Los 50 años pasados y los 50 que vienen
Hoy 19 de febrero de 2022 se cumplen 50 años de la firma del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Argentina y la República Popular China. La agencia oficial Télam preparó un informe con notas del embajador Sabino Vaca Narvaja, el periodista Martín Piqué, un nuevo video de Cercano Oriente y artículos os editores de DangDai, Néstor Restivo y Gustavo Ng, quien se refirió a las perspectivas de la relación en el artículo que a continuación de reproduce.
–Los 50 años pasados y los 50 que se vienen
Por Gustavo Ng (*)
Cuando se aborda una recapitulación, empieza el desfile de imágenes. La relación de los últimos 50 años entre Argentina China presenta al presidente Xi Jinping mirando fijamente un mate que tiene en su mano (¿qué pensará?), el logotipo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales pintado en la cabeza de un cohete chino que va a Marte, una joven china que pasa Navidad con una familia argentina en la remota Luis Piedrabuena, mientras trabaja en las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic; las cajas con las primeras vacunas que tienen un cartel con la frase de Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos / Porque esa es la ley primera. / Tengan unión verdadera / En cualquier tiempo que sea”.
En los últimos 50 años, Argentina pasó por fases de sometimiento a poderes imperiales que la aplastaron con neoliberalismo, y de aparición de proyectos democráticos que tuvieron crisis y frustraciones, pero también grandes momentos, especialmente entre 2004 y 2015.
Por su parte, hace medio siglo China vivía el asentamiento de una etapa de estabilización social que había iniciado en 1949, partiendo de un país en estado calamitoso. Era el comienzo de una relación con Estados Unidos que, a principios de los años 80, China supo aprovechar utilizando la globalización con una estrategia de reforma y apertura. Desde entonces, creció a un ritmo maratónico, y en esa expansión fue que se intensificó la relación con Argentina. China necesitaba cada vez más los recursos naturales que en Argentina abundan, básicamente para su seguridad alimentaria y para su desarrollo general.
Fue así que aumentó entre los dos países un comercio que, desde nuestro lado, se encauzó en la matriz colonial que le dio forma a la Argentina en el siglo XIX, basada en la cesión de materias primas para la compra de productos manufacturados.
Ciertamente, dada la complementariedad que tenemos con China, en la que ellos necesitan lo que nosotros tenemos y nosotros necesitamos lo que ellos producen, y dado que la forma del comercio internacional de Argentina está construida para ese tipo de intercambio, no había otro camino que usarla para poder aprovechar el momento. Sin embargo, lo conveniente para Argentina era tomar ese modelo como plataforma a ser superada.
En 2004, los dos países acordaron mejorar su comercio enmarcando las ventas y compras eventuales, según la necesidad del momento, según el saldo exportable, en una “asociación estratégica”. Eso implicaba convenir una cantidad de normas y establecer mecanismos para facilitar el comercio general.
En los diez años siguientes, mientras el comercio exterior con China creció hasta que el país oriental se ubicó como segundo socio comercial de Argentina, algunos sectores del gobierno argentino empezaron a plantear, cada vez con más convicción, que el intercambio cambiaría con la inclusión de productos con valor agregado desde Argentina, y más aún, con el planteo de que las áreas que mayor agrado valor agregado producen, las de ciencia y tecnología de avanzada, estuvieran involucradas en la asociación.
Fue así que en 2015, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner planteó en un discurso en Beijing, junto al presidente chino, que la relación entre compradores y vendedores “se va a ir diluyendo con el tiempo, porque van a surgir las necesidades estratégicas políticas de asociación”, mencionando las posibilidades de cooperación en energía nuclear tanto como en tecnología aeroespacial y otras. En el reciente viaje presidencial de Alberto Fernández a Beijing, distintos sectores gubernamentales involucrados con la visita, destacaron la venta de reactores nucleares construidos por INVAP. Desde la creación de un área de energía nuclear en los primeros gobiernos de Perón hasta la distribución de netbooks para todos los alumnos en el gobierno de Cristina, la vitalidad de la vocación tecnológica del peronismo es candidata a ocupar un lugar en la relación con China.
En tanto, no hay indicios de que China se niegue a involucrar en el comercio valor agregado argentino ni que se oponga al desarrollo conjunto en los campos de ciencia y tecnología más avanzados. De hecho, cuando los países de América Latina y el Caribe apenas tienen diseñados sus planes para una relación con China, fue China, ya desde las primeras reuniones de la CELAC, la que ha planteado allí un programa que incluye, entre los campos prioritarios de la cooperación, la innovación científica y tecnológica y las tecnologías de la información.
Depende de Argentina la decisión de avanzar en las relaciones con China en un tablero internacional dominado por un enfrentamiento planteado por Estados Unidos y sus potencias aliadas contra China.
El medio es el mensaje
La resistencia a China y a una amistad con China en Argentina tiene un frente poderoso en los medios hegemónicos de comunicación, amplificadores de los contenidos emitidos desde el hemisferio norte, lo que es parte de los intereses económicos de Estados Unidos y de países europeos radicados en Argentina, con sus representantes locales.
