“Creado en China”: Labubu se ríe de todos
Con ganancias de 417.729.000 de dólares y más de 1.000 millones de visualizaciones en TikTok, el popular muñequito chino representa la despedida de la vieja idea del país como fábrica barata del mundo. El secreto de su éxito y las nuevas formas del consumo joven.
Por Fernando Capotondo. Apenas 13 centímetros de peluche, ojos saltones, orejas puntiagudas y sonrisa medio escalofriante. Así es Labubu, el popular muñeco que nació de un personaje de cuentos y se convirtió en uno de los máximos embajadores del “Creado en China”, el nuevo paradigma que busca reemplazar – con aparente éxito – el viejo estigma del “Hecho en China” como sinónimo de barato y mala calidad. “No es un simple juguete, ya es una propiedad intelectual cultural”, según explica Wang Ning, el CEO de Pop Mart, la megaempresa que se cansó de contar billetes gracias al monstruito de diseño que sorprendió a los consumidores de medio planeta.
Acaso alguien hubiera imaginado hace algunos años que un simple juguete fabricado en Dongguang, en el sur de China, podría competir con los productos de Disney y, de yapa, ser bautizado por el J.P. Morgan como el “próximo Hello Kitty”. Quién habría soñado que el hashtag de un duende de dientes puntiagudos (#labubu) acumularía más de 1.000 millones de visualizaciones en TikTok, con una viralización que se duplica con el correr de los segundos. O quién podría haber calculado que el nivel de reventa de algunos peluches, cuyo precio en China arranca en el equivalente a unos 8 dólares, escalaría hasta los 12.000 dólares que se animan a pedir en plataformas como eBay o StockX.
Nadie, por supuesto.
Pero la realidad es que la sorprendente aparición de Labubu entre las súpermodelos del Fashion Week de París; los millones de coleccionistas que hacen fila desde la madrugada para conseguir los últimos diseños; y los famosos que están dispuestos a mostrarse con un muñeco colgado de cualquier parte (léase Rihanna, David Beckham, Dua Lipa, Kim Kardashian y Lisa de BlackPink), constituyen ejemplos irrebatibles del verdadero alcance del actual proceso de globalización de la propiedad intelectual china (ChIP, por sus siglas en inglés).
Nada es casual
En realidad, la irrupción de Labubu como ícono cultural debe ser observada como el resultado de una política de Estado que arrancó hace exactamente una década, cuando Beijing lanzó su ambicioso plan “Made in China 2025”, con el objetivo de dejar de ser la fábrica barata del mundo, para convertirse en una usina de creación, innovación y exportación de alta tecnología.
En ese contexto, la popularidad del muñeco no solo es una muestra del salto de calidad en la capacidad de diseño de China, sino también del creciente protagonismo de las marcas de ese país en la carrera mundial por la creación, impulso y desarrollo de propiedades intelectuales. “Mi intención es crear el Pop Mart del mundo, no ser la imitación de nadie”, es la frase que gusta repetir como mantra el citado milmillonario Wang Ning.

Lejos de los tiempos en que exportar propiedad intelectual china era un desafío casi inalcanzable, producto de las diferencias estéticas que había con los países de occidente, los creadores de Labubu parecen haber encontrado un diseño con “umbrales culturales lo suficientemente bajos” como para hacer que el juguete sea emocionalmente accesible a los públicos más diversos, según sostienen desde la industria al explicar el secreto de su éxito.
“Labubu no está vinculado con una historia fija, lo que permite a los fans proyectar su propio significado. Muchos jóvenes cuentan sus historias personales y diversas a través de Labubu”, explica Wang.
Ese irresistible encanto
Más allá de la primera impresión que pueda causar Labubu, especialistas en marketing indican que logra conectar con una generación joven que se siente reflejada en su imagen traviesa y bondadosa. “Tiene un aspecto extraño y su sonrisa lasciva roza lo escalofriante, pero me encanta su actitud desafiante”, comenta Dingding, un estudiante de último año de la Universidad de Zhejiang.
“La ternura rebelde de Labubu refleja la complejidad emocional de la juventud moderna. Su deliberada antiestética se ha convertido en su mayor atractivo”, opina Cheng Fei, un diseñador independiente de Shanghái.
Si bien el diseño original es del artista hongkonés Kasing Lung – quien lo presentó en 2015 en la serie ilustrada The Monster Trilogy – la empresa china Pop Mart fue la responsable de haberlo transformado en objeto de culto. En 2019 lo sumó a sus conocidas “blind boxes”, es decir, las cajas sorpresas que convierten cada compra en un virtual juego de azar y suspenso, ya que sólo una de cada 72 unidades es, efectivamente, la deseada edición “secreta” que suele disparar la fiebre de los coleccionistas.
Precisamente, este modelo de caja sorpresa agrega un suspenso emocional a la conexión instantánea que, de por sí, genera el juguete. El comprador nunca sabe qué recibirá y la expectativa de encontrarse con una edición especial alimenta el ciclo de dopamina, coinciden los expertos.
Al respecto, un informe de la Asociación de Consumidores de China señaló que en comparación con los juguetes tradicionales, estos coleccionables ofrecen un significativo valor emotivo y, según sostienen, “la liberación emocional es hoy el factor clave de las decisiones de compra de los jóvenes”.
Para muestra, basta el botón de un consumidor: “La emoción de abrir la caja es como apostar al destino. Y cuando saqué una edición secreta en mi primer intento, sentí que mi suerte había cambiado”, fue la inocente confesión de Ah Yuan, una compradora de Guangzhou, citada por la agencia Xinhua.
Sonríe, Labubu te ama
Bajo la influencia de Labubu, la franquicia “The Monsters” de Pop Mart registró ingresos que superaron los 3.000 millones de yuanes en 2024 (417.729.000 de dólares), lo que representó un aumento interanual del 726,6% y lo convirtió en la propiedad intelectual de mayor rendimiento del conglomerado de juguetes chino.
Que un muñeco conquiste tanto mercado, inspire modas y aparezca en los brazos de figuras de la música y el cine no es casualidad, como ya se señaló. Se trata del síntoma inequívoco de una China que ya no responde al cliché de lo barato y que realmente confía en herramientas como la curaduría productiva, el storytelling, el marketing global, las experiencias de usuarios y – sobre todo – el descubrimiento de un diseño propio que logre emocionar.

Labubu es, sin dudas, uno de los embajadores de la transición entre la oferta de simples productos manufacturados a la creciente exportación de propiedad intelectual y marca registrada china. “Este salto de calidad es el resultado natural de la evolución económica”, según la mirada del profesor de la Universidad de la Universidad de Negocios y Economía Internacionales de China, Lan Qingxin.
“Antes comprábamos cosas japonesas o coreanas. Ahora somos nosotros los que marcamos la tendencia. Me hace feliz verlo. Es raro, dulce, un poco loco… como yo”, dice Mei, una estudiante de Shanghái que, como exhibe en TikTok, ya tiene una colección de 23 muñecos.
Labubu sonríe. China también.

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