China “se calentó” con el cambio climático

7 noviembre, 2025

Por Fernando Capotondo. Beijing refuerza su alianza ambiental con el Sur Global en la COP30 (que arranca estos días en Brasil) y observa la silla que Trump dejó vacía. Qué es la civilización ecológica que impulsa Xi Jinping y cuáles son los pasos para construir una sociedad resiliente al clima en 10 años. Las cuentas pendientes.

En los años de 1980, las preocupaciones de China estaban demasiado lejos de eso que algunos llamaban cambio climático, efecto invernadero o calentamiento global. En aquellos tiempos, el país asiático atravesaba un proceso de industrialización acelerada, en el que la contaminación era un mal menor frente a las urgencias de crecimiento económico y autosuficiencia alimentaria. “El desarrollo es la prioridad absoluta; si no resolvemos el problema de la pobreza, hablar de protección ambiental no tiene sentido”, dicen que dijo Deng Xiaoping, el arquitecto del milagro chino, en una definición que con el tiempo tendría su correlato ecológico: las emisiones de dióxido de carbono de las fábricas se duplicaron en una década, el 80% de las aguas de los ríos urbanos estuvo contaminada, la tasa de deforestación fue una de las más altas del mundo y en algunas ciudades industriales los niveles de dióxido de azufre y partículas en suspensión superaron hasta 10 veces los estándares internacionales.

Esa política china de procurar pan y trabajo para el pueblo en detrimento del aire limpio, puede mensurarse hoy desde una comparación que vale más que mil cálculos y especulaciones: a principios de la década del 80, Beijing destinaba poco más de 350 millones de dólares a sus programas contra la contaminación ambiental, mientras que en 2022 la inversión total en ese rubro alcanzó los 901.400 millones de yuanes (unos 128.640 millones de dólares). Casi 368 veces más.

Pasaron más de 40 años entre ambos presupuestos y si bien la República Popular China aún es el mayor emisor de dióxido de carbono del planeta y uno de los máximos generadores de residuos plásticos, también es el país que más invierte en energías limpias (890.000 millones de dólares, más que EE.UU. y Europa combinados), el que incorporó el concepto de “civilización ecológica” a la reforma de su Constitución de 2018, y el que se planteó el objetivo de construir una sociedad resiliente al clima para 2035, es decir, para pasado mañana en términos chinos.

En este marco, el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China (MEE) acaba de difundir su informe anual, con los logros alcanzados en su lucha contra el cambio climático, después que en 2020 Beijing estableciera el objetivo de alcanzar el pico de emisiones de dióxido de carbono antes de 2030 y su neutralidad definitiva antes de 2060.

Según datos oficiales, China aceleró la transición ecológica de su modelo de desarrollo y fue uno de los países con más rápida disminución de consumo de energía, a juzgar por la caída del 26,4% acumulada que logró entre 2012 y 2023, un período en el que mantuvo un crecimiento económico promedio superior al 6%.

Hacia finales de 2021 había establecido cerca de 10.000 reservas naturales, que representaban más del 17% de la superficie del país; al tiempo que contribuyó con alrededor del 25% de las nuevas zonas verdes agregadas al mundo desde 2000.

La proporción de cuerpos de agua superficiales de excelente calidad alcanzó el 89,4% en 2023, mientras la calidad del aire experimentó una rápida mejora en el 60% de las ciudades chinas, cumpliendo con los estándares de calidad internacionales.

“La adaptación al cambio climático se ha convertido en una prioridad urgente en un mundo que experimenta un calentamiento significativo, con fenómenos meteorológicos extremos y cambios repentinos que van de sequías a inundaciones con mayor frecuencia e intensidad”, reconoció la directora del Departamento de Cambio Climático del MEE, Xia Yingxian.

