Cruzar a Oriente para reflexionar sobre Argentina
Rubén Guzzetti y Sergio Ortiz, dirigentes de la izquierda argentina, viajaron a China para participar de diversos foros sobre socialismo y geopolítica. Ambos compartieron sus reflexiones.
La realidad china interpela el declive de Argentina
Por Rubén Guzzetti (*) para DangDai
Setenta y tres compañerxs de los cinco continentes, entre ellos 5 argentinos, participamos en el encuentro organizado por la Academia China de Ciencias Sociales (CASS) entre los días 28 de noviembre y 5 de diciembre en las ciudades de Beijing, Jinan y Suzhou titulado Foro Mundial de Socialismo. Para próximas entregas dejo la descripción del Foro, su desarrollo y contenido, ya que todavía están decantando y metabolizándose algunas vivencias y debates protagonizados.
Regresar de China en estos días despierta una gran cantidad de sentimientos, emociones y reflexiones simultáneas. Es cierto que adherimos fervientemente a la conocida frase de José Martí: “Patria es humanidad”, pero no deja de ser verdad que hay un especial dolor cuando el sufrimiento golpea tan de cerca como es entre nuestro propio pueblo. Es un verdadero insulto a la inteligencia que tengamos autoridades que planteen que no hay otra salida a la crisis, que ellos crearon, que “no comer” en un país con tanta cantidad de recursos.
En medio de esta debacle nacional sentimos como un privilegio el haber podido viajar, una vez más a China, por lo cual agradezco la invitación a la Academia China de Ciencias Sociales, a su Instituto de Marxismo, al gobierno y al pueblo de ese país por la deferencia. Paralelamente se experimenta un gran dolor por el innecesario sufrimiento a que es sometido, reiteradamente, nuestro pueblo. Por sexta vez chocamos con las mismas piedras, liberales y neoliberales: Álvaro Alsogaray, Celestino Rodrigo, José Alfredo Martínez de Hoz, Domingo Cavallo, Mauricio Macri y compañía y ahora nuevamente un gobierno antipopular con el ex banquero del JP Morgan al frente de la política económica. Algunas de ellas fueron impuestas por la fuerza, las tres últimas por nuestra decisión.
Es como volver del futuro al pasado y no solamente por la diferencia horaria (11 horas más que en Argentina), es decir el efecto de los distintos husos horarios sino también por lo que implican los “usos políticos”, ubicados en las antípodas del interés popular en nuestro país.
Regresar es como viajar en el túnel del tiempo, de una sociedad con rasgos futuristas, con la avanzada satisfacción de las necesidades mínimas cubiertas para su población como son la alimentación, la vestimenta, la educación, la salud, la cobertura social, sobre todo de los ancianos, y crecientemente de la vivienda, a otra donde el actual gobierno plantea, como única opción, regresar al siglo XIX, un sálvese quien pueda y que sin sonrojarse presenta ese modelo como el objetivo supremo. Un país para 15 millones y el resto se verá. Así se entiende la respuesta del nuevo vocero presidencial Manuel Adorni, cuando ante la pregunta sobre si habrá convenios colectivos de trabajo o como el salario acompañaría la brutal inflación descargada sobre los trabajadores (ocupados y desocupados) y las capas medias dijo: bueno eso hay ver cómo podemos hacer para…, pero…, bueno… Dejó claro que esa preocupación no está en el radar del nuevo gobierno, es lo que menos le interesa.
En síntesis, asistimos a una nueva y brutal transferencia de recursos de los sectores populares a las clases acomodadas, esta vez en un contexto internacional donde hay muchísimas mas posibilidades de evitar caer en las garras del FMI, el capital financiero internacional y el bloque de poder anglosajón. Cuando va surgiendo cada vez con mayor intensidad un nuevo orden mundial de la mano de los países emergentes.
Regresando al inicio de la nota quisiera expresar algunos conceptos sobre las impresiones de un nuevo viaje al país del centro. Digo nuevo porque además de muchos otros aspectos es interesante tener algún punto de referencia o comparación para avalar algunas opiniones.
En primer lugar, deberíamos tener mucho respeto al opinar sobre la experiencia de un pueblo, un partido político y un gobierno que ha superado los escollos vividos en el último siglo y medio. De la humillación a la que lo sometió Occidente, a partir de las dos guerras del opio, las permanentes incursiones de los países europeos logrando concesiones que erosionaron su soberanía hasta las dos invasiones japonesas, con el costo de alrededor de 30 millones de víctimas y una guerra civil de más de 20 años, a convertirse en la primera economía mundial por paridad de poder de compra (PPP por sus siglas en inglés) y la segunda por PBI nominal.
