El “viento de cola” no amainará

26 febrero, 2013

El economista Emilio Ocampo analiza las posibilidades de que en un futuro “para Estados Unidos y Europa, China pasará de ‘exportar’ deflación a ‘exportar’ inflación. Por el nuevo rol de China en la economía mundial, no sólo habrá mayor presión sobre los precios de los productos industriales -dice- sino también sobre los de los commodities, lo cual sugiere que el “viento de cola” no va a amainar”.


China ¿de exportar deflación pasará a exportar inflación?

Por Emilio Ocampo, para Ámbito Financiero

Hace unos pocos meses, cuando Xi Jinping asumió el liderazgo del Partido Comunista chino mencionábamos algunos de los enormes desafíos que enfrentaría durante su gestión que se extenderá por la próxima década. Entre ellos, adaptarse a una nueva realidad demográfica en China. Con una población estimada en 1.354 millones de personas (casi 20% del total mundial), que convierten a China en el país más populoso del planeta, ningún cambio demográfico es inocuo para el resto del mundo. El vertiginoso crecimiento de la población urbana (que ya representa más del 51% del total), contribuyó a alimentar el precio de los commodities generando el famoso “viento de cola” que tanto benefició a países como la Argentina.

Estas presiones inflacionarias sobre los productos primarios fueron más que compensadas por las presiones deflacionarias sobre los productos industriales que tuvo la incorporación de China a la cadena manufacturera mundial. A partir de 2006 China desplazó a Estados Unidos como el primer exportador mundial de productos industriales. En gran medida esto se logró gracias a un fenomenal aumento de la productividad y al exceso de oferta laboral inducido por la migración desde áreas rurales a las ciudades que puso techo a los costos laborales (léase salarios). Al trasladarse la capacidad manufacturera mundial desde Estados Unidos y los países de Europa a China, también se redujeron las presiones inflacionarias en los primeros. Este ciclo parece estar llegando a su fin.

Para entender por qué vale la pena recurrir a un modelo de desarrollo económico del economista Arthur Lewis (1915-1991), por el que fue galardonado con el premio Nobel de Economía en 1979. Según Lewis, en una economía con exceso de oferta laboral en el sector primario de baja productividad (como lo era China a principios de los 80) el nivel de los salarios en el sector industrial está limitado por el nivel de los salarios en el sector primario. El sector industrial crece absorbiendo mano de obra de éste último. Y mientras la oferta laboral siga aumentando (por la migración del campo a la ciudad), lo puede hacer sin tener que pagar mayores salarios. Esto genera un ciclo de ganancias extraordinarias, mayor tasa de reinversión y a un aumento del stock de capital, la productividad y la demanda laboral en el sector industrial. Pero llega un momento en que el exceso de oferta laboral del sector primario es completamente absorbido y los salarios industriales comienzan a aumentar. Este punto se conoce como el “punto de inflexión de Lewis.”

Desde 2009 varios economistas vienen advirtiendo que China ha alcanzado o se acerca rápidamente al punto de Lewis, lo cual se ha reflejado no sólo en mayores presiones salariales sino también en un incremento en los índices de conflictividad laboral. Determinar si China ya alcanzó el punto de Lewis es un tema complejo, que excede en mucho el espacio que disponemos para este artículo. Un estudio realizado por dos economistas del Fondo Monetario Internacional publicado hace unas pocas semanas sostiene que, si se mantienen las tendencias actuales, la economía china recién alcanzará el punto de inflexión de Lewis entre 2020 y 2025.

¿Cuáles son las implicancias alcanzar este punto? Para China esto significará el fin del modelo de crecimiento adoptado en las últimas tres décadas (alto nivel de inversión, bajos salarios, exportaciones). Los miembros del politburó chino están al tanto de que esto puede ocurrir y hace ya un tiempo que vienen hablando de “transicionar” a un modelo de crecimiento más orientado al consumo interno y menos dependiente de altas tasas de inversión (actualmente China invierte casi un 50% de su PBI, lo cual es insostenible). De hecho esto es justamente lo que enfatizó el último plan quinquenal publicado en marzo de 2011. Esta transición del modelo de crecimiento deberá necesariamente ocurrir durante la gestión de Jinping.

De ser exitosa, la transición de la economía china beneficiará principalmente a otros países como Vietnam, que se encuentran todavía en una fase de desarrollo similar a la que China se encontraba 20 años atrás. Sin embargo, para Estados Unidos y Europa, China pasará de “exportar” deflación a “exportar” inflación. No sólo habrá mayor presión sobre los precios de los productos industriales sino también sobre los de los commodities (lo cual sugiere que el “viento de cola” no va a amainar). Todo esto presagia un shock macroeconómico de envergadura para el mundo desarrollado. Básicamente podría significar un desplazamiento hacia la derecha de la llamada “curva de Phillips”, que vincula la tasa de inflación con el nivel de desempleo y que es utilizada por los bancos centrales de los países avanzados en la determinación de la política monetaria. Este desplazamiento en esencia significaría una mayor tasa de inflación para un mismo nivel de desempleo. El impacto de la transición en China tomará algún tiempo en hacerse sentir.

Categorías: Economía Negocios

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