Tres enfoques sobre el posible ingreso de Argentina a los BRICS en 2023
Los analistas Juan Gabriel Tokatlian, Eduardo J. Vior y Sebastián Schulz fueron consultados por Revista DangDai en su número 37 de este verano acerca de la posible membresía de nuestro país al grupo que forman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Las miradas echan luz sobre los escenarios, desafíos, dificultades, objetivos y posibilidades que se abrirían.
Por Juan Gabriel Tokatlian
Universidad Torcuato Di Tella
Los para qué, los cómo y la necesidad de consensos internos
Al día de hoy la expansión del grupo BRICS tiene un promotor principal —China—, un protagonista activo —Rusia—, un participante cauteloso —India—, un entusiasta suplementario —Sudáfrica— y un observador replegado —Brasil. La idea de un BRICS plus no es todavía parte de un proyecto decididamente homogéneo del grupo y la dinámica esencial de aquella iniciativa de ampliación la encabeza Beijing que, comúnmente, prefiere acuerdos poco regulados y que sean parte de una política que combine multilateralismo y bilateralismo de manera más informal que institucional. Por lo tanto, resulta clave entender los factores y fuerzas que impulsan este proceso de incorporación de más países.
El núcleo central hay que localizarlo en la estrategia de China; en particular después de la invasión rusa a Ucrania. No se trata solo de la exacerbación de la pugna entre Washington y Beijing —producto más del declive estadounidense que de la provocación china—, sino del hecho de que Occidente, o sea Estados Unidos y la Unión Europea, ha iniciado un proceso selectivo de desacople parcial (EEUU) y de distanciamiento paulatino (UE) respecto a China. Ello, a su turno, reimpulsa la dimensión Sur de la proyección de Beijing. La República Popular China ya no es del Sur; en realidad es el epicentro de un segundo Norte aún difuso y complejo que compite con el Norte clásico (Occidente liderado por Washington) en un contexto de reubicación del centro de gravedad mundial en Asia. Estamos ante dos modelos de capitalismo: lo que no puede emularse con lo que fue la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Es en ese marco que conviene situar la expansión del grupo de BRICS. Los potenciales candidatos son, según escribió recientemente Chris Devonshire-Ellis (“The New Candidate Countries for BRICS Expansion”, Silk Road Briefing, 9 de Noviembre de 2022) Afganistán, Arabia Saudita, Argelia, Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Irán, Kazakstán, Nicaragua, Nigeria, Senegal y Tailandia. Emiratos Árabes Unidos ya participa del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) de BRICS con una suscripción de capital de 556 millones de dólares; Bangladesh, que por ahora no está en la lista de eventuales nuevos miembros del grupo, también participa con 942 millones. Dos miembros prospectivos del banco son Egipto (candidato potencial al BRICS plus) y Uruguay (quien no está entre los nuevos eventuales miembros de BRICS); ambos parte del Consejo de Gobernadores del NDB.
Por otro lado, ya son miembros del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, liderado por China y con sede en Beijing, algunos potenciales países del nuevo BRICS: Afganistán (con una suscripción de 86,6 millones de dólares), Arabia Saudita (2.544,6 millones), Argelia (5 millones), Argentina (5 millones), Emiratos Árabes Unidos (1.185,7 millones), Egipto (650,5 millones), Indonesia (3.360,7 millones), Irán (1.580,8 millones), Kazakstán (729,3 millones) y Tailandia(1.427, 5 millones).
Así entonces, la Argentina ha solicitado formalmente ser miembro de BRICS. Ante esta decisión del gobierno de Alberto Fernández es clave detenerse y formularse una serie de cuestiones básicas.