Más allá de números y declaraciones de rigor, resulta imposible soslayar algunas deudas que siguen pendientes bajo la nueva bandera verde que flamea bajo el retrato de Mao: el norte del país padece un severo estrés hídrico – con apenas el 25% per cápita del promedio mundial de agua renovable –, el carbón todavía aporta alrededor del 55% de la matriz energética y la contaminación del aire de muchas ciudades supera los límites aconsejados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Verde que te quiero China

Con estos datos sobre la mesa, el presidente Xi Jinping presentó en septiembre las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) de China para 2035, es decir, los planes de acción del país asiático como signatario del Acuerdo de París sobre cambio climático, que este año cumple su 10º aniversario. Según adelantó, la idea es reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero entre un 7 y un 10%; aumentar a más del 30% la proporción de energías no fósiles en el consumo energético; y sextuplicar la capacidad instalada de energía eólica y solar respecto a 2020, con la meta de alcanzar los 3.600 gigavatios.

Asimismo, China se propone ampliar a más de 24.000 millones de metros cúbicos el volumen de reservas forestales; convertir a los vehículos de nueva energía en la corriente principal de ventas de automóviles nuevos y expandir el Mercado Nacional de Comercio de Emisiones de Carbono para cubrir a los sectores con altas emisiones, según enumeró Xi en un mensaje enviado a la Cumbre Climática de las Naciones Unidas (ONU), realizada en Nueva York.

El pensamiento de Xi sobre la civilización ecológica – “construir una nación donde las aguas claras y las montañas verdes sean tan valiosas como el oro y la plata” – fue explicado en detalle durante la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se desarrolla en la ciudad brasileña Belém, en el corazón del Amazonas, con la presencia de medio centenar de presidentes, jefes de gobierno y representantes de más de 160 países, entre ellos el vice primer ministro chino Ding Xuexiang.

Durante la Cumbre de Líderes, en la previa de la COP30, el enviado de Xi hizo un llamado al multilateralismo, advirtió sobre la “nueva encrucijada” que enfrenta la humanidad y presentó tres propuestas concretas para fortalecer la gobernabilidad global: mantener la transición verde y las bajas emisiones de carbono, convertir los compromisos climáticos en acciones concretas y profundizar la cooperación y la apertura. “Los países desarrollados – afirmó Ding – deben liderar el cumplimiento de estas obligaciones y materializar sus compromisos de apoyo financiero y tecnológico a las naciones en desarrollo”.

En ese contexto, la ausencia de Estados Unidos en el evento no sorprendió a nadie, teniendo en cuenta que se retiró del Acuerdo de París y el presidente Donald Trump suele sostener que la crisis climática es una “gran farsa”. “Le hacen un favor al mundo no viniendo a la COP30, porque Washington utilizaría toda su influencia para dificultar las negociaciones y frenar los avances climáticos”, analizó el secretario ejecutivo del Observatorio del Clima de Brasil, Marcio Astrini, en una entrevista con la agencia Xinhua.

Al respecto, el presidente chileno Gabriel Boric acusó a Trump de “mentir cuando dice que no existen evidencias científicas sobre el cambio climático”, al tiempo que su par francés, Emmanuel Macron, alertó que la desinformación ambiental “debilita el consenso social necesario para enfrentar el calentamiento global”.

En esa línea, la doctora en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Federal de Paraná, la brasileña Karin Kassmayer, recordó que si bien “EE.UU. es uno de los mayores emisores de gases contaminantes y tienen una importancia en la gobernanza climática”, el vacío dejado por su salida de la COP “permite un mayor protagonismo de los países del Sur Global y, también, de China”.

En efecto, Washington dejó una silla libre y Beijing busca sentarse con el aval del Sur Global. Con oportunismo, acaba de promulgar una regulación sobre monitoreo ambiental que refuerza su declarado compromiso ecológico. Es una señal más, aunque todos saben que el verdadero examen será comprobar si las nuevas banderas chinas resisten el calor del mundo que dicen querer enfriar.

Categorías: Sociedad

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