Llinás: los festivales de cine son laboratorios para películas independientes
Por Jimena Li Yu (*). El VII Festival Internacional de Cine de la Isla de Hainan (HIIFF), también el último festival internacional de cine de China en 2025, se convirtió en una plataforma de intercambio entre cineastas chinos e internacionales. Y Mariano Llinás, director y guionista argentino, fue uno de los jurados.
Fundador con otros colegas de Pampero Cine, aceptó la invitación del comité del HIIFF para ser jurado internacional, como el año pasado lo fue Laura Citarella, del mismo grupo.
Durante el festival, el cineasta argentino también tuvo la oportunidad de mantener intercambios directos con la audiencia china sobre su serie El tríptico de Mondongo. Las tres películas participaron además en la sección de proyecciones del festival.
Antes de finalizar el certamen, este cineasta argentino concedió una entrevista a CGTN Español en la cual compartió reflexiones sobre el cine en la era actual, el papel de los festivales de cine y la experiencia de Pampero Cine.
Se reproduce a continuación el diálogo con Mairano Llinás.
-Ante todo, director, bienvenido a China. Lo más interesante es que el año pasado una de sus colegas de Pampero Cine, Laura Citarella, recibió la invitación para ser jurado en la edición anterior, y este año usted. En dos años consecutivos vinieron dos fundadores de Pampero Cine. ¿Por qué aceptó esta invitación?
-No había manera de no aceptarla. Este año cumplí 50 años y nunca había venido a China. Para alguien que viaja bastante como yo, conocer uno de los países más importantes del mundo era una deuda pendiente. Así que vine, y me pareció que el festival era la puerta más colorida para entrar en China.
-¿Le gusta esta experiencia? Es decir, en una semana tiene que definir los premios para más de diez películas, más de diez largometrajes. ¿Qué aspectos, a su juicio, son los más importantes para definir qué es una buena película?
-Hay algo que hay que decir al respecto: para un director de cine, ver películas no solo es ser jurado, es una experiencia desafiante, porque lo hace pensar sobre su propio trabajo. Hoy, por ejemplo, vi una película que considero una obra maestra, y eso me hizo pensar en mis propias películas.
No veo las películas de manera independiente de lo que son: me gusten o no, me hacen pensar, me desafían como director de cine. Entonces no es solo una experiencia placentera, también es una forma de hacer cine. Hay un punto en el que ser jurado de una competencia implica decidir qué tipo de películas uno considera buenas o no. Para un director, aunque no lo parezca, es otra manera de hacer cine.
-Por ejemplo, ¿existe algún estándar relativamente objetivo?
-Es muy difícil. ¿Cómo se puede juzgar de la misma manera una obra prima y una película de alguien que ya hizo cuatro largometrajes? ¿Una película hecha con muy poco dinero y otra con más recursos? ¿Una película de un país con poca tradición cinematográfica y otra de un país con una gran tradición?
De alguna manera, la decisión se vuelve extremadamente política. Es casi una negociación en la que, aunque sea en pequeña medida, se está discutiendo el futuro del cine. El cine atraviesa hoy muchos cambios. Hace sesenta años, cuando uno decía la palabra “cine”, todo el mundo entendía lo mismo. Hoy, cuando uno piensa en la palabra “cine”, es muy probable que personas distintas piensen cosas distintas. Ese misterio es el que estamos tratando de develar dentro del jurado.
–Este año coincide con el 130º aniversario del nacimiento del cine mundial. En un momento tan conmemorativo, como director, guionista y jurado, ¿qué cree que necesita el cine en la actualidad?
-Depende de para quién. En mi opinión, el cine necesita gente que crea en él. Vivimos en un momento en el que el cine tiene que compartir su espacio con muchas otras formas audiovisuales que parecen más de moda, más accesibles.
Me da la impresión de que el cine necesita conservar su lugar y que la gente recuerde que fue el cine el que nos cambió la vida, no las redes sociales ni los celulares. El cinematógrafo, ese invento que está por cumplir 130 años, hizo nuestra vida más grande. Por eso creo que el cine necesita hoy de nosotros, que somos hijos de él, un mayor nivel de lealtad, porque está muy amenazado por las novedades.

-Frente a los videos cortos y las micro-dramas, ¿cómo puede el cine conservar su esencia y seguir siendo atractivo para el público?
-Yo creo que el cine no va a desaparecer. En el cine desembocan muchas tradiciones, como en un mar, y esas tradiciones van a seguir ahí. Pero es cierto que desde que el cine existe siempre se augura su muerte.
Es como ese personaje de los westerns al que siempre le ponen precio a la cabeza. Primero fue la televisión, después el video, ahora las redes sociales e internet, y sin embargo sigue avanzando. Me da la impresión de que el cine es ese personaje. Esperemos que así sea por mucho tiempo más.