Primera, ¿por qué? Esta pregunta obliga a discernir si la decisión de vincularse al grupo es parte de una gran estrategia elaborada, consistente y sostenible diseñada con un horizonte de largo plazo. Hay agrupaciones a las que un país es invitado y otras a las que un país busca sumarse; hay grupos cuya pertenencia tiene connotaciones significativas pues de ello se derivan simultáneamente beneficios y riesgos; hay espacios de participación que no demandan definiciones estratégicas y otros que sí las tienen hacia adentro y para distintas contra-partes del país; hay circunstancias coyunturales que motivan ser parte de un foro o condiciones estructurales que estimulan y justifican ser parte del mismo; y hay razones pragmáticas o ideológicas que subyacen a la incorporación a una determinada organización. Al momento no se ha explicitado públicamente el por qué es vital para los intereses nacionales unirse a BRICS. No se trata de un asunto menor y, por ende, es crucial exponer la decisión desde el punto de vista argentino y no desde el ángulo de China.
Segundo, ¿para qué? La participación en un grupo o foro u organización específica puede tener distintos propósitos. Puede estar orientada a mejorar la capacidad material de un país. Puede procurar enviar una señal diplomática a los grandes poderes. Puede ser concebida como una palanca de negociación. Puede ser el resultado de un modelo de inserción geopolítico. Puede servir para hacer frente a presiones internacionales potencialmente negativas. Puede ser una forma de eludir el aislamiento. Puede apuntar a elevar la reputación externa de un país. En breve, puede ser útil y funcional para uno o varios objetivos. Hasta ahora tampoco ha habido un esclarecimiento de dicho para qué. Hay conjeturas, críticas, respaldos, silencios que reflejan la ausencia de una argumentación sólida por parte del gobierno. En un escenario democrático, una decisión que hace al interés nacional debe ser informada con naturalidad y debatida con pluralidad. Es probable que la opinión pública argentina, tal como lo muestra un estudio sobre la opinión pública sobre Brasil y BRICS (me refiero al trabajo “The BRICS and Brazilian public opinion: soft balancing or economic strategy?”, que en 2021 publicaron en “Revista Brasileira de Política Internacional” Ivan Felipe Fernandes, Vinicius Ruiz Albino de Freitas y Janina Onuki), no conciba al grupo como un foro económico en medio de la globalización, sino como un espacio para re-equilibrar el sistema internacional a partir de una mirada cosmopolita.
Y tercero, ¿cómo? Esto apunta a elucidar el grado de acuerdo —no necesariamente, unanimidad— en torno a la incorporación al grupo BRICS. La Argentina tiene algunos antecedentes negativos de vaivenes ante algunas agrupaciones. Hay ejemplos elocuentes. Miembro por años del Movimiento de Países No Alineados y determinación de retirarse del mismo en una coyuntura específica: de ser parte del Tercer Mundo y reivindicar la “tercera posición” a las “relaciones carnales” con Estados Unidos. Miembro de UNASUR desde su gestación, presidencia de su secretaría en un momento, y retiro del mismo después: de ser parte de la “Patria Latinoamericana” y procurar márgenes de autonomía relativa a plegarse a Washington en temas regionales y globales. En cierto modo, las decisiones de ser parte de algunos espacios y el abandono posterior de los mismos reflejan la ausencia de una convergencia política en torno a la pertenencia a esos grupos y la tentación de virajes producto de condiciones circunstanciales que vive el país y el mundo. Buscar y alcanzar el mayor apoyo político-partidista posible a una decisión que se considera trascendental es muy importante.
En breve, la relación futura de la Argentina y el grupo BRICS debiera ser objeto de una ponderación rigurosa y, en ese sentido, podría ser un tema en el que al menos desde el vamos no sentemos las bases para una nueva polarización estéril en política exterior. En esa dirección, es relevante recordar experiencias de convergencias y prácticas exitosas. Por ejemplo, con muchos avances, y alguna eventual contra-marcha, se ha logrado tener una política nuclear que se ha preservado y ha sido de enorme valor en materia tecnológica y productiva en el plano doméstico y un gran aporte en materia diplomática. La Argentina, gracias al trabajo de la Comisión Nacional de Límite Exterior de la Plataforma Continental, ha demarcado su plataforma continental más allá de las 200 millas; lo cual fue aprobado en una ley sancionada por unanimidad en el marco de un esfuerzo que nació en el gobierno de Carlos Menem y se continuó en los gobiernos electos de Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Desde el retorno a la democracia con Raúl Alfonsín, el país ha mostrado una continuidad en la defensa de los derechos humanos en lo interno y su promoción en lo externo. ¿Es posible extraer lecciones de estos ejemplos para trasladar dichas experiencias a un asunto tan trascendente como la incorporación a BRICS?
