Exclusivo: Jorge Rulli (1930-2023) cuenta su paso por la revolución maoísta
El militante peronista y ecologista Jorge Rulli, quien en los años 60’ del siglo pasado fue uno de los dirigentes de la JP que viajó a la China maoísta, en una ocasión portando una de las famosas cartas de Perón a Mao Zedong, falleció este fin de semana.
En aquella carta manuscrita, de 1965, el diez años antes derrocado presidente argentino Juan Domingo Perón le decía al Gran Timonel que “desde este difícil exilio, aprovecho la magnífica oportunidad que brinda el viaje de los jóvenes dirigentes peronistas del MRP (Movimiento Revolucionario Peronista), gentilmente invitados por Uds” para acercarle su saludo y reflexiones sobre el Tercer Mundo a su “querido Presidente y amigo”. Perón le decía que “CHINA POPULAR” era un “ejemplo” y la “base inconmovible de la Revolución Mundial”.
Rulli habló muchas veces de aquel viaje de entrenamiento militar para la Resistencia peronista en Argentina, que él integraba desde 1955 junto a otros cuadros de la JP como Carlos Caride, Gustavo Rearte o Envar “Cacho” El Kadri. Viajaron junto a Rulli militantes peronistas y del grupo Tacuara como José Luis Nell o Joe Baxter.
“Estuvimos en lo que se llamaba Escuela para Cadetes Extranjeros del Ejército Popular de Liberación de China, cerca de Pekín”, contó en una sus últimas conversaciones fue con el historiador Francisco Taiana, que la incluyó en su reciente libro “Argentina, China y el mundo (1945-2022)”.
DangDai reproduce en exclusivo, con permiso del autor, esa entrevista completa realizada en Marcos Paz, provincia de Buenos Aires, en agosto de 2019 (de la cual en el libro citado solo aparecen las referencias a China, pero que aquí pueden leerse en su integralidad, con todo el rico contexto de época y datos históricos que Rulli le cuenta a Taiana) en la que Rulli evoca vívidamente el aprendizaje que les dieron los comunistas chinas, en teoría y en práctica, sobre su proceso revolucionario, lleno de anécdotas y vivencias.
La entrevista
FT: Me interesa mucho su experiencia en China por ese entonces y me gustaría saber un poco cómo fue el proceso. Quisiera preguntar cómo surge este viaje a China; a través de qué contactos, quién los invita.
JR: Tenés que considerar el momento que estábamos viviendo. El momento era muy particular porque Perón lanza su proyecto de retorno, ¿no? En función del año 64, ¿no? Antes de esto se habían dado una serie de cuestiones; fundamentalmente a principios del 64 viajan a Cuba una cantidad de intelectuales peronistas como Marechal, Pepe Rosa, me parece que estuvo Fermín (Chávez) también pero no me acuerdo. Eran varios, de los más prominentes.
Pepe Rosa me contó anécdotas de cómo Fidel les caía en el hotel a las tres de la mañana y hablaba hasta las 8, hasta que se le dormían todos mientras él tomaba constantemente café con leche con medialunas. Al final él les dijo cuál era el secreto para no dormirse: comer siempre.
Pero siempre caía en la madrugada a conversar con ellos sobre el peronismo.
Estos son anécdotas; lo importante es que John William Cooke les pide a ellos que intercedan ante Perón para que Perón vuelva a recibirlo. Ellos aceptan y cuando vuelven por Checoslovaquia, Cooke se va con ellos. Cooke se queda en París esperando el llamado y ellos en Madrid le hablan a Perón, le transmiten este pedido de John William Cooke para que lo vuelva a recibir, que lo disculpe y que se restablezca una relación. Porque las cartas de Cooke nunca eran respondidas desde que perdió el favor de Perón cuando fracasó el acuerdo con Frondizi.
Entonces Perón los escucha y les contesta “si los cubanos quieren hablar conmigo, que me manden un cubano”.
Ellos lo llaman a Cooke y le dicen “bueno, mirá, no hay ninguna posibilidad”. Se cerró el capítulo ese; el capítulo Cooke se cerró para siempre. Perón no podía perdonarle a su segundo, a su mano derecha que se hubiera convertido en embajador de los cubanos.
Pero los cubanos se informan de todo esto, no sé por qué vía: si por intelectuales o por el mismo John William Cooke y le mandan un comandante del Comité Central al cual Perón lo fascina totalmente y el tipo se va enloquecido con Perón, con su figura. Lo relacionan con el embajador de Cuba en Argel y se entabla una relación que lleva a las visitas del Che Guevara.
Esa relación con los cubanos lleva a que el Che Guevara visite al General Perón y le proponga un acuerdo de colaboración y solidaridad que va a acrecentar todos los lazos de Perón con el Tercer Mundo.
Por eso esto lleva también a Mao Tse Tung; porque ahí Cuba pone dinero a través de la comercialización del tabaco cubano en Europa, que eso reportaba muchísimo dinero y la única condición del Che es que el peronismo sea solidario y de alguna manera reconozca al EGP, el Ejército Guerrillero del Pueblo que era mínimo, apenas unas células que estaban en la selva salteña.
Ahí se inicia ese diálogo de Perón con el Che Guevara que lleva a que el Che lo visite en dos o tres oportunidades y Perón lo sermonee dos o tres veces, como solía hacer, acerca de la locura de su viaje a Bolivia. Viste que Perón le recuerda “Doctor, usted es asmático, ¿cómo piensa sobrevivir en esa selva seca y espinosa?”. Y el Che le explica que tenía depósitos de sus remedios en diferentes lugares, lo que era muy inteligente pero lo que pasa es que la red de depósitos con medicamentos cayó en manos del ejército a poco andar la guerrilla, ¿no?
Ese era el clima del año 1964, 1965, en el que se produce nuestro viaje a China.
O sea, en el año 64, el 1º de mayo, en la Plaza Once el peronismo le dedica el acto a los Panteras Negras, al movimiento negro afroamericano y a la lucha revolucionaria que llevaban. Era todo un clima muy particular, muy bélico. Y en ese contexto Mao Tse Tung era como un compañero para nosotros, era un país hermano, aliado.
Perón hablaba de eso en sus cartas, hablaba de Mao. Por supuesto nuestro país era un país campesino. Incluso cuando yo estoy con Perón en el año 69, Perón me habla de la residencia que los chinos le habían instalado en Pekín, que tenía una casa esperándolo que él nunca utilizó. Me preguntó a mí qué podría haber hecho en China y yo le dije que nada, la verdad que nada. Lo que pasa es que yo tuve que transmitir un ofrecimiento de Gustavo Rearte -que había sido el que reemplazó a John William Cooke como delegado cubano en el Río de la Plata- y yo le prometí transmitirle a Perón el ofrecimiento de los cubanos de una casa esperándolo con todas las necesidades necesarias esperándolo a Perón.
