Repercusión mediática II
El nuevo capítulo en la relaciones con China abierto con el viaje del presidente Fernández siguió motivando estos días comentarios de especialistas, entre ellos Jorge Neme, Gonzalo Paz, Francisco Taiana, Gustavo Girado, Gustavo Ng y Sebastián Schultz.
La semana pasada, DangDai ofreció un resumen de comentarios aquí y aquí. Ahora ofrecemos estos nuevos aportes.
Jorge Neme, vicejefe de Gabinete de la Nación, dice en El Cohete a la Luna del domingo que la gira enfatizó “un modelo de inserción internacional diverso y pragmático, fundamentado en el interés nacional. Hoy, por razones que incluyen nuestra situación macroeconómica, la necesidad de incrementar exportaciones, la vastedad de nuestros recursos y las capacidades y talento de los argentinos, nuestro interés objetivo consiste en desarrollar una amplia articulación con todos los países, regiones y mercados del globo. Solo esta impronta permitirá desatar las fuerzas productivas nacionales con miras a un desarrollo con inclusión social”. Y que “no se trata de optar entre China y Estados Unidos: ese falso dilema es producto de observaciones superficiales —en el mejor de los casos— o malintencionadas”.
Profesor en la Universidad de Georgetown, de Estados Unidos, Paz escribe por su parte en La Nación que el viaje “ha desatado un terremoto político. Sin dudas es una de las más importantes en tiempos recientes, con definiciones de gran envergadura” y señala que “China es un socio extraordinario de Argentina”. Tras analizar los movimientos recientes en EEUU respecto de China y de su propio sistema político, cuyos problemas son parte del turbulento momento actual en el mundo, mantiene respecto de los lazos de Argentina con el país asiático: “La ventana de oportunidad, de mayor espacio de maniobra de política exterior, y la baja de los costos del ejercicio de mayores grados de autonomía, que se abrió con el fin de la Guerra Fría, se ha cerrado para siempre, para la mayoría de los países.”.
Taiana, historiador y con un máster en la Universidad de Pekin, publicó en Télam sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta a la que adhirió Argentina. Dijo que la IFyR (o BRI por sus siglas en inglés) “comparte la naturaleza tradicional de la influencia china: no es centrífuga, sino que es centrípeta; no pretende expandir del centro a una periferia, sino que busca atraer desde la periferia al centro”. Y sostuvo que “se presenta el imperativo de pensar a la Franja y la Ruta como un motor para la integración latinoamericana”.
Ng y Schultz publicaron en Página12.
Ng, director periodístico de DangDai, abogó por que “esta relación asociativa que aproveche lo mejor que puede ofrecer Argentina tanto la tierra cultivable como nuestra capacidad científica y tecnológica, artística, intelectual y de ingenio en general —la que hace que cuando los argentinos vamos a los países más desarrollados, nos destacamos. La BRI, por tanto, podría ser la ocasión de que nos conectemos con China y con el resto de los más de 140 países que la conforman, desde el mayor valor que podemos crear”.
Para el sociólogo Schultz (Universidad Nacional de La Plata), “la visita de Fernández y la comitiva presidencial a China abre una nueva etapa en la relación bilateral con la mayor potencia emergente del sistema internacional, trayendo auspiciosas posibilidades de financiamiento en proyectos de infraestructura necesarias para el desarrollo nacional y poniendo a la Argentina en una posición protagónica en el tablero global”.
El economista Gustavo Girado fue entrevistado por La Prensa y le preguntaron sobre el sector privado. “No tiene alternativas más que aprovechar esto. Es una oportunidad inmejorable para hacer joint ventures con empresas chinas con las cuales se puede acordar transferencia tecnológica”, y dio el ejemplo en el sector agroindustrial. “Si hay realmente un interés concreto de China o de empresas privadas chinas para llevar a cabo una transformación de proteína vegetal en animal dentro del territorio argentino, ¿qué mejor que el management argentino que tiene experiencia en la producción de alimentos en clima templado? ¿Y qué mejor que tener ubicado el comprador eventual que sería la República Popular China? ¿Cuál sería el problema?”. Asimismo, el profesor de la UBA y de la Universidad Nacional de Lanús escribió una columna para Clarín sobre las oportunidades que abre la mayor relación con China.