Por Eduardo J. Vior
Periodista y analista internacional
Para ganar autonomía
La cumbre del G20 reunida en Bali, Indonesia, del 14 al 16 de noviembre pasado se mostró inoperante como foro de concertación entre las potencias. Tanto más crece, entonces, el atractivo del BRICS, al que Argentina se suma en 2023. El ingreso al bloque de los emergentes aporta a nuestro país importantes ventajas, pero conlleva riesgos y exige reajustes internos y en la política exterior.
El BRICS se presenta sólo como un bloque de naciones de mediano porte coordinadas para mantener relaciones equitativas y cooperativas, pero precisamente por su modestia es tan atractivo. Actualmente la asociación está presidida por China y durante 2023, cuando se incorporen Argentina e Irán, el presidente pro tempore será Suráfrica. También Argelia, Egipto y Turquía desean incorporarse.
Las principales ventajas de la pertenencia a la asociación residen en el comercio y el acceso al mercado, la inversión extranjera directa y, sobre todo, en alcanzar un mayor poder de negociación y una voz internacional común. Parte del BRICS son el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB) y el Acuerdo sobre Reservas Contingentes (CRA) creados en 2014. Desde su fundación el NDB ha aprobado unos 80 proyectos de desarrollo sostenible por un valor de 30.000 millones de dólares. Recientemente, la iniciativa se ha visto impulsada por la pérdida de confianza en la conducta de las potencias occidentales, por el egoísmo del Norte durante la pandemia de COVID-19 y por la mentalidad de Guerra Fría que Occidente ha impreso al conflicto en Ucrania.
Más de una docena de países ha solicitado durante este año su adhesión al BRICS. Los candidatos se distinguen, sobre todo, por poseer enormes recursos naturales que alientan entre los miembros y los candidatos las reflexiones sobre la introducción de una nueva moneda de reserva basada en los recursos naturales, pero la idea aún debe madurar.
Ya tras la ampliación prevista para el año próximo el BRICS+ estará interconectado con instituciones como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), la OPEP+ y la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). La asociación también tiene estrechos vínculos con bloques comerciales regionales como la ASEAN, el Mercosur, el CCG (Consejo de Cooperación del Golfo), la Unión Económica de Eurasia (UEEA), la Zona de Comercio Árabe, la Zona de Libre Comercio Continental Africana, el ALBA, la SAARC y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), el mayor acuerdo comercial del planeta.
No obstante el entusiasmo que cunde, la iniciativa tiene serias limitaciones: los actuales miembros del BRICS tienen ideologías muy disímiles. Además, Sudáfrica, Rusia y Brasil tienen serios problemas financieros, por lo que China es la principal financiadora y sesga la política crediticia del bloque según su interés nacional.
La ampliación del BRICS multiplicará la gama de relaciones posibles de sus miembros, pero precisamente esta mayor libertad requerirá de Argentina repensar su política exterior. Cancillería debe ampliar el margen de maniobra de Argentina en el mundo, concertar siempre con Brasil, establecer un sólido sistema de alianzas con socios confiables, mantener buenas relaciones con el mayor número posible de países (sin asumir como propios enfrentamientos ajenos), hacer buenos negocios, incorporar distintas monedas a nuestras reservas, atraer inversiones productivas y difundir una imagen positiva del país en el mundo.
Simultáneamente hay que considerar las resistencias internas que se despertarán. La incorporación a BRICS+ afectará intereses oligopólicos y la direccionalidad de numerosas inversiones extranjeras presentes en el país. Al mismo tiempo deben preverse las demandas de los nuevo socios: China necesita nuestro litio, India nuestros hidrocarburos, todos pueden requerir nuestros cereales y carnes. Al incorporarnos al nuevo bloque, el Estado deberá reforzar su capacidad para disponer sobre los recursos básicos de nuestra economía.