Yo por suerte le aclaré que era un ofrecimiento que estaba obligado a transmitir y que no era mi opinión, porque Perón me dijo “Pero Rulli, ¿qué puedo hacer en La Habana?” y le dije que la verdad que nada, que no iba a hacer nada más que exiliarse y jubilarse, ¿qué podía hacer?
Yo venía de más de un año en La Habana, no había podido saber ni siquiera si mi madre seguía viva; nada. Armé todos los contactos y era tal el aislamiento que todas las redes que armé no sirvieron para nada. no había manera de comunicarse, era muy difícil.
Y ahí Perón me explicó que Franco de alguna manera lo maltrataba porque le había fijado un status de turista y después de 18 años tenía que pagar como si recién llegara. Entonces me dijo “menos mal que el compañero Jorge Antonio me banca todos estos gastos tremendos”. Pero con todo lo que hizo la Argentina por España, Franco no le permitió un status permanente, más tranquilo, más regular, de alguien que ya llevaba viviendo toda una vida en España. Perón me dijo que más allá de esos gastos e impuestos y cuestiones que tenían que pagar, decía “yo salgo por Madrid y tengo teletipos, teléfonos; sé que aquí me controlan la vivienda, la policía me controla pero yo salgo y hablo y me veo con los que yo quiero; no tengo ninguna limitación”. Eso en La Habana se habría terminado absolutamente. La Habana estaba absolutamente controlada por los cubanos y por los rusos, por supuesto.
Ahí me comentó lo de China; que en China también tenía una casa y había recibido ofrecimientos de Mao Tse Tung; pero que todavía era más complicado que vivir en La Habana, seguramente. Cosa que yo le confirmé.
Ese era el nivel de solidaridad y cierta hermandad que había en ese momento.
FT: ¿Y Perón hablaba de Mao?
JR: Sí, sí, hay muchas cartas que yo he leído donde habla de Mao de una manera muy conceptuosa.
En ese contexto del retorno de Perón se organizó el MRP (Movimiento Revolucionario Peronista) y las FAP, que era su contrapartida clandestina, las Fuerzas Armadas Peronistas. No son las de Taco Ralo. Las de Taco Ralo fueron otra cosa. Fueron… ¿cómo se dice cuando alguien copia un libro?
FT: ¿Un plagio?
JR: Claro. Un plagio. Un plagio impulsado por el vandorismo, que era el enemigo interno en ese momento. Por eso se dividieron las 62 Organizaciones y se formaron las 62 Organizaciones de Pie junto a Perón.
El retorno de Perón dividió mucho al peronismo y Vandor era muy fuerte, muy poderoso. y el bando supuestamente revolucionario cometió todos los errores posibles; incluso el de pretender matarlo a Vandor, lo cual fue una torpeza terrible que les salió mal.
El intento de asesinato se realizó a pocos meses de que Perón tomara el avión; pocas semanas antes. Una barbaridad total. Y participó la gente del cuadrunvirato, que era la conducción en ese momento del peronismo en el país. En el cuadrunvirato había uno que se llamaba Sosa, no me acuerdo quién más.
Así que se desbarata todo a pocas semanas de que Perón tome el avión de Alitalia. Se desbarata bastante la Operación Retorno aquí en Argentina por las torpezas cometidas. Y además, para peor, hay un golpe de estado en Brasil donde cae João Goulart que era íntimo amigo de Perón. Y con eso seguramente se le cae a Perón el plan “b”, que era quedarse en Brasil, evidentemente.
Yo creo que difícilmente podía imaginar que iba a poder aterrizar en Ezeiza y quedarse. Pero el plan era quedarse en Brasil que es más cerca; dejar Europa y ya residir en América Latina donde había un gobierno amigo con Goulart y tenía todavía un bloque blanco en Uruguay que era también muy solidario, muy amigo.
Pero las cosas cambiaron, ¿no? Entonces termina el año 64 con ese fracaso, con el sentimiento de haber aportado nuestra propia imbecilidad como movimiento y para poner piedras en el regreso de Perón.
Y culpo sobre todo a la conducción; sobre todo a la conducción del MRP que en el momento de la unidad cuando Perón ya está subiendo al avión, en vez de abrirse y unir a todos, lo que hacen es acelerar las contradicciones, como un marxismo mal asimilado, no sé. Aprovecharon que tenían y manejaban la información del regreso de Perón para cobrarse las viejas facturas. Es un acto innoble; era el momento de la unidad, no de la desunión. No era el momento de matarlo a Vandor, era el momento de hablar con él y sumarlo. Pero bueno, eligieron otro camino y todo fracasó. El retorno fracasó.
Nos quedamos entonces con un aparato político armado. El esquema no eran los rusos-cubanos. El paradigma, digamos, de la organización revolucionaria era la revolución argelina.
En la revolución argelina había tres niveles. Siempre fueron tres niveles y era el esquema al que nosotros respondíamos. El primer nivel era el nacionalismo popular revolucionario del movimiento; el segundo nivel era el dispositivo político que era un aparato -que en Argelia era el Frente de Liberación Nacional-, un aparato leal a la lucha revolucionaria. Y el tercero era la ALN, la Armada de Liberación Nacional, el ejército de liberación nacional. Esos eran los tres niveles.
Pero la conducción estaba en el FNL; la conducción era política. No como después se le ocurrió a Firmenich que iba a conducir el movimiento nacional. No. Nunca ningún comandante del ALN pretendió conducir la lucha. La lucha era política, más allá de que la lucha no la tenían los que disponían del fusil. Ese era el esquema; eran tres niveles.
Entonces para nosotros era el Movimiento Peronista, el MRP y las FAP. Esos eran los tres niveles que se asemejaban a la lucha argelina. Con todas las contradicciones del peronismo, ¿no? Porque por ejemplo muchos en la conducción del MRP en vez de aportar a la formación de las FAP armaban sus propios aparatos. En Argelia probablemente haya pasado lo mismo, no lo sé.
Pero Gustavo arma la JRP y después manda gente a entrenarse a Cuba. Me acuerdo del compañero Lombardi que cae en un intento de pequeña guerrilla en Jujuy.
Son las cosas del peronismo, ¿viste? No estaba claro el sentido de la unidad y los propósitos comunes.
Entonces: año 1965. Nos colgamos de la rama con un comando revolucionario en Montevideo bastante importante donde había compañeros muy seguros. Y estaba el delegado de insurrección de Perón, Héctor Villalón, que era el que canalizaba los fondos del tabaco cubano en Europa, que era bastante importante.
Y ahí estaba también toda la gente de Tacuara revolucionaria, que habían asaltado el Policlínico en el año 64 y estaban prófugos. Algunos estaban presos y otros estaban prófugos en Montevideo donde el peronismo los había ayudado a escapar. No es que fueran claramente peronistas, sino que el peronismo en ese momento era el gran aparato que permitía que cualquiera, desde el sobreviviente del grupo del Vasco Bengoechea -que se voló en la calle Posadas- a los sobrevivientes del grupo Tacuara, todos aspiraran al peronismo que era el gran aparato que tenía gente para sacarlos por Entre Ríos, por aquí o por allá, o les ofrecía una casa en Montevideo. El movimiento era la gran matriz; el peronismo tenía los abogados, contenía a todos.
