Leonardo Boff, sobre las relaciones sino-brasileña
El teólogo brasileño resaltó en su blog que “es notorio que las relaciones China-Brasil tienen un significado estratégico que va mucho más allá de los imprescindibles intercambios comerciales. Brasil sólo va beneficiarse si se abre a los valores culturales milenarios y a la sabiduría ancestral de China.”
China-Brasil más allá de la economía
Por Leonardo Boff
China es uno de los principales socios comerciales de Brasil. Con el claro declive del dominio/dominación occidental, ella surge como la principal potencia del siglo XXI. El estilo chino es notablemente diferente del occidental. Este no solo se cree el mejor y el más fuerte, sino que tiene también que propagarlo mundialmente. El chino es contenido y valora el silencio, los plazos medios y largos. Sabe esperar con el tiempo. El gran ideal propuesto por Xi Jinping es: Una Comunidad de Futuro Compartido para la humanidad, traducido también como una Comunidad de Destino Común. Es un ideal generoso a ser realizado.
Se acostumbra decir entre los analistas de la geopolítica mundial que después de una guerra económica, como la que está montando Trump principalmente contra China, se sigue una guerra bélica. No es improbable. El eje anglosajón occidental no renuncia jamás a ser el único polo conductor del curso del mundo y a tener al dólar como única moneda de referencia de valor. Bastó la decisión arrogante de Trump destinando 500 mil millones de dólares para producir nuevos chips de IA, los más potentes posible, para que China saliese de su silencio y anunciase la plataforma DeepSeek, con sus billones y billones de algoritmos, más barata y accesible a todos. Puso de rodillas a los orgullosos dueños de las grandes plataformas conocidas que, en razón de la inmensa superioridad china, perdieron, juntas, un billón de dólares de valor de mercado en un solo día. Si ocurriera eventualmente una guerra, China llevaría la mejor parte, usando solo la IA o armas nucleares tácticas, no las estratégicas que significarían el fin de la especie humana.
Es notorio que las relaciones China-Brasil tienen un significado estratégico que va mucho más allá de los imprescindibles intercambios comerciales. Brasil sólo va beneficiarse si se abre a los valores culturales milenarios y a la sabiduría ancestral de China. Esta se caracteriza por la búsqueda insaciable de la integración de los opuestos y la armonización de las fuerzas cósmicas y psíquicas. En un país tan dividido como el nuestro, eso sería un bálsamo.
Nosotros los occidentales somos herederos de un pensamiento lineal que trabaja constantemente con el principio de identidad y de contradicción, enriquecido tardíamente por el pensamiento dialéctico. Nuestra postura antropológica nos hizo imperialistas y dominadores de todos los pueblos y destructores de todas las diferencias. Estas o bien son incorporadas en la mismidad occidental o son subalternalizadas o incluso destruidas. Es la tragedia de Occidente, ahora en su ocaso. Consultada la DeepSeek denunció la “insostenibilidad humana y la obsolescencia histórica del neoliberalismo del modelo económico occidental”. Está destinado a desaparecer. Esto elimina los cimientos de la unipolaridad occidental vigente.
La sabiduría china busca incluir siempre los opuestos. Tal postura se expresa por el famoso círculo dentro del cual se entrelazan como dos pececillos, uno sombreado y otro claro. Es la presencia de las dos fuerzas universales, yin-yang (cielo y tierra, luz y sombra, masculino y femenino), que entran en la composición de todos los seres. Yin-yang concretan el Qi/Chi, la energía primordial y misteriosa que sustenta todo, llamada también Tao. El Tao es interpretado de mil maneras, pero la más sugestiva para mí es la convencional de camino. Tao sería la energía mediante la cual construimos el camino, energía que subyace a toda y cualquier realidad. El Tao se encuentra en todo, como dice Zhuangzi, desde el estiércol del campo hasta en la cabeza del emperador. El Taoismo no es una religión, sino un camino de sabiduría. Las religiones existentes son respuestas a la percepción del Tao, así como la culinaria, el arte, la política y la ética.
Cuando por invitación oficial visité China con otras personas, lo que más me impresionó fue esta visión holística hecha cultura general. Ella penetró en el pueblo e impregna la vida cotidiana, haciendo que la persona china común sea pragmática, laboriosa y detallista como en las pinturas y simultáneamente contemplativa, grave y serena como en la figura de los maestros. Esta convergencia de los opuestos, introdujo una cultura del cuidado, fundamental en el ethos chino. El cuidado busca siempre el equilibrio de las energías incluso las opuestas. Lo que resulta es una actitud de respeto, casi sagrado, por cada ser, pues es portador de la energía del Tao. La medicina tradicional china con los tés de plantas medicinales, la acupuntura y los masajes representa la activación de esta energía. Salud es estar en sintonía con las energías y con el Tao.
El valor más importante en la tradición china y también en la política reside en la amistad. No es tanto un sentimiento subjetivo como la acogida de la diferencia de forma reverente. La amistad se muestra compartiendo y siendo solidarios. “Compartir es justo” dice una máxima de la ética china. Para nosotros compartir es parte del orden de la “gratuidad, de aquello que puede ser o no ser”. Siempre que en China se acoge a un grupo, se le ofrece un rico banquete, expresión de amistad. Para los chinos compartir pertenece al orden objetivo del ser. Compartir y solidarizarse es hacer que el yin conviva con el yang. Entonces se respeta el derecho de cada uno y hay justicia.
Otro valor importante es el consenso, a diferencia de nuestra cultura política que busca antes la hegemonía. El consenso no implica la reducción de todas las diferencias a una única posición. Es la coexistencia aceptada de la riqueza de ellas que, juntas, construyen una convergencia superior que es buena para todas las partes
Finalmente, la patria constituye un altísimo concepto. Ella es la representación arquetípica del cielo y de la tierra, es la tienda del Tao, la realización social del yinydelyang. Patria son los antepasados, cuyas cenizas acompañan a las familias por siglos. China es una, los gobiernos pueden estar dividos y pasar. Pero China, según se dice, permanece siempre.
Por último, es grandioso el lema de la proclamación de la República en 1911 por un cristiano Sun Yat Sen: “El amor es universal y el cielo pertenece a todos”, que se encuentra en los pines o botones. Ahora con el ascenso de China en el escenario mundial, Brasil tendría mucho que aprender de su sabiduría ancestral para, mediante ese intercambio, enriquecer nuestra propia cultura.
PUBLICAR COMENTARIOS