Viajes de distensión, aunque luego Joe Biden la embarró

21 junio, 2023

Por Néstor Restivo . —

En estos días viajaron a la República Popular China Elon Musk, Bill Gates y el propio secretario de Estado, Anthony Blinken; hasta el centenario Heinz “Henry” Kissinger, el que cenó varias veces con Zhou Enlai y el propio Mao Zedong hace más de medio siglo palitos en mano, no fue porque ya no viaja tanto pero salió a hablar de la necesidad de acordar y no intentar combatir con China.

La guerra en Ucrania ya se extiende demasiado y, frente a la alegría de los fabricantes de armas cuyas acciones vuelan en Wall Street y la postura belicista de muchos dirigentes, militares y analistas de Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización del Tratado de Atlántico Norte, va generándose como alternativa una corriente de opinión que busca bajar las tensiones en la principal relación bilateral que le marca el pulso al planeta.

Claro que nunca falta un aguafiestas: ayer el propio Joe Biden la embarró llamando “dictador”, como si fuera el columnista de un pasquín periodístico, a su colega Xi Jinping.

Pero, en cuanto a los viajes de distensión.

Acaso la visita de Musk sea la menos significativa en este punto, pero aun así no deja de ser llamativo que el segundo hombre más rico del mundo (acaba de ser destronado por el dueño de Louis Vuitton y otras marcas de lujo, el francés Bernard Arnault) haya viajado a Beijing para mejorar el clima de negocios con China. Por ejemplo, en autos eléctricos e inteligencia artificial, dos áreas donde el gigante asiático lidera en varios aspectos y, a la vez, el magnate tiene algunos de sus filones multillonarios. Musk busca consolidar posiciones, que haya un escenario global lo más pacífico posible y hasta construir una segunda planta automotriz Tesla en Shanghai, donde ya posee una desde 2019. El también dueño de SpaceX, Twitter y otras megaempresas fue recibido nada menos que por el canciller chino, Qin Gang.

Cuando estos personajes de Occidente viajan a China suelen desatar furor, no le pasa solo a —en el plano deportivo en sus casos— Lio Messi ni a Diego Maradona, que también lo vivieron. Le pasó al físico británico Stephen Hawking cuando anduvo por la Gran Muralla y ofreciendo conferencias. Millones de fieles lo siguieron desde entonces en las activísimas redes chinas y lamentaron su muerte en 2018. El fenómeno Bill Gates, ahora, es similar. El fundador de Microsoft hizo en China varios comentarios sobre negocios y paz y sostuvo que con el Gobierno chino hablaron de desafíos mundiales en materia de salud y desarrollo, desigualdad sanitaria y cambio climático.

Tuvo alfombra roja y hasta lo recibió nada menos que el líder Xi Jinping, quien llamó “viejo amigo” a Gates y agregó: “A menudo digo que la base de las relaciones entre China y Estados Unidos está en su pueblo. Deposito mis esperanzas en el pueblo estadounidense”. Ninguna caricia así han recibido presidentes y funcionarios del país norteamericano por un dirigente chino en años.

Es más, en la reunión que en lo político institucional tuvo la mayor jerarquía, la que hizo unos días después el secretario Blinken, el canciller Qin afirmó que la relación bilateral más importante del mundo está en su “punto más bajo” desde aquel deshielo de Mao y Richard Nixon en 1972. Y criticó las posturas estadounidenses.

“Esto no sirve a los verdaderos intereses de ambos pueblos ni cumplen con las expectativas de la comunidad internacional”, lanzó. Dijo Qin: “La política china hacia EEUU permanece consistente y estable. Se guía fundamentalmente por los principios del respeto mutuo, la coexistencia pacífica y la cooperación de beneficio mutuo que lleva adelante el Presidente Xi Jinping (…) China espera que EEUU adopte una perspectiva objetiva y racional, trabaje en la misma dirección que China, mantenga los fundamentos de la relación bilateral y sepa manejar eventos inesperados y esporádicos de manera calma, profesional y racional”.

En tiempos del sucesor de Mao, Deng Xiaoping, la idea prevaleciente en los asuntos exteriores era no mostrar ninguna petulancia, ni siquiera algún tono elevado de voz, mientras avanzaban las “cuatro modernizaciones” (la última de las cuales, en Defensa, va acelerándose) y la “reforma y apertura” que, sobre las bases fundamentales dejadas por el maoísmo, iban llevando sigilosamente a China al lugar que hoy ocupa. Hoy eso se acabó y tanto Xi como sus principales colaboradores son bien asertivos y explícitos.

La reunión con Blinken recorrió diversos temas: la guerra en Ucrania, Taiwán (el jefe de la diplomacia estadounidense dijo que nada había cambiado y que Washington seguía defendiendo la noción de “una sola China” y que no alentaba la “independencia de Taiwán”, aunque aclaró que sí seguía respaldando su política de defensa), tensiones comerciales y otros ítems.

No hubo comunicado conjunto, pero de las tratativas de Blinken con Xi, Qin y también con Wang Yi, el excanciller que ahora dirige los asuntos exteriores chinos desde el Comité Central del Partido Comunista, surgieron comentarios levemente optimistas tanto desde la parte estadounidense como de la china.

Ayer, sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca llamó “dictador” al jefe de Gobierno chino, ni habían pasado 24 horas desde la visita de Blinken. Biden, quien en los últimos tiempos no se lleva bien con sus palabras y discursos, lo dijo en un evento de recaudación de fondos en California y refiriéndose al caso del derribo de un globo chino en EE.UU. en febrero de este año, en lo que Washington afirma era una misión espía. “La razón por la que Xi Jinping se enfadó mucho —sostuvo— fue porque cuando derribé ese globo que tenía dos cajas llenas de equipo de espionaje, es que él no sabía que estaban allí. Eso es una gran vergüenza para los dictadores, cuando no saben lo que pasó”, lanzó el mandatario. La respuesta provino de la portavoz de la Cancillería china, otra funcionaria sin pelos en la lengua, Mao Ning. “Es irresponsable y una distorsión de los hechos que viola la dignidad política de China. Es una idea absurda”, expresó.

Faltarán más gestos de distensión. Y más viajes. Uno previsto, en respuesta al de Blinken, era el de Qin a Norteamérica. Ahora habrá que ver.

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