FT: Joe Baxter estaba en ese tiempo…
JR: Claro. Joe Baxter y otros.
Entonces en Montevideo hay un montón de gente prófuga en casas de orientales peronistas. Porque eso se daba mucho: había un sector de Montevideo que se reconocían como orientales, no como uruguayos. orientales anti Uruguay. Eso estaba muy vivo. Ahora no sé.
De todas maneras el partido Segunda República de Adrián Salbuchi cuando fue reunió doscientas cincuenta personas -que hay que tenerlas en Uruguay-, gente que se dicen orientales. Doscientas cincuenta personas de aquel entonces son doscientas cincuenta mil de ahora, de gente que eran blancos orientales.
Bueno, sobre eso se apoyaba el comando de fronteras que había en Montevideo.
En ese momento está la lucha de Vietnam también, que era la que organizaba todos los esfuerzos revolucionarios internacionales. Se hace un congreso en Vietnam del norte de solidaridad con Vietnam del sur y por el MRP-FAP viaja Baxter. Héctor Villalón lo manda a Baxter. Yo fui muy crítico de eso; me pareció una torpeza, pero él argüía que no tenía a otro que Baxter, que hablaba inglés y que además el Gordo en Montevideo era un engorro y que necesitaba darle una tarea.
Entonces el Gordo va por el peronismo a ese encuentro internacional de respaldo a Vietnam del sur y ahí los chinos le ofrecen algún tipo -no a él, al peronismo- de experiencia solidaria.
El asunto es que vuelve con esta noticia de los chinos dispuestos a bancar una beca revolucionaria y entonces se organiza un grupo al que van algunos de los tacuaras exiliados que estaban en Montevideo sin saber qué hacer y algunos de las FAP de Buenos Aires. En realidad tendríamos que haber sido ocho, pero vamos siete porque uno de los compañeros de La Matanza no consigue resolver el tema de la documentación: sacar pasaporte y esas cuestiones. (Yo milité en La Matanza y te digo que nos pasó con las elecciones del 73 que los más seguros no tenían ni dni. Me encontré con esa sorpresa que tuve que elegir a los más pequeñoburgueses para candidatos a concejales porque los demás no tenían ni documentos). Era muy salvaje todo, así que no me sorprende.
El asunto es que nos encontramos en Montevideo, donde se arreglaron los papeles, se trucharon algunos pasaportes y partimos hacia París.
Después estuvimos en Suiza, en la casa de Villalón -no todos, pero algunos-. y todo esto se hizo con el conocimiento y el respaldo de Perón.
Lo que no sé es si con objetivos claros. Ahí se jugaban varias cosas, ¿no? Creo que Perón jugó a las formaciones especiales que permitían acorralar al régimen y particularmente a la dictadura militar pero nunca dejó de esperar una salida política en la que pudiera manejar las cosas. Creo que nosotros aceptábamos esa estrategia, por supuesto; era imposible vencer al régimen militar. Los sueños de armar un ejército al estilo PRT no estaban en nuestra cabeza; era absurdo. Solamente el PRT podía pensar eso de armar un equipo equiparable. Además, estaba en nosotros la idea de que si armás otro ejército terminás siendo igual a aquel al que te oponés. Que fue lo que le pasó a Firmenich: terminó usando uniforme y con la misma mentalidad de mierda del ejército regular, sancionando compañeros o fusilándolos. Terminás igual.
El tema era, en todo caso, acorralar al enemigo, obligarlo a negociar y poder jugar con todas las alas del movimiento.
Yo me acuerdo cuando estuve con Perón en el 69, en Madrid, la cantidad de oficiales que iban a negociar. Perón se reía mucho de ellos; les ponía seudónimos graciosos.
Esas cosas a Perón lo tenían en su salsa, le daban mucha felicidad que fueran los adversarios a negociar y a hacerse los pícaros con él. Sacaba lo mejor de Perón porque estaba ahí feliz de rosquear con toda esta gente que le mandaban; sobre todo militares muy poco perspicaces para la política de alto nivel, como le pasó con el comandante cubano. Este era un rol al que él, después de 18 años en el exilio, dedicaba sus principales esfuerzos a lo que ya se advertía en el horizonte: la globalización. Eso lo tenía muy claro y estaba tratando de enfrentar o modificar junto a (inentendible 25.35) y otros el curso de la historia que venía muy jodido, o como alguna vez dijo él: “que el rostro no fuera tan inhumano como se preveía”.
Lamentablemente el rostro fue espantoso y sigue siéndolo.
El asunto es que nosotros fuimos a China…
FT: ¿Por Suiza directamente o…?
JR: No, no. Hicimos Egipto, Bangladesh, Dakar…
FT: Bangladesh, que en esa época todavía seguía siendo Pakistán…
JR: Sí. Fuimos al sur de la India y de ahí a China.
Estuvimos en lo que se llamaba “Escuela para Cadetes Extranjeros” del Ejército Popular de Liberación de China, cerca de Pekín.
Era un campo muy enorme y no sé qué habría sido antes pero había como unas mansiones grandes de varios pisos pero muy antiguas, cada tres o cuatro kilómetros, en el medio de una planicie. Y en esas casas había -compartimentados, porque los veíamos de lejos- otros grupos de cadetes; en general eran africanos. Los veíamos de lejos; no sabíamos quiénes eran. Y ellos nos veían a nosotros, claro.
Vivíamos allí, distanciados, y todos los días nos visitaba un equipo de profesores. Teníamos clases todas las mañanas. A la mañana temprano salíamos a correr o a practicar con armas y corríamos y subíamos y bajábamos colinas y esas cosas del entrenamiento militar. Después, esgrima de bayoneta, que era lo principal. En todo China se dedicaban a la esgrima de bayoneta porque la idea era enfrentar a los Estados Unidos en un cuerpo a cuerpo, hombre a hombre. Se entrenaban los obreros en las horas de descanso; era infernal verlo, era muy impactante ver Pekín en el horario del descanso de las fábricas, el ballet de la esgrima de bayoneta en las calles por parte de los obreros o en los jardines de infantes, porque los niños practicaban con esgrima de bayoneta.
Y estábamos todo el día en eso. O estaba todo China en eso.
