Centenario del PCCh / Modelo en debate
Presentamos tres nuevos textos sobre el modelo chino a partir de los 100 años del PCCh. Por un lado, Carlos Manacorda, del CEFMA, refuta la idea de una construcción que no sea socialista, aun con las particularidades chinas. A su turno, Gabriel Merino (CLACSO y CONICET, en la foto de apertura) escribe acerca de la “cuestión nacional” en torno a China y al actual y renovado sistema mundial, con las opciones para países como Argentina. Y finalmente, Aleardo Laría Rajneri (diario Río Negro) valora el pragmatismo (que “no es oportunismo”, dice), la meritocracia en la clase política (que no la del mercado y los emprendedores, afirma) y algunos rasgos del sistema político y social chino.
Para este último artículo lo referimos a El Cohete a la Luna. El artículo de Merino está en El País Digital.
En tanto, el de Manacorda, escrito para DangDai, sigue a continuación:
-¿Es capitalista China?
Por Carlos A. Manacorda (*)
A raíz del artículo aparecido en Página/12 el 01/07/21, nos parece interesante aportar a la cuestión del carácter socialista de China, y qué lo define. Los clásicos del marxismo no dejaron una lista a completar para ser considerado socialista un país, y los chinos han tenido que evolucionar su pensamiento para no caer en rigideces peligrosas.
No parece tarea fácil calcular el número exacto, pero ciertos análisis concluyen que la proporción del PBI chino atribuible a empresas estatales (SOEs) ronda, efectivamente, el 20-25%, por ejemplo un documento del Banco Mundial. Esto se esgrime como un hecho que haría de China un país capitalista.
Sin embargo, este número por sí solo es engañoso, dejando aparte una multitud de hechos que tuercen las conclusiones para otro lado. Ya en el libro “Hacia dónde va China”, de Peter Franssen, se ha señalado que la contribución de las SOEs como porcentaje del PBI no es lo importante. Citamos:
“A finales de 2006, el número de empresas bajo control del Estado y de sus órganos subalternos se eleva a 122.000, es decir un 11% del total de las empresas industriales. Las empresas del Estado se caracterizan por su producción en masa, su importante capital fijo y un volumen de mano de obra considerable. Incluso aunque sólo representan un 11% del número total de las empresas, las empresas del Estado obtienen la mitad del beneficio total prácticamente”.
“En 1998, tres empresas chinas figuraban en el Fortune 500 de la revista Forbes, la lista de las 500 mayores empresas del mundo. En 2005, eran 15. Todas son empresas del Estado. Incluso siendo poco numerosas, las empresas del Estado son, en cualquier caso, las que dirigen la economía. La economía privada está imbricada en una parte de la economía controlada por las autoridades. El Estado posee todos los puestos de mando económico. El Estado posee el monopolio o, como mínimo, la mayoría, en los sectores económicos que constituyen la espina dorsal de toda economía y que representan la punta de lanza: el sector financiero, energético, las acerías, la petroquímica, las telecomunicaciones, la construcción naval, la construcción aeronáutica, los metales ferrosos y no ferrosos, las minas, el transporte, el sector del automóvil y el de la construcción. Incluso en los sectores menos accesibles como la industria del tabaco, el comercio al por mayor, la industria de la cerveza y los textiles, son las autoridades quienes garantizan el control.”
En 2020, Fortune 500 lista por primera vez a China como el país con mayor cantidad de empresas entre las TOP-500 (124, desbancando a EE.UU., que tiene “sólo” 121). Tres de las 4 empresas más grandes del mundo son chinas: Sinopec Group, State Grid y China National Petroleum. Todas estatales. De las 10 empresas chinas más altas en el Fortune 500, 9 son SOEs, es decir, estatales. Incluyen las antes mencionadas, más bancos estatales, empresas de la construcción, etc.
Es decir, la base de la vida material de la nación está bajo el control del gobierno Chino. No importa cuántas fábricas privadas haya.
Incluso analistas trotskistas, en general poco amigos del proceso chino, han llegado a la conclusión de que China es socialista: “Las SOEs dominan por completo las industrias de capital intensivo. Es difícil imaginarse cómo los capitalistas chinos podrían ser hoy capaces de competir con los recursos que tiene el estado en estas áreas. Ni siquiera las multinacionales extranjeras, con todos los recursos de que disponen, son capaces de ello. Aunque los directivos de las empresas estatales tengan cierta independencia a la hora de decidir cómo disponer del plusvalor creado por los trabajadores en sus industrias, esto no les convierte en capitalistas (del blog Manos fuera de China, 26/05/16)).
Pero hay más: ¿Cuánta libertad tienen las empresas privadas en China? Financial Times se queja…:”La gente del exterior cree que el sector capitalista en China puede seguir su camino con el apoyo y la ayuda del gobierno comunista. En realidad, las empresas privadas deben trabajar en el ámbito que le imponen las empresas del Estado y las autoridades políticas. Todos los sectores clave están dominados por las empresas del Estado.” Y más adelante: “El principio rector de Beijing es el de no renunciar a los puestos de mando leninistas en la economía y en la política, sino, al contrario, reforzarlos. El sector privado está encorsetado por las limitaciones y las discriminaciones impuestas por las autoridades”.
