Yo (tú, ellos), robot
Una carrera entre humanos y robots realizada este año en Beijing sorprendió al mundo entero. La robótica avanza a pasos agigantados. Entre realidad y ficción, ¿cuál es el estado de la industria en China y en otros países avanzados? En Revista DangDai, Ricardo Pons analiza el tema.
Por Ricardo Pons. En 2013, Google sacudió el mercado tecnológico comprando ocho de las más grandes compañías mundiales dedicadas a robótica. Lo que las noticias marcaban como el inicio de una nueva era en la robótica terminó diez años después con el cierre de esa división. Se especula que la principal causa del “no éxito” fue que el desarrollo del software (el “cerebro” de los robots) no estaba a la altura de los avances que sí se habían logrado en el hardware (la parte física) y esto habría obligado a Google a dar por terminada la experiencia y cambiar la estrategia.
Nuestra experiencia en el mundo real es compleja y cambiante, lo que hace muy arduo imaginar y resolver mediante software todas las situaciones que se le pueden presentar a un robot en el día a día. Serían necesarias millones de líneas de código de programación escritas por humanos para dotar al cerebro de un autómata de todo lo necesario como para que pueda caminar solo por las calles de cualquier ciudad.
Pero todo esto no es nuevo. Desde hace década este dilema se resuelve, cuando es posible, simplificando el entorno en que se desenvuelven los robots. Por ejemplo, los trenes de los aeropuertos que llevan sin chofer pasajeros de una terminal a otra circulan por recorridos totalmente fijos para evitar situaciones no contempladas. El software necesario resulta mucho más simple. Esta estrategia permitió también que las líneas de montaje automáticas de las automotrices que en 1960 comenzaron a funcionar con un nivel tecnológico muy inferior al actual fueran y sigan siendo altamente eficaces.
Quizás quienes estén fuera del mundo del desarrollo de software no sean del todo conscientes de cómo la programación de los robots se complica exponencialmente en situaciones de convivencia con humanos, ya sea en una planta industrial, un centro logístico o un hospital. Resulta imposible prever de antemano todas las situaciones, como, por ejemplo, la presencia de un objeto obstruyendo el paso o que una herramienta no esté en el lugar esperado. Además, el código debe ser adecuado para evitar que un autómata provoque algún daño accidental a sus colegas de carne y hueso.
Pero si la realidad es así de compleja, ¿cómo resolvían estos desafíos el simpático R2D2, el “Arturito” de Star Wars (La Guerra de las Galaxias, George Lucas, Estados Unidos, 1997) y tantos otros robots de la historia del cine y la literatura?
Apenas dando cierta sensación de verosimilitud, la ciencia ficción toma notables licencias técnicas que le permiten inventar humanoides con habilidades similares a las de los humanos, sólo limitadas por el estadounidense Isaac Asimov con las famosas tres leyes de la robótica (un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño; un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley, y un robot debe proteger la existencia en su misma medida para no autodestruirse en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda). Asimov lo planteó por primera vez en su libro “Runaround” (Círculo vicioso, 1942) y lo desarrollaría luego en el más conocido “I Robot” (Yo Robot, 1950).
Mas allá de las disquisiciones de Asimov, el dilema ético de los robots es antiguo y actual a la vez y excede a las tres leyes mencionadas.
En la serie de dibujos animados “The Jetsons” (Los Supersónicos, Hanna-Barbera, 1962/7) los robots habían quitado totalmente el trabajo a los humanos, quienes seguían quejándose de sus obligaciones, a pesar de que la jornada laboral se había reducido a sólo una hora dos veces por semana.
Lamentablemente parece que la humanidad va en ese sentido, porque lo robots humanoides se están desarrollando para reemplazar a obreros o enfermeros en distintas tareas, ya sea para disminuir costos o porque las empresas no consiguen personas para realizar determinados trabajos. Llamar a estos robots humanoides “de propósito múltiple” no es más que un eufemismo para ocultar el verdadero fin.
Por otro lado, existe también el temor fundado a que, como en la serie de películas distópicas “The Terminator” (la primera de James Cameron, de 1984) los autómatas se pueden convertir en máquinas de exterminio invencibles. Nuevamente, la realidad parece ir en esa dirección. A partir de la guerra ruso-ucraniana los drones se han convertido en armas esenciales y pensamos que lo serán en cualquier guerra del futuro.
Google aprendió la lección de su aventura robótica, y un par de años después del cierre de la división fallida volvió al ruedo creando un poderoso software de GenAI (inteligencia artificial generativa) que le permitió en marzo de 2025 anunciar el lanzamiento de la plataforma Gemini Robotics, que se basa en la técnica llamada “reinforcement learning” o aprendizaje por refuerzo, y que permite al cerebro de los robots aprender por prueba y error como lo hacemos los humanos, aunque nuestro cerebro orgánico tiene capacidades inigualables las cuales ejecuta con un consumo de energía mucho menor que las computadoras.