Y fundamentalmente todo lo que vimos fue todo el Mao Tse Tung militar (sic), tomo por tomo. Uno a uno estudiamos en profundidad todas las campañas del cerco y aniquilamiento de Mao. Ellos nos dijeron claramente que no nos preparaban para hacer la revolución en nuestro país; que ellos -y en ese sentido quedó muy claro- no nos estaban enseñando o no nos estaban sugiriendo nada que podamos hacer en nuestro país; que ellos, de una manera muy estricta, nos iban a enseñar lo que ellos hicieron y nosotros sacáramos las conclusiones que quisiéramos, pero que no iban a cometer nunca el error o pasar el límite de meterse en nuestra realidad. Era todo muy ético, diplomático. Muchas veces alguno de los tacuaras intentaba constantemente que nos enseñaran cómo destruir usinas eléctricas por ejemplo. Y los chinos quedaban asombrados; no se les ocurría destruir lo que nos estaban mostrando que les había costado mucho valor construir. De ninguna manera pensaban eso. Era la falta de política de ellos (los tacuara); los teníamos que amonestar en el grupo constantemente para que no cometieran errores porque los chinos en los días de paseo nos mostraban lo que habían construido; nos mostraban el gran estadio de Pekín por ejemplo, que parecía la cancha de Atlanta pero para China era muy importante.
Y en ese sentido a veces era un poco… nos impacientaba la idea de robar una viga del ferrocarril para fabricar pistolas, que en realidad eran una especie de matagatos; era una idea absurda para la Argentina pero ellos insistieron en que supiéramos lo que ellos habían hecho.
Lo mismo en el plano de las comunicaciones. Me acuerdo que una vez, en la cátedra de comunicación militar, trajeron un baúl y empezaron a sacar chicharras -de esas que se usan en la noche o cornetitas de cumpleaños- que en la noche pueden ser una señal. Esto motivaba risa, pero en realidad nos estaban enseñando lo que ellos habían hecho, que era toda una revolución -por lo que yo vi-, en términos occidentales, lo cual a lo mejor es incorrecto. Se nos mezclaron la revolución francesa con la revolución socialista. Era una revolución donde también se usaban lanzas, ¿se entiende? Y todo esto lo transmitieron a lo largo del continente. Viajamos mucho. Vimos todos los fortines del Kuomingtang y estuvimos en la guerra de túneles en el norte cuando la invasión japonesa, y descendimos en los túneles. Vimos cómo se proveían de agua, cómo desde los túneles surgían lugares donde ponían francotiradores, en los umbrales de las casas. Después vimos la guerra de minas. Fuimos pasando por las diferentes etapas.
Estuvimos también en la casa del emperador.
Y el curso fue muy intenso; estábamos constantemente con militares de rango intermedio y alto estudiando y practicando el Mao Tse Tung militar y al final nos condujeron a una serie de operaciones militares que tuvimos que imaginar, planificar y conducir. Una fue la toma de un fortín artillado desde el cual se nos disparaba. Yo creo que tuve que hacer pareja con Baxter ese día; fue un esfuerzo gigantesco para mí. Nos teníamos que arrastrar y las balas nos pasaban por arriba; teníamos una carga que teníamos que meter por la tronera y fue tan grande el esfuerzo que me tuvieron que tratar. Tuve que ir a un hospital, que en ese momento tenía medicina tradicional de un lado y medicina occidental del otro; así eran los hospitales, y no pude participar de algunas de las cuestiones porque quedé en la cama.
Hicimos otra operación: la emboscada a una patrulla del Kuomingtang que supuestamente venía del saqueo de una aldea y teníamos que planificar la emboscada, y como yo estaba mal me pusieron en una lomada a cargo del fusil ametrallador de tal manera que yo tenía que estar acostado porque estaba mal pero de todas maneras no quería perderme el examen.
Así que me pusieron a cargo del fusil ametrallador con un servidor chino y ellos se acomodaron a un costado del sendero a esperar la patrulla, que eran bastantes soldados chinos. Yo tenía que dar el aviso porque estaba alto y veía venir la columna. Cuando consideré que estaba a la altura del grupo de la emboscada abrí fuego y el fusil no me respondió. Traté de destrabarlo y no había manera. Me lo habían hecho a propósito. En ese momento tuve una indignación terrible; casi le pego al servidor.
Claro, lo habían hecho a propósito para ver qué hacíamos. El fusil ametrallador no disparó y no pude dar la señal.
Por suerte ellos atacaron igual. Por supuesto tirando granadas y cosas que no estallaron. Todas las armas Chinas que tenían en ese momento eran copia del ejército alemán; la granada que se usaba era exactamente igual a la que usaban los nazis, con una palanca o manija y se la lanzaba con bastante precisión; mucho más que la norteamericana. Así que le tiraban a la cabeza a los soldados y fue muy gracioso porque no explotaban pero igual podían derribar a un hombre.
Después otra que a mí me impresionó mucho fue una situación que ellos no nos decían que era una prueba. Simplemente un día nos invitaron a dar un paseo y salimos, recorrimos un tramo y llegamos a una granja china, de esas típicas con paredes y un gran portón rojo, con eslabones redondos. Atravesamos la puerta y era el patio de una granja, muy parecido a lo que eran las granjas en Italia. En ese patio había carros y aperos; era un patio muy grande. Atravesamos el patio y llegamos a la casa. Atravesamos la casa y llegamos al fondo agrícola, que era el campo todo sembrado de cebada o algo así. Ahí había un alero donde nos quedamos conversando. Nos dijeron que íbamos a ver la puesta del sol y era muy llamativo el sol rojo. Nos quedamos conversando de cualquier cosa. El campo empezaba ahí nomás, ahí nomás estaban los cultivos y nosotros estábamos parados, sentados ahí conversando con los coroneles, hablando pavadas con un intérprete de por medio, comentando del sol y la luz. Hasta que de repente el coronel saca un silbato y lo toca. Y entonces se empezaron a alzar, a metros nuestro, muchos soldados armados. Todo un regimiento se desplegó; estaba lleno de soldados. Fue algo impresionante. Nos quedamos todos callados por varios días porque pocas veces hemos tenido una emoción y un impacto semejante. Fue todo un regimiento que se alzó ahí, frente a un campo agrícola que estábamos mirando y no habíamos visto nada. Y se alzaron cientos de soldados, algunos a metros nuestro. Esta fue una lección de camuflaje para no olvidarse nunca. Lo que es la guerra…
Y así tuvimos varias. Estas eran las pruebas o exámenes, el remate del curso, digamos. Tuvimos varias escenas de este tipo muy impactantes para entender lo que puede llegar a ser la guerra.
Lo único que yo lamenté de toda esta época que yo recuerdo con mucha felicidad fue la parte de cuando fuimos a uno de los museos y se veían todas las diatribas contra el pueblo del Tíbet y toda la crítica hacia el feudalismo tibetano.
Años después traté de compensar esto militando contra la ocupación del Tíbet y estuve internado con monjes tibetanos víctimas de la barbarie china. Estuve en el seminario católico de Málaga gracias a un obispo chileno que había ahí que compartía muy bien estas cosas. Nos abrió el seminario, a ellos y a los monjes, que eran tres ancianos con los que estuvimos internados una cantidad de tiempo y nos dijeron que querían transmitirnos a nosotros su doctrina porque se habían dado cuenta de que ya no podían volver, que no tenían edad para volver. Un crimen horrendo de los chinos.
