El idioma español para ampliar la nueva Ruta de la Seda
La demanda de estudios hispánicos se dispara por su valor profesional para los técnicos que dirigen las inversiones chinas en Latinoamérica, y “muchos arquitectos e ingenieros lo eligen como segundo idioma”, dice un artículo del diario español El Mundo.
La nota refiere las acciones del televisión oficial china (CGTN), con sus canales en varios idiomas incluido el español, que comenzó a emitirse en 2007 para dirigirse al público de habla hispana, sobre todo al de América Latina, “patio clave en los intereses económicos y geopolíticos de China. La oficina central de Pekín se ha ido expandiendo en los últimos años, con redacciones en Argentina, Brasil, Cuba, México y Venezuela”.
“Es habitual –agrega- que CGTN dedique coloridos programas a la huella de la nueva Ruta de la Seda en América Latina. En 2013, el presidente Xi Jinping presentó un vasto programa global de financiación de infraestructuras (la Iniciativa de la Franja y la Ruta), respaldado por constructoras chinas y con préstamos de los bancos de desarrollo de Pekín, que está levantando carreteras, puentes, aeropuertos, ferrocarriles, centros de telecomunicaciones y centrales eléctricas por más de 150 países”.
También dice que “Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y Panamá son algunas de las naciones donde han aterrizado las empresas chinas, acompañadas por funcionarios que tienen la misión de asegurar la efectividad de esa diplomacia de chequera. Todo ello se traduce en una creciente influencia de Pekín, que guarda una correlación con el avance del español como idioma de estudio. Tradicionalmente rezagado detrás del inglés, francés, japonés y alemán, el español ahora está renaciendo en la superpotencia asiática”.
“Los chinos se han dado cuenta de que el español tiene muchísima empleabilidad, sobre todo en grandes proyectos en América Latina. También hay cada vez más empresas españolas que se rifan a trabajadores chinos que dominen el idioma local. Son muy solicitados y están bien pagados”, explica el académico chino Lu Jingsheng, uno de los hispanistas más reputados de China.
“Antes, sólo los filólogos estudiaban la lengua de Cervantes, pero ahora muchos arquitectos e ingenieros chinos la eligen como segundo idioma. Para la formación, está aumentando el trasiego de estudiantes y profesores que marchan a España por la calidad de vida. Pero para trabajar, los chinos van a Latinoamérica, que es donde están los proyectos y se gana dinero”.
Lu, que es catedrático de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái y miembro extranjero de la Real Academia Española, comenzó a estudiar español en 1973, cuando regresó a Shanghái después de trabajar en una granja en Mongolia Interior durante las purgas en las grandes urbes de la Revolución Cultural de Mao Zedong.
“El estudio del español llegó a China, a la Universidad de Pekín, en 1953. Un año antes, en la capital se había organizado una conferencia de la paz de Asia-Pacífico, el primer evento internacional que realizaba la China comunista, y al que acudieron muchos representantes de países latinoamericanos. Entonces, los funcionarios chinos se dieron cuenta de que no había nadie en el Gobierno que hablara español y que se pudiera comunicar con ellos. Por ello comenzaron a abrir cursos en la universidad”, cuenta Lu.
El catedrático ha dirigido varios programas en el Ministerio de Educación de China dedicados a que los funcionarios aprendan español con el objetivo de hacer carrera en América Latina. Otra institución clave en este proceso es el Instituto Cervantes, que lleva más de cuatro décadas impulsando el estudio del español en el país asiático. A mediados de abril, el director del Cervantes, Luis García Montero, estuvo de visita en Pekín y en Shanghái.
“El español es la segunda lengua del mundo en hablantes nativos después del chino mandarín, superando los 500 millones. Estamos ahora intentando extender nuestra red, potenciando el español como una lengua global”, destaca García Montero. “Hemos conseguido que haya en torno a 100 departamentos de Filología Hispánica en el mundo chino, donde se sabe que el español es una oportunidad porque las inversiones, cuando hay un conocimiento en común de la lengua, se multiplican entre un 4 y un 7%”, subraya.
Una de las voces más autorizadas para abordar este tema es la de la historiadora y decana de los residentes españoles en el gigante asiático, Inma González Puy, actual directora de la Biblioteca Cervantes de Shanghái. Llegó a China en 1979, con tan solo 19 años, y fue testigo de la apertura al mundo exterior gracias a las reformas de libre mercado bajo la batuta del líder Deng Xiaoping, que cambiarían para siempre el futuro del país.
“Hay más de 60.000 alumnos oficiales de español en China. Pero estos son sólo los inscritos en las universidades y en la enseñanza secundaria. Habría que multiplicar por mucho esa cifra si se pudiera cuantificar los que están apuntados en academias de idiomas, cursos online o cursos que sacan las propias universidades”, explica Inma.
“El año pasado, por primera vez, en las pruebas de acceso a la universidad de algunas ciudades se daba la opción de examinarse de español y no de inglés”, continúa. Las tensiones en todos los frentes entre las dos principales potencias mundiales, Estados Unidos y China, con la mala imagen proyectada por la propaganda de Pekín de todo lo relacionado con el mundo anglosajón, ha sacudido también al estudio del inglés, haciendo incluso que se elimine el examen de este idioma en el gaokao, lo equivalente a la selectividad china.
“Hay una curva de crecimiento importante del español como idioma de estudio en China, mayor que la de otros como el francés o el alemán, que tradicionalmente han sido más fuertes. Los intereses en Latinoamérica de las empresas estatales chinas, y del propio Gobierno, son claves para este cambio de tendencia. Nosotras, en el Cervantes, hemos impartido cursos de formación a muchos técnicos que se van a proyectos como la construcción del metro de Buenos Aires o el de Bogotá”, sentencia la historiadora.
A golpe de talonario, con grandes infraestructuras y suculentos acuerdos comerciales, desde Pekín, como ya hicieron en África o en Asia Central, van poco a poco llenando el vacío dejado por Washington, la potencia hegemónica menguante, y expandiendo su influencia por América del Sur, América Central y el Caribe. Más de una veintena de países de la región ya se han unido a la nueva Ruta de la Seda, concluye el diario El Mundo.
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