Nueva diplomacia china y un escenario más peligroso en el tablero global
Desde Beijing, el director periodístico de DangDai, Gustavo Ng, escribe una nota de opinión para referirse a los cambios de la política exterior china, mucho más asertivos frente a la escalada de tensiones que busca Occidente. Hubo otras opiniones de académicos argentinos frente al tema.
Ng analiza los discursos de los voceros y voceras de la Cancillería en Beijing, como Hua Chunying (foto) con respuestas duras a cada injerencia de EEUU y recoge opiniones del intelectual Zhang Weiwei y del ex diplomático Fu Ying. China “no sé calla más frente a Occidente”, dice en una nota para diario Perfil, aunque considera que sigue primando el privilegio a la armonía y al conservadurismo (abajo, nota completa).
En tanto, Néstor Restivo, también director periodístico de DangDai, analiza el reciente Libro Blanco que publicó China sobre la cuestión y cómo se ha quebrado el proceso de transición global con acciones que buscan entorpecer la estrategia china a como de lugar, en un artículo de opinión para Revista Acción (abajo, nota completa).
Por su parte, Sergio Cesarin, investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, habló con la periodista Mercedes San Miguel por la AM750 y dijo que “es una escalada de tensiones entre EE.UU. y China. Un nuevo capítulo en la carrera tecnológica, las restricciones de comercio a Beijing, y la competencia a nivel estratégico-militar como es Taiwán”. La visita de Pelosi fue de altísimo impacto político, agregó.
Por Radio Nacional, el también investigador del Conicet e investigador del Centro de Estudios Chinos del IRI-Universidad Nacional de La Plata Sebastián Schultz, comentó en el programa del periodista Eduardo Anguita sobre el viaje de Pelosi a Taiwán, la posibilidad de un conflicto bélico a gran escala en la región y los objetivos de la Ley de Chips y Ciencia aprobada por el parlamento norteamericano. También, la posición argentina, las declaraciones del embajador Sabino Vaca Narvaja y el canciller Santiago Cafiero.
En Nodal, el analista Aram Aharonina, periodista uruguayo fundador de Telesur, analizó también el escenario global.
Ver también la lucha por el mercado global de semiconductores, una de las razones del conflicto en Capital.
La nota de Gustavo Ng (*)
La frontalidad de la nueva diplomacia china
Beijing.- Ante la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán, China alzó la voz. La respuesta militar y económica es fuerte y está en el tono de una nueva línea que ha surgido dentro de la diplomacia del país oriental, que en este incidente pasó de la marginalidad a ocupar el centro de la estrategia.
Mao les habló con dureza comunista a otros países. Sin embargo, aceptó la propuesta de acercamiento a los Estados Unidos diseñada por Henry Kissinger a principios de los años 70. Una década después, el nuevo líder de la República Popular,Deng Xiaoping, condujo China hacia una “apertura y reforma” basada en buenas relaciones, sobre todo, con Estados Unidos. China entró a jugar en el juego Global con mesura y respeto. Era la estrategia de, en palabras de Deng, “ocultar nuestras capacidades, mantener un perfil bajo, nunca reclamar el liderazgo y esperar nuestro momento”.
Cada vez que fue cuestionada, China se refugió en su centro, y se aferró al silencio. Parecía que en su pragmatismo, todo lo soportaba con tal de participar en el capitalismo global. En sus respuestas a las agresiones inaceptables, mostraba no entender el paradigma occidental de las comunicaciones, como la ley de las noticias que establece que el que pega primero dice la verdad, y además no tenía recursos comunicativos: los medios occidentales estaban en su contra y los medios chinos no llegaban al público de este lado del mundo.
Aquel modo incorporó una línea divergente, caracterizada por la confrontación, a partir de la presidencia de Xi Jinping, que conduce la instalación de China en un lugar de prominencia en el mundo. Con lo que llamó “Diplomacia de País Mayor”, el líder desplegó la narrativa de una China que fue humillada durante más de un siglo y medio, se liberó en 1949 y ahora está reemergiendo para volver a ocupar el lugar protagónico que tuvo en la historia de la humanidad.
Cuando el tiempo de agachar la cabeza ya iba llegando a su fin, apareció Donald Trump, que provocó con su arrogancia despectiva, a la nueva tendencia diplomática. En Estados Unidos la llaman “diplomacia del Lobo Guerrero” (por una película de un Rambo chino), La continuación de la política contra China que lleva adelante Biden azuza la línea incisiva, reactiva y agresiva del gigante de Asia en sus relaciones exteriores.