En abril de 2025 el consorcio Machine Intelligence From Cortical Networks (MICrONS) logró reproducir digitalmente en un mapa tridimensional un milímetro cúbico del cerebro de un ratón, contabilizando en esa diminuta muestra ochenta y cuatro mil neuronas y más de cuatro kilómetros y medio de conexiones. Nuestra ultimísima tecnología puede tallar chips de silicio con precisión de dos nanómetros (dos millonésimas de milímetro), pero aún tenemos un largo camino para igualar la sofisticación, adaptabilidad y eficiencia lograda por la Naturaleza.
De hardware somos:
James O’Donnell postuló en 2025 en su reseña para el MIT Technology Review que el formato anatómico del humano bípedo con dos miembros superiores hábiles e independientes (refinado luego de dos millones de años de evolución y selección natural) es la mejor morfología para que un robot multipropósito se desenvuelva en un mundo que además fue diseñado y construido a medida de los Homo Sapiens (las alturas de los estantes, la disposición y acompasamiento de los escalones, etc.) Para aplicaciones específicas se podría elegir la morfología cuadrúpeda, más estable y con mejores capacidades en terrenos irregulares, pero no sería lo mejor para fábricas y centros de distribución logística, o para asistir pacientes en un hospital.
El perfeccionamiento de las baterías de litio permite actualmente a los robots realizar jornadas laborales de hasta seis horas, después de las cuales deben ir a una estación o docking durante aproximadamente una hora para recargar energía. En ese sentido, aún no llegan a cubrir la jornada de ocho horas de los humanos post Revolución Industrial. También, al contrario de lo que se cree, los robots pueden ver afectadas sus prestaciones y experimentar algo similar a las enfermedades o distracciones, porque son máquinas que pueden fallar.
Panorama actual de la robótica:
Estados Unidos:
50 startups de EE.UU. invirtieron 7.300 millones de dólares entre 2014 y 2025 para el desarrollo de robots humanoides, de los cuales 1.600 (22% del total) fueron invertidos en el último año, lo que muestra el interés creciente en el tema.
Circulan en Internet desde 2010 videos de Boston Dynamics, donde su estrella, el robot Atlas, con el paso del tiempo ha ido realizando pruebas de destreza cada vez más complejas. Al principio, sus movimientos eran lentos y limitados por voluminosas mochilas con cables conectados a dispositivos externos de los cuales ya se ha liberado totalmente.
Tesla de Elon Musk está desarrollando su modelo Optimus que según palabras del excéntrico magnate “va a terminar con el hambre en el Mundo”. Sin comentarios.
Hay ejemplos de experiencias de campo como la de Bred Adcock, fundador de Figure AI (valuada en 2.600 millones de dólares) en sociedad con la compañía alemana BMW a través de un contrato de pago por horas de servicio robótico para su planta de EE.UU., o también la de Agility Robotics con éxito dispar en distintos depósitos de la empresa de logística GXO que trabaja para marcas de consumo masivo.
La aplicación de inteligencia artificial para el control de los robots permite reemplazar el software complejo tradicional por otro de menor complejidad pero que requiere del entrenamiento con millones de horas de video.
En marzo de 2025 Nvidia lanzó una plataforma de inteligencia artificial ISAAC GR00T N1 orientada a robots “multipropósito”. En colaboración con Google DeepMind y Disney Research, esta compañía también está desarrollando Newton, un motor de física de código abierto optimizado para aprendizaje robótico. Un motor de física sirve para que los robots aprendan cómo se comportan las cosas en el mundo real. Buscan acelerar hasta 70 veces el tiempo de aprendizaje de los robots.
Japón:
El sintoísmo, que es la religión originaria de Japón, atribuye espíritu no solo a los humanos, sino también a los animales, las piedras, las montañas e incluso a los objetos cotidianos. Esto hace que los japoneses atribuyan a los robots la misma categoría existencial que a cualquiera de los otros “entes”. Si bien convive con otras religiones adoptadas posteriormente, como el budismo introducido por los chinos, el sintoísmo está muy arraigado en la idiosincrasia nipona.
También existe un enfoque pragmático diferente sobre el rol que se le asigna a los robots respecto del resto del mundo. En Japón son diseñados principalmente para satisfacer las necesidades derivadas del envejecimiento de la pirámide poblacional (por ejemplo, para el cuidado de ancianos o enfermos).
Japón tiene la más vasta experiencia en el desarrollo de robots humanoides. En la Gran Exposición de Kioto de 1928, en ocasión de la asunción del emperador Hirohito, el biólogo Makoto Nishimura creó el robot mecánico Gakutensoku (que significa “el que estudia las leyes de la naturaleza”) que impulsado mediante aire comprimido podía mover la cabeza y las manos y hacer determinados gestos.
