Diez años de la Iniciativa de la Franja y la Ruta
Esta semana se cumple una década desde que el presidente Xi Jinping habló por primera vez en Kazajistán sobre el proyecto, recuerda en esta nota de Página12 el periodista e historiador Néstor Restivo al hacer un balance y la proyección sobre América Latina. Sobre el mismo aniversario escribió el editor de DangDai Gustavo Ng en Télam.
Una década de la Franja y la Ruta
Las posibilidades de Argentina en las nuevas construcciones geopolíticas
Por Néstor Restivo (*)
La reciente ampliación del ahora BRICS+, incluido el ingreso de Argentina, forma parte de una de las construcciones principales de la reconfiguración mundial. Es la voz del Sur Global, que busca otra institucionalidad y que juzga perimido, y discriminatorio para sus territorios y sociedades, el esquema de “gobernanza” internacional que rigió desde 1945 en adelante.
En ese recorrido hay otras instancias de articulación, en general propiciadas desde Asia, donde Argentina tiene 3 de sus 6 principales clientes de comercio exterior: China, India y Vietnam. Y dentro de ellas cobra relevancia la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFyR) lanzada por el presidente chino Xi Jinping hace justo 10 años esta semana.
Fue el 7 de septiembre de 2013 cuando el líder de la República Popular China, recién asumido, realizó una gira por Kazajistán, Rusia y a Belarús y anunció en el primero de ellos el plan de una Franja Económica de la Ruta de la Seda, que Occidente dio en llamar “nueva ruta de la seda” y en inglés “one road one belt”. Y el 3 de octubre del mismo año, ahora desde Indonesia, Xi lanzó la “Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI”. Todo se integra en la IFyR, o BRI por la sigla en inglés Belt and Road Initiative.
A 10z años de aquel llamado, se sumaron unos 140 los países, 22 de América Latina, y Argentina desde febrero de 2022, cuando firmó la adhesión el presidente Alberto Fernández en Beijing. Son 6 corredores troncales, terrestres y marítimos, que atraviesan países que suman 63% de la población mundial, y con inversiones previstas a largo plazo de US$ 2,5 billones.
El proyecto tiene varias aristas. Alguna son: 1) de comercio y conectividad física, vías para exportación e importación de insumos críticos para China (agroalimentos, energía, minerales); 2) de desarrollo del oeste chino y de su entorno centroasiático para preservar seguridad y paz en una zona de agitación religiosa y amenazas de ruptura territorial; y 3) de garantías geopolíticas frente a la escalada de tensión que representa para la vanguardia militar de Occidente, representada por el eje angloestadunidense y la OTAN, el auge de China y del Asia Pacífico en general como amenaza a su hegemonía. Sobre esto último, el más avanzado proyecto fue el corredor al puerto pakistaní de Gwadar, sobre el océano Índico. Si se mira el mapa, en el océano Pacífico, donde dan los puertos de China (Shanghai, Hong Kong, Guangzhou, Tianjin, etc.), el comercio que fluye allí atraviesa mares atestados de buques militares de EEUU y un estrecho fácil de estrangular como el de Malacca, entre Malasia e Indonesia. Gwadar es la opción razonable a la zona donde los tambores de guerra suben el volumen a la par que crecen China y el miedo occidental.
La IFyR recorre asimismo otros andariveles: a) “rutas de la seda” digital, donde China disputa con EE.UU. la aplicación de la tecnología 5G y otras innovaciones; b) de economía verde, en lo que el gigante asiático ya es vanguardia, o c) sobre la salud, que ya dio muestras de cooperación entre Beijing y otros gobiernos, como el argentino, durante la pandemia.
El entorno de China –Eurasia y luego África- son círculos prioritarios de los varios corredores de la IFyR. América Latina queda más lejos. Pero algunos proyectos ya se exploran o iniciaron: la actual construcción de un megapuerto en Chancay, Perú; rutas en Bolivia; el plan para un tren de alta velocidad en Panamá; proyectos de corredores bioceánicos (que en Argentina importa mucho a las provincias del Norte Grande) o las actuales obras de remodelación del aeropuerto ecuatoriano “Eloy Alfaro” en Manta y dos puentes en Manabí, en Ecuador.
