Para conocer al Dragón
En la Feria del Libro de Buenos Aires se presenta “El Tangram de China”, una obra para “comprender China por fuera de la nube en la que la envuelven los medios” hegemónicos de Occidente, dice Néstor Restivo en El Cohete a la Luna.
Primer socio comercial de la Argentina, a la par que Brasil; yuanes y no dólares en ese intercambio de bienes y servicios, gran inversor en minería y energía, cereales y oleaginosas, banca, sector aeroespacial, hidroeléctrico y entre varios más –si se destrabaran cuestiones financieras y geopolíticas– nuclear, China se ha convertido casi a diario en tema del debate público. ¿Cómo procesan y tratan de entender el fenómeno los y las habitantes de la Argentina y de Latinoamérica, donde casi todas sus naciones enfrentan similar actualidad?
Gustavo Ng, periodista y escritor, ha viajado muchas veces al gigante asiático, desde Beijing a Xinjiang y desde Guangdong hasta el Tíbet, y propone en su más reciente libro siete imágenes para esa comprensión, y varios nudos conceptuales sobre lo que acontece hoy en el país del que su padre emigró hace más de 60 años para venir y quedarse en las Américas.
En El Tangram de China, ¿qué ven los latinoamericanos cuando miran al gigante de Asia?, que Ediciones El Bien del Sauce presenta mañana en la Feria del Libro, Ng –apellido de origen cantonés– describe las siete ventanas más abiertas con que aquí se intenta abordar la cuestión china, aunque siempre parezca inabordable: la China de la eternidad, China como parte del New Age, la China contemporánea, el mercado utópico, la fábrica del mundo, sus inmigrantes y las empresas que vinieron al país.
En la segunda parte del libro añade ideas que son medulares para siquiera procurar un abordaje no prejuicioso sobre el país de Confucio, Lao Tse, Mao Zedong, Deng Xiaoping y Xi Jinping: la continuidad del comercio y la cultura en su proceso de innovación constante, para lo cual el autor usa la imagen de una gran alfombra como las que venden en los viejos mercados de Kasghar, en el extremo occidental y musulmán chino; el patriotismo ostensible de sus habitantes; la diversidad y riqueza de sus 56 etnias; esa pareja encastrada que forman el pasado y el presente/futuro de la nación/civilización; la superación de la pobreza como proeza; el Oeste como expansión de su horizonte; los hijos únicos y el rol de lo comunitario; la democracia y los derechos humanos con características chinas; el protocolo del guanxi (un código de compadres para el relacionamiento o los contactos) y el síndrome Marco Polo, que padece todo viajero que llega a China y observa cosas que cree maravillosas.
Ng es autor, coautor y articulista en numerosos libros sobre China, y desde 2011 uno de los fundadores y directores de la revista y plataforma DangDai, sobre los vínculos argentino-chinos desde un punto de vista argentino y latinoamericano.
En El Tangram…, Gustavo Ng explica que eligió la imagen de ese antiguo juego chino (en su idioma, 七巧板, qīqiǎobǎn) porque a diferencia del rompecabezas, que “expresa la vocación occidental por concebir la realidad en una sola versión”, el tangram “está compuesto por sólo siete piezas con las que el ingenio humano puede generar una cantidad casi ilimitada de imágenes”.
El autor y su libro.
Claro que a esas imágenes no es ajena la batalla informativa en torno al país que todo lo está trastocando a escala global. Y el autor no escapa a ese debate. Dice: “La primera fuente de información que tenemos sobre China es de las agencias de noticias de Occidente, de Estados Unidos y de Europa. Nos cuesta creerles. No les creemos porque solamente hablan de China lo que les conviene a sus países, a sus gobiernos, a sus poderes económicos. Entonces, en general, dan una imagen muy negativa de China y aquella que conviene a los intereses de ellos. Por lo tanto, no les podemos creer. En América Latina no les creemos. Por otra parte, la otra información –que resulta escasa– viene directamente de China. Esa información también nos genera resistencias porque mucha de ella es solo información positiva, o sea, es información que no tiene ningún conflicto. Los latinoamericanos damos por hecho que existen conflictos en todo ámbito político, y entonces no creemos en un discurso que señala que en China no existen enfrentamientos”.
Y añade: “Estamos en medio de una guerra. Una guerra de imagen, en el orden del softpower, el de la representación y de la comunicación. Una guerra en la superestructura simbólica. Se trata de una guerra declarada unilateralmente por los Estados Unidos, durante la presidencia de Donald Trump y luego continuada por la administración Biden. Los latinoamericanos vemos a China en la oscura nube en la que la envuelven las corporaciones mediáticas, las redes sociales y las usinas intelectuales de Estados Unidos y sus países aliados. Tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para comprender que lo que vemos es una imagen difamada, y luego otro esfuerzo mayor para atravesar esa entelequia fabricada con mala intención para conseguir ver a China con nuestros propios ojos”.
¿Pero, es posible comprender a China con ojos occidentales? Para Ng, sí, porque, después de todo, los cuatro inventos que revolucionaron la historia de la humanidad (la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta) llegaron desde China, igual que las innovaciones náuticas que permitieron que Europa hiciera contacto con el continente americano, dice. Por lo tanto, “la idea de que no podemos comprender a China ha sido una premisa tan penetrante y eficaz como pueril, que entra en instantánea contradicción con saberes ampliamente extendidos”.
* El libro de Gustavo Ng se presenta mañana lunes a las 17.30 en la sala Alfonsina Storni de la Feria Internacional del Libro.
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