-Usted ha establecido varios récords en el cine, por ejemplo, una de las películas más largas de la historia.
-Creo que hay una más larga, pero no es buena. Yo hice la primera más larga que es buena.
–Catorce horas. ¿Qué consejo le daría al público para ver una película de esa duración?
-No hay tanta diferencia con ver una serie por capítulos. La gente le tiene miedo a las películas largas, pero quien termina de ver una sale más enamorado que después de una película corta. Ese es un secreto. Las películas largas no se olvidan fácilmente. Es una relación más intensa, como un amor o un viaje largo. Si alguien se anima a entregarse a una experiencia de duración no convencional y llega hasta el final, sale con algo que no va a olvidar nunca.
–Esta vez participa en un festival en China, pero imagino que ha estado en muchos otros festivales internacionales de cine. Para usted, ¿cómo evalúa el papel de los festivales de cine como plataforma para la promoción de películas, su presentación ante el público o el encuentro entre cineastas?
-El cine es un equilibrio muy complejo, involucra muchas cosas. Está, por un lado, la audiencia masiva: las grandes estrellas, los grandes estudios, las películas vistas por millones de personas. Y por otro lado están las películas secretas, más débiles, más frágiles. Todo eso también es el cine.
Las películas frágiles necesitan a las grandes, y las grandes también necesitan a las frágiles. Es un sistema en el que todo está conectado. Sin los festivales de cine, las películas frágiles no existirían; desaparecerían, porque no habría ningún lugar que les prestara la atención que necesitan.
Son películas que tal vez no están hechas para todo el mundo, pero que luego terminan influyendo en aquellas que sí lo están. Los festivales funcionan como pequeños laboratorios donde se piensa el cine que después, de alguna manera, se vuelve masivo. Si se pierde el festival, ese espacio de experimentación y reflexión, es como si se estuviera cortando el futuro del cine.
-Hoy en día, muchas películas independientes o de bajo presupuesto solo pueden circular a través de festivales de cine, porque no están diseñadas para la taquilla ni para el mercado comercial. Si dividiéramos el cine en dos tipos: cine comercial y cine independiente, ¿es posible encontrar un equilibrio entre ambos?
-Es muy difícil que una película independiente alcance una atención masiva, y también es muy difícil que una película pensada para el gran público tenga la particularidad de una película independiente.
Yo, por ejemplo, en Buenos Aires formo parte de ambos mundos. Hago películas muy independientes con Pampero Cine, pero también trabajo como guionista en películas destinadas al gran público. En el cine argentino participé como guionista en Argentina, 1985, una película que fue un fenómeno enorme: la vio muchísima gente en salas y todavía más en plataformas. Durante un tiempo, todo un país habló de esa película.
–La vi, y estuvo muy cerca de ganar un Óscar.
-Casi ganó el Óscar, exactamente. Pero tengo muy claro lo diferentes que son ambas experiencias. En una película de la que habla todo el mundo, como Argentina, 1985, muchas de las cosas que se dicen tienen menos que ver con el cine en sí.
En cambio, en el cine pequeño, el público que se interesa por la forma, por cómo están hechas las cosas, establece una relación mucho más intensa. El público masivo tiene una relación distinta, tal vez menos profunda.
Es muy gratificante poder hablar de algo que uno hizo con cualquier persona en la calle, pero la intensidad de la mirada del público verdaderamente cinéfilo es otra cosa, y es muy difícil de conseguir.

No creo que el cine deba pensarse como una cosa o la otra. Ni siquiera estoy de acuerdo con la idea de que existen solo dos tipos de cine. Hay películas para el gran público que no son vistas, películas pequeñas que crecen con el tiempo, películas que empiezan siendo muy masivas y luego se olvidan, y otras que nacen pequeñas y se vuelven populares.
La relación entre las películas y su público es tan diversa como las películas mismas. Creo que deberíamos tomarnos eso con más tranquilidad.
-Volviendo a un tema más cercano a usted, Pampero Cine. En los últimos años, cada vez más académicos investigan su forma de trabajo, buscando alternativas a los grandes estudios o productoras. Si no me equivoco, Pampero Cine se fundó en 2002. ¿Cómo decidieron trabajar colectivamente?
-En primer lugar, muchas gracias por mencionarlo. Tal vez suene poco humilde, pero después de más de veinte años de trabajo siento que lo que hemos hecho es algo bastante único en la historia del cine: un grupo de personas que, sin respaldo institucional, se mantuvo filmando de manera constante durante tanto tiempo.
No creo que sea algo común. El cine suele organizarse de manera institucional, con grandes compañías, o de forma individual, con directores buscando proyectos. La idea de cuatro personas pensando, decidiendo y dirigiendo juntas durante décadas no es habitual.