En el caso argentino, en junio último el viaje del ministro Sergio Massa a Beijing sirvió para definir un primer del plan de acción, con una selección de las obras elegidas por ambos países. Son inversiones por más de US$ 3.000 millones en un tendido eléctrico en AMBA, obras en el Belgrano Cargas y el Ferrocarril Roca, plantas potabilizadoras y cloacales en La Ferrere y El Jagüel en suelo bonaerense y la extensión del parque solar Cauchari, en Jujuy.
Para más adelante quedaron el complejo hidroeléctrico Potrero de Clavillo y el Naranjal en Tucumán, acueductos en el NOA, Formosa y Santa Cruz, parques eólicos en Chubut y otras obras.
La IFyR se financia de varias fuentes. Pueden ser banco chinos como el ICBC, Bank of China, China Development Bank o el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura, al que Argentina adhirió en 2020. Si bien, como su nombre lo indica, es para Asia, puede dar créditos extrazona a obras de cuidado del medio ambiente o que conecten con Asia.
La IFyR puede integrarse también a lo que fondee el Nuevo Banco de Desarrollo, el brazo financiero de los BRICS, el cual desde 2024 podrá aprovechar Argentina si no cambia la política exterior -elección presidencial mediante- por la visión ideologizada y sesgada que mostraron estos días los candidatos de la derecha, en campaña al menos.
Desde ya muchos de los proyectos de inversión china son a largo plazo y no de impacto inmediato, pero expresan lo veloz del cambio global en marcha. El mismo que se dio estos días cuando las dos mayores economías de Sudamérica conversaron la idea que parte de su intercambio comercial se haga en moneda… china (finalmente se optó por una garantía de la CAF para evitar usar reservas). O cuando Argentina pagó una deuda con el FMI con yuanes. Nadie lo hubiera creído posible hace apenas un año.
El BRICS, la IFyR y otros nuevos espacios están reformateando el poder global. Y los mismos que ningunean esas construcciones y las inversiones derivadas llamándolos “cuentos chinos”, no dijeron “cuento europeo” cuando, en la cumbre CELAC-UE de este año en Bruselas, Europa prometió US$ 45 mil millones en inversiones para la región, ni “cuento gringo” cuando el presidente de EE.UU. lanzó en enero último la “Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica”, junto a líderes de América Latina. De ninguna de ambas cuestiones se habló más al apagarse los flashes y soltarse el apretón de manos.
(*) Publicada en el suplemento CASH de Página 12 el domingo 3 de septiembre
La Nueva Ruta de la Seda cumple diez años
Por Gustavo Ng (*)
El 7 de septiembre se cumplen diez años del discurso en el que Xi Jinping, entonces nuevo presidente de China, propuso en la Universidad Nazarbayev de Kazajstán una nueva asociación de países. En principio, eran sólo países hacia los que China proyectaba su comercio e infraestructura, pero rápidamente la idea se amplió a otras regiones del mundo, hasta alcanzar el país más alejado de China, Argentina.
El programa fue explicado por el embajador de Argentina en China, Sabino Vaca Narvaja: “Es un proyecto de infraestructura global, que arranca como un proyecto euroasiático y se complementa con una estrategia de China de llevar su desarrollo al oeste. En 2013, el presidente Xi Jinping arranca con un programa que resignifica la Ruta de la Seda y que tiene un componente político importante. En 2015 se amplía a África y Oceanía, y en 2017 crece a lo que China llama la Ruta Marítima de la Ruta de la Seda, es decir, al Pacífico. Ahí se transforma en un proyecto de infraestructura global más ambicioso”.
Si la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI por su nombre en inglés, Belt and Road Initiative), surgió como un plan chino, viró hacia una invitación a un nuevo orden internacional, que China propone basado en la ganancia mutua, más democrático, pacífico y sin injerencias de unos países en los asuntos internos de otros.
Sebastián Schultz, investigador del Centro de Estudios Chinos de la Universidad de La Plata, afirma que “la BRI ya no es una iniciativa multirregional centrada en Asia, Europa y África, sino que es una iniciativa planetaria, que plantea el diálogo civilizatorio en el marco de una crisis sistémica del orden global. Es una propuesta verdaderamente contrahegemónica”.
Agrega que la iniciativa “es hoy la principal herramienta de la geoestrategia china para impulsar no sólo una globalización inclusiva, sino un nuevo modelo de relaciones internacionales sustentada en nuevos valores, recuperando incluso el ‘Espíritu de Bandung’”.
