Arte y política en la presentación del Número 46 de Revista DangDai

23 julio, 2025

Con El Pulqui Bar (un emprendimiento cultural cooperativo del barrio de Balvanera en CABA) colmado, la presentación de la edición de invierno de la publicación tuvo como eje principal la mirada de dos artistas, Daniel Santoro y Verónica Gómez, sobre sus experiencias con el arte chino.

El acto fue presentado por los directores de DangDai, Néstor Restivo y Gustavo Ng, y tras una fundamentación del contenido del número hubo un diálogo público con los dos artistas plásticos, ambos entrevistados en esta edición.

Santoro narró sus primeras aproximaciones a China, en la década de 1980, a partir de la lectura de los franceses François Cheng y Víctor Segalen, luego conociendo en Buenos Aires casualmente a Lin Yian, un traductor de Jorge Luis Borges que se encontraba en Argentina tramitando esa tarea, y en algunos viajes a Singapur donde expuso y conoció a varios maestros de la caligrafía, su gran fascinación.

“La caligrafía china es arte escrito y visual, es lo que más me interesa y he incluido en varias de mis obras. En ella, leer es lo mismo que mirar. Aunque no entiendo la lengua, veo las caligrafías como pinturas”, dijo. Para Santoro, “los ideogramas tienen una cualidad primitiva y una gran riqueza visual”. Los chinos, dijo, citando a Segalen, “son lentos y continuos”, lo que le permitió reflexionar sobre la perseverancia de la lengua y la cultura chinas durante 4 a 5 mil años, de la cual valoró su carácter “armónico, equilibrado”, y algunos conceptos ontológicos como el del trigrama, que aparece en el “I Ching”, y se configura con símbolos compuestos por tres líneas que representan el cielo y la tierra y, en el medio, los humanos. También hizo alusión al sistema democrático de partido único en China, a las reformas de Deng Xiaoping (criticando tanto el período maoísta anterior como el inmediatamente posterior con la aceleración de reforamas pro-mercado en los años ’90, “que ahora está corrigiendo Xi Jinping”, dijo) y a la ausencia de la enseñanza del arte oriental en las academias argentinas.

Esta cuestión eurocéntrica fue compartida del mismo modo críticamente por Verónica Gómez (igual que Santoro, egresada de la Prilidiano Pueyerredón), quien recordó la ausencia, en su formación, de toda referencia al arte oriental.

La artista hizo recientemente una residencia en la Villa cultural de Songzhuang, en el conurbano de Beijing, junto a otros creadores de diversas partes del mundo. Se trajo, dijo, “muchas intrigas, ganas de regresar”, y algunas ideas como lo extendido que está “el talento popular, no solo son los grandes artistas, sino que en un mercado o en cualquier plaza vi muchos chinos desplegando su arte”.

Su mirada se posó también en la modernización radical de China, como “entrando a un capítulo de la serie ‘Black Mirror’, a un ritmo demencial”, y en las contradicciones de un sistema con muchas regulaciones y a la vez la libertad en el plano artístico, donde “se observa, sí, una grieta entre la pintura clásica y lo más nuevo”. Para Gómez, mientras los movimientos artísticos occidentales debieron romper lo viejo (por ejemplo, el cubismo) o una persona adolescente busca romper con los padres para hacer su camino, en China, en esos planos del arte o la familia, es muy diferente, hay más continuidad. Ellos sí son capaces de ser irreverentes cuando toman rasgos del arte extranjero, y al mismo tiempo en lo que se refiere a la pintura tradicional china hay mucho debate, es un parte aguas”.

Varios colaboradores de la Revista se hicieron presente en la presentación, así como la codirectora del Instituto Confucio Universidad de Congreso y académica del área China de la UC, editora de DangDai, Mercedes Sola, varios artistas plásticos de Argentina y académicos de China que están haciendo estudios de posgrado en la Universidad de Buenos Aires, entre muchos otros presentes y público en general.

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