En ese momento en Europa me hice ecologista con Petra Kelly, que para mí es palabras mayores. Petra Kelly vinculaba la organización del Partido Verde alemán con la lucha por la liberación del Tíbet. Siempre mezcló la política con la ecología y es un modelo que yo traté de seguir en la Argentina.
Petra Kelly murió asesinada, ella y su compañero.
Fue la parte negativa de todo esto.
Y algunas desazones individuales. Por ejemplo cuando nos fuimos había gente en el grupo que no tuvo una conducta memorable. Fundamentalmente me acuerdo de Armando Jaime, líder de juventudes en Salta y en el norte. La verdad un líder de mierda.
Ante nuestro estupor, cuando nos despedíamos -que estábamos en filas-, nos despedimos de los coroneles del ejército y nos abrazaron, nos saludaron uno por uno y él, que estaba a mi costado, se sacó la estrella federal que tenía en la solapa y les dijo que era el distintivo con el que los marxistas-leninistas de todo el peronismo se identificaban. Un canalla. No le sirvió de nada, por supuesto. No le quedó el contacto ni nada. Terminó como candidato de una facción del ERP si no me equivoco, en los años 70 y pico.
Él se fue a Madrid con Pancho Gaitán e iba para sacarse una foto con Perón, a tal punto que yo en Suiza les dije que no los acompañaba. No acompaño a un hijo de puta que da la estrella federal y dice que es lo que distingue al marxismo-leninismo, a un tipo que va a ver a Perón para sacarse una foto.
Yo cuando fui a Madrid lo que menos pensé fue en pedirle una foto a Perón.
Con esa sumatoria de cosas es que hemos llegado a esta mierda en que el peronismo no existe más, agoniza convertido en una mierda. Viene de antiguo.
Cuando volvimos hubo falta de una continuidad en las luchas, porque Héctor Villalón -el delegado insurreccional- no tenía una propuesta válida.
Después en el ‘65, ‘66 viene la dictadura de Onganía y ahí priman otras cuestiones. Gran parte del sindicalismo respalda, o por lo menos propicia… y nosotros nos quedamos bastante confundidos hasta que empiezan a correr los rumores de que el Che Guevara está en Africa y después viene a América Latina.
Gustavo Rearte, que era el que tenía la comunicación con el Che Guevara en Buenos Aires, me dice que -bajo secreto total- le contó a Armando Jaime que el Che estaba en Bolivia pero era un secreto. Y lo que hizo Armando Jaime fue contárselo a todo el mundo para reunirlos a todos y ser la cabeza. Y no era raro. De nuevo la ética se confronta con la política.
Con lo que quedaba de la columna de FAP, lo que hicimos nosotros cuando tuvimos la certidumbre de que el Che estaba en Bolivia fue comenzar operaciones con el pensamiento mágico de que al desarmar policías en Buenos Aires o tirotear las comisarías debilitábamos el cerco sobre el Che.
No me arrepiento, pero me doy cuenta de que era el pensamiento mágico de la época.
Todos estábamos en esa burbuja de pensamientos mágicos guerrilleros mientras la administración la tenía el enemigo.
Cuando tuve ocasión de hablar con Perón tuve el tino de bajar los niveles de imaginería porque Perón me paró en seco; más o menos me sermoneó. Y cuando empecé a hablar del Che Guevara me dijo “por favor, Rulli, no me hable de un comandante que se come sus mulas”. Ahí me desconcertó totalmente porque era una crítica de comandante de monte más que una crítica política; era su propia experiencia. Y cuando le hablé de la lucha armada me dijo “Rulli, hemos perdido el camión con armas que se llevó Iñíguez de Rosario” y de vuelta me bajó a la tierra. No me atreví a decirle que la administración la tenía el enemigo porque me hubiera cagado a pedos. Más allá de que yo seguí pensando “van a venir igual”, pero ante la figura de Perón que se imponía como una especie de bisabuelo -así lo sentí- que no conocí; uno quedaba apabullado ante esa presencia. Supongo que Mao Tse Tung debe haber sido algo parecido. Entonces me quedé en el molde. Me dijo varias cosas. Una fue esa del Che Guevara que se había comido una mula, y la otra que habíamos perdido el camión de armas, que era verdad. Cuando Iñíguez en los años 60 da el golpe en Rosario e intentan sacar los tanques, y no pueden porque les matan un suboficial, la gente que conducía los tanques no llegan; entonces lo que hacen es llevarse todos los fierros que pueden porque estaba la promesa de armar al pueblo y después van cayendo; esos fusiles caen.
Y cuando le hablo de mis ideas revolucionarias, Perón me dice “Rulli, ¿qué quiere, que haga la revolución con los buenos?”. Era desconcertante Perón. Realmente era muy difícil tener un debate con él porque realmente era como discutir con el abuelo sabio, no un abuelo gagá. Este era un abuelo que te cagaba a pedos y que parecía tener más experiencia que uno. Era muy difícil.
Me decía “¿quiere que haga la revolución con los buenos?” Y sí, yo quería eso, y sigo queriendo eso. Siempre me acuerdo del sermoneo que me dio Perón.
Para mí toda la experiencia de China sirvió para intentar lanzar la lucha armada cuando el Che Guevara estaba en Bolivia. Duré poco; me abatieron a tiros en un traslado de armas y pasé directamente a la tortura. Herido y todo fui directamente a la tortura, a la picana eléctrica.
Estaba agonizando en el Hospital Italiano cuando mi compañera y esposa me trae la noticia de que se confirmó la muerte del Che. Ella ahí hizo un brote del cual no se quiso recuperar nunca. Yo me recuperé pero ella no, quedó trastornada para siempre; murió en un psiquiátrico.
Yo estaba en diálisis en el hospital porque me habían dejado de funcionar los riñones; era octubre del 67, cuando lo matan al Che. Y la verdad que nosotros habíamos apostado al Che y después del fracaso del retorno de Perón, sin dejar de ser peronistas, habíamos visto en el Che -y en cierto respaldo que Perón le había dado- la posibilidad de un nuevo liderazgo detrás del cual caminar. También se perdió porque lo mataron de una manera que dejó muy expuesta la torpeza de toda la estrategia del Che. Era casi un acto suicida: sin respaldo, traicionado por el Partido Comunista y por otra gente de Bolivia, sin respaldo desde Cuba. Terminó todo mal.
Cuando salí, a finales del 67, mi abogado (que era Fernando Torres, el abogado de Perón) me consigue sacar traspapelando carpetas. El juez me sobreseyó en una de las muchas causas que tenía, se equivocan y me dan la libertad y no se dan cuenta que había tres carpetas más. Y salgo, una cosa milagrosa.
Fernando Torres, que me estaba esperando, me dijo “escapate. Ya te vas al Uruguay porque en cualquier momento salta que tenés otros procesos y que hubo un equívoco”. Así que me voy cuanto antes al Uruguay donde estaba el Gordo Cooke, que supuestamente tenía la relación con los cubanos porque estaba muy inválido, mi mujer estaba loca y necesitaba un lugar donde repararme; alguna clínica o algo.