Un país donde su PBI industrial superó al de EE.UU., Japón y la Unión Europea, sumados.
Un país donde la esperanza de vida en 1949 era de 35 años, mientras en esos tiempos la de EE.UU. superaba los 70 años, en 2022, según datos de “The Economnist” edición del 31-7-2023, el país asiático estaba por encima de la potencia estadounidense por un año en ese índice, alcanzando los 78,5 años.
Por lo tanto, lo primero que es aconsejable al hablar de China es hacerlo con respeto, evitando opiniones basadas en sensaciones o percepciones subjetivas o ideológicas que no se ajusten a la realidad y que generalmente están influenciadas por una perversa propaganda de los medios concentrados occidentales. Nadie puede negar que fue el único país de la tierra en sacar de debajo de la línea de pobreza a alrededor de 800 millones de personas, según datos del Banco Mundial, institución que está lejos de ser sospechada de profesar una ideología socialista o comunista.
Es cierto que abundan los debates académicos y políticos sobre ¿Qué es China?, ¿cuál su régimen político?, ¿Qué modelo económico aplica?, etc., etc. Son todos validos pero lo que no se puede negar es que su gobierno no toma una sola decisión que perjudique a su pueblo, sino todo lo contrario, y los resultados están a la vista. En todas las medidas tomadas el ser humano está en el centro de la escena, es la preocupación permanente del partido y del gobierno mejorar la vida del hombre y la mujer del pueblo. El presidente Xi lo sintetiza con una frase: “trabajar incansablemente para que nadie quede atrás”.
Por otro lado, es interesante ver que actitud tiene China con sus vecinos. Solo daremos dos ejemplos; a través de la iniciativa de la BRI desarrolló obras en conjunto como los corredores China-Pakistán atravesando todo el país musulmán, 2560 km de carreteras y vías férreas. Por otro lado, financió el tren de alta velocidad Laos-China. Laos un país mediterráneo muy castigado por la guerra que desató EE.UU. sobre Vietnam en el siglo XX. No exageramos si decimos que esta obra inaugurada en diciembre de 2021, 1050 km de FFCC de alta velocidad y de carga, es un respirador artificial para el hermano pueblo de Laos, ya que le permitirá tener una salida al mar. Este emprendimiento cambiará la escenografía social del pequeño país.
El país del centro hace 44 años que no participa en ningún conflicto armado, el último fue en 1979 en su frontera con Vietnam, pequeñas escaramuzas que duraron pocos días, nunca en su historia participó en alguna guerra lejos de su frontera, no participó en ningún golpe de estado en ningún rincón del mundo, respeta la decisión de todos los gobiernos, aunque ideológicamente estén en las antípodas. No promueve sus relaciones comerciales en base a conveniencia ideológica sino defendiendo sus intereses y negociando los términos de intercambio.
Respeta, como pocos gobiernos, el derecho de las personas mayores. En China la jubilación es entre los 55 y 60 años. Por supuesto y se ve en las calles de sus ciudades a muchos abuelos haciendo trabajos voluntarios, mostrándose orgullosos de aportar a la sociedad.
En fin, China a logrado un extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas, condición necesaria para la construcción del socialismo, ahora se trata de encausar algunas consecuencias no deseadas como por ejemplo cierto consumo innecesario o algún síntoma de despilfarro. El PCCh lo está haciendo, además de seguir combatiendo cuanto atisbo de corrupción aparece.
Hay como mínimo tres aspectos que se podrían destacar en esta etapa del desarrollo de la revolución china:
- El país a llegado a un estado de desarrollo tal que, sumado a los grandes desafíos de la situación internacional, fundamentalmente evitar una guerra terminal, y la necesidad de impulsar un nuevo mundo policéntrico y multicultural entiende la necesidad de plantear un nuevo modelo civilizatorio para toda la humanidad, sintetizada en la frase que repite el presidente Xi Jinping: una “Comunidad de Destino Compartido” para la humanidad. Es decir, una nueva civilización donde se deje atrás definitivamente el concepto de suma cero, o sea que lo que gana uno lo pierden otros. China plantea un ganar-ganar basado en un beneficio mutuo, en un crecimiento armónico de los pueblos, poner fin a las guerras, abandonar la fabricación de armas. Que todos esos recursos se destinen a obras de infraestructura, desarrollar las economías regionales, a intercomunicar a los pueblos, a crear escuelas y universidades, hospitales y emprendimientos industriales con alta tecnología, etc.
