Daniel Santoro: la escritura, fascinante refugio del tiempo
Pinto, luego existo, parece decir el artista. En sus obras, los signos chinos son una constante. Santoro venera la lengua china, “primitiva, eficaz y bella”, la que está al mando de la milenaria cultura.
Por Gustavo Ng (*)
El pintor Daniel Santoro, nacido en Buenos Aires en 1954, es un filósofo. Es evidente que al pintar sus obras pudo darle forma a sus pensamientos. Pinta para pensar, y su pensamiento se materializa en una forma bella. No sorprende, entonces, que encuentre un misterio íntimamente familiar en la escritura china, hecha también de una conjugación —de comunicación eficaz y arte.
¿Y en qué piensa Santoro, uno de los artistas e intelectuales más destacados de Argentina? Piensa en la sociedad y el poder en Argentina, es decir, en ese invento peculiar argentino que es el peronismo y el antiperonismo. Lo piensa pintando desde un lugar en que contempla toda la realidad, interesado en las cosas cuya densidad es capaz de transportar a otro mundo. Una de esas substancias son los signos chinos, que traza como ejercicio regular y que aparecen en sus pinturas.
— El arte y la política están muy tramados en tu obra. ¿Cómo ves políticamente a China?
— China tiene una orgánica de un liderazgo centralizado —ya sea el emperador o cualquier figura. En el presente se hizo fuerte en torno a la figura del Partido Comunista, que es el factor de unidad absoluta. Cuando ha perdido ese factor de unificación, ha tendido a la disolución, como sucedió con las Guerras del Opio, cuando permitió que llegaran cualquiera de afuera, unos ingleses sinvergüenzas, y manejaron toda China desde los puertos.

— Es un país que se autoproclama democrático. ¿Cómo ves eso?
— Es un país democrático. Democracia con un gobierno de partido único, con autoridades elegidas, en la que cada pueblo tiene su representante. No podríamos decir que Xi Jinping es un dictador. Es una forma democrática que inventa China —otra vez aparece la invención de China, que inventa el papel, inventa la pólvora. Ahora inventa la democracia de partido único. Eso es uno de los últimos grandes inventos de China. Ese tipo de cosas es lo que va se está viniendo ahora en un mundo donde se termina la democracia, con democracias cada vez más vacías y con un poder no democrático que está por detrás. Trump se erige ahora como un gran dictador de Estados Unidos, elegido “democráticamente”. Reaparece ese tipo de liderazgo, que estaban debilitados por la socialdemocracia. Es un mundo que se está terminando y por eso el gran enemigo de China va a ser Estados Unidos.
— ¿Cómo es ese “gran enemigo?
— Vemos su empeño en completar la Iniciativa de la Franja y la Ruta, de replicar la capacidad de sobrevivir a un hundimiento, se propone para capitanear la gran economía mundial. Lo que en el pasado fue una proyección muy regional ahora se está expandiendo. Y China no se puede detener, avanza y avanza.
— ¿Avanza una democracia diferente?
— Avanza con su invento de una democracia de partido único, China usa la lógica del comunismo, pero lo reinventa. El comunismo pasa por China y se transforma. El comunismo que a nadie le sirvió, que más bien hundió a miseria y fue un fracaso en todos los países por donde pasó, a China le funciona perfectamente, hace de él algo para que el país prospere de una manera formidable, con una organización social impresionante —haciendo lo que tiene que hacer violentamente si es necesario; no tiene los pruritos de un país socialdemócrata. Cuando aparecen líderes como Xi Jinping, encarnan un liderazgo patrocinado por el Partido Comunista, no son líderes locos que se les ocurre cosa. China es perfectamente previsible, de hecho están haciendo todo lo que dijo el Partido en las grandes reuniones donde deciden cosas que finalmente se cumplen. Se habla de los inventos chinos, el papel, la pólvora, etc., y está una forma de gobierno de un Partido Comunista que conduce una nueva forma de capitalismo. Lo que me interesa es que China puede hacer estas cosas porque tiene potencia cultural. Esa potencia cultural le viene de miles y miles de años. No hay ningún otro país que tenga una continuidad cultural como China, y esa continuidad se da a través de la lengua, anclada en la escritura.

