiva que hoy se muestra en BAFICI. “En el principio tenía varias ideas muy generales que me venían rondando en la cabeza como el tema de la inmigración, pero en ese entonces todavía no lo había vinculado con mi propia experiencia personal, aunque era muy obvio que tenía que ser así siendo hijo de inmigrantes. Por otro lado yo conocía la Feria de La Salada hacía varios años por algunos amigos y conocidos coreanos que tenían puestos ahí y en cada visita que hacía siempre me pareció un espacio sorprendente desde lo visual hasta la infinidad de historias que cuenta el espacio y la gente que lo visita. Hasta ese entonces las ideas que tenía para trabajar eran todavía muy teóricas y hasta puramente estéticas. Por eso el trabajo de escritura con el guión fue muy largo y tedioso porque tardé muchísimo tiempo en encontrar y descubrir qué era lo que realmente quería contar. Este proceso me llevó cinco años, di vueltas en algunos talleres de desarrollo de películas como el Taller Proa donde conocí a Rodrigo Moreno quien me ayudó mucho a poder concretar y pensar la escritura inclusive en la etapa final de pre producción de la película estando a dos semanas para empezar a filmar. Una vez terminado el rodaje, sobrevivido y salir bien parado, con Anita Remón, la montajista, nos encontramos con un material muy crudo que hubo que pulir exhaustivamente hasta encontrar nuevamente la película que estaba debajo de toda esa inmensa cantidad de material filmado. Luego de siete años de proceso, hoy la película se estrena en el BAFICI y es una alegría poder ver plasmado el trabajo, en el festival que uno ha acudido como espectador año tras año.”

El coro y los solistas

La Salada es una película coral, pero no hiperbólica, sino discreta. De las centenares de historias que seguramente pueblan la feria, Hsu se redujo a tres: la de Huang, un joven taiwanés confinado a vivir en un reducido espacio que sólo se expande con las películas que copia y las lacónicas conversaciones telefónicas que tiene con su mamá en la madrugada argentina; la de Bruno, un jovencito que acaba de llegar de Bolivia con su tío y comienza un largo deambular por trabajos y lugares donde dormir; y la de Yun Jin, una hermosa chica coreana de clase media alta que se ve sometida a las decisiones de su papá. Cada una de ellas a su vez se extiende módicamente a las personas con quienes traban contacto. Huang charla e intenta conquistar a una madre soltera que trabaja como seguridad de La Salada. Bruno consigue trabajo -gracias a un compatriota mejor instalado que cuenta con un pasado como “químico” destilador de cocaína- en un restaurante coreano y de ahí su vínculo con esa comunidad crecerá insospechadamente. Yun Jin traba amistad con un joven argentino que intenta seducirla mientras ella prepara su casamiento inducida por su papá. Este -el señor Kim- también es un personaje rico, encargado de abrir y cerrar el filme con su singular afición al golf, los karaokes y el whisky de baja categoría.

Juan Martín Hsu cuenta sobre las tres historias: “Las tres contienen situaciones basadas en mi propia experiencia personal o de gente cercana a mí. Estas ideas existían antes que los personajes mismos y los personajes fueron apareciendo a partir de estos disparadores. Por eso busqué historias que de alguna manera estuviesen cerca de mi vida y por eso la elección de que sean personajes de las últimas inmigraciones en la Argentina. Otro motivo es que las historias tenían que ser heterogéneas y que los personajes se encontrasen en las diferencias. La elección de la historia de la chica coreana y su padre, también nace a partir de conocer a amigos y compañeros de esa colectividad en mi adolescencia y me sentía muy cercano a ellos porque encontraba una y otra vez todo tipo de semejanzas en las costumbres y por sobre todo en la manera de relacionarse los hijos con los padres. En cuanto a la historia del adolescente boliviano, la idea empieza por la novela Bolivia Construcciones de Sergio di Nucci. Me interesaba el mundo que se construía y me dio el pie para trabajar un personaje que se fue reelaborando con algunos amigos bolivianos que conozco y a su vez con los propios actores. Por último, la elección del  personaje taiwanés tiene que ver con mi propia ascendencia y puede decirse que algo de autobiográfico existe en este personaje como por ejemplo el hecho de que mi madre viva en Taiwán.”