Gilbert Van Kerckhove, quien residió en China por más de un cuarto de siglo y fue consultor para Olympic Economics, una instancia de las autoridades para rentabilizar económicamente al máximo los Juegos Olímpicos de 2008, escribe: “Los profanos observan las inversiones extranjeras y el porcentaje a la baja de las empresas del Estado, y concluyen que el Estado está perdiendo el control. Pero no hay que hacerse ilusiones. El Estado mantiene el dominio sobre la economía. La National Development and Reform Commission es la nueva denominación de la economía estatal planificada de antaño. Está activa tanto en el plano nacional como regional. Son ellos quienes, de hecho, dirigen la economía. Ningún proyecto es aprobado sin su bendición.”
Y añade: “Las personas de la Comisión de Control de los Haberes del Estado no se encuentran solamente en los consejos de administración de las empresas públicas, sino que, por vías indirectas, se encuentran igualmente en las empresas privadas. (…) Mucha gente no lo comprende. Las compañías a menudo tienen pinta de ser al 100% privadas, pero las apariencias engañan … las autoridades conservan una participación minoritaria, en ocasiones del 5 o 10% tan sólo (…) Yo puedo deciros que a este 10%, se le escucha lo mismo que al eventual consejo de las autoridades locales. Imagínense que la gestión de una empresa no tenga en cuenta este consejo: hay muchas posibilidades, de que, antes o después, queden paralizados.”
La “intromisión” del Estado en la vida económica no acaba allí: hay que sumar las exigencias de transferencia de tecnología. Por ejemplo, al momento de empezar a construir sus vías de alta velocidad, fue elegida una empresa occidental. Las condiciones para entrar incluían transferencia de tecnología. Los empresarios occidentales no son ingenuos, sabían que se arriesgaban a una copia de su tecnología, pero… “… Siemens y Bombardier se han sometido a las mismas condiciones que Alstom. Neil Harvey, uno de los directores de Bombardier, declara: “Nosotros aceptamos estas condiciones, sin las que el contrato nos pasaría simplemente por delante de las narices.”
Es decir, el Estado chino saca ventaja de las empresas privadas operando en su territorio, condicionándolas legalmente a la transferencia de tecnología que luego el Estado usará en beneficio del pueblo chino, algo que produjo la ira de los últimos presidentes norteamericanos.
Hay que recordar además, que los Planes Quinquenales chinos, adoptados por el PC China, continúan delineando las direcciones principales de la economía y sociedad chinas.
¿Es capitalista el país cuya obsesión pública número uno estos años ha sido la liquidación de la pobreza extrema? En 2020, China completó la liberación de esta categoría para 800 millones de personas; si recordamos que en 1949 China era tan pobre como los países más pobres de África, vemos un logro humanitario del que podemos aprender mucho en nuestros países en desarrollo, como señala John Ross en el sitio Learning from China.
Por si todo esto fuera poco, la respuesta china a la pandemia por SARS-Cov-2 fue la opuesta a la inmensa mayoría de los países del mundo (excepto todos los demás países socialistas y tan sólo un puñado de países capitalistas), en la priorización absoluta de la vida y la salud de la ciudadanía, por sobre las ambiciones de empresarios privados. De este modo, China dejó derrumbar el PBI en el primer trimestre de 2020, con cuarentenas estrictas y la movilización de todos los recursos necesarios, que permitieron a corto plazo recuperar la economía, con la población intacta, en el que será posiblemente recordado como uno de los éxitos más impactantes de los sistemas de gobernanza en la historia, garantizando los DD.HH. del pueblo al acceso a la salud y protección de su vida. Libres de la muerte y la enfermedad por SARS-Cov-2, la libertad de movimiento de los chinos hoy no tiene paralelo en el mundo occidental, que ha padecido una auténtica masacre a causa de este virus, al carecer de la gobernanza adecuada para enfrentarlo.
China no ha acaparado, sino que continúa donando y vendiendo vacunas (450 millones, hasta la fecha) y material médico, no a punto de vencer ni como dádivas, sino recién sacadas de sus fábricas estatales con capacidad ya para 5.000 millones de dosis anuales (y expandiendo). La llegada en estos días de 8 millones de vacunas Sinopharm (parte de las 24 millones acordadas) es un testimonio local de ello.
Como se ve, el carácter socialista de China es multifacético y complejo, y su correcto entendimiento va más allá de un sólo número sin análisis económicos y contextuales más detallados. Esperamos que la lectura de este artículo y sus referencias estimulen en los lectores la curiosidad por estudiar el apasionante experimento chino.
(*) Grupo de investigación en China del Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor P. Agosti.
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