Una lección extraordinaria

13 abril, 2021

Diario del Pueblo publicó el viernes un artículo del editor de DangDai Néstor Restivo sobre los logros de China en materia de pobreza. Aquí, el link a la nota en chino y, en leer más, el artículo original en español.

  • La lección de China

Por Néstor Restivo (*), para Diario del Pueblo

A fines de 2020, se anunció una noticia en la República Popular China que, en cualquier otra circunstancia, hubiera merecido grandes titulares en todo el mundo, como los que ameritan los grandes hitos. Pero la disputa entre grandes poderes, los prejuicios, la tensión global en medio de una pandemia sanitaria como la del Covid-19 y el agravamiento –en esa coyuntura– de las peleas por la imagen, la batalla cultural y de sentidos fueron factores que coadyuvaron a que el notable record en la eliminación de la indigencia en China se intentara ocultar, en general, en Occidente. La pandemia, en lugar de generar mayor cooperación global, resultó en una batalla informativa.

El 23 de noviembre de 2020, un año en que la economía global se derrumbó y subió la pobreza y el desempleo, la agencia nacional de noticias Xinhua informó que “todos los distritos chinos que faltaba salieron de la lista de pobreza”, en referencia a 9 distritos de la provincia de Guizhou y 8 de la Región Autónoma de Guangxi. El Gobierno de China anunció de ese modo que acababa con la pobreza absoluta o extrema. Xinhua informó, al dar cuenta de esos 17 distritos, que “China ha alcanzado la hazaña de sacar a todos los distritos restantes de la lista de localidades en condición de pobreza”.

La encomiable tarea del Gobierno y del pueblo chinos contra ese flagelo que sufren casi todos los países del mundo ha sido heroica y sin parangones en la historia humana. Si hubiera que historiarla, habría que recorrer hitos que van desde Mao Zedong a Xi Jinping en cuanto a la dirección del proceso por parte del Partido Comunista de China, pasando por otros líderes, notoriamente Deng Xioping.  

Es que la hazaña, que como reconocen organismos internacionales ha tenido éxitos incontrastables en las últimas décadas, tiene en verdad un largo recorrido. Cuando se instaló el gobierno comunista liderado por Mao el 1º de octubre de 1949, la enorme mayoría de la población era miserable y analfabeta. Si bien a la muerte de Mao, en 1976, todavía la mayoría de la sociedad china, la más numerosa del mundo, sufría carencias, la alfabetización había sido velozmente exitosa, en industria y ciencia y tecnología China había producido avances palpables y la reforma agraria lanzada en 1950 ya había logrado, apenas dos años después, que 300 millones de personas que no tenían tierras, o tenían muy poca, obtuvieran su propio terreno. En 1953 el proceso estaba completado, excepto en regiones con minorías étnicas. A fines de esa década y principios de la de 1960, el fracaso del llamado Gran Salto Adelante y de comunas populares no logró desarrollar una mayor industrialización y producción agropecuaria y, al contrario, provocó grandes hambrunas, lo que detuvo de algún modo el combate contra la pobreza.

Sin embargo, si se compara con lo que sucedía antes de 1949, con lo que China había sido durante siglos, y en el contexto de un gobierno comunista, es decir con la meta de igualdad idealmente total en la distribución del ingreso, el cambio era enorme y el país estaba listo para que, si había un giro en la dirección económica y un nuevo impulso revolucionario al desarrollo de las fuerzas productivas, se diera con éxito.

Eso es lo que hizo y sobre esas bases trabajó Deng Xiaoping a fines de la década de 1970, con innovación, apertura y reforma. Su idea de socialismo no era precisamente que ese modelo fuera un sinónimo de pobreza, y para sus sucesores, algunas veces “acusados” de inclinarse al capitalismo, el modelo capitalista (más allá que algunas herramientas del mismo hayan sido adoptadas y resignificadas) no supone erradicarla, más bien producirla. Es el modelo de “socialismo con características chinas” y no otro el que sacó a 800 millones de personas de la pobreza, como ha constatado, entre otras entidades, el Banco Mundial. 

