Crítica a los “empresaurios” textiles
La postura y preocupación de un empresario textil argentino referida a la importación desde China, reproducida en este portal, originó la siguiente reflexión de una estudiosa de las economías asiáticas.
Mercedes Giuffre, académica del CARI y de la Universidad Nacional de Mar del Platab y directora del Centro de Estudios de Corea y China (CECCHI) escribió a DangDai para comentar una reciente nota sobre la apertura de importaciones de ropa china, en la cual el empresario Claudio Drescher expresó su preocupación por los efectos que esto podría tener sobre la industria textil argentina.
“Entiendo –dice- su punto de vista y el de muchos ‘empresaurios’ del sector, que consideran que la competencia internacional puede afectar negativamente a la producción local. Sin embargo, creo que es importante tener en cuenta las realidades económicas que enfrentan muchos consumidores en el país, especialmente aquellos con ingresos medios, que son los que más se ven beneficiados por la oferta de productos más accesibles provenientes del exterior.
“Las prendas de CC, JC, M., AC, R. y otras… tienen precios absolutamente desproporcionados y ridículos. Un blazer, $ 320.000; pantalones, $170.000; vestidos, $ 280.000; ropa interior, de $70.000 en adelante… Se puede calcular esos precios en dólares, y es evidente que no cuestan ese dinero ni en Londres.
“Se encuentra circulando en las redes un video de Tik Tok de turistas británicas en CABA, mostrando en un local de M. las etiquetas y riéndose de los precios. Por ejemplo R. importa todo de India y recarga un 1.000% (según una empleada) al público. La ropa de India es baratísima. Una blusa de seda que en India se compra a 18 dólares o menos, en Argentina se vende a 180.000, y así todo. Por algo en las liquidaciones bajan un 60% y sin embargo no pierden sus ganancias.
“Durante décadas, la industria textil argentina ha contado con un mercado cautivo, donde los precios de las prendas nacionales han sido considerablemente altos, en parte debido a los costos de producción, la carga tributaria y otros factores. Los mercados cautivos tienden a desincentivar la innovación. Cuando una empresa o un grupo de empresas domina un mercado sin competencia real, no sienten la presión de mejorar sus productos, reducir costos o adoptar tecnologías más avanzadas. Esto no solo afecta la calidad de los bienes y servicios ofrecidos, sino que también retrasa el progreso técnico y limita las posibilidades de crecimiento económico sostenido.
“Y también, los consumidores en un mercado cautivo suelen enfrentar precios altos y calidad inferior. Sin la posibilidad de elegir entre alternativas, las personas se ven obligadas a aceptar las condiciones impuestas por los monopolios o grupos dominantes, lo que amplía las desigualdades económicas y reduce su bienestar general. No cabe duda de que esto ha protegido a los productores nacionales, pero ha dejado a una gran parte de la población con pocas opciones para acceder a ropa asequible, de allí el auge de compras en Avellaneda y saladitas varias. Ni falta hace mencionar el costo argentino de las zapatillas importadas, donde los importadores también recargan a más del 100%.
“La apertura y la competencia fomentan el dinamismo económico al facilitar la entrada de nuevas empresas al mercado. Estas no solo desafían a los actores establecidos, sino que también traen consigo nuevas ideas, tecnologías y modelos de negocio. Este proceso, conocido como ‘destrucción creativa’, es esencial para el progreso económico, ya que impulsa la renovación constante y la modernización de los sectores productivos.
“Es en este contexto que la apertura de las importaciones de ropa, especialmente de China, pero también de otros países; puede ser vista como una oportunidad para muchas familias argentinas que luchan por llegar a fin de mes. La posibilidad de acceder a prendas de vestir más económicas permite que las personas no tengan que optar entre adquirir ropa de calidad o priorizar necesidades básicas. Es una realidad que muchos consumidores ya no pueden permitirse pagar precios tan elevados por productos textiles nacionales.
“En lugar de lamentarse por la competencia extranjera, considero que sería más beneficioso para los ‘empresaurios’ textiles argentinos repensar sus estrategias de producción. Una alternativa sería reducir los costos de fabricación y ofrecer productos a precios más accesibles para un público más amplio. Y otra sería que bajen a la realidad y resignen los insaciables márgenes de ganancia que recargan sobre las prendas. De esta forma, tal vez, podrían recuperar parte del mercado que ahora se ve tentado por opciones más económicas provenientes del exterior.
“Es fundamental que el sector se adapte a las nuevas demandas del mercado, ya que las condiciones del mismo han cambiado. En lugar de ver en las importaciones una amenaza, sería más positivo considerar cómo se pueden mejorar los productos locales para ser competitivos, sin que los precios sean un obstáculo para la mayoría de la población. Mientras que los mercados cautivos representan un obstáculo para el desarrollo y el bienestar, la apertura y la competencia ofrecen un camino hacia la prosperidad económica y social. “Promover la diversidad de opciones y la innovación es, en última instancia, una apuesta por una sociedad más equitativa, dinámica y resiliente. Dentro de este mercado argentino cautivo, en diseño, las prendas argentinas, excepto aquellas de diseñadores destacados, son habitualmente, de un diseño básico y anticuado, sin afán de ofrecer al público calidad y diseño exclusivo.
“Agradezco su atención y me permito ofrecer estas reflexiones con el ánimo de contribuir al debate donde los ‘empresaurios’ no reconocen sus propias fallas y deficiencias; en torno a un tema tan importante para la economía argentina y sus sufridos habitantes…”, concluye Giuffre.
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