Por su parte, Esteban Mercante critica en La Izquierda Diario que “estos 20 años de vínculos cada vez más estrechos con China vienen configurando una relación que repite los patrones de la dependencia, que se hace cada vez más pronunciada, y lo seguirá haciendo en la medida en que se consolide este ‘imperialismo en construcción’”. En la misma línea condenatoria, por el “daño a los ecosistemas”, escribe Patricio Eleisegui en Sudestada.
A continuación, la nota completa del editor de DangDai en Página12 del lunes.
El mundo está cambiando
Por Gustavo Ng
A principio de los años 80 China empezó a tomar un ritmo de crecimiento incesante, acelerado y preñado de expansión. El país oriental primero se abrió al mundo y luego, en la década del 2010, empezó a gravitar en el exterior. Para su proyección internacional China aprovechó, con un bajísimo perfil, la globalización capitalista con que Estados Unidos se exhibía coronado cómo único polo imperial del planeta. Mientras se sometió a las organizaciones controladas por otros países, fue creando espacios nuevos. Hoy, mientras juega de visitante, está creando otros juegos, con otras reglas —sus reglas. Así, anunció su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, Belt and Road Initiative, también llamada Nueva Ruta de la Seda). Se cuidó de que la propuesta no ganara fama como un plan que impondría a los demás, sino como una idea abierta. Claro que, con el peso de China y la velocidad de su desarrollo, la BRI tiene una forma recurrente en la historia de Asia Oriental, con China en el centro, afirmando su posición en base a la ganancia de los demás.
Los juegos que va plantando China están cambiando la forma del mundo. Para Argentina, la BRI puede resultar un impulso para transformar la matriz de nuestra relación con los países poderosos, empezando por China, desde el comercio colonial (commodities por productos industrializados), a un comercio en el que vendamos mayor valor agregado, a una relación asociativa que aproveche lo mejor que puede ofrecer Argentina tanto la tierra cultivable como nuestra capacidad científica y tecnológica, artística, intelectual y de ingenio en general —la que hace que cuando los argentinos vamos a los países más desarrollados, nos destacamos. La BRI, por tanto, podría ser la ocasión de que nos conectemos con China y con el resto de los más de 140 países que la conforman, desde el mayor valor que podemos crear.
Para lograr ese objetivo, no alcanza con que brote la soja en el campo, sino que necesitamos una diplomacia activa. La tenemos en este momento en la embajada en Beijing, sede de una actividad intensa, con un embajador Sabino Vaca Narvaja y un equipo que atienden las propuestas de China, promueven los proyectos que surgen en Argentina, forjan una mirada inteligente para captar negocios en territorio chino, comprenden las grandes tendencias del presente chino (como el Plan de Desarrollo Occidental), trabajan en la cooperación subnacional y hacen un gran esfuerzo por comunicar.
Una diplomacia activa completa requiere que empiece a funcionar en todo el Gobierno Nacional un esquema que equipare la dinámica de la embajada del barrio de Sanlitun de Beijing. China carece de un área propia en la Cancillería, las áreas dedicadas a China en ministerios y otras áreas no están articuladas y el Estado no aprovecha la experiencia, investigación y agenda de relaciones con China que ya han desarrollado empresas privadas, espacios académicos y gobiernos provinciales.
Cajonear la pertenencia al club de la Nueva Ruta de la Seda sería retroceder muchos casilleros en la relación con China. Por otra parte, activarla requiere de un liderazgo y una gestión política que sea capaz de vérselas con la reticencia a China dentro de Argentina que es fuerte y atraviesa casi todos los sectores, en el oficialismo y en la oposición. Hay intereses reales que se verían afectados, con los Estados Unidos obsesionados contra China, demanda la energía necesaria para construir puentes hasta el lugar más lejos del mundo —en todo sentido— y está el factor cultural, determinado por la aspiración de que Argentina pertenezca a Europa y al primer mundo. Al contrario, China es ajena, no genera deseo y es una amenaza. Adoramos que nuestra hija nos presente un novio suizo, pero si en cambio aparece con un chino, nos nublamos de dudas.
Quizás represente un indicio de cómo superar este pantano el pragmatismo con que acuerdan sobre China el Gobierno Nacional y el Gobierno de Jujuy, aún con la animadversión de Gerardo Morales, y con Milagro Sala presa.
La Nueva Ruta de la Seda es una muestra de cómo está cambiando la forma del mundo, y eso, nos guste o no, va a cambiar la forma de nuestro país.
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