Schultz detalla que “desde su presentación, se han adherido más de 150 países de todo el mundo, incluyendo 22 de América Latina”. Mientras fue un plan de China para su región, no tenía nada que ver con Argentina, pero al transformarse en una red extensa que sintetizaba la idea de China para todo el mundo, Argentina quedó incluida.
El sinólogo Carlos Moneta, de la Universidad de Tres de Febrero, indica que los compromisos alcanzados en la BRI “totalizan aproximadamente 1.000 billones de dólares, con cerca de 600 billones en contratos de construcción y 420 billones en inversiones no financieras”. Según un informe del Banco Mundial, la BRI aumentó el comercio de sus países en un 4,1%, atrajo un 5% más de inversión extranjera y niveló el PIB de los países de bajos ingresos en un 3,4%.
El historiador Francisco Taiana, director de Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura de la Nación, evalúa que la BRI “representa la posible transformación de los mecanismos de comercialización internacional cuyo impacto en la correlación de fuerzas globales sería trascendente”.
Por otra parte, China es el segundo socio comercial de Argentina y está en nuestro futuro con su demanda de litio (y de lo que vaya surgiendo), con sus yuanes instalándose como moneda internacional y no está cerrada la posibilidad de asociarnos en la creación de valor. Esto habla de una relación instituida, con intercambios que tienen redes de canales y puentes tendidos por China. La BRI es una de esas redes, a la que Argentina ingresó en febrero del 2022, marcando un hito en la relación entre China y América Latina, dado que nuestro país fue la primera de las tres mayores economías de la región en asociarse a la iniciativa.
Vaca Narvaja, fuerte promotor del ingreso de nuestro país al proyecto, explicó que entrar a la BRI le permite al país obtener financiamientos de obras de infraestructura de manera más flexible y económica, a la que accedería de otra forma. Me parece que hay que sacarse el sesgo ideológico y ser pragmáticos.”
El sinólogo Jorge Malena dirige el Comité de Asuntos Asiáticos del CARI (Comité Argentino de Relaciones Internacionales) y la Especialización en Estudios sobre China en la Era Global, de la Universidad Católica Argentina. Explica el interés del actual gobierno argentino “por promover el desarrollo de corredores bioceánicos; reactivar y rehabilitar la red ferroviaria; construir corredores viales modernizar y ampliar las instalaciones portuarias; producir más energía hidroeléctrica, eólica, solar, nuclear; tender oleoductos, gasoductos y acueductos; erigir plantas potabilizadoras; y construir viviendas; todo lo cual coincide con los objetivos de la BRI”.
Por otra parte, Malena advierte que para que la iniciativa “resulte beneficiosa para nosotros, será esencial negociar con China proyectos donde se priorice la transparencia, se contemple la asociación con compañías locales, se empleen insumos argentinos y existan evaluaciones de impacto ambiental, para evitar que las obras repliquen esquemas neocoloniales, generen actos de corrupción, provoquen resistencias tanto ecologista como sindical, etc.”
Francisco Taiana sostiene que para Argentina, la BRI “representa una posibilidad para dar un salto cualitativo en su desarrollo material y, pensando a futuro, una oportunidad para canalizar la iniciativa como un motor para la integración latinoamericana.”
Pese a algunos slogans de campaña presidencial, pareciera ser que se trata menos de elegir si se tiene o no una relación con China, que de decidir cómo perfilarnos en un mundo en el que China tiene una gravitación cada vez mayor y en la que está a la vanguardia de un movimiento multipolar que la excede.
Moneta presta atención a dos procesos que “adquieren particular importancia”: por un lado, “los múltiples avances que se están produciendo, pese a factores y acciones adversas, en la integración euroasiática” y por otro, “la creciente incorporación económico-comercial, financiera y técnica de nuestra región a la BRI, que modifica positivamente el contexto de cooperación con China y amplía las posibilidades de generar interacciones distintas con los Estados Unidos y la Unión Europea”.
(*) Publicado en Télam el martes 6 de septiembre
Por su parte, el venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein, especialista en política internacional, aseguró en Canal Abierto que “la iniciativa anunciada por Xi Jinping en 2013 retoma el espíritu de cooperación y desarrollo inaugurado hace 2.100 años a través de un camino comercial y diplomático que unió durante siglos a China con Asia Central y Europa”
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