Sergio Cesarin y el plan espacial de China en América del Sur
En una nota publicada en el diario La Tercera, de Chile, el sinólogo argentino sostiene que “es difícil creer que países vecinos de Argentina no observen con preocupación” el funcionamiento de la Estación de Espacio Lejano instalada en Neuquén.
El especialista menciona “controversias” que empezaron con el acuerdo entre Argentina y China por la instalación del observatorio, las que “persisten dado el secretismo con que fueron negociadas las condiciones y la casi inexpugnabilidad a la que se ve sometida la base para cualquier visitante nacional en tanto el área que abarca es considerado, por los acuerdos y refrendada por leyes nacionales como ‘territorio soberano chino’”.
Cesarin, Master of Arts de la Universidad de Beijing y coordinador del Centro de Estudios sobre Asia del Pacífico e India (CEAPI) analiza varios aspectos de “la postura concesional del gobierno argentino de aquel entonces”.
En un repaso histórico, recuerda que en un “contexto expansivo de la influencia china en América Latina, Estados Unidos parecía permanecer indiferente, empantanado en escenarios bélicos lejanos como Irak y Afganistán, sin aportar soluciones concretas para contener el avance de China en la región; de esta forma, los ‘espacios vacíos’ dejados por la administración demócrata y poco eficiente diplomacia americana enfocada en áreas extrahemisféricas de tensión, favorecieron la firma de acuerdos sobre instalación de estaciones y bases espaciales dependientes del programa espacial chino en América del Sur; en particular, la base espacial en Neuquén es un claro indicador de las carencias estadounidenses en su lectura sobre la dinámica inserción de actores extra regionales en América Latina, particularmente de Rusia, China e Irán.”
Cesarín interpreta que “si bien en la superficie el acuerdo vincula su gestión operativa a ‘agencias civiles’, en el caso chino la CLTC opera bajo directivas del Departamento General de Armamentos del Ejército Popular de Liberación (GAD-EPL) y su misión no puede estar desvinculada de la prestación de servicios inherentes al plan espacial nacional chino, tanto en su fase civil, como militar (guerra espacial, electrónica y cibernética), incluyendo la posibilidad de detectar, retaliar amenazas o guiar misiles mediante aportes satelitales hacia objetivos en territorio estadounidense, sus aliados en el Pacífico y socios de la OTAN.”
Por otra parte, evalúa que “instalaciones como la base espacial china en Argentina y otras que sirven al plan espacial chino introducen definitivamente a la región en el medio del conflicto estratégico sino-estadounidense, escalan las tensiones entre ambos contendientes en nuestra región al competir por influencia a nivel de los países latinoamericanos, provocando así perturbaciones en la gobernanza regional y de por sí agravadas por desafíos intraestatales.”
El sinólogo acaba preguntándose: “¿Por qué un país como Argentina, que pregona insistentemente en todo estrado multilateral, a nivel bilateral y apela permanentemente al apoyo de países latinoamericanos para sostener sus legítimos reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas, cede espacios soberanos en su territorio a actores extrarregionales como China para el desarrollo de actividades sobre las cuales no es capaz de ejercer un control efectivo?”
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