Esta diplomacia frontal tiene referentes, como los voceros de la Cancillería Zhao Lijan, un hombre, y Hua Chunying, Una mujer. Su táctica es publicar respuestas y mensajes en Twitter, demostrando un buen manejo de los códigos de la comunicación occidental. Ejemplo de las publicaciones de Zhao Lijan es un gráfico que se pregunta cómo está representada la democracia en el Congreso de Estados Unidos, y se responde que más del 50 % de los diputados son millonarios, mientras que en el total de la población no superan el 4 %, que los hombres blancos representan el 59 % de los legisladores, mientras que los Estados Unidos son el 30%, etc. En otro tuit dijo que Estados Unidos sufre de “ansiedad de reemplazo” ante el “ascenso imparable de China”. En otro, informa que “de todos los niños de entre cinco y 14 años asesinados con armas de fuego en los países desarrollados, 92% fueron norteamericanos”.
También se ha dedicado a América Latina. En un tuit muestra un video reciente de la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, señalando que “la manera en que se refiere América Latina… parece estar elaborando un esquema para que Washington se enriquezca. Cita al diplomático chileno Jorge Heine: “Cuando miembros del gabinete de Estados Unidos visitan Latinoamérica, de todo lo que hablan es de China. Cuando miembros del gabinete chino visitan Latinoamérica, de todo lo que hablan es de comercio e inversión”.
En tanto, Hua Chunying, habla de “cuántas tragedias humanitarias los Estados Unidos y otros países de la OTAN crearon en Yugoslavia, Irak, Libia, Siria y Afganistán” para preguntarse: “¿Acaso hicieron un examen de conciencia? ¿Sintieron acaso un atisbo de culpa por las serias consecuencias y catástrofes que causaron? ¿Alguna vez le pidieron disculpas a las víctimas de esos países?”.
En otro tweet acusa que “Los nativos americanos asesinados por el genocidio, las vidas afroamericanas perdidas en la masacre racial de Tulsa, las personas como George Floyd que no pueden respirar y los asiático-americanos que sufren de odio antiasiático… Estas son hechos documentados y problemas reales en los que US debería trabajar”. En otro más opina que “el verdadero objetivo de la estrategia Indo-Pacífico de Estados Unidos es establecer una versión Indopacífica de la OTAN”.
El intelectual Zhang Weiwei puntualiza que “siempre se ha mirado y criticado a China. Ahora no pueden soportar que China ponga un ojo en ellos”.Además de los voceros de la cancillería y otros diplomáticos, la tendencia tiene como plataforma escrita el diario The Global Times, con versión en inglés.
La destemplada visita de Pelosi a Taiwan ha sido el escenario en que esta diplomacia frontal ganó el centro de la actitud hacia Occidente. Ha sido usada por el canciller Wang Yi, ha marcado tendencia en los medios de comunicación (la cadena oficial de televisión CGTN publicó un largo informe sobre las violaciones a los derechos humanos cometidos por Estados Unidos), e incluso el presidente Xi Jinping emitió una dura frase en su charla de dos horas con su par norteamericano, al advertirle que “quien juega con fuego, se quema”.
El modo intransigente convive con el anterior, apaciguado y pasivo. El ex diplomático Fu Ying, ha llamado a que la diplomacia mantenga un “espíritu de humildad y tolerancia, adhiriendo a la calma, el aprendizaje y la apertura”. Si bien el incidente Pelosi encendió la diplomacia radical, la tendencia central sigue siendo conservadora. El presidente, como cabe a un líder chino, maneja las diferentes fuerzas, incluso opuestas, de modo de lograr una armonía.
Sin embargo, nada indica que la nueva fuerza no siga ganando terreno, en la medida en que crece China, y teniendo en cuenta su fortalecimiento de recursos para cortar cualquier relación en el momento en que lo considere conveniente.
* Nota publicada en Diario Perfil el 14 de agosto
La nota de Néstor Restivo (*)
Taiwán en la línea de fuego
El 10 de agosto, el Gobierno de la República Popular China publicó un «Libro Blanco» sobre Taiwán, cuyo «status como parte de China» es un «hecho indiscutible», dice, y no descarta nada para concretarlo. Añade que «el Partido Comunista de China siempre ha hecho esfuerzos para lograr la reunificación completa de la patria». Los Libro Blanco son documentos de algunas pocas carillas sobre diversas temáticas (derechos humanos, temas sociales, política exterior, etcétera) acerca de las cuales Beijing fija postura.
Un día antes, en Buenos Aires, el embajador Zou Xiaoli ofreció una nutrida rueda de prensa donde hizo eje en la cuestión, lo cual repitieron otras sedes diplomáticas del gigante asiático. Es que el viaje de la jefa de los diputados de EE.UU., Nancy Pelosi a la isla (que unos días después fue repetido por otros legisladores) cruzó una «línea roja» de tolerancia del Gobierno de Xi Jinping, de consecuencias imprevisibles. Las respuestas ya están en marcha. Y no son solo declarativas.