En definitiva, ir a una nueva civilización donde la felicidad de los pueblos permita una explosión de creatividad para satisfacer las necesidades mínimas de los 8000 millones de habitantes del planeta aprovechando el alto desarrollo tecnológico.
- El segundo aspecto es el esfuerzo que esta haciendo el Partido Comunista (que ya ha superado los 100 millones de afiliados) y el gobierno para poner en correspondencia y se desarrollen armónicamente tanto el crecimiento de la producción de bienes materiales como los valores espirituales de la sociedad. En ese sentido es demostrativo el impulso dado a redimensionar la cultura, la filosofía y el pensamiento chino, sobre todo las enseñanzas de Confucio, sus legados, consejos, los escritos de sus discípulos como las conocidas analectas, etc.
De alguna forma o por otros caminos y en diferente contexto, la conducción del PCCh, esta orientada a lo que el CHE llamaba la construcción del hombre nuevo y la mujer nueva.
- Es innegable que el éxito logrado por la política china tiene como bastión principal el haber abrazado la doctrina del marxismo. Su cultura, con lo importante que es, no alcanzaba para construir un gran país, fue justamente la conjunción de esta con la doctrina creada por Carlos Marx lo que permitió el éxito y la transformación presente.
Para intentar profundizar en la comprensión de este singular proceso, como fue posible lo que algunos llaman milagro, hay que comprender que el marxismo es una doctrina viva y en pleno desarrollo con una transformación continua. Esa quizás haya sido la esencia del “milagro chino”, el entendimiento que lograron los dirigentes de las cinco generaciones del PCCh sobre la esencia de la doctrina creada por Marx y como la fueron aplicando a la realidad del país apelando a la aplicación del método del materialismo histórico y dialéctico.
Por último, hay que resaltar que la construcción del Socialismo que ha encarado la China revolucionaria no es solo para el bienestar de su pueblo, sino que sus logros los ofrece, como experiencia no como único modelo, a la humanidad. China practica la solidaridad internacional, uno de los pilares de la doctrina socialista y comunista, pero además en las bases de su cultura milenaria existe la convicción de que es imposible alcanzar el bienestar de su pueblo sino hay armonía en el mundo y todos los pueblos crecen de la mano. Ellos entienden que es imprescindible acabar con las guerras y para eso es necesario desarrollar los emprendimientos comunes y fomentar la economía física para superar los escollos actuales.
Finalmente, esta claro que la experiencia China merece ser estudiada no con la intensión de copiarla sino para tener en cuenta sus enseñanzas en los desafíos locales.
Nuestro país tiene otra salida que no sea la del ajuste permanente al pueblo, pero para eso es necesario crear una fuerza política lo suficientemente poderosa capaz de afectar los intereses de los sectores privilegiados, beneficiarios de todas estas crisis, y de sumarse al torrente integrador regional y al nuevo orden mundial naciente.
(*) Integrante del CEFMA-IADEG-IDEAL
En el Foro de Socialismo Mundial de China
Por Sergio Ortiz (*)
La Academia de Ciencias Sociales de China (CASS, sigla en inglés) nos invitó a Irina Santesteban, secretaria general del Partido de la Liberación (PL) de Argentina y a mí, también dirigente de ese partido, a la XIII Edición del Foro del Socialismo Mundial que se realizaría entre el 28 y 30 de noviembre en Beijing, la capital del país, y seguiría en otras conferencias internacionales en ciudades de Jinan y Suzhou, entre el 2 y el 5 de diciembre.
El lema del Foro fue “Construyendo la comunidad de futuro compartido de la humanidad y el desarrollo del socialismo mundial”, con subtemas sobre los cuales giraron las ponencias de 65 participantes de 37 países y unos 120 académicos, políticos, profesores y estudiantes doctorandos chinos.
Con Irina presentamos dos ponencias cada uno, en los Foros de Beijing y Jinan, apuntando a denunciar el mundo en crisis del imperialismo, cada vez más desigual y violento, con genocidios como el que Israel comete contra Palestina. Y también contrastando los avances de un país socialista en modernización como la República Popular China con los modelos semicoloniales sometidos a la dependencia y brutales ajustes, como es Argentina desde antes de la asunción de Javier Milei y mucho más desde entonces.
Personalmente había visitado China como invitado por el Departamento Internacional del Comité Central del PC de China en 1983, 1984 y 1990. Volvía después de treinta y tres años. Un tiempo suficiente para comprobar los cambios operados en su economía y su sociedad, transformaciones que ya habían comenzado a partir de las reformas políticas decididas por el PC de China desde 1978.
