Luz, Cámara y Memoria en China
Después de un filme sobre la Masacre de Nanjing que recaudó U$S 210 millones en apenas 10 días, se espera otro récord de taquilla con una película sobre la guerra bacteriológica de Japón. La posición del cine chino a 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial.
Por Fernando Capotondo. “Bajo el hielo, aún late la sangre / las paredes guardan ecos de nombres borrados / ¿Quién contará nuestra historia? / No somos polvo… somos rabia que germina”, reza la canción del tráiler oficial de “731”, la esperada película del director Zhao Linshan sobre la unidad bacteriológica de Japón, cuyos experimentos con el pueblo chino durante la Segunda Guerra Mundial recién comienzan a conocerse en muchos países de Occidente.
El filme cuenta la historia de un vendedor llamado Wang Yongzhang, que fue encarcelado por tropas de ocupación japonesas y luego manipulado para cooperar en supuestos controles de salud y prevención de enfermedades. “En realidad, todos los detenidos se convirtieron en víctimas de brutales experimentos médicos, incluidas pruebas de congelación, vivisecciones y exposiciones a gases”, según explicó el director en la presentación.

La Unidad 731 funcionó en Harbin como el principal centro de investigación y desarrollo de armas biológicas y químicas del Ejército Imperial Japonés. Durante el período 1932/1945, miles de hombres, mujeres y niños fueron convertidos en conejillos de indias en laboratorios donde se practicaban autopsias sin anestesia, inducían infecciones y probaban armas biológicos en cuerpos vivos.
“Es una historia que no debe olvidarse, además de un poderoso recordatorio para salvaguardar la paz”, advirtió Jin Chengmin, asesor histórico de la película y director de la Sala de Exhibición de Evidencias de Crímenes Cometidos por la Unidad 731.
“La película revela las atrocidades humanas cometidas por el ejército japonés a través de la mirada de civiles comunes, a la vez que destaca el espíritu de resistencia del pueblo chino ante la desesperación”, agregó el funcionario, según la agencia Xinhua.
Al respecto, esta semana volvió a circular un video de 83 minutos con la ya conocida confesión pública de Masakuni Kurumizawa, un ex integrante del 731 que brindó detalles escalofriantes sobre su participación en los crímenes de guerra que se cometían en el lugar. “Diseccioné 300 cuerpos humanos, de los cuales un tercio se conservaron como especímenes, mientras el resto fue cremado. Cuando realizábamos las disecciones, los cuerpos aún estaban calientes y la sangre salía a chorros”, afirmó el anciano, en una grabación producida el año pasado por CCTV Documentary Channel, en colaboración con el Museo de la Unidad 731 (Harbín).

En su relato, Kurumizawa admitió que desarrollaron bacterias para causar peste bubónica, cólera, fiebre tifoidea, disentería y ántrax; afirmó que usaban a prisioneros vivos para cultivar los gérmenes más virulentos; recordó que hizo experimentos con unas 3.000 personas y calculó que más de 300.000 ciudadanos chinos murieron por las armas biológicas de Japón.
Como era previsible, el video se viralizó en las redes sociales chinas: tuvo más de 120 millones de visualizaciones en Douyin (similar al TikTok), alrededor de 85 millones en Weibo (combinación de Instagram y X) y unos 25 millones en Bilibili (el Youtube chino). Más allá del contenido, en su masiva difusión influyó no solo el esperado estreno de la película “731”, previsto para el 18 de septiembre, sino también la sensibilidad histórica que este año despertó el 80º aniversario del fin de lo que en China gustan denominar la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino y la Guerra Mundial Antifascista (o sea, la Segunda Guerra Mundial y la ocupación japonesa del territorio chino)
Las fotos del horror
Esta suerte reivindicación patriótica del cine chino tuvo un ejemplo contundente en las últimas semanas con “Dead to rights”, la película sobre la Masacre de Nanjing que recaudó más de 1.500 millones de yuanes (unos U$S 210 millones), en solo 10 días desde su estreno el 25 de julio, según informó Maoyan Entertainment, el gigante de taquilla y datos de cine de China.
También conocido como “El estudio fotográfico de Nanjing”, el taquillero filme dirigido por Shen Ao muestra el complejo recorrido que tuvieron algunas pruebas irrefutables de la masacre ocurrida en 1937, en lo que fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial.

El argumento cuenta la historia de siete personas que buscan refugio en un estudio fotográfico de Nanjing, para mantenerse a salvo de las atrocidades cometidas por el ejército japonés durante la ocupación de la ciudad. Desesperadas, aceptan ayudar en el trabajo al ocasional dueño del lugar, lo que les permite descubrir que los negativos revelados contienen imágenes de ejecuciones, rostros mutilados, miembros amputados y cadáveres apilados que no hubieran podido imaginar ni en la peor de sus pesadillas.
“Esto no es una foto, es prueba”, murmura uno de los sobrevivientes, en una de las escenas bisagras del filme, que refleja la decisión del grupo de esconder los negativos para exhibirlos en el mundo exterior, a riesgo de perder la vida pero con la esperanza que la verdad sea la revelada. O, en otras palabras, para que se haga justicia.
En una reciente entrevista, Shen Ao recordó que “los japoneses convirtieron la fotografía en un arma de propaganda durante la Masacre de Nanjing”, por lo que decidió utilizar esa herramienta para exponer “los crímenes que ellos intentaron borrar, las verdades que después de tantos años aún necesitan ser expuestas”.

Por su parte, el reconocido director Feng Xiaoning calificó el filme como “un nuevo hito” del cine chino y, en un videíto difundido tras el estreno, describió una escena que valió más que mil elogios: “Cuando terminó la película, todos permanecieron sentados, inmóviles, hasta que terminaron todos los créditos. Todos estábamos sumidos en una profunda reflexión”.
“Dead to rights” volvió a poner en primer plano a los 300.000 muertos de la Masacre de Nanjing. No como un número, sino como un ejercicio de memoria que China intenta preservar en tiempos de negacionismos, relativismos y otras posturas difíciles de digerir.
“Morimos una vez cuando las bayonetas atravesaron nuestros cuerpos, y moriremos otra vez si el mundo nos borra”, supo advertir Xia Shuqin, una de las sobrevivientes de la masacre. Quien quiera ver que vea, dicen desde China.
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