Ahí surgió el problema que el Gordo me da largas y no cumple nada. No se atreve a decirme que los cubanos lo han abandonado, que lo han tirado como un exprimido. Pobre Gordo, murió al año siguiente. Yo creo que de tristeza.
Estuve varios meses en Uruguay hasta que Gustavo Rearte me explica que Cooke no me puede ayudar porque ya no tiene ni siquiera la chequera de viajes, no tiene nada. El nuevo delegado era él y a Cooke lo habían dejado de lado. Había firmado el contrato político militar con los cubanos para ser su representante y tenía la chequera de viajes, por eso pude volar a Cuba con Mechi y María Eva, que era nuestra hija pequeña.
Ya no podíamos más; en Montevideo estábamos muy mal porque vivíamos en una casa prestada, no teníamos dinero, me sentía muy mal. Mechi estaba todo el día en la cama.
Y el Gordo siempre tuvo un lado infantil, era muy bien tipo, por eso le decían “el Bebe”, porque era como un niño. Y no se atrevía a decirme que los cubanos lo habían dejado de lado y jugaba al póker en los garitos del puerto de Montevideo para sacar dinero y con eso mantenía la Acción Revolucionaria Peronista en Buenos Aires. Te digo esto porque yo lo vi en un local que se llamaba “Do Re Mi” al Gordo con esas mangas de jugador, y todas las noches estaba en esa para hacer dinero. Con eso mantenía toda una militancia. Y supongo que también me mantenía a mí en Montevideo. Pobre Gordo.
Antes de viajar a Montevideo, en esas semanas que estuve en Montevideo, García Elorrio me pide que le haga el favor de formar a un grupo de chicos. Yo acepté por la simpatía que me causaba García Elorrio que era muy buen tipo. Me llevaron a un departamento donde me entrevisto con un grupo de chicos muy jóvenes a los cuales durante varias ocasiones les transmito conceptos revolucionarios que no tenían: diferencias entre estrategia y táctica, lo que es una operación y lo que es una campaña; conceptos militares. Me acuerdo que les expliqué, porque no tenían idea, lo que era una bomba vietnamita. En Buenos Aires nadie sabía lo que era una bomba vietnamita pero nosotros habíamos practicado con eso que es un explosivo de naturaleza convexa que, de alguna manera, dirige la fuerza de la explosión hacia un lugar predeterminado.
Después supe por Graciela Daleo que eran los grupos GAL, que recién empezaban. Por lo que he sabido, porque alguna vez Perdía ha querido hablar conmigo y yo me he negado a hablar con él (porque no tengo nada de qué hablar con perdía) él le dijo a los otros que yo lo había formado, así que supongo que era uno de los pendejos que estaba en ese grupo. Yo nunca supe quiénes eran. Después había uno pelirrojo, pero nada más.
Todos ellos sabían que yo había estado en China y pretendían que se los transmitiera; tenía los apuntes que luego se me perdieron y tenía muy fresco todo el Mao Tse Tung militar.
Era otra época, por supuesto. Yo tengo muy presente que esto era la cosa campesina del maoísmo y que ha desaparecido totalmente la cosa profundamente campesina del respeto, lo que era el Ejército Popular de Liberación chino que era un ejército campesino totalmente, donde la norma era que si alguien te prestaba una aguja y no la devolvías, la sanción era durísima. Era todo el recuerdo de la guerra de liberación china en donde se apoyaron totalmente en el campesinado, lo que contraría la experiencia de la revolución rusa y el marxismo, teniendo en cuenta que Mao hizo otra cosa.
En realidad Mao estuvo mucho más cerca del nacional socialismo de los Hermanos Röhm que del marxismo soviético. Esta es mi convicción. No era casual que todas las armas que tenían eran las del ejército alemán.
Es como que algunos de los procesos revolucionarios fueron urbanos y fabriles y otros se encararon por un camino hacia la propiedad campesina y la “agralización del agro”, que fue una consigna del nacional socialismo y que se fue a la mierda con el psicópata de Hitler que lo convirtió en un racismo. El otro, el camino industrialista y marxista se fue para la mierda con otro psicópata como Stalin. Son opiniones.
Pero que Mao fue otra cosa es real. Mao era un gran líder realmente. Yo no llegué a conocerlo, pero en esa época el loco una vez por año se decidía a cruzar el Río Amarillo. Tenía más de ochenta años y lo cruzaba a nado -no en estilo crol, lo hacía de manera más cuidadosa-, y decenas de miles de chinos se tiraban atrás de él para acompañarlo. Era una locura, una idolatría la que tenían con Mao Tse Tung. Muchos se ahogaban, pero Mao llegaba. Y cuando llegaba escribía una poesía. Era un personaje increíble. Cruzaba todo el río a nado y después escribía poesías.
En aquel viaje por China, muchas veces entramos en casas comunes de proletarios chinos que tenían la pequeña estatuilla de Mao. Había un culto extraordinario. Lamentablemente lo que vimos mientras estudiábamos eran tendencias raras. Después entendimos que la revolución cultural se dio después, cuando ya no estábamos en China. Comprendimos a qué se refería porque habíamos visto esa desviación.
Mao Tse Tung trató de salvar esa revolución y lanzó la Revolución Cultural que lo que hizo fue un gran desorden. Y se debe haber muerto amargado al ver que su revolución fracasó. Con la Revolución Cultural, más que encontrar un nuevo camino, lo que hizo fue desordenar todo. Y ahí murió.
En China, una de las experiencias que tuve -que también lo viví en Cuba-, es que podés tomar el poder pero es difícil cambiar la cultura. Nosotros estuvimos con muchos coroneles y tenientes coroneles del ejército chino y todos eran muy semejantes. Muchos, los más jóvenes, eran formados por la revolución.
Me acuerdo que una vez José Luis Nell, que estaba con nosotros, les pidió si era posible que nos enseñaran algo de la lucha urbana en China para ver qué podíamos adoptar, cómo podíamos incorporarla a nuestras experiencias ya que en Argentina la lucha iba a ser urbana, y vino un oficial joven, muy capaz, lo mejor que ellos tenían para eso -según parece- y nos condujo a una especie de hacienda que tenía algunos edificios, y la primera lección que nos dio nos provocó mucha risa: se colocó en la esquina de un muro, de una calle, y lo primero que hizo fue darse vuelta la visera y colocársela para atrás, poner el fusil así (?) para que la bayoneta no se asomara y espiar. Ahí nosotros no pudimos contener la risa. Claro, esa era la visión de ellos de la toma de Shanghai, de la toma de las ciudades.
Después nos enseñaron a cruzar las calles rodando y mantener el arma en posición, pero esos eran los ejercicios típicos de un ejército que invade una ciudad; no era para nada lo que nosotros les planteábamos pero aceptamos hacer las cosas y la experiencia que ellos nos transmitían.