Otro exponente más cercano de la relación de Japón con los humanoides es el manga Astroboy (“Tetsuwan Atomu” o “Átomo, el brazo poderoso”) escrito e ilustrado por Osamu Tezuka y publicado entre 1952 y 1968, dando lugar a series de dibujos animados realizadas en los 60 (B&N) y en los 80 (color), así como también una película de 2009. Fue el primer manga que se hizo famoso fuera de Japón. La historia estaba ambientada en un futuro en donde humanos y robots coexistían. Había humanos y robots buenos y malos. El protagonista era un niño robot creado por un eminente científico e ingeniero para reemplazar a su hijo muerto en un accidente automovilístico. Astroboy fue abandonado por su creador ya que no podía cubrir totalmente el vacío de la pérdida de su hijo y luego es rescatado por otro científico que se vuelve su tutor. Dotado de grandes poderes, podía sin embargo experimentar sentimientos humanos.
En el máximo de su expansión económica (años 1970 a 1990), Japón se destacó por los desarrollos robóticos industriales (Kawasaki, FANUC), pasando luego a invertir en robótica humanoide. En 1996, Honda presentó el *P2*, antecesor de “Asimo* que fue uno de los robots más famosos. Se produjeron muchos modelos distintos incluyendo mascotas robóticas muy populares, siempre de la mano de las mega compañías como Sony, Toyota o Kawada.
China:
El 20 de enero de 2025 DeepSeek sacudió el mercado tecnológico y las bolsas de todo el mundo con el lanzamiento de los modelos de inteligencia artificial R1 y R1-Zero, similares a ChatGPT, pero de código abierto (los programas se pueden ver y usarse como base de otros desarrollos) y que además no depende de los caros procesadores de Nvidia. China tiene además otras compañías de inteligencia artificial de primer nivel mundial como Inspur, H3C y xFusion.
El desarrollo de robots humanoides chino está experimentando un boom como le pasó hace diez años a la industria de autos eléctricos. Justamente las ya consolidadas fábricas de electromovilidad chinas son grandes impulsoras de la robótica, no solo por su gigantesca capacidad de inversión, sino también porque robots y autos son parientes tecnológicos con similar ADN logístico y, sobre todo, comparten componentes como los sistemas de posición y guiado, las baterías de litio, etc. Un ejemplo de esta asociación es el H1 de Unitree que se produce en alianza con BYD y xPeng, o la colaboración entre la automotriz Nio y la fábrica de robots UBtech. Pero no sólo hay alianzas entre privados, ya que la empresa estatal GAC Group desarrolló integralmente el robot GoMate para instalar el cableado de los automóviles.
Según el Instituto de Nueva Estrategia de Shenzhen, en junio de 2024 había 160 fabricantes de robots en todo el mundo, de los cuales 60 estaban en China, 30 en Estados Unidos y 40 en Europa. Pero si incluimos la fabricación de componentes, el predominio es aún mayor, ya que China abastece de partes a sus competidores en todo el mundo. La eficiencia de Unitree logró que el robot H1 cueste 90.000 dólares, la mitad que su homólogo Atlas de Boston Dynamics de EE.UU.
El área de Desarrollo Económico y Tecnológico de Pekín (Beijing e-Town) nuclea más de 1000 empresas de tecnología, inteligencia artificial y autos autónomos con el objetivo de lograr que en 2030 China sea líder mundial en todos esos mercados.
Como dato de color, a principios de 2025 se corrió una media maratón mixta en Beijing, donde participaron en paralelo miles de humanos y veintiún robots de distintos modelos. Si bien sólo seis robots pudieron completar el recorrido, se destacó el Tiangong Ultra del Centro de Innovación de Robots Humanoides de Beijing, que, aunque todavía no alcanza al campeón keniata, llegó antes que gran cantidad de sus competidores humanos.
En el foro expositivo Zhongguancun que se llevó a cabo en Beijing en marzo de 2025, se presentaron cien robots de quince empresas chinas, entre ellos los modelos “femeninos” Quinbao de Shanghái Robots diseñados para interactuar con humanos en atención al cliente, o el sorprendente Pokae de Xandong Chinin, un torso robótico capaz de dibujar caracteres hànzì manipulando un pincel con la destreza de un maestro.
El desafío actual de China es avanzar aún más en su tecnología de base para independizarse totalmente en la fabricación de chips e inteligencia artificial aplicada a la robótica. Como en muchos otros campos estratégicos, tiene la ventaja del incentivo y los múltiples planes estatales, como por ejemplo el Robotics+, en plena ejecución y que apunta a la duplicación de la producción de robots entre 2020 y 2025. Además, no solo el gobierno central, sino también las provincias, juegan su rol, ya que en algún caso subsidian hasta 30% de los proyectos de automatización.
Wang Xingxing, el CEO de Unitree Robots, sintetizó la actualidad de China en esta materia. Dijo: “La robótica china está donde los autos eléctricos hace diez años, un campo de batalla de un trillón de yuanes”, una cifra que excede en mucho lo asimilable por una mente… humana.
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