Con prefacio de Lula, un nuevo libro aborda los desafíos de Brasil, incluyendo la relación con China
Un libro de reciente aparición en Brasil incluye varios conceptos sobre su política exterior referida a China y a las posibilidades de articulación desde el Mercosur, el Sur Global y los BRICS. Entre sus autores/coordinadores, está la académica argentina María José Haro Sly.
El libro, en portugués, se titula “Brasil, problemas estructurales y perspectivas de transformación”, y compilaron además Marcelo Manzano, Jorge Abrahão de Castro y Raul da Silva Ventura Neto. Lo abre un prefacio del Presidente brasileño, Lula Da Silva.
En capítulo escrito por Haro Sly (socióloga, egresada de la UNILA de Brasil, actualmente cursando su doctorado en Estados Unidos y ex funcionaria del Gobierno de Tucumán y del exMinCyT), junto a Adhemar Mineiro y Luciana Ballestrin, se señala que “el elemento central” de la política exterior a partir del gobierno de Jair Bolsonaro “fue el alineamiento automático con las posiciones de política exterior de Estados Unidos bajo la administración Trump dentro de foros multilaterales —como el Sistema de las Naciones Unidas— y de las instituciones financieras multilaterales. Este movimiento comenzó a percibirse de forma más suave al inicio del gobierno de Temer, pero se revirtió en el proceso con la gestión de Aloysio Nunes en Itamaraty, cuando nuevamente se buscó un equilibrio entre los intereses de EE.UU. y China dentro del marco del gobierno. Así, si al inicio del gobierno Temer con el ministro José Serra se validaron los intereses de las petroleras estadounidenses, con el ministro Aloysio Nunes el comercio con China y la participación brasileña en los BRICS (grupo de países compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Esta posición culminó, por ejemplo, en diciembre de 2017, con el aislamiento de Estados Unidos en la reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Buenos Aires; vale la pena recordar que el mecanismo de deliberación de la OMC requiere consenso entre los participantes; Así, la posición aislada de la entonces administración Trump fue suficiente para que la reunión no terminara con ningún resultado significativo ni siquiera con un comunicado final.”
También sostiene que “ en el actual contexto de disputa hegemónica entre Estados Unidos y China, se están abriendo nuevamente espacios políticos dentro de los cuales podría moverse la diplomacia brasileña. De hecho, los movimientos de la diplomacia brasileña desde principios de la década de 2000 hasta 2014 se vieron favorecidos precisamente por estos espacios que se estaban abriendo. Estados Unidos es un socio tradicional de Brasil, con el que negocia una serie de pactos, acuerdos y organizaciones regionales”.
Agrega que “la participación en el G20, la creciente institucionalización de los BRICS y, especialmente, el comercio y la estructuración de nuevas inversiones a escala global, han acercado a Brasil a China. Se abrió así un camino cómodo para ejercer la vieja posición brasileña de buscar actuar en estos espacios para ganar cierto grado de libertad en su política exterior. Si, por un lado, la hegemonía estadounidense es asfixiante regional y globalmente, por el otro, la asociación que ofrece China refuerza la posición de Brasil como productor y exportador de materias primas agrícolas, minerales y energéticas, incluso si se produce un excedente comercial importante. Esto termina cerrando espacios para estrategias alternativas de industrialización y desarrollo, generando fuertes impactos negativos desde el punto de vista social y ambiental”.
Y define que “en este sentido, la coordinación regional de agronegocios puede contribuir a la mesa de negociación con China para desarrollar proyectos con mayores posibilidades de agregar valor en América Latina”.
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