Sería tedioso glosar aquí el Libro Blanco (verlo completo aquí)
, pero el índice resume la postura china, la misma que existe desde 1949, cuando el PCCh venció al Kuomintang y las tropas del vencido Chiang Kai-shek huyeron y se refugiaron a 180 kilómetros de la costa, pretendiendo ser la continuidad de la República China fundada en 1911. Las tropas de Mao Zedong no avanzaron, dejaron para el futuro ese pendiente. Priorizaron reconstruir un país fatigado antes que seguir luchando, tras décadas de invasiones extranjeros y guerra civil. Además, ya EE.UU. se había posicionado fuerte en el Pacífico, como sigue hasta ahora, influyendo en Taiwán y otras áreas de la zona. En 1971, la ONU definió que Beijing era la sede del gobierno legal, y hoy apenas 14 países reconocen a Taipei.
El índice del Libro Blanco define así sus 5 capítulos: «Taiwán es parte de China, un hecho indiscutible». «Esfuerzos decididos del PCCh para realizar la completa reunificación de China». Esta es «un proceso que no puede ser detenido». «Reunificación nacional de la nueva era». «Brillantes perspectivas de una reunificación pacífica».
En este último concepto de paz radica el mayor desafío actual, alterado por el viaje de Pelosi que un arco de opiniones –incluso en EEUU– juzgó irresponsable y muy peligroso; inútil, además, en mejorar nada la vida de los habitantes de la isla.
Es así porque China ha descartado siempre, salvo en muy contadas ocasiones en su larga historia, la carta militar. Así fue con las recuperaciones de Hong Kong, de las ajadas manos colonialistas de Gran Bretaña, y de Macao, de las respectivas de Portugal, más que ajadas, hechas ceniza.
Transición en riesgo
En lo económico, Taiwán tiene su mayor importancia en la fabricación de semiconductores, una de las pocas ramas de la vanguardia tecnológica donde China ha avanzado menos y es muy dependiente (uno de los temas nada menores del conflicto). En lo político, alternan en el poder el Partido Democrático Progresista, independentista y hoy al mando, y el viejo Kuomintang, de mejor diálogo con la RPCh. Con este último, China mantiene una hoja de ruta para una futura reunificación, nada fácil por cierto, pero no de ruptura. El apoyo de EE.UU. al Gobierno de Tsai Ing-wen, visita de Pelosi incluida, no facilita el camino a la paz que venía planteando Beijing. Al contrario, trastocaron las tendencias prepandemia y preguerra en Ucrania, en el corazón de Euroasia y con varios actores involucrados, que marcaban una transición global que aun en sus contradicciones y tensiones no ofrecía la guerra como resolución, una transición en la cual era ostensible el declive de Occidente y la reemergencia de Oriente, no solo pero fundamentalmente ejemplificados en EE.UU. y China.
En 2017, Washington determinó que China y Rusia eran sus enemigos y si en los Gobiernos de Bush, Obama y Trump la confrontación con China, principal rival estratégico, se atenía a lo comercial y tecnológico, con Joe Biden se añadió la variante «democracia vs. autocracias» (difícil de sostener en toda la línea con países occidentales que no resuelven nada a las mayorías y andan flojos de gobernanzas estables frente a uno como China que elimina la indigencia y mejora su realidad hace años). Pelosi y su viaje expresa esa cruzada de «valores» que el Gobierno de Xi Jinping no está dispuesto a dejar pasar.
Un año de rupturas
Antes de publicar su reciente Libro Blanco, donde no descarta ninguna opción frente a Taiwán, desde incentivos económicos para favorecer una unificación pacífica hasta la opción militar como última carta, China canceló conversaciones con EE.UU. en Defensa, combate al crimen (drogas, tráfico de personas), cambio climático y otras, y lanzó un operativo militar sin precedentes en torno a la isla. No solo hubo quejas del Gobierno taiwanés, que también movilizó tropas, sino también de Japón, rival histórico de China en el área, y preocupación en las naciones del sudeste asiático. El viaje de Pelosi también busca, entre otros efectos, justamente meter cuña en ese equilibrio integracionista que venía procurándose en Asia Pacífico, en base a varios tratados políticos y comerciales como los que, por cierto, nunca se han conseguido en las Américas, donde EE.UU. somete más que negocia. Esos países, además, representan el grueso de la humanidad, una parte sustancial de la riqueza que se genera y circula y que se sienten subrepresentados, a veces ninguneados en un «orden mundial» que se armó Occidente en 1945 sin que ellos fueran parte de la mesa, y que EE.UU. quiere perpetuar.
Es en esa línea por lo que, por ejemplo, la OTAN, empujada por Washington, puso a Asia en su mira, es decir, a China. O que cuando irrumpió el virus del COVID-19 no haya habido forma de una cooperación multilateral global. O que se haya precipitado la invasión rusa a Ucrania con una cadena de irresponsabilidades probablemente deliberadas. 2022 es un año de ruptura y desacople, ya no de perspectivas cooperativas que busquen una transición global de mayor templanza y sabiduría. No se sigue a un Confucio o a un Sun Tzu, sino a un Samuel Huntington y su choque de civilizaciones o un Harry Truman ordenando arrojar dos bombas atómicas, como en otro agosto más fatídico, hace 77 años.
*Nota publicada en Revista Acción el 17 de agosto de 2022.
PUBLICAR COMENTARIOS