Si miro hacia atrás, el origen no fue tan extraño. En mi país, cuando éramos jóvenes, todo el mundo tenía una banda de rock. Cuatro amigos se juntaban a tocar, ensayar, alquilar una sala. Algunos tenían éxito, otros no, la mayoría se disolvía. Pampero Cine es la traslación de ese esquema al cine: cuatro amigos que se juntan a hacer lo que les interesa, de manera independiente.
-¿Y cómo es trabajar con amigos? En un largometraje pueden surgir muchos conflictos, desde el guion hasta el rodaje y la posproducción. ¿Cómo se mantiene la amistad?
-No es fácil de explicar. Creo que, ante todo, tiene que haber sentido del humor. Es fundamental divertirse con las personas con las que uno trabaja. Sin humor, es imposible.
También es importante trabajar con buena gente. Y el verdadero secreto es saber perdonarse las locuras. Uno se puede enojar, discutir, incluso llegar a situaciones extremas. En una de las películas de Mondongo se cuenta que uno de los miembros de Pampero Cine, Agustín, me pegó tres trompadas en la cara hace algunos años, y sin embargo al final de la película estamos juntos filmando.
Para mí, eso es la amistad: no es no pelearse, es pelearse y seguir adelante como si nada.
–En Pampero Cine, los roles cambian constantemente: a veces alguien edita, en otras, dirige. ¿Cómo logran esa flexibilidad?
-Básicamente, olvidando la vanidad. Recuerdo que en la primera película dirigida por Laura, ella explicó los roles y dijo: “Agustín hacía la cámara y Mariano iba a comprar la comida”. En ese momento me ofendí un poco, me parecía humillante.
Después entendí que era verdad y que eso era justamente lo que nos hacía fuertes: que no hubiera jerarquías ni vanidad. Que quien acaba de dirigir luego pueda ir a comprar empanadas para todos.
Esa idea comunitaria, en la que cada uno hace lo que hace falta, es lo que nos sostiene. Ahora soy un poco más viejo y prefiero que otro vaya a comprar la comida, pero si no hay nadie más, voy igual.
–Pampero Cine lleva ya 23 años trabajando juntos y sus películas son cada vez más conocidas. ¿Le impresiona el nivel de conocimiento que tiene el público chino sobre su obra?
-Para ser sincero, sí, me impresiona y también me pone un poco nervioso. Pero al mismo tiempo quiero seguir creciendo. Me impresiona, pero quiero más. Esto es un secreto entre vos y yo.
–¿Pero esto va a salir en televisión?
–Ojalá que no salga en televisión. Bueno, de todos modos, en China no hay tanta gente (risas).
-¡Pero también lo vamos a publicar en redes sociales! (risas).
-Ah, bueno… entonces sí. Creo que está bien crecer un poco más.
–Creo que Pampero Cine es un ejemplo para muchos jóvenes cineastas que recién comienzan y enfrentan dificultades como la falta de financiamiento o la búsqueda de un equipo de trabajo estable.
-Es interesante escuchar eso, y es muy conmovedor, pero la realidad es menos ideal. Internamente es un éxito, pero en términos financieros estamos siempre al borde. Durante más de veinte años hemos vivido con la sensación de estar colgados de un hilo.
Nunca sabemos de dónde va a salir el dinero para la próxima película. Lo único de lo que estoy seguro es de que las películas se van a hacer.
–Muchos cineastas argentinos me han dicho que les gustaría trabajar con Pampero Cine.
-No hay nada más fácil. Pampero Cine no hace casting: alguien dice que quiere trabajar y trabaja. Un día alguien dijo que quería hacer una película conmigo y terminó haciendo una de catorce horas.
Si jóvenes cineastas quieren formar un grupo, tienen que estar dispuestos a dar más de lo que reciben, y que eso les parezca bien.
–Para cerrar la entrevista, una buena noticia: en los últimos años, varias películas argentinas han sido premiadas en festivales de cine en China. Por ejemplo, Adulto ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Shanghai.
-No lo sabía. ¿Cuándo fue?
–El año pasado. Y otra película de Iván Fund, El mensaje, ganó tres premios en el Festival Internacional de Cine de Beijing este año. ¿Qué le parece la presencia del cine argentino en China?
-Creo que el cine argentino es uno de los cines más importantes del mundo, teniendo en cuenta de dónde viene: de un país con pocos recursos y una tradición industrial limitada. Y aun así existe una voluntad y una fuerza que lo vuelven una cinematografía muy relevante.
Yo diría que está entre las cinco cinematografías más importantes del mundo. Así que mando un saludo a mis colegas.
-Muchas felicitaciones por sus excelentes trabajos.
-Muchísimas gracias, y gracias por recibirnos aquí, en la televisión china.
(*) Jimena Li Yu es reportera de CGTN Español en China.

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