— ¿Qué te capturó de la cultura china?
— La lengua china, a través del dibujo. Los caracteres de la lengua china son tributarios de una imagen, de la realidad. Que estén mal dibujados, deteriora la comunicabilidad. Eso involucra una moral, incluso, uno está comprometido a la buena calidad. Eso es algo maravilloso. Me enriquece visualmente mirar los caracteres, incluso sin entender demasiado lo que dicen, lo cual no es tan relevante, porque es como mirar una pintura.
— ¿Cómo hiciste contacto con la lengua china?
— Yo estaba en el bar La Paz, pasó un chino, vestido con el traje Mao, reglamentario aún a fines de los 80, y vio que estaba dibujando signos chinos (había viajado a Singapur y quedé muy seducido por la escritura de los signos). Se detuvo, miró lo que hacía y me hizo un gesto de aprobación. Lo invité a pasar y conversamos. Era el traductor Lin Yian (林一安, “Paz en el Bosque”) y venía de la casa de María Kodama, de acodar cómo se haría la traducción de las obras de Borges, que él dirigiría. Se quedó seis meses acá y todo ese tiempo lo traté.
— ¿Qué te atrae de la lengua china?
— Es uno de los grandes inventos de China. Una lengua primitiva, eficaz y bella, fronteriza con el arte. ¿Qué de Occidente se puede comparar con eso? Son aportes que hace China a la humanidad —y todavía todo lo que tendrá para dar. China tiene la leyenda de aquel sabio que inventa el lenguaje escrito, Can Jie. ¿Quién puede inventar una lengua como la china? Un superhombre que tiene supervisión, con cuatro ojos y ocho pupilas, alguien que se sube a una montaña y ve todo lo que pasa ahí, las casas, los campos, el agua, la cascada, el río, todo lo que se ve desde arriba de una montaña, como si fuera una pintura china, precisamente. Ve 250 cosas y las dibuja y ahí está haciendo una pintura y realizando una lengua.
— Te interesa su particularidad.
— No es una lengua que proviene de un lugar oscuro como las occidentales —de dónde salió el latín, de dónde salió el griego—, sino de ahí arriba, de una montaña, como un Moisés. Es un relato bíblico, de una potencia impresionante. Una lengua que se debe a la mirada, y no al trabajo intelectual; primero está la mirada, es pura praxis. Veo una casa y hago una casa, o sea, no hay mediación de algún alfabeto. Además, aparece un arte detrás de eso que es la caligrafía: si la casa no está bien hecha, no es una buena casa. Un gran artista puede hacer el signo de “felicidad” en un estilo hierba, difícil de entender para quien no está muy entrenado, pero dice “felicidad” por su belleza, y si alguien escribe “felicidad” torpemente, no es felicidad.

— ¿La comunicación y el arte son una misma cosa?
— Un buen poeta no se distingue de un buen pintor porque ambos tienen que hacer armonía. Escribí infinidad de veces el poema “La guarida del ciervo” y es necesario pintar el paisaje que está ahí, montaña, valle, nubes, gente y todo tiene que estar bien, porque estás pintando un paisaje. Estás pronunciando y pintando al mismo tiempo un paisaje. Es una especie de estereofonía, trabajan el hemisferio de la razón y el hemisferio de la intuición del arte. Y hay algo arcaico en eso, está el origen porque siguen estando los radicales. La palabra nostalgia está compuesta por el radical “campo sembrado de arroz” y el radical “corazón”. El corazón en la tierra. Lo usan mucho los poetas de la Dinastía Tang, porque es bellísimo. Entonces en el lenguaje escrito de hoy está la reserva cultural que le da potencia hacia el futuro a China. China se apoya ahí. El lenguaje está hecho con ruinas, porque necesariamente se racionalizó, pero entonces quedaron esos restos, pedazos de paisaje, de casas, de bosques. Están incrustados dentro de la lengua. En un paper universitario referido a la economía global o lo que sea, hay paisajes, hay cosas que vienen de 5.000 años de atrás.
— ¿La lengua china corre riesgo de desaparecer en un mundo virtual?
— Todas las naciones están entregando su patrimonio en la pantallita, y ahí tendrá que tener cuidado China, de no perder deslizándose en la pantallita toda esa manualidad que tiene toda la cultura detrás, que crea una relación profunda, hecha de sentido, con el mundo.
¿Cómo convertir en bits la escritura china? ¿Cómo aplanarla en emoticones, sintetizando todo, con los sentimientos canalizados en corazoncitos rojo, azul? Se la destruiría, porque la lengua china tiene aquello real.
— Pero confiás en sus recursos para permanecer.
— El marxismo, leninismo y demás terminó desbarrancado, menos China, que lo hizo propio para que le sirviera. Para hacerlo chino, le metió la lengua china. En la Larga Marcha, Mao iba con una pancarta con el signo “doble suerte”, una invocación que no es precisamente marxista. Luego hicieron la Revolución Cultural, que a cualquier otra nación la hubiera destrozado, pero ellos sobrevivieron. ¿Cómo? Por la potencia de la cultura.
En los 90, en la era de Jiang Zemin, existió una advertencia de que la lengua china, siendo una forma arcaica de comunicación, no era ágil para los negocios de la actualidad. Se insinuaba que el chino iba a quedar relegada al ámbito familiar y casi iba camino a ser una lengua muerta. Bueno, eso cambió rotundamente con Xi Jinping y quedó absolutamente claro que la lengua china es la que la que está al mando. Fue un cambio fenomenal dentro de la política, de la política cultural de alto vuelo. Alguien está pensando ahí y conduciendo las cosas con una gran sensatez.
(*) Entrevista publicada en el número 46 de Revista DangDai. Fotos de Leanadro Teysseire.
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