El desafío de elevar la calidad de la cooperación entre China y Brasil
El 50º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Brasil ofrece una oportunidad para hacer un balance de los alcances, logros y limitaciones de estas relaciones, dice Ana García en Política y Relaciones Internacionales.
A 50 años de relaciones Brasil-China: El desafío de elevar la calidad de la cooperación
Por Ana García*. El 50º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y Brasil ofrece una oportunidad para hacer un balance de los alcances, logros y limitaciones de estas relaciones. A nivel multilateral, los dos países participan en el G20, BRICS y BASIC, además de ser miembros fundadores del Nuevo Banco de Desarrollo y del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. A nivel regional, China creó y mantuvo importantes foros de cooperación en América Latina, como el Foro China-CELAC, creado en 2014. Brasil es fundamental para China como el mayor mercado sudamericano y socio estratégico regional. En este breve articulo el objetivo es presentar una visión general del entrelazamiento de las relaciones económicas y diplomáticas, situando el contexto actual como una oportunidad para elevar la calidad de la cooperación entre los dos países y apoyar la inserción de Brasil en las cadenas de valor globales.
Entre 2005 y 2020, Brasil recibió el 47% del stock de inversiones chinas en América del Sur. En una investigación reciente, demostré que China mantiene tratados bilaterales de inversión con quince países de América Latina y el Caribe, y hoy también avanza hacia el libre comercio con otros cuatro países de la región, pero no con Brasil. A diferencia de otros países latinoamericanos, Brasil es más refractario en el uso de instrumentos y busca adaptar su legislación interna para atraer inversiones, sin estar obligado por tratados. Aún así, es el país de la región que recibe la mayor inversión china. En una investigación realizada en el ámbito del BRICS Policy Center, mapeamos 138 proyectos en Brasil entre 2010 y 2021, que recibieron un total de aproximadamente USD72.253 millones de dólares. Las empresas estatales chinas representan la mayor parte del volumen invertido, especialmente centrado en el sector de la energía y la transmisión. La industria manufacturera, por su parte, tuvo el mayor número de proyectos.
Las inversiones directas chinas se vieron facilitadas, en gran medida, por la intensificación de las relaciones diplomáticas desde el primer mandato del gobierno de Lula da Silva (2002-2006). En 2004, se creó la Comisión de Alto Nivel Sino-Brasileña para la Coordinación y la Cooperación (COSBAN), y en 2009 China se convirtió en el principal socio comercial de Brasil. En 2010, los dos países fortalecieron sus vínculos con la firma del Plan de Acción Conjunto Brasil-China 2010-2014, que definió lineamientos y objetivos estratégicos y promovió el diálogo entre sectores específicos. En 2012 se elaboró el Plan Decenal de Cooperación Brasil-China que, junto con el Plan de Acción Conjunto, tenía como objetivo identificar áreas prioritarias y proyectos clave para ser explorados bilateralmente. Todavía en 2012, el Primer Ministro chino Wen Jiabao visitó Brasil para la Conferencia Río+20 y elevó las relaciones bilaterales al nivel de “Asociación Estratégica Global”.
Los años 2014-2016 estuvieron marcados por esfuerzos para fortalecer los vínculos entre China y los países de América Latina y el Caribe. En 2014, el presidente Xi Jinping visitó Brasil por primera vez con motivo de la cumbre BRICS, cuando se firmaron 32 acuerdos, como los acuerdos de cooperación en los sectores ferroviario y eléctrico de Brasil, que incluyeron la participación de State Grid en la construcción de la línea de transmisión de alta tensión para la central hidroeléctrica de Belo Monte; acuerdos entre BNDES, China Eximbank, China Development Bank (CDB) y China Investment Corp para ampliar el crédito a exportadores e inversores, y uno con BYD para la producción de baterías recargables y sistemas de almacenamiento de energía en Brasil.
Además, se firmó el acuerdo para la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y se anunció la creación del Foro China-CELAC. En 2015, el Primer Ministro de China, Li Keqiang, visitó Brasil para formalizar la firma de un nuevo Plan de Acción Conjunto para el período 2015-2021. También se firmaron otros 35 acuerdos bilaterales, incluidos un memorando de entendimiento entre ApexBrasil y BYD; y acuerdos de cooperación entre Petrobras y tres bancos chinos: CDB, China Eximbank e ICBC Leasing.
Podemos observar, por tanto, que en el período clave del ascenso chino en el mundo, entre 2010 y 2016, hubo un aumento significativo en la intensidad de las interacciones de alto nivel entre China y Brasil. Durante este período, China vivió la transición a la era Xi Jinping, el inicio de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la expansión más acelerada de las inversiones de las multinacionales chinas en América Latina, combinada con la creación de espacios políticos multilaterales como el Foro China-CELAC y los BRICS. Este último se convierte en una agrupación política y económica fundamental para China y Brasil, que tienen, desde sus inicios, una agenda común de reforma de las instituciones de gobernanza económica global. Considero el período comprendido entre 2014 y 2016 como un punto de inflexión de los BRICS hacia un grupo con un sesgo geopolítico más evidente, con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) y la ocupación de Crimea por parte de Rusia (cuando el G8 vuelve a convertirse en G7 con la expulsión de Rusia). En el contexto de la crisis económica posterior a 2008, China tenía un espacio estratégico en los BRICS donde podía negociar sin necesariamente considerar los intereses de los países del G7, consolidando así su lugar central en esta alianza. Para Brasil, la alianza BRICS se ha convertido en un espacio privilegiado de relaciones con China.
