Diplomacia de equidistancia
A partir de la noción de “diplomacia de equidistancia”, el especialista en política internacional Juan Gabriel Tokatlian analiza el presente y futuro de las relaciones de Argentina con Estados Unidos y China.
El autor plantea la conveniencia de una equidistancia que “no implica, al menos en política internacional, simetría exacta” y que busque “implementar una variedad razonada de opciones estratégicas, tanto hacia Estados Unidos como hacia China.”
En una nota aparecida en Clarín, Tokatlián evalúa que Estados Unidos, “que habitualmente había acompañado su diplomacia oficial con una paradiplomacia activa, ha ido reforzando con los años una especie de “diplomacia de cúpula” de corte ideológico respecto a América Latina que se expresa en el acceso y el vínculo estrecho con las élites metropolitanas tradicionales, con los militares, con organizaciones y líderes afines.”
En un escenario de “serios problemas de competitividad y con un menor interés de las corporaciones estadounidenses de hacer inversiones productivas en Latinoamérica”, el autor observa que China “ha ido desplegando una suerte de ‘diplomacia de base’ de corte pragmático” lo que se evidencia en “cada vez más contactos y trato familiar con gobiernos locales, con distintos partidos políticos, con élites regionales y con movimientos sociales y culturales.”
Entre otros retos que plantea está situación, el académico sostiene que una diplomacia equidistante deberá aplicarse a una situación en la que “Estados Unidos eleva las presiones políticas y militares y sus promesas de atención a los gobiernos nacionales a través del Departamento de Estado, el Pentágono, el Comando Sur y el Consejo de Seguridad Nacional primordialmente”, mientras China “profundiza su presencia y compromisos no solo con el Ejecutivo sino más dinámicamente a través de actores sub-nacionales y no estatales.”
En Perfil, Juan Pablo Laporte coincide con que “el nuevo patrón de inserción internacional se debe sostener en un equilibrio entre la “equidistancia estructural” que debemos tomar frente a las dos potencias”, pero sostiene que “definir qué patrón de inserción internacional debemos construir” requiere “plantear en primer lugar cuál es el problema estructural” de “la falta de un modelo de desarrollo inclusivo es el eje central sobre cual deberían articularse todas las políticas públicas.”
Considera necesario observar que China está insatisfecha con “la actual constelación de reglas, normas e instituciones internacionales”, y prefiere “un poder basado en un verdadero multilateralismo”.
Asimismo advierte que es indispensable “focalizar e interpretar es la magnitud de la transformación estructural del mundo: cómo la nueva hegemonía de China en ascenso mantendrá, modificará levemente o de manera estructural los pilares del orden internacional.”
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