Con su cambio de estilo, los jóvenes chinos reescriben las reglas del juego
Por Lucas Gualda, para DangDai. – Los jóvenes chinos están inconformes e inquietos, y en su andar están creando nuevas interpretaciones.
Tienen una visión de su rol en la sociedad completamente diferente, alineada a una forma de ver el mundo innovadora, opuesta a la que nos pone en el centro de un sistema cuyo fin es maximizar el beneficio a cada momento.
Estos millones de chinos se están “bajando” del tren y, en el proceso, están reescribiendo las reglas del juego. En la mirada del escritor, no es solo interesante, sino también urgente conocer y entender lo que pasa, dado que el efecto cadena puede llegar inclusive a llevar a repensar la economía china.
Así como Voltaire propuso en su momento la definición de la historia que abarcara mucho más que simplemente la sucesión de hechos bélicos, permitiendo así la incorporación de otros hechos que también podían ser novedosos e interesantes para conocer a una sociedad, tales como sus expresiones artísticas y descubrimientos científicos, entre otras cosas, limitarnos a conocer China a través de su realidad política y de los grandes negocios sería desperdiciar todo aquello que pasa en su día a día, que es muy rico e interesante y, además, explicativo de la realidad política y económica del país, puesto que los planes de políticas públicas son diseñados por las autoridades, pero en definitiva ejecutados por los ciudadanos.
Ese es un tema que particularmente interpela al autor. A lo largo de su formación en negocios, ha elegido muchas veces leer literatura alternativa a los tradicionales y pesados manuales, por ejemplo, los libros de Al Ries, cuya disruptiva idea de “posicionamiento” llega hasta nuestros días. El innovador consultor estadounidense, en su afán por hacer simple lo que a priori se ve complejo, es un antídoto contra la grandilocuencia de las planificaciones y las estrategias integrales. Entre otras cosas, decía que si la estrategia es un martillo, la táctica entonces es un clavo; y también que las mejores estrategias surgían de abajo hacia arriba, y no al revés, como siempre las corporaciones han querido hacer.
Otra de sus grandes frases para la historia es esa que reza que “la mejor experiencia es la que se compra de segunda mano”. Dato no menor, Ries Consulting, hoy dirigida por su hija Laura, es una de las firmas de marketing internacionales que ingresaron con éxito en China.
Volviendo al argumento, me pregunto, en qué fallan los gobiernos en esta era del big data y del control panóptico que no logran detectar el potencial de los jóvenes, y a partir de ahí implementar políticas eficientes. Vivimos en una era de enorme desencuentro entre las voluntades de los Estados como átomos del sistema internacional, y la de sus pueblos, que son la fuente primaria de su soberanía, prohibido olvidar esto último.
Desde un tiempo antes de la irrupción en el mundo de la pandemia se venía planteando desde los Estados Unidos el “desacople” con China. Y fue así como empresas como Apple, por ejemplo, intentaron diversificar la producción del iPhone hacia países como India o Vietnam; la productora de semiconductores más grande del mundo, la taiwanesa TSMC, hizo su segundo (y fracasado) intento por producir los “wafers” en Estados Unidos. El histórico fundador y presidente de esta importante compañía, Morris Chang, fue categórico cuando dijo frente al Presidente Joe Biden y otras relevantes figuras que estábamos ante “el principio del fin de la globalización”.
Lo que pocos se imaginaron en ese entonces era que el desacople no era una consecuencia humana, sino natural del ascenso de China. Esa contradicción del pueblo, como la llamó Xi Jinping, por mejores condiciones de vida, obligaba al Partido Comunista de China a redoblar esfuerzos. Los desafíos de la conducción nacional pasaban por seguir incrementando el producto, ante una masa de empleados jóvenes que ya no quieren trabajar de 9 a 9, 6 días a la semana, sino que quieren una vida más parecida a la de sus pares de occidente.
Son jóvenes que ven el fruto de su trabajo caer en saco roto, porque difícilmente puedan alquilar un departamento para vivir solos en las grandes ciudades, mucho menos adquirir su propia casa. Y qué decir de casarse y tener hijos. La única solución a la vista era seguir hacia adelante, intentando a través del crecimiento profesional resolver en un futuro esas inquietudes económicas.