Entre 2015 y 2017, el sector energético brasileño recibió el mayor volumen de inversiones chinas, principalmente debido a la adquisición por parte de State Grid de una participación mayoritaria en la Companhia Paulista de Força e Luz (CPFL) en 2017. Otros proyectos relevantes son la instalación de la línea de transmisión Xingu-Rio por parte de State Grid y la adquisición de las centrales hidroeléctricas Jupiá e Ilha Solteira y de los activos de Duke Energy y Triunfo Participações por parte de China Three Gorges (CTG). Aquí es importante señalar que, a pesar de estar registradas como energía renovable, las megacentrales hidroeléctricas tienen altos impactos sociales y ambientales, ya ampliamente documentados, como es el caso de la central de Belo Monte. Las empresas chinas deben ser conscientes de estos impactos y trabajar con los gobiernos y organizaciones locales para evitarlos y/o mitigarlos.
El año 2016 estuvo marcado por un cambio de gobierno en Brasil tras el impeachment de la presidenta Dilma Rousseff (2011-2016) y el ascenso a la presidencia de Michel Temer (2016-2018). El foco de la política exterior brasileña se reoriento hacia la construcción de vínculos más estrechos con sus socios tradicionales, como Estados Unidos y la Unión Europea, y hacia una relación más pragmática con China. En 2016, Michel Temer visitó el país asiático para participar en el Seminario Empresarial de Alto Nivel Brasil-China, realizado antes de la cumbre de líderes del G20 en Hangzhou. Al seminario asistieron representantes de una treintena de empresas y organizaciones. En 2017, Temer realizó otra visita a China para participar en la cumbre de los BRICS, durante la cual firmó 22 acuerdos en diversos sectores.
A partir de 2018, el número de acuerdos firmados entre Brasil y China comenzó a disminuir. Las elecciones de 2018 en Brasil estuvieron marcadas por la incertidumbre sobre las relaciones con China, principalmente por las posiciones hostiles del entonces candidato Jair Bolsonaro, quien se había alineado con la administración de Donald Trump en Estados Unidos. A pesar de la retórica beligerante hacia China, en el primer año de mandato de Jair Bolsonaro el 2019, se realizaron visitas mutuas de alto nivel, como la visita del vicepresidente Hamilton Mourão a la reunión de la Comisión de Alto Nivel Sino-Brasileña de Coordinación y Cooperación (COSBAN), seguida del viaje del Ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, a Brasil para la III Reunión del Diálogo Estratégico Global. También en 2019, Bolsonaro realizó su primera visita a China, durante la cual se firmaron ocho acuerdos, incluido el acuerdo de licencia que autorizó a State Grid a comenzar a operar la línea de transmisión entre la central hidroeléctrica de Xingu y Río de Janeiro. Luego, Xi Jinping viajó a Brasil para la Cumbre BRICS, que condujo a la firma de nueve acuerdos de cooperación.
El regreso de Lula da Silva al gobierno a partir de 2023 marca un nuevo momento en las relaciones con China. Como principal economía de América Latina, principal receptor de inversión directa china en la región y socio estratégico de los BRICS, la relación con Brasil es fundamental en términos económicos y políticos para China. El viaje del presidente Lula da Silva al socio asiático en abril de 2023, fue un paso importante para ir más allá de las relaciones comerciales basadas en commodities agrícolas, estableciendo acuerdos en el área de ciencia, tecnología e innovación, como la renovación como la renovación del Programa Chino-Brasileño de Satélites de Recursos Terrestres (CBERS).
Actualmente, hay un aumento de proyectos greenfield para expandir las energías renovables, la necesidad de electrificación y un creciente interés por el hidrógeno verde. Esta tendencia está en línea con el anuncio del presidente Xi Jinping en 2021 de que apoyaría sistemas energéticos verdes y bajos en carbono en los países en desarrollo, así como con el compromiso de no financiar nuevos proyectos de carbón en el extranjero. La instalación en Brasil del mayor polo de producción de automóviles eléctricos de BYD fuera de China (BYD Auto es la subsidiaria automotriz de la multinacional china BYD Co. Ltd, que tiene su sede en Xi’an) es un ejemplo de inversión productiva, con potencial para impulsar la inserción del país en cadenas globales de mayor valor agregado.
En un mundo en transición, Brasil enfrenta un momento crucial en las relaciones con China como futura potencia hegemónica. Si China tiene objetivos y estrategias claras a largo plazo, Brasil necesita aprovechar el buen momento político para extraer mejores beneficios y obtener los mejores resultados de las relaciones bilaterales. En el presente y futuro es necesario buscar inversiones y comercio que permitan a Brasil avanzar en cadenas tecnológicas y dirigir la cooperación hacia áreas económicas y socialmente importantes, como el medio ambiente, cambio climático, salud, infraestructura y áreas sociales que mejoren los niveles de vida de las sociedades de ambos países.
* Ana García es Profesora de Relaciones Internacionales y del programa de posgrado en Desarrollo, Agricultura y Sociedad de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, investigadora del BRICS Policy Center e integrante de REDCAEM. Es Dra. en Relaciones Internacionales por la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio). La investigación que sustenta esta columna cuenta con el apoyo de la Fundación Carlos Chagas de apoyo a la Investigación del Estado de Río de Janeiro (FAPERJ).
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