Por otro lado, prima el criterio de “mejor malo conocido que bueno por conocer”, enfatizado en este caso, en que es dominante el deseo por pertenecer y aspirar a ser el malo conocido, que además está planteando una propaganda anti China con un universo de recursos simbólicos que China no puede responder.
Como diputada nacional, Elisa Carrió afirmó que “China ha crecido mucho a costa de la explotación y la violación más monumental a los derechos humanos de los chinos”, en tanto que Miguel Ángel Pichetto, Carlos Espínola, Rodolfo Urtubey, Carlos Caserío, José Ojeda y Pedro Gustavino, del bloque peronista, presentaron en 2019 un proyecto de ley para crear una comisión bicameral que controle la estación de exploración del espacio lejano ubicada Nequén, en sintonía con un duro informe anti China del New York Times. Dos años después, Miguel Ángel Toma, ex titular de la SIDE, aseguraba que el gobierno nacional le daría a China “la construcción de un puerto en Ushuaia de logística y sostenimiento de las flotas que operan en el Atlántico Sur y de apoyo logístico para las naves que operan en la Antártida”, a lo que agregó la alarma de que “la decisión ha llevado a que otros países con intereses en la zona, también tomen sus propias resoluciones”.
Los aparatos que se oponen a una relación más decidida con China ganan el sentido común, por lo que en la sociedad argentina se imponen imágenes de los chinos que van del “otro” que es bueno porque es remoto, al rechazo pleno, porque son una amenaza, son el comunismo, son el “virus”. La cuantiosa comunidad china en Argentina (la mayor, entre las provenientes de países no limítrofes), se ha hecho parte del paisaje social argentino sin establecerse como lazo entre los dos países. La cultura china en Argentina se concentra en la superficialidad de algunos festejos públicos, un paseo comercial gastronómico en la Ciudad de Buenos Aires, y el horóscopo.
Todo parece indicar que los próximos 50 años de relaciones entre Argentina y China van a ser más importantes que los 50 que pasaron. Las resistencias a China, tanto en Argentina como en todos los países donde las hay, no impiden que el macizo ascenso de China esté transformando la configuración del mundo. Argentina acaba de suscribir la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Nueva Ruta de la Seda), que es la propuesta de China a una nueva comunidad de naciones, con nuevas reglas. No son sólo los vecinos de China los que están en este club, sino que ya superan los 140 países del mundo, incluidos casi todos los países América Latina.
Con el tiempo va a ir resultando cada vez más difícil negarse a venderle más productos a China, con más valor agregado, para lo cual, además, recibiríamos millonarias inversiones procedentes de China.
De la misma manera, resultará una frustración cada vez mayor negarnos a desarrollar con los chinos áreas en que Argentina tiene tanta potencia como en la tierra: las de la inteligencia y la creatividad humana.
Resultaría difícil hablar de soberanía si Argentina cediera su relación con China a los Estados Unidos, pero para tomar la relación con China en nuestras manos, nos falta conocer mejor a China.
Para eso, necesitamos aprovechar los recursos que ya existen, en universidades, en think tanks, en la gestión empresarial, en la experiencia de funcionarios, diplomáticos y jóvenes que han estudiado en China. Y también necesitamos formar nuevos recursos. Será necesario darle a China un espacio en la Cancillería que se corresponda con el lugar que ocupa en nuestras relaciones exteriores, y resultará indispensable que las áreas dedicadas a China en los diferentes ministerios y reparticiones del Estado, empiecen a coordinar sus acciones. El actual equipo de la embajada argentina en Beijing podría servir como ejemplo de los excelentes resultados que se logran cuando los argentinos apuestan con firmeza y convicción a profundizar los lazos, la cooperación y los negocios con China.
China ha sido extremadamente pragmática en sus relaciones económicas con otras naciones. Plantada en el principio de no injerencia en asuntos internos de terceros países, ha comerciado tanto con el gobierno de Fidel Castro como con el criminal gobierno de Videla en Argentina.
Para América Latina, sin embargo, la orientación ideológica de los gobiernos sí ha tenido incidencia en la relación. Los gobiernos de derecha, con su vocación cipaya, han tendido a alinearse con los Estados Unidos (pese a que la gravitación económica de China ha hecho que gobiernos como el de Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile y el de Lasso en Ecuador, no disminuyeron su comercio con el gigante asiático).
El presidente de Argentina visitó China también como presidente pro tempore de la CELAC, que tiene entre los factores de amalgamiento, el objetivo chino de negociar con la región en bloque. China encuentra conveniencia en esa estrategia, así como la atomización de nuestros países latinoamericanos ha sido propugnada por los imperios coloniales. Si en el mundo, esos imperios comienzan a perder la entidad que han tenido los últimos siglos y el peso de China produce modificaciones estructurales, quizás es momento de pensar si la relación de Argentina con China puede derivar también en nuevas relaciones con nuestros países hermanos.
(*) Publicado en Télam el 19 de febrero de 2022.
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