Y en algún momento debieron confesar que el momento más duro de la revolución, el más difícil, fue la toma de Shanghai. En un momento dado, Mao ordenó que el ejército abandonara Shanghai porque se le estaba yendo de las manos. Era tal la corrupción, los prostíbulos que el ejército campesino se le estaba disolviendo. El recuerda Roma, donde los ejércitos no entraban; a los ejércitos había que dejarlos del otro lado del Rubicón. Es muy difícil meter un ejército campesino en una ciudad corrupta como Shanghai.
Tengo cantidades de anécdotas y experiencias con los chinos de transmisión de saberes que nos ayudaron a entender ese proceso y aplicarlo luego, por lo menos en mi caso, en el pensamiento político, crítico de lo que nos pasaba como argentinos, aunque seamos tan decididamente urbanos y modernizantes que hemos traicionado toda posibilidad de una revolución para entrar en esta colonialidad consentida.
La experiencia fue muy intensa y no tuvimos mucha ocasión de aplicarla. Yo te conté dónde la fui aplicando yo; pero creo que los compañeros no la aplicaron en nada. Los de Tacuara sí porque se sumaron al MLN-Tupamaros y algo han aplicado. No estuvieron mucho tiempo en el Uruguay. Baxter fue parte de una delegación de tupamaros a Cuba y allí defeccionó y se quedó en Cuba. En realidad creo que utilizó a los tupamaros para poder entrar en Cuba donde tenía la entrada prohibida y lo que más le preocupaba a él, no sé por qué, era entrar en Cuba. Supongo que eran los antiguos comunistas argentinos que te ponían la bolilla negra. Pero llegó a través de los uruguayos y se quedó en Cuba y allí se relacionó con el PRT y siguió por otro camino. Y algunos de sus compañeros, como el Pata y Fernández, en algún momento se van del Uruguay y se incorporan al grupo de Taco Ralo de Cacho El Kadri, de las FAP, que van a ser marxistas Y que con Jorge Cafatti instalan la homogeneización compulsiva donde obligan a toda la columna a estudiar marxismo.
Y el cuarto era José Luis Nell, que era un gran tipo y que va a estar preso mucho tiempo en Uruguay. Era reconocido por los tupamaros como parte de la comandancia central ampliada de los tupamaros. me consta porque yo estuve con él en punta carretas, dos años preso y compartí celda con él; tuvo la generosidad de compartir la celda conmigo y fue una gran experiencia. Nos hicimos muy amigos; era un gran tipo. Era muy diferente a todos ellos. Estuve con él en la celda hasta que se cambió porque estábamos del lado del mar en Punta Carretas y venía la fuga y los muros rotos entre celdas estaban del otro lado así que se tuvo que cambiar de celda y se sintió obligado a decirme que era porque se iba. Era algo secreto pero quedaba muy mal, ¿cómo vas a dejar un compañero de celda y te vas a ir sin explicarle alguna causa válida?
Esa fuga se fue postergando; yo salí en libertad y me secuestraron en la puerta del penal. Me llevaron a un cuartel y estuve un par de meses más y la fuga se fue postergando. Yo ya estaba en Chile, creo, cuando se dio “el abuso”, como lo llamaron, que es cuando se fueron todos por un agujero, por un túnel. El también salió ahí y un día me llamó la mamá, que había sido mi visita en Uruguay, ya era el año 71 y me dijo que José luis necesitaba albergue. Había tratado de hablar con sus antiguos compañeros y estaban en estas FAP truchas del marxismo-leninismo de Cafatti y Cacho El Kadri y no se había entendido con ellos.
Yo le di una casa de seguridad de una compañera que no tenía marido, que tenía hijos y después de años de cárcel hicieron pareja. No sé quién metió en la cama a quién, pero fue todo un problema. Esa compañera vive aquí en Marcos Paz, ha sufrido varios ACV y está en silla de ruedas; pero todavía tiene los restos de José Luis que están en el cementerio de Las Heras.
A José Luis Nell lo dejan baldado -no se sabe quién- en Ezeiza, cuando vuelve Perón, y luego se pega un tiro ahí en la línea férrea paquetona de Olivos, San Isidro. En un descampado se suicida y sus restos están ahí. La mamá, la que me visitaba en Uruguay, ya había muerto y al padre montonero Norma Arrostito lo utiliza para tener una cobertura de viejo anciano en la casa, durante un tiempo, hasta que cae.
Luego el viejo Pepe Nell no sé cómo se engancha con una gente para buscar documentos para los compañeros durante la dictadura militar, en Paraguay. Con un compañero uruguayo del partido anarquista, de la Vanguardia Popular -también un gran amigo- en un acto muy poco criterioso se van a Paraguay, a Asunción a buscar documentos y desaparecen allá.
Yo algunos años después fui por la lucha contra la soja transgénica a Paraguay, que entró ilegalmente de la Argentina, y visito la Cámara del Horror, que era un depósito, un archivo que habían encontrado los luchadores por los derechos humanos y encontré la ficha de ellos dos. Le saqué fotocopias, en algún lugar las tengo. También la foto. Le habían despegado los documentos y había una pila de fotos de víctimas en un rincón. Yo me puse a revisarla y encontré la foto de Pepe Nell, el papá de José Luis.
La verdad que yo lo quise mucho a José Luis; fue como un hermano. No quedó nada de él, nada. Había dejado embarazada a Lucía pero a ella la desapareció Harguindeguy, así que el hijo habrá quedado en una sala de torturas… el aborto, el bebé, el feto… habrá quedado en una sala de torturas. La casa quedó en manos de alguien vinculado a la policía; era un departamento en Primera Junta donde yo viví algún tiempo. La mamá murió, el papá murió. Yo tenía unos muebles de dormitorio de ellos que me habían dado y los tenía en Salta y cuando caí en el 77 mi mujer le dio esos muebles a un compañero que vivía en Jujuy. Luego le pregunté a ese compañero por esos muebles y me dijo que los había vendido. En un momento dado los usó y los vendió. O sea que no quedó nada. A veces no puedo creerlo; no quedó nada de la historia de José Luis. Nada. Ni los muebles donde lo habían parido. Se borró de la historia, nadie habla más de él. Ese es el costo terrible que pagamos por los extravíos revolucionarios. Y no conseguimos nada.
Y los antiguos revolucionarios se hicieron asistencialistas y negocian con el Fondo Monetario. Son extractivistas, respaldan la soja; no lo puedo creer.
Yo siempre pensé que antes de ser un viejo gagá me iba a morir de un síndrome explosivo y me iba a volar en algún lado, pero hace años me encontré con que ya no hay ningún objetivo donde volarse. La verdad que volarse con Macri sería una pelotudez total porque es un boludo. El padre siempre dijo que era un boludo. Era el presidente de Boca y acá lo peleamos hace veinticinco años cuando él estaba en la basura y puso un incinerador.
No me podría volar con Dujovne porque no sé quién carajos es. No tiene sentido.
Así que me decidí a ser viejo, hacer mi huerta y hablar en radio cuando me llaman para hablar sobre lo que hago.
