Paz y diálogo, un acuerdo ejemplar del Vaticano y Beijing

13 agosto, 2025

En Fuzhou, y en la línea del Papa Francisco, su sucesor León XIV y el gobierno de Xi Jinping sellaron un acuerdo que sobresale frente a tanta sinrazón, violencia y desunión en el resto del mundo, analiza desde Italia Herta Manenti para el sitio Tektónikos.

El acuerdo entre el Vaticano y China en torno al obispado de la capital de Fujian, al sur del país asiático, señala una opción de diálogo y paz, explica la autora.

La nota completa, a continuación:

Diplomacia vaticana con sello estadounidense: León XIV recoge la herencia china de Francisco

En un mundo que se desangra en Gaza o Ucrania, un acuerdo en Fuzhou va por la opción de paz.

Por Herta Manenti*

El nombramiento de monseñor Joseph Lin Yuntuan como obispo auxiliar de Fuzhou (5 de junio) y el reconocimiento civil por parte de las autoridades chinas (11 de junio) marcan una etapa clave en las relaciones entre la Santa Sede y la República Popular China. Es el primer acto en China del pontificado de León XIV y aplica plenamente el acuerdo provisional de 2018 sobre los nombramientos episcopales —renovado en 2020 y en 2022, y posteriormente prorrogado por cuatro años en octubre de 2024— sin cortar los lazos diplomáticos formales con Taiwán. En un tiempo de conflictos abiertos, la opción de Roma sigue siendo la paciencia diplomática: codificar procedimientos, mantener abiertos los canales y buscar convergencias operables.

La ceremonia del 11 de junio coronó un recorrido concertado entre el Comité Católico de Fujian (reconocido por el Estado), la Conferencia de Obispos Católicos de China y la Santa Sede. Este mecanismo tripartito, consolidado con el ciclo de renovación de 2022, es el punto de equilibrio que hace compatibles la legitimación canónica y el reconocimiento civil sobre un tema —el nombramiento de obispos— que durante décadas representó la principal fractura entre Beijing y Roma. Cabe recordar que la Conferencia de Obispos Católicos de China —“Council of Chinese Bishops”— es el organismo episcopal reconocido por las autoridades chinas y vinculado a la Asociación Patriótica Católica; ambas instancias se encuadran en la arquitectura de gestión estatal de las religiones, desde 2018 incardinada en el Departamento de Trabajo del Frente Unido.

Este gesto se sitúa en el corazón de una contradicción geopolítica. La Santa Sede es el único sujeto soberano europeo que mantiene relaciones diplomáticas oficiales con Taipéi y, al mismo tiempo, el único actor capaz de dialogar de forma estructurada con Beijing sobre un expediente tan sensible. Mientras otros actores occidentales elevan la tensión en el Estrecho con suministros militares, maniobras navales y retórica de confrontación, el Vaticano trabaja en el terreno discreto de los procedimientos compartidos. Esta es la forma concreta de la diplomacia de paz. Del lado taiwanés, hoy poco más de una docena de Estados mantienen relaciones diplomáticas con la isla; en Europa, solo el Vaticano. El hecho de que, sin renunciar a esos vínculos, Roma haya logrado institucionalizar un canal eclesial con China refuerza su perfil multipolar: interlocución sin lógicas de bloque. La Iglesia católica en Taiwán trata de mantener un equilibrio entre la fidelidad a Roma y la identidad local; la política taiwanesa no ha acogido con agrado este nombramiento porque las implicaciones políticas van mucho más allá del mero reconocimiento en el ámbito religioso.

Nacido en Fuqing (Fujian) el 12 de marzo de 1952, ordenado sacerdote en 1984 y consagrado obispo en 2017 en el seno de la comunidad denominada “subterránea”, Lin fue administrador diocesano (2003–2007) y administrador apostólico a discreción de la Santa Sede (2013–2016). Figura arraigada en el territorio desde los años ochenta, combina credibilidad pastoral y fiabilidad administrativa. El 5 de junio de 2025 es nombrado auxiliar de Fuzhou por León XIV; el 11 de junio llega finalmente el reconocimiento por parte china: un doble sello que lo convierte en la primera expresión visible del acuerdo bajo el nuevo pontificado. La elección de Fujian no es casual; es la provincia continental más próxima a Taiwán y ha sido históricamente un corredor de diáspora, constituyendo el lugar de origen de al menos la mitad de la población de la isla, muchos de los cuales conservan lazos con la China continental. La jurisdicción eclesiástica de Fuzhou comprende además realidades pastorales Matsu, hoy bajo administración de Taipéi, está históricamente vinculada a Fuzhou; en el ámbito eclesiástico depende de la Arquidiócesis de Taipéi como Apostolic Administration of Kinma. En este sentido, el “caso Lin” vuelve a anudar simbólicamente las dos orillas de un mismo mundo sino-católico en una fase marcada por la separación.