Esa pluralidad cultural está sostenida por un modo pausado y respetuoso de aparecer en pantalla. La retórica que utiliza La Salada consiste en un seguimiento de estos personajes diversos sin caer en el retrato costumbrista colorinche o plagado de detalles very typical. Su propuesta se verifica en un uso verdadero, pero también poético y político del lenguaje. Hay hermosas parábolas sobre la extranjeridad pronunciadas en chino mandarín por un nativo a alguien que no entiende su significado, pero que sin embargo se conmueve. Hay coreano como lengua única para alguien que se fuerza a entender y hacerse entender a través de gestos, bufidos, intenciones, abrazos de borrachera. Se habla quechua en el momento de mayor intimidad de una pareja, como si a través de esa lengua quisieran que esas palabras de amor sólo pudieran ser entendidas por quienes las pronuncian. Así la película acumula emotividad sin estridencias, sustentada por “Una idea muy sencilla”, en palabras de Hsu: “El encuentro y el sincretismo de culturas en favor de una idea conciliadora con el Otro”.

Nuevo cine argenchino

El aspecto más singular de La Salada se da en la historia del taiwanés Huang. No es casual que el personaje -confesamente-  más autobiográfico del filme, sea “el que copia películas”. Por su trabajo en la feria como vendedor de copias pirateadas, Huang se pasa el día frente a su pantalla de TV en blanco y negro. Pero lo particular es que mira escenas del Nuevo Cine Argentino. El detalle puede parecer caprichoso, tal vez una marca de estilo, o un típico caso de cine dentro del cine. Pero también puede ser algo más. Porque ¿qué significa copiar películas? ¿No es acaso un miedo de todo director debutante? Y pensándolo respecto del panorama local, el problema puede plantearse entonces de un modo más puntual ¿Cómo hacer hoy una película argentina independiente, luego de que la parte más alta de la ola del llamado Nuevo Cine haya pasado? ¿Qué dirección tomar? Huang ve por la pantalla de su TV Rapado, Sábado, Nueve reinas. No sólo las ve, sino que mientras lo hace, las está copiando. 

Hay un diálogo planteado al interior de La Salada con sus antecedentes fílmicos más inmediatos. Hsu explica: “Desde el punto de vista de Huang la idea era que él mira películas argentinas porque de esta manera se siente más cerca del Otro argentino o podríamos decir que se siente ‘más argentino’.” Esto, sin duda, también funciona. El personaje logra articular los dos ejes principales de la película. Por un lado la figura del inmigrante, la soledad del inmigrante que comercia productos importados baratos, o trabaja como mano de obra barata en una Buenos Aires metrópolis del capitalismo transnacional. Hsu dice: “Creo que el tema de la inmigración siempre es una problemática  presente en toda época y región. Es una problemática que siempre es contemporánea sin importar la época que se viva. Por eso creo que es importante que se toquen estos temas y el cine es un lugar muy idóneo para trabajarlos. Siempre hace falta un poco más. Creo que a veces el problema no es la cantidad de películas que falten, sino el cómo se tocan estos temas.” Una de las novedades que trae La Salada pasa por aquí, por la presencia de este tipo de subjetividades y modos de expresión, y fundamentalmente las redes que forman en sus múltiples cruces y mixturas. 

Pero por otro lado, el personaje de Huang y su relación con el Nuevo Cine Argentino, podría pensarse casi como una síntesis de la postura del filme. El NCA está inscrito literalmente en esta película, pero no se trata sólo de una referencia o cita de autoridad: la diferencia sustancial radica en quién ve esas imágenes. Un chino de pocas palabras en español, que observa la pantalla pensando en Taiwan, mientras pone agua hirviendo a su sopa precocida. Esas películas lo inspiran a cambiar, ser alguien distinto y de esa manera llegar a la chica argentina que anhela. El NCA es la forma que encuentra Huang para pensarse a sí mismo y más allá de la nostalgia por el pasado, tener la valentía de ser otro nuevo, otro impensado hasta el presente. Algo parecido le sucede a La Salada.

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La Salada de Juan Martín Hsu. Domingo 6 de abril, 20:10 hs en Village Recoleta; lunes 7 de abril 17:20 hs en Village Recoleta; jueves 10 de abril 18:05 hs. en Arte Multiplex Belgrano

La nota en Informe Escaleno

 

Categorías: Cultura

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