La evolución de las relaciones sino-latinoamericanas a partir de la segunda administración Trump

29 septiembre, 2025

En el seminario que se llevó a cabo con motivo de la apertura del Centro de Estudios Chinos en Argentina de la UBA y la Academia China de Ciencias Sociales, el sinólogo Jorge Malena hizo un análisis del escenario geopolítico en que se tensan las relaciones entre China, América Latina y Estados Unidos.

Por Jorge Malena* – La reelección de Donald J. Trump en noviembre de 2024 ha intensificado las tensiones en el sistema internacional. Su segundo mandato, caracterizado por un enfoque más confrontativo hacia China, ha generado nuevas fricciones comerciales, tecnológicas y diplomáticas, que afectan no solo a las relaciones entre Washington y Beijing, sino también a terceros actores, incluida América Latina.
La región enfrenta un desafío estructural: cómo beneficiarse de la creciente influencia de China sin provocar a su socio tradicional, Estados Unidos. Bajo Trump, la contención de China se ha convertido en un elemento central de la política exterior estadounidense, junto con la reconfiguración del comercio, la inversión, los estándares tecnológicos y las estructuras de gobernanza.
Esta presentación explora las implicancias para América Latina, destacando indicadores económicos, acontecimientos recientes y desafíos estratégicos, al tiempo que reflexiona sobre el potencial de la región para alcanzar una mayor autonomía en un mundo que se polariza aceleradamente.

En los últimos veinte años, China se ha consolidado como un actor clave en América Latina. De ser un socio comercial marginal en la década de 1990, pasó a convertirse en el segundo socio comercial de la región, incluso superando a Estados Unidos en algunos países. Esta transformación es tanto cuantitativa como cualitativa:

– En el año 2000, el comercio total entre China y América Latina apenas superaba los USD 12.000 millones. Para 2024, la cifra sobrepasa los USD 480.000 millones, según datos de la CEPAL, mientras que
– La inversión extranjera directa también ha crecido de manera constante: desde 2005, las empresas chinas han comprometido más de USD 160.000 millones en proyectos de minería, energía, ferrocarriles, puertos y tecnología.

Sin embargo, la relación está marcada por asimetrías. Mientras América Latina exporta materias primas (soja, cobre, litio, petróleo), importa bienes manufacturados y productos tecnológicos. Esto ha reavivado el debate en torno al ‘neo-extractivismo’ y a la falta de diversificación productiva.

El segundo mandato de Donald Trump adopta una narrativa confrontativa hacia China, que se extiende más allá del comercio y se inscribe en una estrategia más amplia de contención estratégica. América Latina es percibida como un escenario clave para limitar la influencia china en el Hemisferio Occidental.

En ese sentido, las principales medidas tomadas por la 2da administración Trump han sido:

– Condicionalidad de la ayuda exterior: los programas requieren limitar los vínculos estratégicos con China (telecomunicaciones, energía),
– Presión diplomática: enviados estadounidenses instan a los gobiernos a excluir a empresas chinas de proyectos clave (5G, ferrocarriles),
– Incentivos comerciales: se otorga acceso preferencial al mercado estadounidense a cambio de acuerdos ‘libres de influencia china’, y
– Denuncias de que plataformas digitales chinas como TikTok, WeChat y Alibaba cercenan la privacidad de sus usuarios.

Sectores estratégicos bajo presión

a. Recursos naturales y minería crítica

El litio, el cobre y el grafito se han convertido en activos geopolíticos en la era de la transición energética. En este sentido, recordemos que:
– El ‘Triángulo del Litio’ (Argentina, Bolivia, Chile) concentra más del 60% de las reservas globales, atrayendo fuerte interés de China y Estados Unidos,
– Empresas chinas como Ganfeng y CATL han firmado joint ventures y acuerdos de integración de cadenas de valor con gobiernos latinoamericanos, y
– EE.UU., por su parte, promueve la Minerals Security Partnership (MSP) para reducir la dependencia de proveedores chinos, enfatizando ‘valores democráticos y trazabilidad’.
Ante esta circunstancia, los gobiernos latinoamericanos responden diversificando socios, estableciendo requisitos de valor agregado local y consultando a comunidades indígenas.

b. Tecnología, soberanía digital y la batalla por el 5G

El despliegue del 5G constituye un terreno central de la competencia entre EE.UU. y China:
– Huawei y ZTE ofrecen soluciones integradas de bajo costo, mientras Washington alerta sobre riesgos de seguridad nacional,
– Brasil adopta un modelo híbrido, permitiendo a Huawei con auditorías externas,
– Colombia y México enfrentan presiones contrapuestas: inversión tecnológica china vs. dependencia estratégica de EE.UU., y
– Argentina impulsa un plan de conectividad ‘no alineado’, que incluye empresas occidentales y chinas.
Esta disputa también se extiende a plataformas de pagos digitales, comercio electrónico, inteligencia artificial y monitoreo urbano, donde China lidera en innovación aplicada.

Uno de los principales desafíos de América Latina en este nuevo contexto es su escasa unidad y diálogo regional. La ausencia de una estrategia común frente a actores extrarregionales limita su capacidad de negociación y amplifica su vulnerabilidad.

A diferencia de bloques como la ASEAN, la Unión Africana o la Unión Europea, América Latina carece actualmente de una voz coordinada en política exterior, lo que ha debilitado plataformas regionales como UNASUR y CELAC.

Además, las alineaciones ideológicas han profundizado la fragmentación:

  – Gobiernos como Brasil, Colombia y México tienden a una diplomacia pragmática o no alineada,
  – Otros, como Argentina y Paraguay, han adoptado posiciones pro-estadounidenses, y
  – Algunos países del Caribe y Centroamérica dependen crecientemente del financiamiento chino, incluso en marcos de cooperación médica y educativa.

Esta diplomacia asincrónica reduce el margen para construir estrategias regionales orientadas a la autonomía estratégica.

Reflexiones finales

La segunda presidencia de Donald Trump no solo marca una intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China, sino que también coloca a América Latina bajo una presión creciente para definir sus alianzas y su rol en el nuevo orden mundial.
La región enfrenta una oportunidad histórica: aprovechar la competencia entre grandes potencias para mejorar sus condiciones de desarrollo, atraer inversiones estratégicas y modernizar su infraestructura. Pero también enfrenta riesgos crecientes: dependencia tecnológica, endeudamiento externo, fragmentación diplomática y pérdida de soberanía en sectores críticos.
En este contexto, el desafío consiste en construir una diplomacia latinoamericana capaz de navegar la multipolaridad con autonomía, inteligencia estratégica y una visión de largo plazo.
Lograrlo exige más que diversificar socios: requiere redefinir los fundamentos del desarrollo, fortalecer las instituciones y articular una voz común en los foros internacionales.

* Director del Comité de Asuntos Asiáticos, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI),

Categorías: Latinoamérica

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