Por lo pronto estoy mostrando con esta casa que desde hace muchos años intentamos crear un ejemplo de cómo se puede vivir de otra manera. Por eso puse la tomatera ahí, para romperle la cabeza a los que vienen. ¡Un jardín puede tener una tomatera! ¿Por qué no? ¿Por qué en los balcones ponen plantas que no sirven para una mierda? ¿Por qué no ponen laurel, orégano? No hay caso, no les da la cabeza. La idea fundamental que tomé en la China de Mao Tse Tung es la de apoyarse en la propia fuerza. Después lo vi repetir en Chiapas, con el zapatismo. Apoyarse en la misma fuerza.
Así era el peronismo antes. Ahora no, ahora toda la clase dirigente es clase media alta, o más todavía. No está mal; el problema es que tiene que aprender. Acá nadie conoce la cola, todos entraron como dirigentes y eso cagó el proceso.
Ahora la gente no tiene más espíritu de clase. Y así estamos.
FT: En un plano un poco más teórico… Es una pregunta en dos partes. La primera sería ¿ustedes hacían alguna asociación o nexo teórico, dentro del peronismo revolucionario, del guevarismo con el maoísmo? ¿En qué medida veían ustedes un cambio en la Unión Soviética a partir del desestalinismo? ¿Consideraban que siempre hubo una continuidad de la percepción que tenía el peronismo sobre Moscú?
JR: No relacionábamos el guevarismo con el maoísmo. Excepto en cuanto a la posibilidad de cambios revolucionarios. En otra cosa no porque, en lo que yo percibo, en lo que aprendí del maoísmo, es que era absolutamente campesino, muy de abajo. Lo vincularía más con el zapatismo, con otras expresiones.
En cierta medida lo que yo conocí era casi ludita, un neo-ludismo. Eso fue lo que percibimos, la esencia de la revolución china. Era una cosa sumamente campesina.
A veces nos mostraban las casas de la burguesía agraria contra la que se oponían y eran chozas de piedra. Me imagino lo que serían las casas de los campesinos si las chozas de piedra eran de la burguesía.
En los museos del pueblo visitamos comunas donde había unas camisas que eran puros harapos regados; la camisa entera no estaba. Y decían “esto es de Fulano”.
FT: En el peronismo revolucionario, específicamente, ¿se observaba un cambio en la política soviética durante el desestalinismo o se consideraba que el Kremlin y su política seguían ininterrumpidos?
JR: No, me parece que es esto último. No recuerdo que hiciéramos demasiadas diferencias. Si bien las confesiones de los crímenes de Stalin nos dieron la razón en tantas cosas que sabíamos y que no se confesaban…
Yo provengo de una raíz… es decir, mi formación tiene que ver con Juan Queraltó; si bien no lo conocí. A mí me formó la gente de Queraltó, de la Alianza Libertadora.
Por ejemplo, yo siempre supe de Katy en Polonia, y nunca tuve con quién hablarlo porque a nadie le importaba. Hasta que la conocí a Wanda; el abuelo de ella, de Katy, se salvó porque su abuela estaba embarazada de su mamá. Era una oficial del ejército polaco y después de Katy tuvo que escapar; salvó su vida porque no fue porque la mujer ya estaba en trabajo de parto. Escaparon por Rumania. Acá nadie hablaba de Katy sino el nacionalismo duro y de los Gulags y todo eso.
Esto es de casualidad; yo pensé que por su apellido era de ascendencia italiana. Pero su mamá es polaca. Ella ahora va a Polonia a una reunión familiar de los Kovalschevsky.
Cuando terminó la batalla de Londres le dieron a elegir entre tres países y le pagaban el pasaje: Canadá, Australia o la Argentina. Y eligieron la Argentina, mirá vos lo que era. Aquí, gracias a Dios, fue reconocido como un profesor de la Escuela Superior de Guerra. Y había estado en el equipo secreto polaco que trabajó en el Chamical, en los cohetes. Él era ingeniero balístico. Al principio por cuestiones burocráticas se las ingenió fabricando jabones y esas cosas porque no le llegaba el contrato. Fue siempre muy agradecido a la Argentina porque pudo ser profesor en la Escuela Superior de Guerra. Después trabajó en Chamical.
Todo esto para mí fue un reconocimiento a todas esas cosas que yo sabía de Katy, y volvimos a ver la película y me emocionó.
Todas estas historias del nacionalismo del año 43-45 luego se fueron adormeciendo, disolviendo. Yo siempre me formé en esta cosa de saber lo que era la Lubianka, Siberia, los gulags.
Uno de los primeros libros que leí fue “Revolución” de León Trotsky. Como militante peronista fue lo primero que leí.
Estuve años en Cuba pero no… Siempre sospeché de los rusos. Nunca me cayeron bien por esa cosa tan parecida a los Estados Unidos. Y los cubanos idolatraban la cosa rusa como antes habían idolatrado otras potencias. Había una actitud que no me gustaba.
Y el Che Guevara pateó el tablero. Nos pareció de un gran coraje lo que hizo en Argelia; fue tremendo. Y se malquistó con Fidel y la Revolución Cubana. Quemó las naves y no tenía dónde volver.
La verdad que lo que hizo el Che Guevara en Argelia fue una locura desde el punto de vista diplomático, pero había que decirlo. Yo lo viví en Cuba.
Lo único que había era talco porque le habían pagado con un barco de talco los envíos de azúcar. Lo único que podías comprar era talco; después no había ni fósforos, ni nada.
Yo era un privilegiado porque nos pasaban dinero, pero donde veíamos una cola nos sumábamos; preguntábamos qué había y nos sumábamos. Así era. No importaba. Cualquier cosa servía porque no tenías nada.
Yo estuve una vez con amigos de la familia de Don Pedro Albizu Campos y estaba su mujer, algunos hijos y no tenían qué comer. Y eran protegidos del Che, pero el Che ya no estaba porque había muerto. Y me acuerdo que me fui a casa y les llevé un montón de latas de comida soviética, una especie de charqui horrible pero era lo que tenía. Les llevé una bolsa así (?) de latas incomibles que nos pasábamos entre los exiliados.
Después cuando le conté al responsable lo que había hecho se enojó bastante porque él no los quería. Eran protegidos del Che, no de Cuba.
Cuando el Che se fue de Cuba todo cambió mucho porque él siempre le agregó esa cosa de buen tipo, de argentino generoso. Cuba cambió cuando el Che se fue.
Y el Che tenía esa locura, ¿no? No estábamos de acuerdo en nada de lo que hacía porque realmente la forma era lo menos campesino que había; se escapaba de los campesinos. Los campesinos nos delataban; era todo lo contrario de lo que aprendimos en China.
Tenía esa cosa romántica y que iba para adelante y dio pruebas de que la conducción no conducía de atrás. Era muy loco todo. Murió a manos de los soldados…
Eso nos apasionaba en ese momento.
Pero no tenía nada que ver con la revolución china. Realmente la cagó.
Pero era una figura que te arrastraba.
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