Pero ese tren chocó de frente contra una dura realidad. Millones de jóvenes fuera del mercado de trabajo. El desempleo juvenil está en máximos históricos en China, las cifras oficiales rondan el 21%, pero algunos académicos como la profesora Zhang Dandan de la Peking University (Universidad de Pekín) sugieren que los guarismos reales podrían ser de casi el doble. Las habituales ferias de empleo que organizan las universidades no están dando abasto a la demanda de los recién graduados deseos por trabajar. Más aún, estas instituciones han sido duramente cuestionadas por sus estudiantes tras conocerse que muchas de ellas han mentido al informar que los alumnos habían sido empleados (indicador muchas veces decisivo para los ingresantes a una carrera universitaria).
Un poco en broma, pero como todo chiste, con una cuota de verdad, los jóvenes chinos en su celebración de graduación posan como zombies, fingiendo estar muertos, o tirados sobre el suelo, muchas veces (casi todas) con su diploma en mano. Esta tendencia, 躺平 tǎ ngpíng que internacionalmente se tradujo como “lying flat (quedarse acostado, en el suelo)”es una de las tantas a partir de las cuales este colectivo se está haciendo sentir.
A la par de la ausencia de oportunidades, otros están desestimando ofertas, o directamente renunciando a sus trabajos. ¿El motivo? Lo que reciben no está a la altura de su trabajo, más aún, hay una resistencia enorme a ser dirigidos por jefes con ideas viejas. Sin dudas un verdadero cimbronazo en las bases de una sociedad que se referencia al confucianismo y su piedad filial, y la obediencia a los mayores.
La situación es tal que muchos inclusive están festejando sus renunciamientos, como si se tratase de una fiesta. De vuelta, ante tanto hartazgo que se ve desde las bases, me pregunto, ¿cómo aquellos que tienen el poder de decidir no están haciendo nada para volver a cautivar a estos jóvenes?
Dentro de todas esas consecuencias negativas, algo que estaría viéndose beneficiado es el vínculo de los hijos con sus padres. Muchos jóvenes están eligiendo ser “hijos de tiempo completo”. Por un sueldo muchas veces similar al de estar todo el día en una empresa y ser sujeto de jefes tiranos, estos profesionales están prefiriendo ayudar a sus adultos padres en las tareas de la casa, lo cual se traduce inmediatamente en una mejor calidad de vida de estos. La pregunta es, ¿Es esto pan para toda la vida?
Esta generación será posiblemente una de las últimas que aún tenga un reemplazo de tamaño similar en un futuro. Las subsiguientes ya serán el signo de una población camino a envejecer. En el medio azotan los fantasmas de la trampa de los ingresos medios, y de una China corriendo un destino parecido al de su vecino Japón.
¿Podrían ser estos años aquellos donde se detenga el ascenso social de las familias chinas? En medio de una enorme crisis inmobiliaria, agitada por el desplome de gigantes como Evergrande, era inevitable que la unidad básica de toda sociedad no sufriera las consecuencias de este terremoto. Pero de vuelta, serán estos estudiantes, estos graduados, estos profesionales enojados con el mercado de trabajo, los que tomarán las riendas del país en el futuro. ¿Cómo entonces usar esa voluntad de cambio para el bien de todo el país? Es una pregunta que las autoridades deberían hacerse todos los días.
Sobre todo cuando uno de los principales empleadores, y uno de los más populares entre los graduados, es el Estado. La carrera administrativa sigue siendo una de las alternativas favoritas, aunque claro, el proceso exige estrictos exámenes. Una tradición que viene desde Confucio, y que es sin dudas un sello distintivo de la civilización china.
Por último, no puede faltar la búsqueda de un golpe de suerte. Nunca se han vendido tantos billetes de lotería como en estos años. Los jóvenes chinos, emulando a los sobres rojos con dinero, se regalan entre ellos boletas, porque quizás ganando, puedan cambiar su presente. Como diría Silvio Soldán, “¿Y si esta semana te toca a vos?”.
En la película “Adiós, hijo mío (di jiu tian chang 地久天长)” del director Wang Xiaoshuai, se puede observar cómo en los años 80 las parejas chinas sufrían el no poder tener más hijos, en un contexto de debilidad económica, en un país que daba sus primeros pasos hacia la reforma y apertura, y necesitaba a sus ciudadanos trabajando arduamente. Hoy en día, el país da muestras ante el mundo de su potencia, superando este año al resto de los países productores de autos eléctricos, por ejemplo, pero sus jóvenes no están pudiendo disfrutar de las mieles de ese éxito forjado por sus padres y abuelos. Esos padres que entonces se desvivían por tener más hijos, no podrían creer lo que está pasando en China en estos años, con sus hijos cada día más lejos de ser padres, de ser propietarios, en definitiva, de recrear ese sueño chino que comenzó con Mao allá por 1949.
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