“Sección 6”, nuevo libro publicado por Mil Gotas
Con una entrevista a su autor, Juan Cortelletti, la editorial argentino china Mil Gotas presentó, con transmisiones desde Beijing, Buenos Aires y Washington, el libro Sección 6.
El director y creador de la editorial, Guillermo Bravo, habló desde China con el escritor y diplomático que estuvo al frente de las áreas de cultura y comunicación de la embajada de Argentina en Beijing y ahora representa al país en Washington.
DangDai repasó la presentación con Cortelletti
— ¿De qué trata tu nuevo libro Sección 6?
— Está presente la emigración, desde una perspectiva fantástica. Como diplomático, me ha tocado cambiar permanentemente de país. Quien vive en un país durante ciertos años, desarrolla un rol, en lo profesional, en el grupo de amigos, etc. Uno normalmente es “en relación con”, un elemento de una red, que normalmente es estable y puede durar décadas o toda la vida, pero cuando cambia la red, cambian todos los elementos que lo rodean, y no queda más remedio que cambiar. Uno se queda sin rol, sin máscara, sin personaje, porque pierde los soportes relacionales de la experiencia anterior.
— En la presentación decías que algo similar ocurre con la memoria.
— Eso está presente en algunos cuentos. La migración interrumpe el fluir normal de la memoria, el arribo a un nuevo lugar la afecta. Es necesario incorporar toneladas de información. Necesariamente la experiencia anterior se diluye. Eventos importantes son tenues en la memoria o incluso desaparecen. El cambio de teatro genera una memoria compartimentada, lo que resulta necesario para la adaptación. Baja la intensidad de la experiencia anterior. Y entonces, volvemos a los amigos y amigas: allí están ellos para validar el pasado. En El entenado, Saer escribe: “El recuerdo de un hecho no es prueba suficiente de su acaecer verdadero”, pero la memoria colectiva sí. Allí están los demás para garantizar lo que ocurrió, revalidarlo, ratificarlo. Los hechos compartidos son más verosímiles que los solitarios. Por eso cuando uno pierde un amigo o familiar, pierde también parte de su historia. Los demás son un espejo que nos validan. La historia se forja en esas experiencias compartidas.
— Dijiste que en el libro flota la idea de que los mecanismos que tenemos para narrar el mundo condicionan nuestra percepción.
— Algunos de los cuentos de Sección 6, en tono fantástico, juegan con la idea de lo que ocurre con nosotros cuando cambiamos de dispositivo comunicacional y narrativo, cuando utilizamos otro idioma, basado en otros principios, en otra lógica. ¿Somos los mismos? ¿Somos exactamente la misma persona si aprendemos árabe y nos sumergimos en la cultura árabe? Y si no somos los mismos, ¿en qué cambiamos? ¿Qué vemos distinto? ¿Podemos tener sentimientos nuevos en otro idioma? ¿Podemos cambiar nuestras opiniones en otro idioma? ¿Podemos apreciar una idea que no entendíamos o despreciábamos? Esta idea lleva muy rápido a lo fantástico, es una autopista a lo fantástico. ¿Podemos tener mayor comprensión de un sentimiento cuando lo conocemos con los lentes de otra lengua?
Quisiera compartir esta cita que combina memoria y nominalismo, de Cormac McCarty en La Carretera: “Intentó pensar algo que decir pero no pudo. No era la primera vez que tenía esa sensación, más allá del entumecimiento y la sorda desesperación. Como si el mundo se encogiera en torno a un número no procesado de entidades desglosables. Las cosas cayendo en el olvido y con ellas sus nombres. Los colores. Los nombres de los pájaros. Alimentos. Por último, los nombres de cosas que uno creía verdaderas. Más frágiles de lo que él habría pensado. ¿Cuánto de ese mundo habría desaparecido ya? El sagrado idioma desprovisto de sus referentes y por tanto de su realidad. Rebajado como algo que intenta preservar el calor. A tiempo para desaparecer para siempre en un abrir y cerrar de ojos.”
— ¿Tu próximo libro será nuevamente de cuentos o será una novela?
