Capitalismo de Estado

20 mayo, 2013

Eduardo Crespo, economista argentino que es profesor de la universidad brasileña Federal Fluminense, escribió ayer en Cash sobre la tendencia actual que observa en la economía global: el capitalismo de Estado. Y destaca, en ese sentido, el efecto que irradia China. “Al pensamiento liberal se le complica interpretar un mundo cada día más permeado por la economía china y las asiáticas en general. Se trata de organizaciones híbridas que combinan formas de propiedad incompatibles con el paradigma dominante”, dice. “Al contrario de lo que proclama el pensamiento económico dominante, las elevadas tasas de inversión chinas no encuentran su explicación en la idílica frugalidad de la ‘ética confuciana’, sino en las decisiones de sus órganos estatales y empresas públicas que son responsables por aproximadamente un 50 por ciento del total”.


Crespo señala que “la más subversiva e irritante” de las organizaciones híbridas que refiere “es la empresa pública. En el período 2003-2010 –indica- un tercio de toda la inversión extranjera directa registrada en economías emergentes fue ejecutado por empresas estatales y el porcentaje va en aumento. Estas compañías ganan licitaciones para obras de infraestructura en todos los continentes y simultáneamente adquieren, a veces con la ayuda de fondos soberanos del Estado, empresas privadas extranjeras”.

Informa luego que “en el ranking de las 2000 mayores empresas del mundo que publica la revista Forbes se incorporaron 120 empresas estatales desde 2004 hasta 2009. Son estatales las 13 mayores compañías de petróleo y gas del mundo, valuadas por sus reservas”.

Sobre China específicamente señala que “las empresas públicas y mixtas, por otra parte, representan alrededor de la mitad del Producto Bruto no agrícola del país. La compañía estatal china típica actúa a escala global sin desatender criterios de rentabilidad privados, cotiza en Bolsa y es administrada por una gestión profesionalizada. Los mejores graduados de las universidades chinas son mayoritariamente acaparados por estas corporaciones”.

En su opinión, “exceptuando el caso de los recursos naturales, donde está en juego la apropiación de rentas, el ascenso de este capitalismo de Estado no coincide en esta ocasión con un asalto al sector privado. El avance de estas compañías, al contrario de lo que pregona el discurso dominante, impulsa la inversión y le da sustento a la innovación privada. En este “nuevo capitalismo”, las firmas de particulares se integran en las redes que tienen por centro instituciones estatales como universidades, centros de investigación pública, fuerzas armadas. El capitalismo chino es una formación social pragmática que aún preserva varias herramientas de las economías ‘socialistas’, como la capacidad de planificación en base a planes quinquenales. El padre del “modelo”, Deng Xiaoping, lo resumió con maestría en su célebre frase: ‘No importa que el gato sea blanco o negro, mientras pueda cazar ratones’.”

“Aunque los rasgos de este ‘modelo’ sean más pronunciados en China que en otros países, sus características fundamentales van ganando terreno en varias otras regiones del planeta, delineando una tendencia mundial”, sostiene.

“Estamos ante un cambio de época. Esta polémica sobre el “modelo” chino, o asiático, no es equiparable a las pequeñas rencillas sobre cuestiones fiscales o cambiarias que entretuvieron a la mayoría de los economistas argentinos en las últimas décadas. Tampoco refiere a una mera cuestión distributiva. Este debate atañe a conceptos fundamentales como el Estado y el Mercado. También pone en tela de juicio, después de mucho tiempo en la prensa dominante mundial, las claves que sustentan la riqueza de las naciones y el ascenso de estas en la escala del poder geopolítico mundial”, dice Crespo.

“Los reproches que a estas formas de capitalismo oponen algunos editorialistas en las publicaciones referidas son monumentos a la tenacidad ideológica. En términos empíricos –añade- es poco lo que pueden objetar al dinamismo chino. Las remanidas alusiones a la corrupción y al clientelismo estatistas suenan poco creíbles en vista de los escándalos asociados con la última crisis internacional y del insolente aumento de la desigualdad que acompañó las políticas neoliberales en todo el planeta. No se puede reivindicar la transparencia de un régimen social que sólo favorece a una minoría”.

Y finalmente señala que “en términos teóricos, tampoco se sostiene la tesis de que las empresas públicas absorben recursos que serían mejor utilizados por el sector privado. Como en el idílico mundo de la ortodoxia prevalece el pleno empleo, todo recurso utilizado en una determinada actividad necesariamente es retirado de las otras. En el mundo real, por el contrario, todo nuevo recurso que se emplea en una actividad contribuye a emplear otros recursos en otras actividades”.

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Categorías: Economía Negocios

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