La Reforma y Apertura lanzada por Deng y continuado hasta hoy en sus diversas fases ha logrado eliminar la indigencia, meta buscada para antes del centenario de la fundación del Partido Comunista de China, en 2021, y avanzar para que, en 2049, cuando la República Popular también cumpla un año de vida, según el Gobierno se alcance la meta de ser un país “socialista, moderno, próspero, fuerte, democrático, civilizado y armonioso”.

El año de la pandemia en 2020 hizo temer entre algunos observadores que no pudiera concretarse el objetivo, pero con ahínco, política y organización se concretó.

¿Cómo lo hizo China? En un libro de reciente aparición que compilé y escribí con mi colega Gustavo Ng, argentino hijo de padre cantonés (“China: la superación de la pobreza”, de la Universidad de Congreso, con colaboración de SISU de Shanghai y XISU de Xi’an), explicamos que la metodología es integral y multidisciplinaria. El Estado, el Partido, el voluntariado de su Juventud, empresas públicas y privadas, universidades y otras entidades se dividen acciones en cada provincia, ciudad, pueblo y villa, con un grado de detalle y organización prácticamente persona por persona, hasta los lugares más remotos como montañas o desiertos, y capacitando, educando, proveyendo de materiales, de logística y, cuando hace falta, de subsidios directos, han logrado que ya no queden indigentes en su patria.

En ese libro, en entrevistas que hicimos en Beijing y en recorridos por territorios de Qinghai, Gansu, Sichuan, Tibet, Xinjiang y otras zonas alejadas de los grandes centros urbanos entre 2016 y 2019, vimos como a través de la fuerte intervención pública se logró que las comunidades supieran cómo salir de la autosuficiencia básica, generar excedentes, mejorar su calidad de vida. El plan es integral porque abarca trabajo, educación, salud, vivienda, finanzas, logística, etc. De todos modos, como ha dicho el presidente Xi Jinping (cuyo propio libro “Librarse de la pobreza” demuestra su compromiso de larga data, de cuando era funcionario en Fujian y aún antes), “el alivio de la pobreza no es un fin, sino el punto de partida para una nueva vida y una nueva lucha. Luego, debemos hacer un buen trabajo en la revitalización rural y promover la revitalización integral de las industrias, talentos, cultura, ecología y organización rurales”.

Para un país como la Argentina, que pese a sus riquezas innegables tiene estructuralmente a un tercio de su población en la pobreza desde hace casi medio siglo (actualmente supera el 40%, por las consecuencias económicas de la pandemia del Covid-19 y por la pésima gestión de gobierno en 2015-2019), aprender de esta lección china sería muy importante.

Es cierto que China no pretende exportar su modelo, pero hubo varias misiones de África que visitaron, por ejemplo, la provincia de Guizhou para observar la tarea y aprender; asimismo, el Foro de Desarrollo Social y Erradicación de la Pobreza China-CELAC llamó a “considerar los estudios sobre el carácter multidimensional del tratamiento de la pobreza, realizados por los think tanks, que permitan formular sugerencias para políticas públicas según las condiciones socioeconómicas y niveles de pobreza de los países de la región, así como compartir buenas prácticas y medidas para erradicar la pobreza en todas sus formas y dimensiones, en particular dirigidas a grupos especialmente vulnerables”; y finalmente, en el caso específico de Argentina, el partido actualmente en el gobierno, el Justicialismo o Peronismo, ha mantenido encuentros virtuales en 2020 con el Partido Comunista de China donde compartieron experiencias históricas de ambas organizaciones acerca de la justicia social (una de las históricas banderas peronistas) y la lucha contra la pobreza. La visita esperada para este año del presidente Alberto Fernández bien podría agregar un capítulo de reconocimiento de primera mano del programa chino de alivio a la pobreza.

Una última reflexión amerita la Iniciativa la Franja y la Ruta lanzada por el presidente Xi. Si bien hay razones económicas, de conectividad y geopolíticas para su realización, está claro también que un entorno de desarrollo social en las zonas con población más vulnerable –sobre todo en las complejas fronteras occidentales de China– debió haber sido otras de las razones del proyecto. Es decir, trabajar para erradicar la pobreza no es sólo un deber y un imperativo moral de todo gobierno, sino que además contribuye a la paz y hermandad para una comunidad de futuro compartido en toda la humanidad. En ese sentido, China le ha dado al mundo una extraordinaria lección.

(*) Historiador y periodista.

Categorías: China

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