— Encuentro difícil el compromiso mental y emocional que exige la novela. Un cuento puedo resolverlo en una semana o en uno o dos meses. Hasta ahí puedo mantener caliente la historia en mi cabeza. No sé cómo se hace para mantenerla varios años. Yo no sé ni en qué país voy a vivir en unos años, así que me cuesta imaginarme este compromiso extenso y de largo plazo. Tuve la oportunidad de conocer a Mo Yan y conversar con él un buen rato. Le pregunté justamente este tema, cómo hace para desarrollar historias largas y complejas, cuál era su método de trabajo, y me dijo algo que me dio alguna esperanza: escribo historias cortas y luego las conecto.
— Durante la presentación, Guillermo Bravo dijo que tu primer libro, Seres primordiales, le había parecido muy controlado, cerrado o premeditado, y que en este segundo, la imaginación predomina, con historias se desmadran que se deterioran y conducen inevitablemente a lo fantástico.
— El primer libro fue acaso un ejercicio de imaginación “controlada”, la razón jugando con la imaginación, pero domándola, utilizándola como herramienta. La imaginación era una herramienta de la razón, jugaba en un campo delimitado por la razón y con las reglas de juego de la razón. La razón y la lógica mandaban. En Sección 6 la imaginación toma el control. La sección 6 es un cuento, pero uno podría pensarla como el lugar de lo fantástico, donde la realidad de dobla, se derrite, y pasan cosas raras. La realidad cede, se agrieta, se fisura. Y en la tapa hay una suerte, al menos lo que yo veo, de ojo de tormenta, de epicentro que succiona como un agujero negro, que se lleva puesto todo. Está la frase “me dejo llevar por la imaginación”. Héctor Galmés, un escritor uruguayo, tiene texto breve que comienza con esa idea, con dejarse llevar. En esto libro es como que la imaginación me arrastra. Héctor Galmés dice: “Le digo a la imaginación: por ahí no, que nos caemos en el pozo. Y nos caemos en el pozo”. Uno puede pensar un argumento, dividirlo en escenas, modificarlo, pero cuando comienza a escribir se distrae rebuscando palabras, y mientras tanto la imaginación crece, se suelta, y la idea original desaparece, debe acomodarse y se cuelan personajes e imágenes que no habías previsto. En el mismo sentido tengo una cita anotada de Muriel Barbery, en La elegancia del erizo: “Cuando las líneas se convierten en demiurgo de sí mismas, cuando asisto, como una maravillosa inconsciencia, al nacimiento sobre el papel de frases que escapan a mi voluntad e, inscribiéndose ajenas a ellas en el papel, me enseñan lo que no sabía ni creía querer, gozo de este alumbramiento sin dolor, de esta evidencia no concertada, de seguir sin esfuerzo ni certeza, con la felicidad del asombro sincero, una pluma que me guía y me arrastra”.
— En la presentación de tu nuevo libro hablaste de la importancia o la participación de los amigos en el proceso de escribir los cuentos.
— Este libro fue motivado por amigos, corregido por amigos, editado y publicado, y difundido por amigos. No escribiría nada sin un grupo con el que compartir el proceso.
— ¿En situación de taller literario?
— Sí. El taller hace que un libro sea también una actividad social. Hace que el oficio de escritor se despliegue en compartir, un poco alejado de la literatura como actividad solitaria, rayana con lo depresivo y lo sórdido. Abelardo Castillo aconsejaba que los escritores lean al autor que les gusta, las autobiografías; los diarios, si los tiene, como en el caso de Kafka, André Gide, Léon Bloy; y sobre todo que se fijen en aquellos autores que cita ese autor, la música que le interesa. Todo esto crea una familia espiritual que, a la larga, es sin duda la única familia con la que puede dialogar un escritor. A esta idea de familia abstracta o espiritual como él dice, metafísica, se le podría agregar la idea de la familia material y concreta, con la que uno comparte el proceso de producción literaria. Mi libro anterior se publicó porque le gustó a un amigo, el escritor y crítico uruguayo Nelson Díaz, y lo recomendó a una editorial uruguaya, Yaugurú. Este segundo libro sale porque otro amigo escritor, Guillermo Bravo, se entusiasmó con mis cuentos y tuvo la generosidad de impulsarlo y respaldarlo.
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