En aquellas ocasiones las calles de Beijing eran un enjambre de miles y miles de personas pedaleando en sus bicicletas, por calles atestadas y no sólo en horas pico. Ahora vi pocas bicicletas, bastantes motos eléctricas y muchísimos autos de fabricación moderna, además de los colectivos urbanos y los trenes de alta velocidad que conectan las ciudades que visitamos. Por caso, desde Suzhou hasta Beijing distan 1.138 kilómetros y los recorrimos en ese tren a 330 kilómetros por hora, en solo 4 horas y media.
Un país seguro, sin delincuencia ni drogas
Ese primer dato habla del avance en el nivel de vida de los 1.400 millones de chinos, que antes andaban en bicicleta y ahora en motos y autos nuevos (en 11 días de estadía en cuatro ciudades ¡sólo vi dos autos viejos!). Esto conecta con un dato que conocíamos antes de viajar: China había completado en 2020 la eliminación de la pobreza, diez años antes de la meta propuesta por la Agenda de Desarrollo Mundial 2030. Liberó de la misma a 740 millones de personas según su estadística y confirmada por entidades internacionales. En 2021 el presidente Xi Jinping detalló que en el tramo final se había sacado de la pobreza a 99 millones de habitantes, a 832 distritos pobres y a 128.000 aldeas pobres.
Por eso en mi ponencia en la Conferencia de Jinan yo subrayé que “ese es un logro descomunal del socialismo con peculiaridades chinas que despierta admiración y sana envidia en otros pueblos, por caso en Argentina”.
Nos llamó poderosamente la atención que las miles y miles de bicis y motos eran dejadas en la calle, sin cadenas ni candados, junto con los cascos y guantes, sin que se produzcan robos. ¿Cómo fue posible esa seguridad, que en otros países no se consigue a pesar de una legislación represiva y policías armados y represores, dispuestos a castigar esos robos? La explicación es sencilla: 1) hay una población educada por 9 grados de la escuela pública donde se le enseña que no se roba. 2) hay una sociedad donde la mayoría cuenta con ingresos básicos y no necesita robar para satisfacer alguna necesidad urgente, como comer o vestirse. Posiblemente exista una tercera razón, de que quien delinque sufre castigos, que no pasan por mandarlos a un campo de concentración, como miente la propaganda imperialista. Es probable es que el ladrón pierda su lugar en la lista de quienes esperan, por ejemplo, una vivienda social provista por el Estado. La policía china no porta armas de fuego, ni pistolas láser ni garrotes ni esposas ni gas pimienta. Sólo el uniforme y éste se respeta.
En cuanto al tráfico de drogas, China ha sido históricamente la víctima de ese flagelo, desde que los ingleses le impusieron el consumo y venta de opio mediante la primera de las dos Guerras del Opio, en 1840. Así envenenaron y endeudaron a la China de la dinastía Qing.
El socialismo superó esos negociados y enfermedades, saneando su país y haciendo una contribución grande al mundo. Sin embargo en los últimos meses el imperialismo yanqui acusó al gobierno chino de no contribuir a la lucha contra el fentalino y de ser un país “origen de drogas”, reiterando así las calumnias de que el COVID-19 se había originado en investigaciones de un laboratorio chino de Wuhan.
La cancillería china, por medio de su portavoz, Mao Ning, desmintió en septiembre pasado aquella acusación: “no tiene fundamento y es pura difamación maliciosa. China se opone firmemente y ha presentado una protesta ante Estados Unidos”. La funcionaria aseguró que el gobierno chino otorga una “gran importancia” al trabajo antidrogas y ha adoptado “medidas estrictas” para controlar las sustancias estupefacientes. Y recordó que China “ha incluido en su lista de control 456 tipos de drogas, lo que lo convierte en uno de los países con más sustancias reguladas y con una de las legislaciones contra el narcotráfico más estrictas del mundo”.
Mao Ning pegó en el mentón yanqui, al decir que Beijing coopera activamente con la comunidad internacional en prevención, tratamiento, rehabilitación y educación antidrogas, y ha contribuido a la seguridad y estabilidad regionales y globales. Por el contrario, acusó: “EEUU es el agujero negro y la fuente del caos del problema mundial de las drogas, ya que consume el 80 % de los opiáceos del mundo con solo el 5 % de la población mundial”. Touché el imperio… (seguir leyendo AQUÍ)
(*) Partido de la Liberación
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