El hilo invisible, nueva novela de Braga Menéndez
En El hilo invisible, su nueva novela, Fernando Braga Menéndez, cuenta una historia de “amor inolvidable” con el trasfondo del sorprendente paradigma de desarrollo que muestra China hoy a quien quiera verlo.
Publicista muy conocido en Argentina, tanto para marcas comerciales como para el ámbito político y autor también de la novela La libreta negra (2013), utiliza en esta el mismo método que en aquélla, más dada al espionaje y la política: agilidad de escritura, humor, ironía, una historia bien llevada y de fácil lectura para narrar el gran amor de Mercedes y Federico con China, Mao y su modelo como telón de fondo.
Recién publicada por Ediciones Continente y con prólogo de Horacio González (en el texto de “espíritu hilarante” –escribe- hay “una generosa alegoría” para proponer que se puede abrir “una utopía mayor, un esperanzador mundo nuevo”), Braga Menéndez no oculta en su trabajo la admiración que expresa por la República Popular China, a la que ha viajado varias veces, como se nota por las aventuras de sus protagonistas, y los vínculos posibles que observa entre el camino chino al socialismo y la experiencia peronista en Argentina, así como el “hilo” que va de Karl Marx hasta el Lejano Oriente.
Mercedes está convencida de entrada, iniciada por las clases de Sociología de un tal profesor Luzuriaga. Federico, que viene de otro mundo, del peor gorilismo oligárquico, detesta cualquier proyecto colectivo hasta que tropieza con la experiencia china. Y sobre todo con su gente concreta, como cuando debe viajar en tren bala de parado y, apiadándose de él, un grupo de ancianos de su vagón improvisan con sus bolsos un espacio propicio con las redes para portaequipajes para que el viaje del extraño occidental sea placentero. Es más, cruzando sus manos, le hacen una “escalerita” para que pueda acceder a ese espacio de descanso. Una imagen hermosa absolutamente verosímil de China. Hay muchas así, sin escaparle a las zonas polémicas y, obvio, imperfectas de toda sociedad. Y hay, también, un final desopilante.
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