Estas prioridades demandan un proyecto nacional, capacidad de conducción, habilidad táctica y astucia. Sólo cumpliendo estas condiciones podremos aprovechar el haberle agregado una A al BRICS.
Por Sebastián Schulz
Universidad Nacional de La Plata
Una incorporación win-win
El bloque BRICS atraviesa un proceso de cambio de carácter cuanti y cualitativo que probablemente reconfigure el rol del grupo en el tablero geopolítico actual. La decisión de sus miembros de habilitar la discusión sobre la ampliación del bloque representa la posibilidad no sólo de aumentar de forma significativa el número de miembros (entre 13 y 14 países ya han solicitado formal o informalmente su admisión), sino, principalmente, de aumentar la heterogeneidad de intereses, idiosincrasias, necesidades y demandas que se incorporarán a la agenda del espacio.
Argentina, que ya ha participado en tres de las cumbres del BRICS (2014, 2018 y 2022), se ha movido con astucia diplomática y ha conseguido los avales necesarios de los cinco miembros para ser aceptada como nueva integrante. Pero no fue la única que se ha desplegado en el mismo sentido. Si todo avanza según lo esperado, el nuevo BRICS constará con la participación de otras potencias regionales como Irán, Arabia Saudita, Turquía, Pakistán y Argelia. De este modo, el BRICS habrá dado un paso fundamental en constituirse como el foro de diálogo de referencia para la concreción de la multipolaridad y un artífice indispensable para el rediseño del orden mundial.
El pensamiento decolonial nos ha enseñado que la multipolaridad no sólo implica una redistribución más equitativa del poder global, sino que la misma debe ir acompañada, inevitablemente, de una pluriversalidad en el aspecto civilizacional, es decir, la posibilidad de que pueblos y naciones heterogéneos puedan coexistir y convivir de forma pacífica y armónica. Algo parecido a lo que Xi Jinping ha denominado “comunidad de destino compartido para la humanidad”.
En este sentido, ingresar al BRICS permite incorporar nuestra historia y nuestro núcleo ético-mítico (al decir de Enrique Dussel) a la multipolaridad. Nos obliga a reconocernos como parte del Sur Global, de las periferias del sistema-mundo sometidas históricamente a la injerencia extranjera, causando desigualdad, hambre y subdesarrollo. Los BRICS, en este contexto, son un vehículo para que los pueblos y naciones del Sur tengan más voz y representación en la toma de decisiones sobre los asuntos globales.
Para aumentar la potencia del BRICS, y en sintonía con las dinámicas adquiridas por el grupo en los últimos años, la Argentina debe pensar su incorporación en un dinámico diálogo con Brasil, el otro miembro regional del bloque. El eje Brasil-Argentina, a su vez, debería constituirse como la llave para la inclusión de las demandas de América Latina y el Caribe (a través de sus espacios de integración regional) a las dinámicas del bloque, de la misma forma que hoy ya son parte del paisaje del BRICS la Organización para la Cooperación de Shanghái, la Unión Económica Euroasiática, el BIMSTEC y la Unión Africana.
La adhesión de Argentina al BRICS permitirá sumar a los debates del bloque algunas de las demandas más importantes de la política exterior doméstica, las cuales están en plena sintonía con los postulados del grupo. Entre ellos, el reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, la necesidad de una nueva arquitectura financiera global que promueva procesos de reestructuración de deudas soberanas que pongan en el centro las necesidades de los pueblos, el acceso a financiamiento para infraestructura a través del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, la posibilidad de utilizar el Fondo de Reservas de Contingencias del bloque ante eventuales corridas financieras, aumentar la cooperación en materia tecnológica, sanitaria, académica, etc.
Sin dudas, la incorporación de Argentina al BRICS permite dar fuerza a los ejes y demandas de la política exterior nacional, incorporándonos a un bloque que lleva ya trece años de encuentros ininterrumpidos. A su vez, significa asimismo ratificar el compromiso de Argentina con la multipolaridad, en la cual América Latina y el Caribe tiene mucho que aportar. Cómo se dice en política internacional: win-win.
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