El cuco oriental

8 junio, 2022

“El mayor peligro para Occidente no es China sino el deterioro de nuestro propio sistema, que parece haber normalizado peligrosas tendencias como el desapego democrático o las desigualdades. A su corrección no se aplica la energía debida mientras se desvía la atención para estigmatizar al «rival sistémico» y endosarle nuestras penas”, escribe el español Xulio Ríos sobre la supuesta “amenaza” del país oriental. 

Aquí, el artículo publicado en Publico.es por el director del Observatorio de la Política China.

China no es el peligro

La consideración de China como una amenaza, la mayor de todas, para Occidente es recogida crecientemente sin matices por numerosos medios y analistas, reforzando la convicción de que nuestro modelo económico, cultural y sociopolítico se encuentra en serio peligro. Es este el discurso bipartidista que emana de la Casa Blanca o del Pentágono (de Trump a Biden), de la OTAN, etc., y que los halcones dominantes, demócratas y republicanos, repiten como un estribillo recurrente. Y ahí, por extensión, vamos todos detrás, ya seamos liberales o socialdemócratas, europeos o asiáticos.

¿Tiene sustento? Lo primero es reconocer que China, en efecto, se ha convertido en un país relevante. Es la segunda economía mundial y su presencia global es cabalmente reconocible. Sin embargo, también es cierto que si nos atenemos a varios índices blandos (desde su renta per cápita al IDH) o duros (el nivel de su gasto en defensa y su proyección, por ejemplo) aún le falta bastante para ser considerada una potencia integral, más allá de los valores absolutos. Por otra parte, debe significarse que por más que se esfuercen los apologetas de la amenaza, su expansión global tiene por bandera el comercio y no sus capacidades o ambiciones militares. Exagerar su poder es una de las constantes recurrentes para justificar que hablamos ciertamente de una amenaza creíble.

¿Dónde está de veras el peligro? El mayor peligro para Occidente no es China sino el deterioro de nuestro propio sistema, que parece haber normalizado peligrosas tendencias como el desapego democrático o las desigualdades. A su corrección no se aplica la energía debida mientras se desvía la atención para estigmatizar al «rival sistémico» y endosarle nuestras penas.  Un informe reciente de Oxfam, por ejemplo, indica que la riqueza de las grandes fortunas creció en 24 meses lo mismo que en dos décadas. La riqueza de los milmillonarios ha crecido en los últimos 24 meses lo mismo que lo hizo en 23 años. Su patrimonio equivale ahora al 13,9% del PIB mundial, un porcentaje altísimo si lo comparamos, por ejemplo, con el del año 2000, cuando la riqueza total de los milmillonarios suponía el 4,4% del PIB mundial. Es decir, se ha multiplicado a más del triple en tan solo dos décadas, siendo estos dos últimos años responsables de una parte importante de ese incremento. En el tiempo que tarda en surgir un nuevo milmillonario, un millón de seres humanos pueden verse arrastrados a la pobreza.

Otro tanto ocurre con tantas servidumbres institucionalizadas que imperan bochornosamente sobre el bien común, sacrificado en el altar de los intereses de los grandes y todopoderosos complejos, desde el militar industrial al energético, farmacéutico, financiero o mediático. Esos sí que constituyen un peligro mayor para la estabilidad occidental. No es China quien amenaza nuestra ruina.

Y otro peligro es la ceguera consciente, la negativa a admitir que en los últimos 30 años, el mundo ha cambiado de forma significativa y que urge buscar fórmulas para una adaptación incluyente. La lógica objetiva impondría una negociación para el compromiso de una gobernanza compartida.

El fracaso de la guerra comercial y tecnológica parece ahora dar pábulo al ardor belicista disponiendo un doble cerco, económico y militar, contra China. Así vistas las cosas, es comprensible que en Beijing también se diga que «Occidente es el peligro», aunque también en China cabría decir otro tanto respecto al señalamiento de un enemigo exterior como recurso para tapar las taras internas. Porque también en China, el mayor peligro es su inestabilidad, que obedece a múltiples razones: políticas, socioeconómicas, territoriales…

Ignorando adrede el significado de su cultura e historia, presentar a China como «el peligro» sirve a un propósito: encaminarse a marchas forzadas a la reedición de una guerra fría en la que aspiramos a salir de nuevo victoriosos con la esperanza de así preservar la hegemonía occidental de los últimos siglos, sustentada en el expansionismo a todos los niveles y por todos los medios a nuestro alcance.

Probablemente no estaríamos en esta tesitura si China se conformara con ser la fábrica del mundo para mayor goce de nuestras multinacionales o no aspirase a participar, desde el ejercicio de su soberanía, con la cuota que le corresponda en la gestión de los asuntos globales.

China ni es modelo para Occidente ni aspira a serlo. Ni en lo político ni en lo cultural ni en otros aspectos sistémicos. Afirmar las «singularidades chinas» como nervio estructural de su proyecto sistémico lo invalida de facto para reeditar el mesianismo, ya sea de signo liberal o no, que algunos se resisten a caducar. Lo que China pretende es que se le reconozca como lo que es, un «país grande» que tiene una visión de sí mismo y de lo demás diferente; y su exigencia de respeto, invita a creer que no se dejará amilanar fácilmente.

Enarbolando el dedo acusatorio, tampoco se favorecerá el cambio de mentalidad ni un hipotético aggiornamento de China. Solo daremos alas a ese enrocamiento que, a la postre, también ayudaría a crear las condiciones para ese conflicto que debiéramos desde ya tratar de evitar apostando por el apaciguamiento de las tensiones y un diálogo clarificador.

Confío en que quienes piensan que China es un peligro no piensen también que quienes habiendo estudiado China durante décadas desde dentro y desde fuera (aunque quizá no desde Washington) no compartimos esa visión y seguimos apostando por vías constructivas, no nos consideren también ahora «peligrosos». A juzgar por algunas actitudes, en más de un caso, poco falta ya para eso.

Categorías: China Destacadas

PUBLICAR COMENTARIOS