La Sala de Prensa de la Santa Sede habló de un “nuevo fruto del diálogo” con las autoridades chinas. Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores de la RPCh expresó el 12 de junio su disposición a mejorar las relaciones sino-vaticanas mediante “diálogo constructivo y confianza mutua”. Más allá de las fórmulas, el dato importante es que una figura de procedencia “clandestina” se integra de forma estable en la arquitectura oficial de la Iglesia china con el consenso de las autoridades estatales.

El mecanismo actual nace en 2018, cuando Roma y Beijing suscriben un acuerdo provisional sobre los nombramientos episcopales, concebido para evitar dobles ordenaciones y cismas de hecho, manteniendo unidos el primado pontificio y el reconocimiento estatal. Un resultado tangible llega también en Fuzhou en 2020 con la instalación pública del arzobispo Peter Lin Jiashan, él también largo tiempo vinculado al ámbito “subterráneo”: una señal fuerte de recomposición. La ruta no es lineal: en noviembre de 2022 la Santa Sede expresó “sorpresa y pesar” por la ceremonia de instalación de monseñor Peng Weizhao como obispo auxiliar de Jiangxi —circunscripción no reconocida por Roma—, acto no conforme al espíritu del acuerdo y realizado unilateralmente por la parte china.

En abril de 2023, Roma se entera por los medios del traslado unilateral de monseñor Shen Bin a Shanghái; para evitar un bloqueo pastoral, la situación se regulariza posteriormente. Pese a las sacudidas, en octubre de 2024 el acuerdo se prorroga por cuatro años, decisión que compromete a las partes a proseguir dentro del marco establecido. Con la elección de León XIV (mayo de 2025), Fuzhou se convierte en banco de prueba: el nombramiento del 5 de junio y el reconocimiento civil del día 11 muestran que la maquinaria procedimental puede funcionar también en la nueva etapa.

El proceso, aun así, sigue siendo frágil. Los episodios de 2022–2023 han puesto de manifiesto los márgenes de ambigüedad interpretativa y el carácter provisional del entendimiento, hasta la prórroga cuatrienal de 2024. Precisamente por ello, cada avance tiene un doble valor: acto eclesial y señal política.

Mientras tanto, el contraste con la diplomacia estadounidense es evidente: Washington apoya el armamento de Taipéi e inserta la cuestión en la lógica de la contención estratégica de China. Roma, por una vía diferente, ha evitado una fractura irreparable en la Iglesia china que podría haber alimentado nombramientos unilaterales, cismas de hecho y comunidades divididas entre clandestinidad y patriotismo; y hoy podría asumir también un papel de referencia para las comunidades protestantes asiáticas y chinas, ofreciendo un modelo y ejerciendo de mediador. Tampoco esto parece un factor secundario hoy para la “política” vaticana, que se relanza y vuelve al centro de la escena mundial.

Es un camino imperfecto, pero practicable. Mientras nos vemos obligados a asistir a la extensión de los conflictos en el mundo, la Santa Sede continúa vertiendo gotas pacientes de agua sobre el fuego, promoviendo reconocimiento multipolar y posibilidades de distensión. El canal con China se distingue por su codificación procedimental respecto a otros casos más informales (Vietnam, Cuba). Si el “modelo Fuzhou” se consolida, podríamos asistir a una normalización gradual del marco episcopal en China con beneficios tangibles para las comunidades locales y para la credibilidad del diálogo bilateral.

* Herta Manenti es sinóloga y analista de relaciones internacionales. Trabaja en geoeconomía y diplomacia multilateral, con foco en China–UE. Colabora con el think tankTransform de la izquierda europea y con el Ward Research Institute como consultora en relaciones China–Europa. Escribe regularmente en medios académicos y periodísticos de Italia, donde vive.

Categorías: Política

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