Interculturalidad en grandes obras: los obstáculos a vencer
En Argentina todo debe ser “para mañana”; en China (más en una empresa con miles de empleados, estatal, pesada burocráticamente) lleva más tiempo. En Argentina, dice el refrán, quien calla otorga; en China, un silencio suele significar un “no” no dicho. De esos contrastes se cimentan vínculos empresarios en negocios conjuntos, más bien, de esa compleja “interculturalidad” que necesita ser aprendida por ambas partes. De eso trató una jornada entre empresarios de ambos países que encaran grandes obras aquí.
Fue ayer en el auditorio del grupo de ingeniería IATASA, junto con la Cámara Argentina China y empresas chinas y argentinas de trenes, constructoras, bancos, energía, represas, petróleo y minería.
El anfitrión, Fernando Fazzolari, presidente de la empresa, dijo que la cooperación y el asociativismo en el plano Sur-Sur deberían ser valorados en Argentina para acercarse más a China, enfatizando el federalismo y el aprendizaje de “cómo construir juntos, abordando las distintas maneras que tenemos de enfrentar los problemas y las soluciones”. El presidente de IATASA, una empresa que ha recorrido contratos con constructoras y empresas ferroviarias y de saneamiento de China, agregó que “mientras acá siempre estamos con lo urgente, debemos aprender (y ellos de nosotros) de trabajar con un socio que planifica a 50 años, eso genera una grieta si no somos capaces de comprendernos mutuamente”.
La directora ejecutiva de la Cámara, Alejandra Conconi, que hace años trabaja la interculturalidad entre firmas argentinas y China, sostuvo por su parte que la actividad se hizo en el marco de las celebraciones de los 50 años de relaciones diplomáticas bilaterales e intenta analizar las dimensiones culturales de los negocios en las grandes obras que se vienen realizando en nuestro país con inversiones chinas. “Debemos aprender cómo cada uno vivencia procesos muy complejos en transporte, logística, ingeniería financiera, obras que llevan años para concretarse y que muchas veces derivan en choques culturales”, dijo.
En el panel estuvieron también Jin Wenmo, del grupo de energía CEEC (China Energy Engineering Corp., casa matriz de Gezhouba, a cargo de las represas hidroeléctricas de Santa Cruz, donde de hecho Jin estuvo antes); Katya Han Yi, de CREC (China Railway Group Limited), y Marcos González Gava, de la constructora Pandile, quien muchos años trabajó para el Grupo Macri, en tiempos de Franco Macri, directamente en Beijing.
Con español muy fluido, las empresarias chinas y también el argentino Gava hablaron de los dos ejes con los que se articuló la charla, que fueron la construcción de confianza y las diferentes metodologías de trabajo, presentados por Fazzolari (quien además integra la Comisión de Infraestructura y Energía de la Cámara) y Conconi.
González Gava dijo que “un eslabón clave en la construcción de confianza es el conocimiento humano del otro. Nuestros estilos son muy diferentes. Los chinos trabajan 9/9/6, es decir de las 9 de la mañana a las 9 de la noche 6 días de la semana, y eso requiere que no solo tengamos en cuenta el business plan, sino la química necesaria para entenderlos. El fluir de la comunicación es otra clave. Sea en chino, en inglés o en español, debemos entendernos bien para evitar dudas que perjudiquen la sociedad. Confianza es calidad humana, Otra clave: usar wechat y frecuentar seguido a nuestros contactos”.
Para Jin Wenmo, “la confianza no es solo entre dos empresas, sino entre dos personas, es algo personal que hay que construir. Se arma día a día. Se deben dedicar horas para recordar el nombre de la otra persona que va a ser tu socio, el trato personal, humano. Debemos hacernos amigos para confiar. Acá en Argentina los negocios sobran, pero la clave es hacer amigos”.
Y Han Yi sostuvo que, para la confianza, “la comunicación es la base”, coincidiendo que lo es “también la amistad”.
Acerca de las diferencias metodológicas para encarar una obra, un contrato, una licitación, los exponentes marcaron varias. Conconi abrió la pregunta expresando que “quizá en este punto es donde se colisiona más”, y González Gava dijo que en efecto había “mucha complejidad tanto en el sector púbico como en el privado, las cuestiones del medio ambiente, los ámbitos provinciales, las normativas, las traducciones de documentos y las legalizaciones”. Y añadió: “Cuando se firma un MOU (memorando de entendimiento), eso es solo el principio, luego arranca una serie de trámites y procedimientos donde pueden intervenir desde un geólogo o un antropólogo hasta SinoSure, la aseguradora china que al final de todo el proceso asegurará la inversión. En el medio hay una gran cantidad de acciones complejas. Sí, la metodología puede ser lo más ríspido en el entendimiento”.
Fazzolari opinó que el choque quizá sobresaliente es la “grieta” que se da porque China trabaja en el largo plazo y Argentina en la emergencia. Han Yi dijo que como las empresas chinas para las grandes obras suelen ser estatales, hay en las UTE (unión transitoria de empresas) diferencias de escala y de normativas. “Tenemos lógicamente muchos controles. En Argentina un presupuesto quizá sea más fácil elaborar. Pero en China sigue muchos pasos para la aprobación final de la casa matriz. A veces a los argentinos les cuesta entenderlo”. Y según Jin Wenmo, “es muy útil y necesario que nos instalemos aquí para seguir el tema (su colega coincidió: CREC tiene un gerente para América Latina instalado en la región hace 10 años, lo que da una mejor perspectiva para actuar en nuestra cultura, dijo). Conocemos así el mercado interno. Y podemos advertirles a nuestras casas matrices cómo actuar, por ejemplo si vale la pena o no enviar a un ingeniero desde China o hacer tal o cual cosa. A la distancia a veces no se entienden bien las cosas. Acá lo importante, también, es formar buenos equipos. Son trabajos de equipo”, añadió, para luego explicar las diferencias entre los silencios que puede haber en una parte y otra, y sus sentidos contrarios en cada cultura, lo que genera malos entendidos. Los temas legales y el rol de los abogados fue otro punto señalado como problemático a veces.
La escala de las empresas mencionada agrega otro factor de desacople. En Argentina una empresa comitente puede tener 50, 100, quizá 500 empleados. En China el socio puede tener varios miles de empleados. Y eso hace que también los tiempos y los procesos de toma de decisiones sean diferentes, coincidieron todos.
Al final, desde el auditorio, se les preguntó a las empresarias chinas si creían que en su país y su cultura empresaria primaba la flexibilidad y el pragmatismo o la rigidez. “¡Las dos cosas!”, contestaron ambas al unísono. Explicaron: rigidez y compromiso en los principios firmados, es algo ético, pero luego se pueden alcanzar con pragmatismo sin problemas. “El pueblo chino prefiere los resultados a los procesos, por lo tanto no puede decirse que no sea flexible”, sintetizaron.
Más información en Xinhua.
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