La hermandad entre Villaguay y Shanghai

7 noviembre, 2011

A través de una línea que atravesara el planeta tierra, podrían unirse las ciudades argentinas de Villaguay y china de Shanghai. Y esa fue la idea que impulsó al cineasta ruso Victor Kossakovsky a realizar su documental “¡Viva las Antípodas!”, que se presenta en el Festival de Cine de Mar del Plata.


Por María Zacco, de la agencia de noticias ANSA

El documentalista ruso Victor Kossakovsky parece haber demostrado en “¡Viva las Antípodas!” que las personas que viven en lugares diametralmente opuestos del mundo están unidas por un vínculo extraño.

 

El documental, que integra la Competencia Internacional, inauguró la 26ta edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

¿Qué pasaría si cavásemos un gran pozo hasta aparecer del otro lado del planeta? ¿Qué nos esperaría? Una respuesta, muy poética por cierto, puede ser este filme, rodado en seis países que conforman cuatro pares de antípodas, lugares completamente opuestos entre sí, con precisión milimétrica.

Un pescador solitario en Villaguay, en la litoral provincia argentina de Entre Ríos, disipó la crisis de inspiración de Kossakovsky, que decidió en ese instante cuál sería el tema de su próxima película.

“Había un hombre a orillas del río Gualeguay, en un pueblito con dos o tres casas, pescando con una línea de unos 30 metros. Y pensé qué pescaría si extendiese esa tanza hasta el otro lado del mundo”, explicó el director en diálogo con un grupo reducido de medios. Más tarde, compró un mapa y un dispositivo GPS para averiguar qué lugar exacto se correspondía, en las antípodas, con Villaguay: era Shangai, en China. Así que llamó a su hijo y le pidió que viajara allí inmediatamente y le dijera, qué veía en ese sitio.

“Apenas llegó me dijo que no iba a poder creer lo que había: un río y a sus orillas una mujer vendiendo pescado”, relató.

Así comenzó la aventura de “Vivan las Antípodas!”, donde el estado del tiempo y un estrecho vínculo con los animales ocupa la vida cotidiana de muchas personas. Pero también es una aventura geográfica, que devela que los opuestos, casualmente -o no- son casi iguales: el pequeño y solitario puente que cruza el río en Villaguay se convierte en uno gigante, moderno y atestado en Shangai, por el que transitan miles de personas que bajan de ferrys cada media hora.

Lo misma coincidencia se da entre un paraje de la Patagonia chilena y el Lago Baika, en Rusia, ambos rodeados de ovejas y montañas nevadas; en Big Island, Hawai y Kabu, en Botswana, donde los pliegues del suelo volcánico se convierten en la piel de un elefante; o en Miraflores, España, y New Castle, en Nueva Zelandia, donde la fauna es la reina absoluta de ambos dominios. El cineasta ruso hace que las superficies terrestres se doblen, se vean cóncavas o convexas y queden cabeza abajo hasta chocarse con su opuesto, al otro lado del globo terrestre. El experimento apunto a los sentidos, ya que es un recorrido sin igual por el planeta: geográfico, musical y etnográfico. Fueron cuatro intensos años de rodaje en los que Kossakovsky cambió, dijo, su “mentalidad sobre los seres humanos”: descubrió que muchos están hermanados sin saberlo por ciertos hábitos y pasiones y que sólo una experiencia fortuita logra colocarlos cara a cara con su destino.

“Hay tres tipos de directores: optimistas, pesimistas y realistas. Me considero parte del último grupo, ya que mi intención es mostrar la vida tal cual es: sorprendente. Me gusta hacer películas que me dejen una enseñanza”, sostuvo.

Para él, es fundamental que las personas comprendan que están unidas por un vínculo “tan extraño e indescriptible científicamente como imprescindible”, no importa en qué lugar del mundo se encuentren. Acaso este experimento sea una especie de respuesta a la pregunta que de modo recurrente se hacía el cineasta de niño, tras haber leído un pasaje de “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll: “quién podrá estar allá abajo, del otro lado del globo? Me gustaría atravesar la Tierra y conocer la gente que vive cabeza abajo: son los ‘antipáticos’, creo, aunque esa palabra no me suena del todo bien”.

 

Categorías: Cultura

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